EL PARAGUAS DE LA AUTORIDAD DE CRISTO






SERIE “PARAGUAS ESPIRITUALES”

TEXTO BÍBLICO: MATEO 28:18

“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” (RV60)

INTRODUCCIÓN

     En un mundo convulso y caótico como en el que vivimos, ser cristiano no es cosa sencilla. Las turbulencias de la intolerancia religiosa, el erróneo planteamiento que de la laicidad y la aconfesionalidad se tiene y la persecución de miles de creyentes en países donde el evangelio penetra prácticamente en la clandestinidad, pueden poner en entredicho la idoneidad de vivir según las enseñanzas de Jesús. Del mismo modo que para protegernos de un aguacero hemos de echar manos de un paraguas, y así no empaparnos de pies a cabeza, la Palabra de Dios nos ofrece unaserie de paraguas espirituales de los que poder disponer cuando diluvian críticas, burlas, prejuicios y conflictos por causa de considerarnos ante el mundo como seguidores de Cristo.

     En las próximas semanas hablaremos, de entre otros paraguas protectores, de las autoridades civiles, de nuestros padres y madres, de la autoridad pastoral y de la autoridad bíblica. En este sermón de hoy expondremos la profundidad y alcance de la mayor autoridad y cobijo que como creyentes tenemos en Cristo. Sin el respaldo y apoyo del poder y la autoridad de Cristo, nada de lo que vayamos a emprender, nada en lo que vayamos a embarcarnos tendrá éxito. Sin conocer y aprender que solo con el poder de Cristo es posible cumplir la Gran Comisión de la iglesia, será imposible e infructuosa nuestra tarea de ir a hacer discípulos por todas las naciones, y específicamente aquí en Carlet.

     El mundo al que se iban a enfrentar los discípulos de Jesús tras la resurrección y ascensión a los cielos de su maestro, no era precisamente un camino de rosas. Con el paso del tiempo iban a tener que enfrentarse a sus propios compatriotas que los tachaban de blasfemos, iban a tener que chocar con los estamentos políticos y religiosos del Imperio Romano, iban a tener que abandonar todo lo que les era querido en su tierra e iban a tener que pasar por el fuego de la prueba y el martirio. No, no era muy halagüeña la escena y el horizonte que se les presentaba por delante. Sin embargo, Jesús, en uno de sus últimos discursos de momentánea despedida hasta su regreso en gloria y poder, decide que antes de encomendarles una tarea titánica y faraónica como era la de extender el evangelio a todas las
naciones conocidas, debían ser respaldados y fortalecidos por la afirmación de su
soberana autoridad y el recuerdo de su poder absoluto sobre todas las cosas.

     Al pronunciar estas palabras de aliento y compañía, a muchos de los que vivieron de primera mano les vendrían los recuerdos de incontables demostraciones del poder y de la autoridad de Jesús en su ministerio terrenal. Recordarían el poder que Jesús tenía sobre las enfermedades y dolencias cuando éste recorría toda Galilea “sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mateo 4:23; 9:35). Vendría a su memoria aquellos instantes en los que Jesús expulsaba contundentemente a los demonios y espíritus malignos (Mateo 4:24) como en el caso del endemoniado gadareno (Mateo 4:2) o del endemoniado ciego y mudo (Mateo 12:22). Seguro que no olvidarían cómo Jesús demostraba su autoridad y poder perdonando pecados: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa.” (Mateo 9:6). Y qué podríamos decir del poder que desplegó ante los ojos atónitos de personas que vieron como era capaz de vencer a la misma muerte al resucitar a la hija de Jairo, un principal de la sinagoga.

     Con todos esos recordatorios del poder y de la autoridad de Jesús en sus mentes ahora podrían comenzar la aventura y el privilegio de comunicar el mensaje de salvación en Cristo a todo el mundo. Del mismo modo, nosotros como herederos de esta sagrada misión de anunciar el perdón de pecados y la vida eterna a todos cuantos no creen en Dios, hemos de asimilar que no estamos solos en esta tarea, sino que Cristo con todo su poder y autoridad, es nuestro paraguas espiritual a la hora de encaminarnos hacia la proclamación de la verdad y la vida a todos cuantos nos rodean.

A. LA AUTORIDAD DE CRISTO ES ABSOLUTA Y UNIVERSAL

     Mateo recoge con precisión una de las declaraciones teológicas más importantes de la Palabra de Dios. El poder de Cristo no es momentáneo, no se circunscribe a un territorio específico ni es efímero o limitado. El poder de Cristo y su autoridad reside en una libertad plena y un derecho consolidado de hacer o decir lo que le plazca por causa de su soberanía. Cristo es omnipotente y demuestra su poder de manera absoluta y universal, de ahí la expresión con la que comienza su mensaje: “Toda potestad”. No se trata de un poco de poder o de un poder que solamente se concreta en ciertas cuotas. Es una autoridad completa e indiscutible. Además es una autoridad que abarca toda la creación, todo el universo, “los cielos y la tierra”. No existe nada ni nadie que pueda resistir la omnipotencia de Cristo: ni autoridades terrenales ni principados espirituales. Y esto es algo que hasta los mismísimos demonios reconocen en cuanto lo ven acercarse y en cuanto el nombre de Cristo aparece en escena.

      Con esta clase de autoridad y poder respaldando cada paso que damos en la vida cristiana y especialmente cuando nos dedicamos a la tarea particular de dar testimonio de nuestra experiencia y encuentro con Cristo a cuantos nos rodean, podemos estar seguros y protegidos de cualquier asechanza malvada o intolerante que se nos venga encima. Como el mismo Pablo quiso dejar por escrito al enumerar todas las tribulaciones, palizas, torturas y escarnios que padeció por causa del evangelio, podía estar medio muerto, pero no derrotado o vencido. Solo el poder y la autoridad de Cristo en nuestras vidas pueden obrar el milagro de renovar y restaurar nuestras energías, nuestro empeño y nuestra pasión por ser fieles servidores suyos. Solo la potestad absoluta que brota de someternos humildemente bajo su soberano señorío, logra que nuestra debilidad y fragilidad, nuestra vergüenza o timidez, desaparezcan para desplegar en todo su esplendor la mano todopoderosa de Dios.

B. LA AUTORIDAD DE CRISTO ES DADA POR DIOS PADRE

      La autoridad de la que es revestido Cristo procede directamente de Dios Padre, lo cual nos lleva a entender, no solo que cumplía un objetivo salvífico concreto al ser investido de este poder de lo alto, sino que esta autoridad lo identifica con Dios mismo. El mismo Jesús nos anticipa esta idea en Mateo 11:27: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.” Esto nos muestra con claridad la unidad existente entre Padre e Hijo, entre Dios y Cristo, así como la completa compenetración existente entre ambos. Precisamente, nosotros como hijos de Dios por la gracia divina, tenemos acceso a reconocer en Cristo a Dios mismo y a asimilar que la autoridad del Padre es la misma que la del Hijo, hecho revelado a quienes creen en él.

     Esta entrega de todas las cosas como signo de autoridad y poder es una manifestación gloriosa del amor de Dios por su Hijo: “El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.” (Juan 3:35). El amor preside cada expresión y manifestación del poder de Dios otorgado a Cristo. No se trata de una autoridad tiránica u opresiva, sino que más bien es una autoridad que debe ser aceptada por el creyente mediante el más hermoso vínculo que pueda existir: el amor. ¿Y cuál fue la culminación del amor de Dios por nosotros? La cruz. A través de la cruz como símbolo del sacrificio misericordioso de Cristo a favor nuestro para nuestra salvación, Dios Padre concede a Cristo ser llamado “Señor y Cristo” (Hechos 2:36). Filipenses 2:9-11 describe a la perfección estos títulos de autoridad y potestad: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”

C. LA AUTORIDAD DE CRISTO CONFIRMA SU OBRA DE REDENCIÓN Y JUICIO

     ¿Para qué sirve saber estas cosas sobre la autoridad de Cristo sobre todas las cosas? Muy sencillo: para conocer de qué modo él obra en el mapa desplegado de la historia de la salvación. Ya hemos visto que su autoridad ejercida en su ministerio terrenal era el anticipo de la inauguración del Reino de los cielos entre los mortales, pero esto solo es el comienzo de su labor redentora.

1. La autoridad de Cristo le permite delegar de su poder a determinados discípulos.

     En la extensión del Reino de Dios durante su ministerio terrenal, Jesús confirió a sus apóstoles el poder para vencer a las huestes demoníacas y para sanar las enfermedades del pueblo: “Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.” (Mateo 10:1). Este despliegue sobrenatural del poder delegado de Dios a sus doce discípulos no era simplemente para demostrar espectacularmente lo milagroso de sus capacidades, sino que debía estar acompañado de la predicación del evangelio: “Y sanad a los enfermos que en ella (la casa) haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el Reino de Dios.” (Lucas 10:9). El hecho de que la autoridad dada por Jesús a sus apóstoles diese sus frutos, infundía a estos seguidores de gozo y alegría: “Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.” (Lucas 10:17). Este es precisamente el gozo que nosotros, como obreros trabajando en la mies, tendremos al ver como la autoridad del nombre de Cristo transforma vidas y restaura la naturaleza caída del ser humano.

2. La autoridad de Cristo le permite traer a todo ser humano ante el tribunal de Dios, bien para condenación eterna, o bien para salvación eterna.

      La autoridad de Cristo da a éste poderes y derecho para juzgar tanto a vivos como a muertos en el día del Juicio Final. El mismo Padre que le dio todas las cosas en sus manos, le entrega el mazo de juez para juzgar a todas las naciones: “Y también (el Padre) le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. No os maravilléis de esto: porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.” (Juan 5:27-29). En el día postrero de juicio, Jesús dará por finalizada la era de la gracia para dar comienzo a un juicio sumario en el que todos los seres humanos de la historia serán examinados minuciosamente bajo la mirada inquisitiva del Cordero de Dios. Aquellos que eligieron seguirle serán justificados por su sangre derramada en la cruz del Calvario: “Le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste” (Juan 17:2); mientras que los que escogieron seguir sus propios deseos y deleites retorcidos de manera egoísta y malvada, serán lanzados al infierno ardiente donde el sufrimiento será perpetuo.

3. La autoridad de Cristo le permite gobernar cielos y tierra enviando a Satanás y sus huestes al eterno tormento del lago de fuego.

      Satanás va a tomar todas las medidas posibles para arrancar de nuestros corazones la pasión por servir y obedecer a Cristo en la Gran Comisión. Sin embargo, el poder y la autoridad que Cristo tiene rechazarán cualquier ataque dañino que el diablo quiera enviarnos. La realidad es que Satanás ya ha sido vencido en la cruz, y lo único que puede hacer hasta que la consumación de los tiempos llegue, es dar coletazos furibundos producto de su frustración y fracaso en derribar y dificultar la obra salvadora de Dios. El fin de nuestro enemigo es uno que Apocalipsis 19: 20 y 20:10 describen con nitidez: “Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre… Y el diablo que los engañaba fue lanzado al lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.”

CONCLUSIÓN

      Como hemos podido ver en esta exposición de la importancia, significado y propósito de la autoridad de Cristo, no estamos solos en la tarea de predicar el evangelio de salvación en nuestra población. Con este paraguas espiritual no hemos de temer los embates de la prueba o las estrategias engañosas de Satanás. Con este paraguas espiritual nos sentimos seguros de ser justificados y redimidos para disfrutar de una vida eterna que ya comenzamos a vivir el mismo día en el que conocimos a Cristo como nuestro Señor y Salvador. Y con este paraguas espiritual sabemos con certeza que el gozo llenará las paredes de nuestro templo con cada alma que se entregue a Dios en el cumplimiento de la Gran Comisión.

      Toma este paraguas espiritual de la autoridad de Cristo, sométete humildemente bajo su señorío y da testimonio sin temor del amor que Dios tiene por nuestra querida población de Carlet.

VERSIÓN DESCARGABLE: https://www.dropbox.com/s/hta9x2puhmfhrke/EL%20PARAGUAS%20DE%20LA%20AUTORIDAD%20DIVINA.pdf?dl=0

Comentarios

Entradas populares