EL ARTE DE DAR EL BRAZO A TORCER





SERIE DE ESTUDIOS SOBRE ENCONTRONAZOS BÍBLICOS “CUANDO COLISIONAN LAS RELACIONES”

TEXTO BÍBLICO: GÉNESIS 13:1-18 

INTRODUCCIÓN

     Dar el brazo a torcer no es precisamente lo que todos tenemos en mente cuando nos enfrentamos a otra persona con el interés de defender nuestros planteamientos. Rendirnos elegantemente ante el adversario para dejar que éste se lleve los aplausos y el mérito no está dentro de nuestros cálculos. Dejar que la otra persona consiga lo que desea sin que nos opongamos a ello aunque pueda parecer que salimos perdiendo, es un ejercicio de voluntad, paciencia y sabiduría que está al alcance de muy poca gente. Normalmente solemos entrar en discusiones interminables para evitar que el contrincante nos lleve a su terreno y nos convenza de su posición dialéctica. Dejar escapar la oportunidad de colocarnos por encima de la otra persona no es algo que suela ocurrir. Defendemos a capa y espada, con uñas y dientes, como gato panza arriba y sin dejar lugar a la victoria ajena nuestros deseos, nuestros sueños y nuestras aspiraciones, incluso sin importar los medios que empleemos para conseguir el triunfo final. No, dar el brazo a torcer supone para muchos ser cobarde, ser un pusilánime, alguien manipulable o estúpido que se deja avergonzar rechazando el enfrentamiento verbal.

     No hay que ir muy lejos para comprobar esto. Hace una semana, los debates acalorados, los enfrentamientos dialécticos y las discusiones electorales ocupaban nuestras conversaciones. ¿Verdad que ninguno se apeaba de la burra de sus intereses ideológicos? ¿No es cierto que se empleaban tácticas discutibles y algo sucias para desprestigiar al otro con tal de convencer a la audiencia? ¿No es una realidad que las posturas estaban muy lejos de acercarse las unas de las otras? Esto es parte del mundo en el que vivimos. Un mundo en el que todos consideran sus intereses personales por encima del de los demás. Una sociedad en la que no solo se expone con contundencia y contumacia cada cosmovisión existente, sino que encima se busca que todos deban comulgar con cada una de ellas. 

    Existe un arte que muchos ya han olvidado: el arte de dar su brazo a torcer. Es una técnica milenaria que supone saber rendirse a tiempo para evitar males mayores. Lógicamente, este arte solo es posible realizarlo en el marco del amor por el prójimo y el amor hacia Dios. Si pretendemos por nuestra cuenta y riesgo ejercitarla, comprenderemos en poco tiempo que es imposible ejecutarla únicamente apelando a nuestros esfuerzos y capacidad de paciencia. Sin embargo, si dejamos que sea Dios el que canalice su amor a través nuestro, esto que parece un arte utópico e imposible de llevar a cabo, será tan real como el respirar o como el hablar. En este estudio sobre la colisión de relaciones en la Palabra de Dios, dos actores principales se ven enfrentados por causa de sus empleados. A través de la actitud de uno de ellos seremos capaces de aprender cómo gestionar correctamente una confrontación que si se somete al deseo personal de cada parte conllevaría conflictos inimaginables e interminables. Estos dos personajes bíblicos son Abram y Lot.

A. EL MOTIVO DEL CONFLICTO

“Subió, pues, Abram de Egipto hacia el Neguev, él y su mujer, con todo lo que tenía, y con él Lot. Y Abram era riquísimo en ganado, en plata y en oro. Y volvió por sus jornadas desde el Neguev hasta Bet-el, hasta el lugar donde había estado antes su tienda entre Bet-el y Hai, al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre del Señor. También Lot, que andaba con Abram, tenía ovejas, vacas y tiendas. Y la tierra no era suficiente para que habitasen juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían morar en un mismo lugar. Y hubo contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot; y el cananeo y el ferezeo habitaban entonces la tierra.” (vv. 1-7)

     La razón que lleva a enfrentar a Abram con Lot tenía que ver con la multitud de bienes y cabezas de ganado. La tierra que les estaba acogiendo no daba abasto para dar de comer y beber a la cantidad tan ingente de ovejas, cabras y reses que tenían. Ante esta tesitura, las tensiones comienzan a emerger entre los sirvientes de uno y de otro. Seguramente los siervos de Abram reclamarían para sí toda la riqueza de aquellos parajes sobre la base de la preeminencia familiar de Abram, algo que legalmente podría haber desembocado en una asimilación de éste de todas las demás posesiones de Lot o de una abrupta separación en la que Abram se quedaría legítimamente con las tierras en las que pacían sus ganados. Abram ya había estado previamente en aquellos territorios, y dado que había erigido un altar sacrificial en ellos como señal de su descubrimiento, tenía todas las de ganar en el caso de un pleito contencioso con su sobrino. A pesar de que Abram podía ganar limpiamente esta trifulca por los pastos y pozos de la región, sin embargo, tuvo a bien el meditar sabia y pacientemente su próximo movimiento.

B. ABRAM O COMO SABER RETIRARSE A TIEMPO DE UN CONFLICTO

“Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos. ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda.” (vv. 8-9)

       Abram no era una persona ambiciosa o avariciosa. Sabiendo que la ley no escrita entre nómadas de que podía apoderarse de todo, territorio y bienes, decide plantear a Lot una propuesta que seguramente no podría rechazar. Abram determina sensatamente que el enfrentamiento solo podría llevar a la violencia y a una guerra fratricida. Poniendo paz en sus palabras y expresión, Abram apela a la fraternidad que debía presidir cada uno de sus actos. Abram no veía a Lot como a un enemigo o alguien al que había que dar una lección. El patriarca contempla a su sobrino como a un hermano, a un igual, a un semejante. Esto implica que alberga en su corazón amor y estima por él, y por lo tanto, no desea hacer nada en contra suya, dado que él tampoco desearía que cualquier otro hiciese con él lo mismo. El primer paso para dirimir una posible contienda es mirar con ojos de amor, misericordia y fraternidad. Si esta es la base de nuestra primera actitud hacia un probable encontronazo con un familiar nuestro, el problema se disolverá por sí mismo. 

     Por otro lado, Abram entiende que ya habían caminado durante demasiado tiempo juntos y que deben tomar cada uno un camino distinto. Con cariño, generosidad y mansedumbre Abram le muestra la amplitud de la tierra que se despliega ante sus ojos y le propone un trato inmejorable: Lot elegirá el lugar hacia el que desee marchar para establecerse en primer lugar. Abram tenía la opción prioritaria por razón de sus canas y del respeto que se debía a alguien más mayor en edad, y no obstante, permite que sea Lot el que se decante prioritariamente por la tierra que más desee. Este es el segundo paso importante a la hora de evitar el enfrentamiento: tender puentes de plata ante la otra persona empleando el sentido común, el cual es el menos común de los sentidos. Abram educada y diplomáticamente suaviza cualquier estribación o aspereza en una posible y acalorada discusión sobre quién se quedaría con qué territorio. El patriarca sabía que estaba en las manos de Dios, y confiando en la promesa divina de que siempre sería provisto de todo lo necesario para subsistir y prosperar, tiene la certeza absoluta de que no importaba hacia dónde marchar si el Señor le acompañaba en el camino. Su visión práctica de las cosas, aunada a su gran fidelidad para con Dios le ahorrará muchos quebraderos de cabeza más tarde. Muchas veces haríamos bien en aprender de esta clase de fe, aquella que no tiene miedo del futuro ni de renunciar a cosas a favor de la paz y las buenas relaciones con nuestros seres queridos. Si Dios nos acompaña, nuestro porvenir siempre estará asegurado.

C. LOT O NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE

“Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto del Señor, como la tierra de Egipto en la dirección de Zoar, antes que destruyese el Señor a Sodoma y Gomorra. Entonces Lot escogió para sí toda la llanura del Jordán; y se fue Lot hacia el oriente, y se apartaron el uno del otro. Abram acampó en la tierra de Canaán, en tanto que Lot habitó en las ciudades de la llanura, y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma. Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra el Señor en gran manera.” (vv. 10-13)

      Lot no podía creer la suerte que tenía. Abram le daba la oportunidad de escoger la tierra donde habitaría él y su descendencia, y no iba a desaprovecharla. Al echar un vistazo a la región que se abría ante sus ojos no duda por un instante qué iba a elegir. Un territorio fructífero, de regadío, abundante en pastos y adecuado para sembrar y cosechar abundantemente, que casi le parece recordar las historias que sus antepasados le habían contado sobre el Edén, el paraíso perdido. La prosperidad le aguardaba si optaba por la llanura del Jordán. En ningún momento reconocemos un instante de regateo entre Abram y él sobre quién ha de escoger primero. Esta actitud de Lot nos habla de un talante egoísta que únicamente se basa en lo que puede percibir, en lo material, en aquello que engorda sus ambiciones personales de progreso y bienestar. No le importa lo que pueda sucederle a Abram. Esa tierra ubérrima del Jordán sería solo para él. Humanamente hablando era una decisión lógica y altamente positiva. ¿Quién escogería la incógnita de terrenos desconocidos habiendo todo un paraíso delante de sus narices? Esta es precisamente la clase de pensamiento que recorre la historia de la humanidad: lograr lo bueno y próspero a toda costa. 

    Sin embargo, no todo era oro lo que relucía en aquella llanura tan apetecible y atractiva a la vista. El escritor de Génesis pone cuidado en apostillar que aunque la tierra era muy próspera y beneficiosa, los habitantes no eran precisamente unos dechados de buenas intenciones y de hospitalidad. De hecho, son descritos como malos o malvados, personas cuyas intenciones siempre iban dirigidas a hacer todo el mal posible a aquellos que visitaban inocentemente sus dominios. Además son considerados individuos pecadores que se constituyen en enemigos depravados de Dios, cuyos actos iban siempre destinados a desobedecer flagrantemente al Señor. Al emplear la expresión “en gran manera”, el autor de Génesis está tratando de retratar una sociedad despiadada, injusta y desalmada que estaba colmando de ira  el vaso de la paciencia y justicia de Dios. Sabiendo esto, nos podremos dar cuenta de que no siempre lo que parece digno, rico y esplendoroso es en realidad un infierno maquillado de buenas apariencias. Lo que en primera instancia iba a ser una elección insuperablemente inteligente se convertiría a no más tardar en el sinónimo del aislamiento y del odio para Lot.

D. ABRAM O LA RECOMPENSA A LA PAZ Y LA FE EN DIOS

“Y el Señor dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré. Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar del Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar al Señor.” (vv. 14-18)

      Buscar la paz con los demás tiene su premio. Encauzar cada movimiento de nuestras vidas sobre el canal de la fe en Dios al final recibe su recompensa. Aunque desde el punto de vista de lo humano Lot pareció ganar, lo cierto es que cuando nuestra mente se sujeta al sentido común que es un regalo de Dios, y se supedita a la confianza en las promesas de prosperidad y provisión del Señor, las tornas cambian. El futuro era el que iba a hablar mejor de quién había escogido la mejor estrategia. Si seguimos leyendo sobre la trayectoria y marcha de Lot en las llanuras del Jordán, nos lo encontramos prisionero, odiado por los habitantes de Sodoma y a punto de perecer bajo la ira de Dios sobre las ciudades de la perversión. Por otro lado, si observamos cómo le fue a Abram, nos daremos cuenta de la diferencia: exaltado por Dios con un cambio de nombre, con territorios fértiles y provechosos, con un ejército de sirvientes que saca las castañas del fuego al mismísimo Lot cuando es aprehendido por pueblos guerreros vecinos, con una vida pacífica y serena, y con una descendencia que puede contarse hasta nuestros días. 

    Abram recibe de Dios el galardón de aquellos que son leales a sus palabras y promesas. Dios le entrega una tierra que se pierde en el horizonte y le asegura que su familia sería innumerable como el polvo de la tierra, cosa que hoy podemos constatar con el devenir de la historia de la humanidad. Abram emplea con maestría el arte de dar el brazo a torcer demostrando a las generaciones futuras que es mejor renunciar a las ambiciones personales a favor de las buenas relaciones interpersonales y familiares. La lógica humana egoísta vuelve a ser puesta en duda por la lógica divina de la paz y el amor fraternal. Pero no todo termina aquí. Como colofón a las bendiciones de las que es objeto Abram, éste erige un altar a Dios para agradecer sus bondades y beneficios. La gratitud del corazón de aquel que busca la paz y la concordia es la ofrenda perfecta que a Dios agrada y que cambia el mundo.

CONCLUSIÓN

    Abram es para nosotros un modelo de conducta y anhelo pacificador. Pablo siempre supo que éste es precisamente el camino práctico que todo creyente debe transitar para vivir sosegadamente en los tiempos que le toca vivir: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” (Efesios 4:1-3)

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