LA PRESIÓN DE LA TENTACIÓN





SERIE DE ESTUDIOS SOBRE SANTIAGO “PUNTOS DE PRESIÓN”

TEXTO BÍBLICO: SANTIAGO 1:13-17

INTRODUCCIÓN

     La tentación es un punto de presión sobre nuestras vidas de la que nadie puede escapar. Este hecho tan común a todo ser humano suele presentarse cuando menos lo esperamos. Sea que creamos estar firmes en la fe o que nos inclinemos más por saciar nuestros apetitos, la tentación aparece en escena para proponernos la posibilidad de pecar, de desobedecer a Dios o de cometer maldades contra nuestro prójimo: “Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:12-13). El mismo Jesús en su humanidad fue tentado en el desierto por Satanás: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” (Mateo 4:1). Jesús precisamente debe ser nuestro modelo a la hora de afrontar el acoso de las tentaciones en nuestras vidas, empleando sensata y oportunamente la Palabra de Dios para ahuyentar al tentador por excelencia que es Satanás.

      En términos generales, la tentación de la que Santiago habla en su epístola tiene la misma raíz que la prueba si nos atenemos a la palabra griega original del texto, esto es, peirasmos. En cierto modo se trata básicamente de una solicitud para hacer el mal, pero que adquiere su verdadera expresión negativa dependiendo de la respuesta del creyente. Si el cristiano se mantiene firme y fiel a la voluntad de Dios declarada en su Palabra, estaremos resistiendo la prueba de manera exitosa. Por el contrario, si sucumbimos y nos rendimos ante los deseos desenfrenados de nuestra carnalidad, poniendo en duda la voluntad de Dios revelada en la Biblia, entonces seremos abocados a pecar rebelándonos contra los designios divinos.

    El problema surge cuando existen personas, y aun creyentes, que culpabilizan a Dios, a su contexto social, a sus traumas de la infancia o a los demás por haber sido subyugado bajo el influjo de la tentación. Santiago quiere, a través de sus enseñanzas y argumentos, que los destinatarios de la carta entiendan que Dios no tiene culpa de que ellos sucumban ante la tentación. El ser humano desde su génesis es propenso a escurrir el bulto de su culpa para echársela a otros incluyendo a Dios: “Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y yo comí. Entonces el Señor Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó y comí” (Génesis 3:12-13). Lo mismo sucede cuando se le echa la culpa a Satanás de sucumbir a la tentación. El ser humano es completamente responsable de sus actos y capaz, si deposita su confianza en la voluntad de Dios, de resistir la tentación tal y como dijo Dios a Caín antes de asesinar a su hermano: “Si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él” (Génesis 4:7).

1. COMENTANDO EL TEXTO BÍBLICO

      Santiago tiene un propósito al escribir estas líneas: demostrar que Dios no es responsable de nuestras tentaciones ni de que caigamos bajo su influencia pecando. Para ello aporta cuatro pruebas que eximen a Dios de cualquier responsabilidad relacionada con la tentación. Estas evidencias son la naturaleza del mal (v. 13), la naturaleza del ser humano (v. 14), la naturaleza de los deseos desordenados (vv. 15, 16), y la naturaleza de Dios (v. 17).

a. La naturaleza del mal 

“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (v. 13)

      Es imposible tentar a Dios, Dios no tiene capacidad de tentar y Dios es invencible ante cualquier embate de la tentación según lo que la palabra griega apeirastos sugiere. La naturaleza del mal per se es inherentemente extraña a Dios y ambos se excluyen mutuamente. Dios es santo, y por lo tanto eternamente puro y perfectamente recto en sus juicios y obras: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio” (Habacuc 1:13), del mismo modo que también lo es Cristo: “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” (Hebreos 7:26). Dios permite las pruebas dentro de las cuales la tentación suele hacer acto de presencia, no para conducir al creyente al pecado, sino a una madurez perseverante.

b. La naturaleza del ser humano

“Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia (pasión desordenada BLP) es atraído y seducido.” (v. 14)

      Cuando Santiago emplea la expresión “cada uno”, está diciendo que la tentación es una cuestión universal de la que nadie está inmunizado y de la que todos participamos sin excepción. La tentación tiene un proceso generalizado que comienza con las palabras “atracción” y “seducción”. Atracción en su sentido original tiene que ver con ser arrastrado o impulsado por un deseo interior. Seducción es un término propiamente atribuido a la pesca que denota la acción de atraer a la presa para ser capturada y matada. Ante nosotros se coloca un cebo que parece bueno y agradable a la vista, y en ese momento el deseo por apropiarse del cebo es tan intenso que se pierde la cautela y la prudencia despreciando o ignorando la trampa o el anzuelo hasta que ya es demasiado tarde para liberarse. Estas palabras son utilizadas por Pedro para describir a los tentadores como aquellos que “seducen a las almas inconstantes” y “seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en el error” (2 Pedro 2:14, 18).

    Cuando nos referimos a la concupiscencia o pasión desordenada, hablamos de aquellas pasiones que nos arrastran a cometer maldades. La palabra griega es epithumia y sugiere la idea de desear o anhelar profunda y fuertemente algo, sea bueno o malo. El pecado puede parecer atractivo y placentero, algo que es cierto por lo menos por un instante. De hecho, este es el modus operandi de Satanás: hacer que el pecado sea lo más sugerente y atrayente posible. Lo malo aparece como más deseable que la honradez, la falsedad más deseable que la verdad, la inmoralidad más deseable que la pureza moral y las cuestiones mundanales más deseables que los asuntos de Dios. 

    El problema con la pasión desordenada o concupiscencia no tiene tanto que ver con el tentador, sino como ya dijimos anteriormente, con la respuesta del tentado y con el enemigo interior que todos tenemos o viejo hombre: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7:19-20); “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). Aunque somos salvos por la gracia de Dios y el Espíritu Santo vive en nosotros, no podemos ignorar al enemigo que vive en nuestro interior, el cual puede convertir algo bueno y noble en algo malo por razones pecaminosas, como por ejemplo la comida en gula o el sueño en pereza.

c. La naturaleza de la concupiscencia o pasión desordenada 

“Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. Amados míos, no erréis” (vv. 15, 16).

      El pecado no es un hecho aislado o puntual. El pecado es el fruto de un proceso particular y específico que puede estructurarse del siguiente modo:

-          Deseo: Es algo intenso e interior en nosotros que expresa un ansia por adquirir, conseguir o poseer algo que no tenemos y que nos llama poderosísimamente la atención, y que involucra las emociones.
-          Autoengaño: Es racionalizar una justificación para conseguir eso que no tenemos, y que involucra la mente.
-          Diseño: Es planificar o diseñar un método para cumplir el deseo emocional que ya hemos racionalizado y justificado mentalmente. Esto implica poner en marcha nuestra voluntad consciente.
-          Desobediencia de la voluntad de Dios, o nacimiento del pecado.

     Cuanto antes cortemos con este proceso, mejores perspectivas tendremos de evitar el pecado. Por contra, cuánto más tardemos en rechazar cualquiera de estas etapas del proceso, más probabilidades habrán de que caigamos en las redes del pecado. Es preciso librar la batalla contra la tentación en el estadio de la mente donde precisamente la concepción del pecado sucede. ¿Cómo podemos evitar las tentaciones entonces? Varias son las alternativas: evitar lugares y circunstancias que propicien la tentación: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2), exponerse a cosas que alimenten nuestra mente y espíritu de manera santa: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8), y emplear la Palabra de Dios para vencer al tentador: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmos 119:11).

     La muerte de la que nos habla Santiago posee tres campos de acción cuando se conjura con el pecado: la muerte espiritual o separación de Dios, la muerte física o separación de cuerpo y alma, y la muerte eterna o separación eterna de Dios. Si el creyente persistiera en vivir según los dictados del pecado, esto puede acarrearle la muerte física tal y como constatamos en 1 Juan 5:16: “Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida.” El versículo 16 es una breve, entrañable y práctica exhortación con la que se quiere decir que dejen de culpar a otros y que asuman su responsabilidad personal y el enemigo interior que cada uno de ellos llevan dentro de sí mismos.

d. La naturaleza de Dios      

“Toda buena dádiva de Dios y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” (v. 17)

      Santiago enfatiza aquí que la naturaleza de Dios es ajena a la naturaleza del mal y al hecho de la tentación. Su obra refleja su carácter, y por eso todas las bendiciones y todos los dones que Él da demuestran que su voluntad está diametralmente lejos de la idea de tentar al ser humano. Dios no es responsable del pecado, sino que su amor y misericordia se dejan notar a través de la multiformidad de su gracia para con sus criaturas. Es el Padre de las luces, título con el que se le conocía entre los judíos en la antigüedad, y que viene a sugerir el concepto de Creador y de Dador de la luz que desprenden los luceros del firmamento. Dios no es un dios caprichoso al modo de la mitología griega, sino que su poder, carácter, sabiduría y amor son inmutables, fiables e inmarcesibles: “Porque yo Jehová no cambio” (Malaquías 3:6); “Éste es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5); “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8).

B. PREGUNTAS DE REPASO

1. Si como hijos de Dios recibimos de Dios las más abundantes y continuas bendiciones que nadie es capaz de dar, ¿por qué cualquier cosa mala suele tener más atractivo que estas dádivas de Dios?

2. ¿Recuerdas alguna historia bíblica en la que la tentación aparezca en la vida de algún personaje?

3. ¿Has podido ser testigo del proceso de atracción y seducción de la tentación en tu vida?

4. ¿Con qué crees que Santiago está contrastando a Dios cuando habla de que en Él no hay mudanza, ni sombra de variación?

C. CONCLUSIÓN

      Dios prueba, pero no tienta. La Biblia es muy clara cuando habla de que Dios a veces prueba a sus hijos. Él probó a Abraham, por ejemplo, cuando en Génesis 22 le pide  que sacrificase a su hijo Isaac. También probó a su pueblo Israel en el desierto para comprobar que obedecían sus mandamientos (Éxodo 16:4). Pero Dios no tienta a sus hijos para que pequen. Cuando somos tentados en medio de nuestras pruebas, es el resultado de nuestros propios corazones pecaminosos, y la cuestión es si permaneceremos firmes resistiendo ante nuestras pruebas, o nos entregaremos a la tentación y el pecado.    
    

Comentarios

Entradas populares