ONIROMANTE



SERIE DE ESTUDIOS EN GÉNESIS SOBRE LA VIDA DE JOSÉ “JOSÉ EL SOÑADOR” 

TEXTO BÍBLICO: GÉNESIS 40 

INTRODUCCIÓN 

       ¿Has tenido alguna vez un sueño que ha permanecido vívidamente impreso en tu mente durante varios días? Existen episodios oníricos que quedan indeleblemente grabados en el subconsciente de la persona, y que, aunque pasan muchos años, siguen recordándose como si se hubiesen tenido el día anterior. A veces, estos sueños son recurrentes, otros pasan desapercibidos, otros dejan una sensación de dejà , y otros nos llaman la atención durante la vigilia, pero cuando llega el alba, se esfuman con un regusto agridulce. Sueños hay de todas las clases y de todos los gustos. En ocasiones les damos más importancia de la debida, en otros momentos pensamos que algo o alguien quiere decirnos algo que necesitamos saber inmediatamente, y en determinadas situaciones incluso nos perturben durante todo el día, intentando averiguar su significado oculto. Hay personas que buscan un sentido profundo en sus sueños, y otros atribuyen su existencia al inconsciente, culpable de rescatar por la noche nuestras obsesiones, impresiones, deseos, miedos o preocupaciones. 

     Los antiguos babilónicos, por ejemplo, ligaban los sueños a la magia, entendiendo que eran el canal escogido por las divinidades para revelarse o para atisbar un poco del más allá. Si una pesadilla hacía acto de aparición en el descanso nocturno, es que los demonios estaban haciendo de las suyas para perturbar nuestro descanso y nuestra paz, mientras que, si eran sueños agradables, estos obedecían a una bendición divina producto de una vida recta y devota. Incluso existía una divinidad llamada Mamu, la cual, con los debidos sacrificios y ofrendas, podía disipar cualquier mal sueño y su perverso cumplimiento en la vida real. Los griegos, por su parte, empleaban el método de la incubación de sueños, a través del cual enfocaban el sueño en un tema en concreto para buscar soluciones. Los griegos acudían al templo tras días sin haber comido o bebido, y allí, estimulando sus sentidos, a través del olor del incienso, luz tenue, cantos relajantes de los sacerdotes y mantas suaves, lograban introducirse en el universo onírico. 

     Los sueños siempre han sido un enigma para el ser humano. ¿Qué sueños son interpretables y cuáles no? ¿Son todos los sueños sinsentidos producto de la acumulación extrema de sensaciones e influencias visuales y sonoras? ¿O existen sueños que nos anuncian algo que va a ocurrir en el porvenir? ¿Las pesadillas son el reflejo de nuestros temores y traumas pasados? Como no soy psicólogo, no quisiera aventurarme a dar explicación a muchas de estas cuestiones. Podríamos caer en el error de vivir en dependencia continua de ciertos episodios oníricos, dejando a un lado nuestro libre albedrío y pensando que nuestro destino ya está escrito. También podríamos obsesionarnos tanto con dar sentido a lo soñado, que perdiéramos de vista el presente y las incógnitas que el cerebro suscita a científicos y psicólogos de gran capacidad intelectual. Aunque Sigmund Freud intentó adscribir significados concretos a sueños concretos, lo cierto es que, para nuestro limitado conocimiento de los intrincados laberintos de nuestra mente, todo sigue siendo un misterio que solamente Dios puede desentrañar cuando a Él le place. 

1. DOS NUEVOS COMPAÑEROS DE MAZMORRAS 

      Dejamos a José encarcelado en una prisión egipcia a causa de la falsa acusación de una mujer despechada y rechazada en sus avances lujuriosos. Sintiéndolo mucho, Potifar no tuvo más remedio que confinar indefinidamente a José en las celdas de la casa del capitán de la guardia, lugar en el que había trabado una relación de confianza tal, que le estaba permitido atender a los cautivos y administrar los bienes de que disponía la prisión. No sabemos cuánto tiempo ha pasado desde su encarcelamiento, pero sí sabemos que, cuando suceden los acontecimientos que se reseñan en este capítulo 40, José tenía 28 años, por lo que llevaba once años ya alejado de su hogar tras su venta a unos mercaderes ismaelitas. El tiempo pasa lento en un lugar tan terrible y poco deseable como eran los reclusorios, pero un día dos nuevos presos le son adjudicados para que José les abastezca de lo necesario hasta que fuesen juzgados en algún tribunal según sus delitos: “Aconteció después de estas cosas, que el copero y el panadero del rey de Egipto delinquieron contra su señor, el rey de Egipto. Y se enojó el faraón contra sus dos oficiales, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos, y los puso en prisión en la casa del capitán de la guardia, en la cárcel donde José estaba preso. El capitán de la guardia encargó de ellos a José, para que los sirviera; y estuvieron durante un tiempo en la prisión.” (vv. 1-4) 

      Estos dos nuevos personajes que irrumpen en la trama de la narrativa de José no son dos individuos cualesquiera. Uno de ellos es el copero del faraón, también conocido en Egipto como el “puro de manos.” Su labor era la de comprobar la pureza y calidad de los caldos y demás bebidas que iba a trasegar el soberano de turno. Debía probar los vinos antes que el faraón, en previsión de que éste fuese envenenado de alguna forma para acabar con su vida. El otro compañero de celda era el panadero del faraón, o también citado en documentos antiguos como “el escriba de la mesa real.” Su cometido era el de surtir al faraón y su corte con las mejores viandas y la mejor repostería, satisfaciendo los deseos de su señor y velando por una alimentación correctamente preparada.  

     Ambos tenían una gran responsabilidad, puesto que en sus manos estaba la vida del faraón, y podían llegar a ser abordados por cualquier enemigo del trono para contaminar o emponzoñar cualquiera de los platos o copas reales. No tenemos certeza de si el delito de estos dos hombres fue parte de un complot regicida, o si cometieron alguna clase de error en la elaboración de sus recetas, o si el faraón sufrió algún tipo de intoxicación por negligencia de alguno de estos oficiales de la corte. El caso es que previo juicio para verificar la culpabilidad de estos funcionarios reales, debían pasar un breve tiempo a la sombra. 

     José se convierte, a petición del capitán de la guardia y encargado de las mazmorras, en la persona que los va a servir y cuidar hasta la hora en la que serían reclamados judicialmente. A través de sus atenciones y disposición bondadosa, José poco a poco va fraguando una relación más íntima con los reos. Aquí podemos percibir el carácter benéfico de José, dispuesto a ayudar a otros cuando su estado es realmente lamentable tras tantos años de esclavitud. Sabedor de las condiciones misérrimas de la cárcel, no duda en tratar a estos hombres con dignidad y esmero, intuyendo que Dios iba a actuar en su vida por medio de estas personas. Habían estado en la corte, en lo más alto de la jerarquía de los sirvientes del faraón, y echarles una mano bien podía suponer una posibilidad de ver la luz al final del túnel. Jornada tras jornada, los funcionarios poco acostumbrados a las incomodidades carcelarias, se temen lo peor, y sus sueños comienzan a importunarlos con imágenes de un futuro poco claro. 

2. DESASOSIEGO ONÍRICO 

      Sabemos que no existen las casualidades cuando hablamos de Dios y de sus hijos, y, por tanto, entendemos a la perfección que cuando algo sucede de forma inesperada, es porque existe un propósito inherente a ese evento en particular. Tanto el copero como el panadero sueñan sueños distintos, pero demasiado parecidos: “Sucedió que ambos, el copero y el panadero del rey de Egipto, que estaban arrestados en la prisión, tuvieron un sueño en la misma noche, cada uno su propio sueño, cada uno con su propio significado. Vino a ellos José por la mañana y vio que estaban tristes. Entonces preguntó a aquellos oficiales del faraón que estaban con él en la prisión de la casa de su señor: —¿Por qué tienen hoy mal aspecto vuestros semblantes? Ellos le dijeron: —Hemos tenido un sueño y no hay quien lo interprete. José les dijo: —¿No son de Dios las interpretaciones? Contádmelo ahora.” (vv. 5-8) 

      Los sueños tenían un papel bastante importante en la vida espiritual y religiosa de los egipcios. De hecho, los egipcios anotaban sus sueños en papiros porque creían que las divinidades les enviaban mensajes a través de éstos. Estos episodios oníricos podían ser de tres tipos distintos. Algunos les pedían que realizaran algo, otros les advertían de cosas que iban a suceder, y otros respondían a preguntas muy concretas que les preocupaban. Los sueños y las revelaciones que extraían de ellos eran parte de la vida diaria en el Antiguo Egipto. Incluso tenían templos en los que era más sencillo percibir estos mensajes gracias a unos rituales que les ayudaban a conciliar el sueño fácilmente. También el faraón contaba con sacerdotes especializados en la interpretación de sus sueños, en ellos basaban sus consejos para la toma de decisiones. Algunas de las claves que manejaban para la interpretación de los sueños eran las siguientes: por ejemplo, si alguien se veía enterrando a un anciano, esto era interpretado como una buena señal ya que era identificado como un signo de prosperidad; sin embargo, si bebías cerveza era un augurio de sufrimientos, o si, por el contrario, comías carne de cocodrilo, eso significaba que llegarías a ser funcionario.  

     Los sueños que habían tenido tanto el copero como el panadero habían sido tan penetrantes e impactantes, que no podían quitárselos de sus mentes por más que lo intentaran. Al despertar con sudores fríos, ambos compartían un mismo sentir y un mismo aspecto. Estaban demacrados, sus rostros demudados por la incertidumbre y la preocupación, sus miradas extraviadas intentando encontrar sentido a sus respectivos sueños. El hecho de que este binomio de sueños se produjese la misma noche ya nos ayuda a concluir que iban a ser sueños que se iban a cumplir en la realidad más temprano que tarde. Y a este problema que les tenía desazonados, se unía el hecho de que, al estar enchironados, no podían recurrir a un intérprete profesional que les sacase de dudas sobre el significado de sus sueños. Su lamentable estado no pasa desapercibido para José. Preocupado sinceramente por su situación, les pregunta la razón de su desasosiego interior. 

     Los funcionarios reales se quedan mirando a José sin hacerse ilusiones. No tienen manera de conocer el misterio onírico que les provoca una angustia terrible, así que parecen resignarse ante la idea de no poder desentrañar el enigma que encierran sus sueños. Sin embargo, a José se le enciende una bombilla encima de la cabeza. ¿Quién mejor que él para interpretar los sueños? ¿Acaso no seguía confiando en que Dios iba a cumplir aquellos sueños que contaba a su familia años ha? ¿No era cierto que pudo descifrar los simbolismos que encerraban sus sueños proféticos?  

     Además, José dependía plenamente de Dios, y entendía de su parte, que Dios le había concedido el preciado don de interpretar los sueños, dado que solo Dios puede y sabe revelarse al ser humano de la manera que le place y en el instante que Él escoge. Con una confianza a prueba de huracanes, José se atreve a comunicar a sus acongojados compañeros de prisión que puede ayudarles a desvelar los significados arcanos detrás de sus sueños. Los anima a que le cuenten sin miedo todo aquello que ha quedado cincelado en las honduras de sus almas atribuladas.  

3. DOS SUEÑOS Y DOS DESTINOS 

      El copero es el primero que arranca con el relato de su experiencia onírica: “Entonces el jefe de los coperos contó su sueño a José, y le dijo: —Yo soñaba que veía una vid delante de mí y en la vid, tres sarmientos; y ella echaba brotes, florecía y maduraban sus racimos de uvas. Y que la copa del faraón estaba en mi mano, y tomando yo las uvas las exprimía en la copa del faraón, y ponía la copa en la mano del faraón. José le dijo: —Ésta es su interpretación: los tres sarmientos son tres días. Al cabo de tres días levantará el faraón tu cabeza, te restituirá a tu puesto y darás la copa al faraón en su mano, como solías hacer cuando eras su copero. Acuérdate, pues, de mí cuando te vaya bien; te ruego que tengas misericordia y hagas mención de mí al faraón, y que me saques de esta casa, porque fui raptado de la tierra de los hebreos y nada he hecho aquí para que me pusieran en la cárcel.” (vv. 9-15) 

     La noche anterior, el copero recibe la impresión inolvidable de una vid con tres retorcidos sarmientos que se desarrolla ante sus atónitos ojos. Contempla anonadado cómo los sarmientos comienzan a brotar rápidamente, cómo esos brotes dan paso a pequeñas flores, y cómo estas flores se transforman en hermosos racimos repletos de uvas, apetitosas y relucientes, listas para ser degustadas, preparadas para ser echadas al lagar y ser pisoteadas a fin de elaborar un vino de excelente bouquet. El copero sorprendido todavía por esta fascinante visión, comprueba que en una de sus manos está la copa real, toda repujada de oro y piedras preciosas. Su mano, moviéndose automáticamente hacia los racimos de uva, los coge para exprimir su mosto en la copa, y ofrece el resultado jugoso y sabroso a su señor, el faraón. Nervioso tras contar su sueño a José, espera con expectación que éste tenga la habilidad para explicarle cada detalle de su cumplimiento. 

    José, que lo ha estado escuchando atentamente, no alberga duda o vacilación a la hora de interpretar el sueño. Es un sueño de buenas noticias. Después de tres días más de cautiverio, el copero sería llevado delante del faraón y sería restaurado en su confianza, volviendo a cumplir con su servicio de cata enológica. Sería restituido en su honor, dignidad e independencia, y su imagen y fama serían restablecidas ante toda la corte real. Ante tales magníficas nuevas, José aprovecha para solicitar del copero, que cuando se presente delante del faraón, le hable de su caso, a fin de ser liberado por un crimen que nunca cometió. Le ruega que se apiade de sus circunstancias, que se acuerde del favor tan increíble que le ha hecho con su interpretación onírica. José expone ante el copero el motivo de su encierro, apelando a su memoria para recuperar la libertad que le ha sido arrebatada hacía once años ya. No merece seguir penando en los calabozos, y su testimonio daba fe de su honradez y de su capacidad empática. 

     El panadero, al comprobar que el significado del sueño de su colega funcionario ha sido positivo, parece tener ciertas esperanzas de que el suyo también pueda ser explicado para beneficio de su futuro: “Viendo el jefe de los panaderos que aquella interpretación había sido para bien, dijo a José: —También yo soñé que veía tres canastillos blancos sobre mi cabeza. En el canastillo más alto había toda clase de manjares de pastelería para el faraón, y las aves los comían del canastillo de sobre mi cabeza. Entonces respondió José, y dijo: —Ésta es su interpretación: Los tres canastillos son tres días. Al cabo de tres días quitará el faraón tu cabeza de sobre ti. Te hará colgar en la horca, y las aves comerán la carne que te cubre.” (vv. 16-19) 

     El panadero se anima y cuenta su propio sueño a José, con un “ojalá me brinde tan buenas noticias como a mi compañero.” Ante él aparece él mismo, llevando tres canastillos de junco sobre su cabeza, a la usanza oriental. El que se halla encima de todos, está a rebosar de los mejores pasteles y panes que un buen panadero podría hornear. Su aspecto era tentador y sumamente delicioso. No obstante, de repente, unos pájaros rapaces se lanzan en picado para alimentarse de estos ricos manjares, sin que el panadero pueda hacer nada por ahuyentarlos. Así, toda esa hermosura de productos de repostería se echa a perder, provocando la frustración y el enojo del panadero. José, con una sombría expresión en su rostro, menea su cabeza en señal de tristeza. El significado de este sueño es que el panadero tiene las horas contadas. En el plazo de tres días, será llevado ante el faraón y será condenado y ajusticiado, siendo ahorcado y expuesto a que las aves carroñeras como cuervos y buitres se alimenten de sus restos mortales. ¡Qué aldabonazo tan trágico recibe el panadero al escuchar estas palabras! Seguramente se sumiría en un estado de letargo desesperado y afligido en gran manera. En esta ocasión no habría buenas noticias para su porvenir. 

4. CUMPLEAÑOS FELIZ E INFELIZ 

     Los tres días pasan, y tal y como José había dicho, los dos funcionarios investigados son llamados a la presencia del faraón de Egipto: “Al tercer día, que era el día del cumpleaños del faraón, el rey ofreció un banquete a todos sus sirvientes; y alzó la cabeza del jefe de los coperos y la cabeza del jefe de los panaderos en presencia de sus servidores. Hizo volver a su oficio al jefe de los coperos, y volvió éste a poner la copa en la mano del faraón. Pero hizo ahorcar al jefe de los panaderos, como José lo había interpretado. Sin embargo, el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que lo olvidó.” (vv. 20-23) 

      Como dijimos anteriormente, el azar no tiene nada que ver con el derrotero que toman los acontecimientos que se relacionan con la vida de José y su papel en el futuro de estos dos hombres. Al tercer día de la disipación del misterio onírico, el faraón celebra su cumpleaños, y en su magnificencia y generosidad, decide agasajar a sus servidores más íntimos en la corte real. Concierta una gran fiesta a la que están invitados todos sus subordinados, y, como manda la tradición, desea exhibir su magnanimidad amnistiando o indultando a personas que se hallan encarceladas. Como parte de estos candidatos a la amnistía real, son convocados tanto el copero como el panadero. Éstos comparecen a la vista de toda la servidumbre del faraón en un acto que será ejemplo de la dadivosidad o de la disciplina punitiva del faraón. Al copero lo llama para que escancie en su copa el vino que simbolizará su retorno a una posición de favor del soberano; al panadero lo acusa de traidor, y lo entrega a los verdugos para que lo cuelguen en un lugar visible para escarnio público y lección contra la alevosía.  

    Al parecer, la alegría y el júbilo que embargan al copero hacen que se olvide de la petición de José. ¡Qué poca memoria tenía este copero! Pasar de estar engrilletado a servir directamente al faraón no había servido para ser agradecido con aquel que le había transmitido las mejores noticias de su vida. Suele suceder que, cuando las cosas funcionan a las mil maravillas, uno se olvida de quien le aupó a la recuperación del bienestar perdido. Cuánto desagradecido hay por ahí que se sumerge en una amnesia selectiva, y rompe todo lazo con cuantos le auxiliaron y socorrieron en los malos tiempos. Así, José, esperanzado en los primeros días después del cumpleaños del faraón, paulatinamente, mientras pasan las semanas y los meses, comprende que nadie se va a hacer cargo de su injusta situación. Con cuanta tristeza llegaría a asumir que debía esperar más hasta ser rescatado por Dios, aquel que nunca se olvida de los que sufren, de los que le obedecen y sirven. 

CONCLUSIÓN 

     José está siguiendo un curso tortuoso y duro de preparación para la grandeza. Todavía no sabe en qué momento cambiarán las cosas para bien, en qué instante el viento soplará en sus velas para lograr llegar a buen puerto. Su paciencia, su empatía para con los demás, su dependencia de Dios, así como su resiliencia, su fe y su esperanza en los caminos del Señor, son virtudes que deberíamos aspirar a imitar en nuestra propia realidad. No es plato de buen gusto tener que constatar que la memoria humana es bastante efímera, y que a menudo, hemos de transitar por este plano terrenal confiando únicamente en Dios y en su providente sabiduría.  

      Tal vez en una primera instancia no veamos el final de la senda que Dios nos tiene reservado, pero, no obstante, esto no es óbice para desmayar y darnos por vencidos. Dios cumplirá sus propósitos en nosotros, y para muestra, el botón de José, una persona que nunca se rindió y que se dejó moldear por Dios para alcanzar la gloria.

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