EDOM
SERIE DE ESTUDIOS SOBRE GÉNESIS “JACOB, EL SUPLANTADOR”
TEXTO BÍBLICO: GÉNESIS 36
INTRODUCCIÓN
Me encantan los árboles genealógicos, esos grandes esquemas en los que uno puede observar cómo las familias se entrecruzan y se conectan a lo largo del tiempo. En mi adolescencia hubo una etapa en la que me apasionó lograr construir un árbol genealógico de mi familia. Aprovechando las fiestas del pueblo, me dedicaba a rondar como un abejorro alrededor de mis tíos, de mis padres, de mis abuelos y de todo aquel anciano que pudiese darme información para ir incorporando nombres y apellidos a un cuaderno cuadriculado en el que iba diseñando los lazos sanguíneos y políticos de mi familia. Lo más fácil era empezar desde mis hermanos y yo, pero cuando todo empezaba a ramificarse con mayor extensión, me di cuenta de que iba a necesitar algo más que las páginas de un cuadernillo. Hoy día es posible realizar esta operación, dado que los medios tecnológicos lo permiten. Existen páginas web y aplicaciones en las que uno puede armar su árbol genealógico, con la posibilidad de poder recabar información y datos de registros civiles de prácticamente toda la geografía terrestre. Si tienes tiempo libre y ganas de conocer a tus ancestros, de dónde procede tu familia y qué mestizajes la componen, tienes un amplio abanico de estas herramientas.
En la antigüedad, conocer de qué estirpe provenía un individuo, era como poseer un carnet de identidad en el que se reseñase cualquier característica y procedencia de la persona. Creo que todos recordamos esos tiempos en los que las personas más mayores, cuando te veían por la calle jugando o caminando, te preguntaban que de quién eras. Normalmente solíamos responder con el apodo característico de la familia, y entonces los ancianos enseguida sabían a qué atenerse. Las genealogías bíblicas, sobre todo las que aparecen en el Antiguo Testamento, no parecen tener una carga teológica o un fondo aplicativo a nuestros días. Sin embargo, siempre es posible entresacar algún conocimiento que nos sirva al propósito de conocer mejor la época, las interacciones entre pueblos y las condiciones políticas de cada uno de los reinos que cada linaje establecía en un lugar determinado. La genealogía de Esaú no será menos en este sentido, y nos acercará de algún modo a visualizar la organización de esta nación y sus relaciones con el pueblo de Israel.
1. DESCENDIENTES INMEDIATOS DE ESAÚ
La genealogía de Esaú, o Edom, comienza con la enumeración de sus esposas y de sus descendientes más inmediatos: “Éstos son los descendientes de Esaú, o sea Edom: Esaú tomó sus mujeres de las hijas de Canaán: a Ada, hija de Elón, el heteo; a Aholibama, hija de Aná hijo de Zibeón, el heveo; y a Basemat, hija de Ismael, hermana de Nebaiot. A Esaú, Ada le dio a luz a Elifaz; Basemat le dio a luz a Reuel; y Aholibama le dio a luz a Jeús, a Jaalam y a Coré. Éstos son los hijos que le nacieron a Esaú en la tierra de Canaán. Esaú tomó sus mujeres, sus hijos, sus hijas y todas las personas de su casa; sus ganados, todas sus bestias y todo cuanto había adquirido en la tierra de Canaán, y se fue a otra tierra, separándose de su hermano Jacob, porque los bienes de ambos eran tantos que no podían habitar juntos, ni la tierra en donde habitaban los podía sostener a causa de sus ganados. Por eso Esaú, o sea Edom, habitó en los montes de Seir.” (vv. 1-8)
Recordaremos que Esaú tuvo sus más y sus menos con sus padres a causa de las esposas que había elegido de entre los pueblos paganos de Canaán. También traeremos a la memoria el instante en el que Esaú, buscando congraciarse con sus padres, toma la determinación de casarse con una hija de su tío Ismael, y así, al menos, demostrar que también se estaba desposando con alguien de la familia de su abuelo Abraham. Seguramente Esaú tendría más esposas y concubinas, pero en este pasaje solamente se nos consignan tres: Ada (ornamento), hija de un heteo llamado Elón (roble); Aholibama (templo alto), hija de Aná y nieta de Zibeón (hiena), perteneciente al pueblo de los heveos; y Basemat (fragante), prima suya, hija, como ya dijimos, de Ismael, y hermana de un tal Nebaiot (alturas). Los hijos de Esaú fueron Elifaz (Dios es oro fino), Reuel (Dios es amigo), Jeús (Él viene para ayudar), Jaalam (escondido) y Coré (calvo).
Todos estos hijos nacieron antes de que Esaú decidiese trasladar sus tiendas fuera de la zona de Canaán, dado que, viendo que todo el ganado de Jacob y el suyo no tenían recursos naturales suficientes como para sustentarse dentro de la misma ubicación, prefirió dirigirse a los montes de Seir. Seir era un terreno montañoso y extremadamente accidentado, de alrededor de 167 km. de largo, extendiéndose hacia el sur desde Moab a ambos lados del Arabá o la gran depresión que une la parte sureña del Mar Muerto con el golfo de Acaba. La cima del monte Seír se eleva alrededor de unos 1.094 m sobre el nivel del adyacente Arabá. La tierra es muy rocosa y no es, ni con mucho, tan fértil como Palestina. Sela era la capital edomita en los días de la monarquía hebrea; después el lugar fue llamado Petra. Bosra y Temán eran lugares importantes de este enclave geográfico. En el período griego, el nombre de la tierra fue modificado a Idumea.
A continuación, se registran algunos nombres de descendientes edomitas, ya en territorio de Seir: “Éstos son los descendientes de Esaú, padre de Edom, en los montes de Seir, y éstos son los nombres de sus hijos: Elifaz, hijo de Ada, mujer de Esaú; Reuel, hijo de Basemat, mujer de Esaú. Los hijos de Elifaz fueron Temán, Omar, Zefo, Gatam y Cenaz. Timna fue concubina de Elifaz hijo de Esaú, y ella le dio a luz a Amalec; éstos son los hijos de Ada, mujer de Esaú. Los hijos de Reuel fueron Nahat, Zera, Sama y Miza; éstos son los hijos de Basemat, mujer de Esaú. Y estos fueron los hijos que dio a luz Aholibama, mujer de Esaú, hija de Aná hijo de Zibeón: Jeús, Jaalam y Coré, hijos de Esaú.” (vv. 9-14)
Recuperando los nombres ya citados en el primer bloque genealógico, se añaden a estos los nietos de Esaú: Temán (sureño), Omar (elocuente), Zefo (atalaya), Gatam (valle quemado), Cenaz (cazador), Nahat (puro), Zera (amanecer), Sama (desolación), y Miza (terror). Además, se hace referencia especial a Timna, una de las concubinas de Elifaz, la cual resulta ser madre de un tal Amalec, el cual nos suena bastante, sobre todo en lo concerniente a las interminables batallas y escaramuzas que hubo contra Israel en su ruta hacia la Tierra Prometida tras salir de la tierra de Egipto (Éxodo 17:8).
2. DESCENDIENTES DE ESAÚ EN SEIR Y GENEALOGÍA DE LOS OCUPADOS HOREOS
En una nueva enumeración, el escritor de Génesis, intenta citar los nombres de aquellos líderes y príncipes que gobernaban los destinos de Edom en Seir. La familia ha pasado a ser considerada una auténtica potencia: “Éstos son los jefes de entre los hijos de Esaú: Hijos de Elifaz, primogénito de Esaú: los jefes Temán, Omar, Zefo, Cenaz, Coré, Gatam y Amalec. Éstos son los jefes de Elifaz, en la tierra de Edom. Éstos fueron los hijos de Ada. Éstos son los hijos de Reuel hijo de Esaú: los jefes Nahat, Zera, Sama y Miza. Éstos son los jefes de la línea de Reuel en la tierra de Edom; son los que proceden de Basemat, mujer de Esaú. Éstos son los hijos de Aholibama, mujer de Esaú: los jefes Jeús, Jaalam y Coré; y estos fueron los jefes que salieron de Aholibama, mujer de Esaú, hija de Aná. Todos ellos fueron los hijos de Esaú, o sea Edom; y fueron sus jefes. Éstos son los hijos de Seir, el horeo, habitantes de aquella tierra: Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, Disón, Ezer y Disán. Éstos son los jefes de los horeos, hijos de Seir, en la tierra de Edom. Los hijos de Lotán fueron Hori y Hemam. Timna fue hermana de Lotán. Los hijos de Sobal fueron Alván, Manahat, Ebal, Sefo y Onam; y los de Zibeón fueron Aja y Aná. Este Aná es el que descubrió manantiales en el desierto, cuando apacentaba los asnos de Zibeón, su padre. Los hijos de Aná fueron Disón y Aholibama, hija de Aná. Éstos fueron los hijos de Disón: Hemdán, Esbán, Itrán y Querán; y estos los hijos de Ezer: Bilhán, Zaaván y Acán. Éstos fueron los hijos de Disán: Uz y Arán; y estos los jefes de los horeos: los jefes Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, Disón, Ezer y Disán; estos fueron los jefes de los horeos, por sus mandos en la tierra de Seir.” (vv. 15-30)
De nuevo, se recobran los nombres del bloque genealógico anterior, como si de una cadena dinástica se tratase. Además, se recogen también los nombres de la nación que estaba ya allí en Seir, antes de la llegada de Esaú, conocida como Het. Los heteos, o habitantes de las cavernas, también tenían a su disposición una serie de jefes de mando, la cual contiene los siguientes nombres: Seir (velludo), el patriarca del que surgen todas las familias subsiguientes; sus hijos Lotán (envuelto), Sobal (que fluye), Zibeón, Aná, Disón (antílope), Ezer (ayuda), y Disán (antílope); y sus nietos Hori (cavernícola), Hemam (furioso), Alván (sublime), Manahat (lugar de reposo), Ebal (desnudo), Sefo (estéril), Onam (fuerte), Aja (halcón), Aná, Disón, Aholibama, Hemdán (placentero), Esbán, Itrán (sobreabundante), Querán, Bilhán (modesto), Zaaván (inquieto), Acán (turbación), Uz (fértil), y Arán (cabra montés). De manera especial, se alude de nuevo a Timna, hermana de Lotán y concubina de Elifaz, y a Aná, hijo de Zibeón heteo, el cual hizo un descubrimiento increíblemente beneficioso para su parentela, dado que, mientras pastoreaba a las asnas de su padre, halló un manantial en medio de los sequedales desérticos, algo digno de mencionar por su importancia estratégica y de supervivencia del clan. Aquí vemos de nuevo la ligazón entre pueblos distintos, entre naciones paganas, entre invasores e invadidos.
3. LA MONARQUÍA EDOMITA
A raíz de la ocupación edomita de Seir, y de la multiplicación de los miembros del clan edomita, los descendientes de Esaú toman la resolución de gobernarse a través de monarcas, todos ellos sin una conexión dinástica que engarce padres con hijos en la sucesión real: “Éstos fueron los reyes que reinaron en la tierra de Edom antes que tuvieran rey los hijos de Israel: Bela hijo de Beor, reinó en Edom, y el nombre de su ciudad fue Dinaba. Murió Bela y reinó en su lugar Jobab hijo de Zera, de Bosra. Murió Jobab y en su lugar reinó Husam, de tierra de Temán. Murió Husam y reinó en su lugar Hadad hijo de Bedad, el que derrotó a Madián en el campo de Moab; y el nombre de su ciudad fue Avit. Murió Hadad y en su lugar reinó Samla, de Masreca. Murió Samla y reinó en su lugar Saúl, de Rehobot, que está junto al Éufrates. Murió Saúl y en lugar suyo reinó Baal-hanán hijo de Acbor. Murió Baal-hanán hijo de Acbor y reinó Hadar en lugar suyo; el nombre de su ciudad fue Pau, y el nombre de su mujer, Mehetabel, hija de Matred, hija de Mezaab. Estos, pues, son los nombres de los jefes de Esaú por sus familias, por sus lugares y sus nombres: Timna, Alva, Jetet, Aholibama, Ela, Pinón, Cenaz, Temán, Mibzar, Magdiel e Iram. Éstos fueron los jefes de Edom, según los lugares que ocupan en la tierra de su posesión. Edom es el mismo Esaú, padre de los edomitas.” (vv. 31-43)
Para terminar estas listas genealógicas, el autor de Génesis realiza un recorrido cronológico y sucinto de los diferentes soberanos que tuvo Edom antes de que el mismo Israel decidiese en tiempos de Samuel, ser una nación como las demás, un pueblo dirigido por un monarca humano. Comenzamos por Bela (destrucción), hijo de Beor (antorcha), el cual instaló la capital del reino en Dinaba, una ciudad de la que se desconoce actualmente u ubicación; Jobab (lamento), hijo de Zera (fortaleza) y proveniente de la ciudad de Bosra, posiblemente Butseirah, a 48 kilómetros de Petra, y cuyas excavaciones arqueológicas han descubierto unas murallas de hasta cuatro metros de espesor; Husam (prisa), oriundo de Temán, una zona enclavada en el extremo sur de Edom, a cinco kilómetros de Petra, y conocida actualmente por Tawilán; Hadad (afilado), hijo de Bedad (solitario), del cual se recuerda que venció a los madianitas, moradores del desierto, en Moab, y que constituyó a Avit, adscrita actualmente a Khirbet el-Jiththeh, a cien kilómetros al sureste del Mar Muerto, como capital del reino; Samla (morada), natural de Masreca (viña), ciudad aledaña a Petra; Saúl (pedido para Dios), oriundo de Rehobot (lugares anchos), a treinta y siete kilómetros al sureste del Mar Muerto, cerca del Éufrates o de un río afluente de éste; Baal-hanán (Baal es misericordioso), hijo de Acbor (ratón); Hadar o Hadad, el cual nombró a Pau (balido) como centro neurálgico de Edom, y se casó con Mehetabel (Dios favorece), hija de Matred (expulsión) y nieta de Mezaab (agua de oro), posiblemente una princesa ampliamente conocida en aquella época.
Es probable que la última parte de este bloque estuviese destinado a dejar claras las casas que componían el pueblo de Edom en el tiempo en el que el escritor registraba estos nombres y familias. Por ello, nombra a los jefes que en ese instante comandan los destinos de esta nación. Los principales de entre ellos son Timna, Alva (altura), Jetet, Aholibama, Ela (terebinto), Pinón (oscuridad), Cenaz, Temán, Mibzar (fortaleza), Magdiel (Dios es excelencia), e Iram (asno adulto). A lo largo de la historia de Israel, Edom se irá convirtiendo en uno de sus grandes enemigos, aun a pesar de que conservaban lazos de sangre. El mestizaje entre Esaú y otros pueblos paganos de su alrededor, fue difuminando estos vínculos familiares hasta desaparecer en el olvido.
Y para muestra, un botón: en tiempos de David, “cuando regresaba de derrotar a los sirios, destrozó a dieciocho mil edomitas en el valle de la Sal. Además, puso guarnición en Edom; por todo Edom puso guarnición, y todos los edomitas quedaron sometidos a David. Y Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue.” (2 Samuel 8:13-14); “Porque cuando David estaba en Edom, Joab, el general del ejército, al subir a enterrar los muertos, mató a todos los hombres de Edom (porque seis meses se quedó allí Joab, con todos los israelitas, hasta acabar con todo el sexo masculino en Edom).” (1 Reyes 11:15-16); en tiempos de Amasías, “mató asimismo a diez mil edomitas en el valle de la Sal, tomó a Sela por asalto y la llamó Jocteel, como se la conoce hasta hoy.” (2 Reyes 14:7); en la época del profeta Amós, éste profetizó lo siguiente sobre Edom: “Así ha dicho Jehová: «Por tres pecados de Edom, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque persiguió a espada a su hermano y violó todo afecto natural; en su furor le ha robado siempre y ha guardado perpetuamente el rencor. Prenderé fuego a Temán y consumirá los palacios de Bosra.»” (Amós 1:11-12); en tiempos del profeta Abdías; durante el llamamiento profético de Jeremías, este registra un oráculo contra Edom: “¡Goza y alégrate, hija de Edom, tú que habitas en tierra de Uz!, porque también a ti te llegará esta copa y te embriagarás y vomitarás. Ya está cumplido tu castigo, hija de Sión: Nunca más hará él que te lleven cautiva. Castigará él tu iniquidad, hija de Edom, y descubrirá tus pecados.” (Lamentaciones 4:21-22); y en tiempos del cautiverio babilónico se alza el siguiente clamor: “Jehová, recuerda a los hijos de Edom cuando el día de Jerusalén decían: «¡Arrasadla, arrasadla hasta los cimientos!» Hija de Babilonia, la desolada, bienaventurado el que te dé el pago de lo que tú nos hiciste. ¡Dichoso el que tome tus niños y los estrelle contra la peña!” (Salmo 137:7-9).
CONCLUSIÓN
A lo largo de esta serie de estudios sobre la vida de Jacob, hemos podido ir viendo de qué forma el contacto espiritual con Dios puede llegar a transformar el alma humana. Desde los momentos en los que Jacob intentaba por todos los medios suplantar a su hermano en todos los órdenes de la vida familiar, hasta el instante en el que reafirma su voluntad de respetar y obedecer a Dios con un solemne pacto en Bet-el, hallamos a una persona completamente cambiada para mejor, más responsable de sus actos y con una idea firme de que el Señor está desplegando su plan de bendición y salvación a través de él y de su descendencia.
La historia de Jacob todavía no termina, pero, sin embargo, otro
personaje, uno de sus hijos más amados, José, se encargará de tomar el
relevo en las crónicas de los orígenes del pueblo de Israel. Pero esto
ya es otra historia, para otro momento de estudio y reflexión, y decimos
hasta pronto a la figura irrepetible de Jacob.
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