CAMINO LETAL


 

SERIE DE SERMONES SOBRE PROVERBIOS “SAPIENTIA III” 

TEXTO BÍBLICO: PROVERBIOS 14:1-15 

INTRODUCCIÓN 

      Fue Antonio Machado, gran poeta español, aquel que dejó para la posteridad uno de sus versos más inolvidables: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.” No iba desencaminado el autor de “Proverbios y Cantares,” valga la redundancia. Todos iniciamos el camino de la vida con un primer paso, y tratamos de transitar por él según los derroteros que nos deparen nuestras decisiones personales, las decisiones de los demás que nos llegan a afectar en nuestras elecciones, y la guía de aquellas personas a las que tenemos por maestros. Cada camino humano es distinto. Muchos de los hitos que nos encontramos en los márgenes de las sendas que emprendemos pueden asemejarse a la de otros caminantes, pero, en definitiva, somos nosotros los que jalonamos nuestro trayecto con instantes memorables, bien sean amargos o felices.  

       No podemos evitar encontrar en nuestras rutas socavones que nos impiden correr a buena velocidad, barreras y obstáculos que truncan la cadencia de nuestros deseos, y accidentes inesperados que condicionan nuestra forma de andar. Los caminos que vamos construyendo día a día, golpe a golpe, determinan el destino que anhelamos alcanzar. A veces, nuestra vía es pedregosa y angosta, pero nos lleva a la gloria eterna, y otras veces, nuestra carretera está magníficamente pavimentada y aplanada, pero desemboca en un callejón sin salida, o lo que es peor, en un desfiladero de perdición en el que la boca flamígera del infierno nos aguarda. 

      Los caminos son necesarios para desplazarnos desde un punto A a un punto B. Nadie, por muy inmóvil que crea que está en su dinámica vital, puede llegar a decir que no camina. Los ritmos son diferentes, unos lentos, otros acelerados, pero toda criatura humana sigue construyendo su camino hacia alguna parte. Lo más útil sería que el ser mortal supiese hacia dónde quiere ir o dónde se encuentra la meta final de sus sacrificios, de sus esfuerzos y de su fe. Pero, tal y como podemos comprobar a lo largo de la historia de la humanidad, pocos son aquellos que de verdad tienen meridianamente clara su dirección y objetivo final. De ahí que muchos anden por ahí desnortados, errando por el mundo sin un sentido o un propósito, más perdidos que Carracuca, extraviándose en múltiples desvíos y supuestos atajos. Es tremenda la cantidad de personas que conocemos que viven sin la esperanza de una vida eterna, que subsisten como autómatas, con el piloto automático, yendo al ralentí, existiendo, pero no viviendo. Es triste constatar cómo, en esa inoperancia vital, muchos individuos optan por respirar hondo y zambullirse en el día a día, sin la expectativa de un destino final que dé significado a todo lo que son, a todo lo que hacen y a todo lo que poseen. 

1. UN CAMINO DE AUTO PRESERVACIÓN O AUTODESTRUCCIÓN 

     Salomón, en el texto bíblico propuesto para hoy, quiere mostrarnos que, a pesar de que cada cual imprime su propio plano existencial, y que cada cual toma sus propias decisiones en cuanto a dónde dirigirse, solamente hay dos calidades de caminos que es posible transitar: el camino de la sabiduría, el cual representa el temor de Dios como centro de la capacidad decisoria, y el camino de la necedad, el cual escoge aquella persona que prefiere desvincularse de la voluntad divina para perseguir sus veleidosas apetencias. El camino, en términos metafóricos, indica el modus vivendi de cada persona. Hay personas que se ajustan a un comportamiento moral y ético de autopreservación, y otros, la mayoría podríamos decir, que optan por una conducta autodestructiva: La mujer sabia edifica su casa, pero la necia con sus manos la derriba. El que camina rectamente teme a Jehová, pero el de caminos pervertidos lo menosprecia. En la boca del necio está la vara de su soberbia; a los sabios, sus labios los protegen. Sin bueyes, el granero está vacío; por la fuerza del buey hay abundancia de pan.” (vv. 1-4) 

      En tiempos ancestrales, la mujer era considerada la responsable del bienestar comunitario y del hogar. Si la madre de familia era cauta, previsora, responsable y prudente, todos se beneficiaban de su buen hacer y de su óptima administración. Normalmente, era la mujer la que se ocupaba de la crianza de los hijos y de la gestión económica hogareña, y, por lo tanto, si ésta era sabia y proponía en su corazón seguir cada uno de los dictados de Dios revelados en su Palabra, la prosperidad y la felicidad de todo el clan eran un hecho. Por el contrario, si la mujer era incompetente en la eficaz mayordomía casera, si era arrogante en el trato para con su esposo, si era incorregible en sus continuas manifestaciones de desagrado para con las tareas propias del hogar, si carecía del autocontrol suficiente como para no derrochar lo ganado con el sudor de la frente del marido, y si su encendido temperamento intoxicaba el ambiente familiar, lo más probable era que el hogar se iría a pique.  

      La expresión “con sus manos derriba su casa,” da a entender claramente que no se trata de un revés externo el que destruye la armonía familiar, o que un enemigo foráneo está arruinando la paz hogareña, sino que son las propias decisiones intencionadas y conscientes de la madre de familia las que perjudican a todo el conjunto de moradores de la casa. Por supuesto, en la actualidad, donde también muchos maridos se encargan de estas mismas actividades, este versículo puede aplicarse al varón que no da pie con bola y que arrasa con su desidia y negligencia el bienestar familiar. 

     La respuesta ante el llamamiento y la revelación de Dios marca indeleblemente nuestros caminos. Si escogemos ser fieles siervos suyos, y aplicamos a nuestras vidas sus instrucciones, leyes y consejos, seremos lo bastante sabios como para obedecer la voluntad de Dios en cada uno de los aspectos de nuestras existencias. Pero si voluntariamente decidimos dar la espalda a Dios para caminar por donde mejor nos parece, donde es posible acariciar la idea de satisfacer nuestros más bajos y salvajes instintos, no podremos esperar nada bueno. Menospreciar y reírse de las sendas antiguas que el Señor ha indicado claramente para vivir de forma bienaventurada y plena, supone en todos los casos acabar con nuestros huesos en la miseria y en el olvido social.  

      Y es que no existe mayor enemigo de un necio que él mismo. Su propio discurso ofensivo, manipulador y perverso es el que le ha de granjear, mientras transita por la carretera de la vida, mil y un males de cabeza, camisas de once varas y torturadoras consecuencias. Su bravuconería y su altanería en el trato con el resto de transeúntes que forman parte de su comunidad, solamente le deparará latigazos y vardascazos sin cuento en sus costillas e ijares cuando encuentre la horma de sus zapatos. No pasa así con aquellos que controlan su lengua para no provocar mayores agravios y contiendas, que tienen el discernimiento suficiente como para no incurrir en errores groseros cuando se trata de hablar en medio de la comunidad. Son habilitados por Dios mismo para evitar dolores innecesarios y pleitos interminables, y, de este modo, viven en paz con sus vecinos. 

     En ocasiones, hay momentos en la vida y empresas en las que uno se embarca para prosperar y sostener a los suyos. Para ello es preciso invertir bien en recursos que, aun cuando en un inicio son un aparente gasto, se convierten en una ganancia futura. Todos aquellos que están involucrados en negocios, empresas y bancos saben que, si no hay inversión, de la clase que sea, es muy poco probable que alguien extraiga réditos en el día de mañana. Y, a pesar de que, a veces, una inversión puede llegar a ser arriesgada, como muchas cosas que tienen que ver con esta realidad terrenal, lo cierto es que, a su tiempo, y con la ayuda de Dios, uno puede salir adelante con holgura y honestidad. Si no compras un buey, que sí, que necesita un mantenimiento y tiene su coste, es casi imposible que el granero se llene a rebosar y brinde bienestar a la familia. Pero si confiamos en el Señor, e invertimos sensatamente, no existe mejor premio a esta acción que una buena cosecha. En el camino de la vida, y siempre escogiendo el momento oportuno dentro de la consulta a Dios, es preciso invertir de nosotros para alcanzar metas superiores y una estabilidad personal y familiar inquebrantable. 

2. EL CAMINO DEPENDE DE TU DISCURSO 

     La lengua influye poderosamente en el camino que estamos dispuestos a recorrer: “El testigo verdadero no miente; el testigo falso dice mentiras. Busca el escarnecedor la sabiduría y no la halla, pero para el hombre sensato la sabiduría es cosa fácil. Quítate de delante del hombre necio, porque no hallarás ciencia en sus labios.” (vv. 5-8) Aunque de Perogrullo, Salomón deja muy clara la tendencia que tienen algunos individuos de cometer perjurio de forma interesada para perjudicar a terceros. Normalmente, estos personajes vendían al mejor postor su testimonio, y carecían de los mínimos escrúpulos a la hora de ver cómo inocentes eran condenados injustamente. Todavía encontramos a personas así, untadas en la sombra por influyentes personajes, con el objetivo de acallar la verdad de las cosas. Dios no tendrá misericordia de aquellos que vinculan su palabra con la mentira y la falsedad.  

      Como contraposición tenemos a la persona sabia, aquella que es veraz, fiable y que relata los hechos tal y como son, sin dar rodeos o emplear eufemismos y subterfugios. Se adecúan, incluso con perjuicio para ellos, a la realidad de las cosas, porque valoran por encima de todo su honorabilidad y confiabilidad. Son personas que dan fe de lo sucedido ateniéndose a las circunstancias exactas que promueven un juicio en los tribunales. El juez tiene en cuenta su testimonio y juzgan con serenidad sabiendo que en ellos no hay doblez ni perversas intenciones ocultas. ¡Qué pocos actúan así en nuestra sociedad! 

     ¿Qué decir de conversar con determinados tipos de personas mientras avanzas en tu camino? Hay seres humanos con los que aprendes mientras dialogas con ellos, con los que aprecias la belleza del conocimiento y del consejo, por eso es fácil sobrellevarlos en nuestra ruta vital. El sabio reconoce a uno de los suyos, a alguien que somete sus decisiones al arbitrio de Dios, y, por consiguiente, disfruta enormemente de charlar amigablemente con éste. Es sencillo descubrir la simplicidad de la verdad y del entendimiento cuando viajamos junto a hermanos y hermanas que supeditan todo lo que son y lo que dicen a la entera voluntad divina.  

       Pero también hay a nuestro alrededor personas a la deriva molestando a unos y a otros en su travesía. Buscan ellos mismos la sabiduría, pero no la encuentran en ninguna parte porque han manifestado su aborrecimiento por la auténtica sapiencia que solo sabe otorgar Dios a los que se la piden. De ahí que vaguen como vaca sin cencerro, de acá para allá, probando todas y cada una de las experiencias que le propone una sociedad corrupta e impía. Dado que se ha burlado de su Creador y no teme en absoluto al Señor, está abocado irremediablemente a ser un nómada que persigue el viento. No se puede hablar con ellos civilizadamente, porque de sus labios solamente brotan irreverentes expresiones que pulverizan cualquier atisbo de entablar un diálogo fructífero. Son como hablar a una pared: obstinados, cerrados de mollera y empecinados en soltar por sus bocas toda clase de necedades y estupideces. 

3. UN CAMINO POR FE Y POR VISTA 

     Mientras caminamos y compartimos trechos significativos con toda clase de viajeros, nos damos cuenta de que nuestra manera de andar debe adecuarse a la fe que hemos depositado en Dios, en lugar de acomodarnos a las tendencias ególatras y perversas que nos propone el mundo: “La ciencia del prudente está en comprender su camino; la indiscreción de los necios es engaño. Los necios se burlan del pecado, pero entre los rectos hay buena voluntad. El corazón conoce sus íntimas amarguras, y ningún extraño se mezclará en su alegría. La casa de los malvados será asolada, pero florecerá la morada de los rectos. Hay camino que al hombre le parece derecho, pero es camino que lleva a la muerte. Aun en medio de la risa se duele el corazón, y el término de la alegría es la congoja. De sus caminos se hastía el necio de corazón, pero el hombre de bien estará contento con el suyo. El ingenuo todo lo cree; el prudente mide bien sus pasos.” (vv. 8-15) 

      Como dijimos al principio, solamente hay dos clases de caminos que podemos elegir: la senda de los incrédulos y la senda de los temerosos de Dios. Si enfilamos el camino de los descreídos estaremos engañándonos a nosotros mismos, aun cuando queramos interpretar un papel que nos exime de esta realidad. Pensar que, a través de la indiscreción, de meter la nariz donde a uno no lo llaman, y de pensar que le han dado vela en todos los entierros, uno puede llegar a progresar en la vida, supone ser bastante corto de sesamen. Creer que negar que el pecado tenga consecuencias, que una trayectoria de delitos y desmanes no va a tener repercusiones futuras en sus carnes, y que rebelarse contra Dios no ha de suponer pena alguna, es de auténticos idiotas.  

      Imaginar que una ética penosa y descarriada va a hacer que un hogar permanezca incólume, que una casa prospere o que tus descendientes vayan a llevar una vida mejor que la que les has modelado, es una gran mentira que puede atragantarse en medio de la faringe. Confiar en caminos que, en apariencia, son bellos, atractivos y tentadores, anchos y bien asfaltados, pero que llevan directamente a un abismo insondable donde les espera el fracaso eterno, es cometer el error de sus vidas a sabiendas. Saltar de mata en mata probando ideologías huecas, filosofías de baratillo y fraudulentas creencias, solo lleva al abatimiento, al aburrimiento y al fastidio más agudos. En resumen, todo aquel que presume de seguir su propio camino sin contar con Dios, solo es un ingenuo y un crédulo, alguien que puede llegar a engañarse a sí mismo, y a dejarse embaucar por Satanás. 

      La otra solución pasa por servir, obedecer y temer a Dios con todo el corazón, transitando por el camino personal con la mente clara, el destino bien visible en el horizonte y las decisiones filtradas con el cedazo de la revelación divina. Sabe de dónde viene, hacia dónde va, cómo debe dosificar sus esfuerzos y su velocidad, y de qué forma puede bendecir a aquellos que persiguen ser verdaderamente sabios y entendidos según Dios. Los rectos de corazón manifiestan en toda ocasión y momento su bondad y misericordia, ayudando a los perdidos a reconducir su ruta equivocada. Su hogar está presidido por la presencia constante de Dios y su familia le tributa la honra debida a causa de una ética intachable y modélica.  

      Entiende que, por muy atrayente que sea una vereda, ésta debe presentarse ante Dios, para que éste infunda de discernimiento cada paso que se da en pos de la eternidad en gloria. No se deja llevar por corazonadas o pálpitos, sino que lo fía todo a la perfecta y santa voluntad del Señor. El contentamiento es su cántico y su lema de vida, dado que ha aprendido a recibir de los cielos tanto lo bueno como lo malo, tanto las buenas noticias como las malas, la pobreza y la riqueza, y confía totalmente en la provisión de Dios en todos los órdenes de su existencia. Camina tranquilo, sabiéndose amparado bajo la poderosa mano del Omnipotente. Sopesa con calma y con paciencia los pros y los contras de una decisión importante, recabando el consejo adecuado de su Padre celestial.  

      Tal y como afirma Salomón, el camino está sembrado de deleites y sinsabores, de penas y alegrías, de congojas y momentos felices. Solo la persona que experimenta estos dos sentimientos antagónicos que se unen en el alma humana sabe el alcance de su sufrimiento y el sabor de su júbilo. Nadie, por mucho que lo intente a través de psicoterapias y estrategias psicoanalíticas, puede sentir lo que la persona siente. Solo Dios es conocedor de todas las emociones que nos embargan, de las aflicciones que nos sumen en la depresión, y de las preocupaciones que asedian nuestra mente. Tan pronto festejamos y celebramos un logro personal, aparece como una sombra molesta un nuevo episodio de dolor y tragedia. A menudo sonreímos para no afectar negativamente a los que tenemos cerca, pero, como se suele decir, la procesión va por dentro. Las interioridades de nuestra alma son tan insondables para aquellos que comparten un trozo de nuestro camino, que optamos por tragarnos nuestros problemas y seguir adelante con la ayuda inestimable de Dios. Así es el devenir de la existencia humana hasta que traspase el umbral de la muerte y toda lágrima sea enjugada por Cristo.  

CONCLUSIÓN 

      De nuevo, Dios presenta una encrucijada en tu vida. Tal vez tú ya estés recorriendo el difícil, pero satisfactorio camino del temor de Dios. Quizá te has visto retratado en alguna de las características que ha presentado el rey sabio en este texto. Da gracias a Dios día y noche por haberte colocado en la senda angosta y pedregosa de la salvación, puesto que un día llegarás al fin a reunirte con los santos que anduvieron por tu mismo camino. O puede que todavía te resistas a abandonar el camino de la vanidad, la mentira y la necedad, porque te has aferrado con demasiada fuerza a ideas y cosas a las que no puedes renunciar por tus propias energías.  

      Mientras todavía transites por la autopista de esta dimensión terrenal, aún estás a tiempo de dejar definitivamente la ruta del pecado y de los apetitos concupiscentes, que solamente te guían al averno, al tormento sempiterno del que será ya imposible escapar, porque será demasiado tarde. Hoy es el día de salvación. No lo pienses mucho más, y cambia de carril ahora que todavía existe esperanza y gracia para ti en Cristo Jesús, Salvador y Señor nuestro. Caminante, haz camino, pero si es con Cristo, mejor camino andarás.

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