BEBER DE OTROS POZOS


SERIE DE SERMONES SOBRE PROVERBIOS “SAPIENTIA II” 

TEXTO BÍBLICO: PROVERBIOS 5 

INTRODUCCIÓN 

      La infidelidad vende. No hay serie de televisión, reality show o película que se estrene en estos tiempos contemporáneos en los que la infidelidad no sea un tema recurrente y atrayente. No pasa ni un capítulo, y ya encontramos la deslealtad matrimonial como una de las tramas más morbosas que se intercalan con la línea principal del desarrollo de la serie. Encontramos así ante nuestros ojos, demasiado acostumbrados ya a esta clase de comportamientos, infidelidades directas en las que uno de los protagonistas se lía con otra persona en secreto o incluso descaradamente; infidelidades indirectas en las que aparece el tan llevado y traído “no era mi intención” o “yo no quise que esto pasara”; infidelidades online o virtuales en las que uno de los cónyuges juguetea por internet con otra persona practicando el sexting, práctica en la que se chatea enviando mensajes subidos de tono, imágenes de desnudos o incluso videos pornográficos; infidelidades físicas de “aquí te pillo, y aquí te mato”; infidelidades afectivas o platónicas en las que un esposo o esposa “siente algo” por otra persona, aunque no llegue a consumar este sentimiento; infidelidades sexuales en las que el protagonista recurre a la prostitución sin buscar ninguna clase de apego emocional; e infidelidades adictivas en las que existe una hipersexualización en uno de los cónyuges. 

     Como podemos comprobar con esta lista de clases de infidelidad que podemos encontrar en cualquier medio televisivo o cinematográfico, la deslealtad y la traición conyugal vende. Incluso, se nos presenta la infidelidad como el paso lógico ante una situación crítica del matrimonio. Se nos adecenta hasta el punto de considerar bonito y romántico que una persona se derrita en los brazos de otra persona que no es su pareja formal. Intentamos justificar un acto abominable ante los ojos de Dios, apelando a que era lo mejor que podía suceder, a que no había más remedio, a que la felicidad, aun en el marco del adulterio, es algo positivo. Vemos besarse los dos protagonistas, tan guapos y fotogénicos, tan atormentados por sus problemas maritales y tan constreñidos por un estado lamentable de sus relaciones matrimoniales, y se nos cae la baba sin considerar que este no es el camino que Dios aprueba para resolver cualquier crisis que afecte a un matrimonio. La cuestión es desplegar el morbo ante la mirada secreta de muchas personas que, al ver esta clase de ficción, parecen albergar el oculto deseo de hacer exactamente lo mismo si su situación alcanza a parecerse a la de los personajes de la telenovela, la serie o el reality show de turno. 

1. OJO AL PARCHE 

      ¿De qué forma aborda la Palabra de Dios el peligro del adulterio y de la infidelidad conyugal desde el libro de Proverbios? Veamos cómo, atendiendo a los consejos de la sabiduría de Dios, es posible erradicar del pensamiento de cualquiera de nosotros, la idea de entablar relaciones extramatrimoniales con personas ajenas al vínculo que se forjó el día de su boda. El escritor de Proverbios, en primer lugar, quiere acercarse a nosotros a través de la vía del consejo que un padre daría a su hijo, con el objetivo de no dejarse llevar por los apetitos sexuales y emocionales: “Hijo mío, está atento a mi sabiduría e inclina tu oído a mi inteligencia, para que guardes discreción y tus labios conserven la ciencia... Ahora pues, hijos, escuchadme y no os apartéis de las razones de mi boca.” (vv. 1-2, 7) Contra el susurro de la tentación y contra la sugerente atracción de nuestra carne hacia aquello que es contrario a la voluntad de Dios para nuestras vidas, es preciso ejercitar la atención y la escucha activa de la voz del Señor. Si nos descuidamos en el estudio sistemático de la Palabra de Dios, si somos negligentes en el devocional familiar y conyugal, si nos deslizamos de la búsqueda de soluciones matrimoniales en oración y súplica delante de Dios, se abre ante nosotros la puerta amplia y encandiladora de las falsas promesas del placer sexual y afectivo. 

      Hemos de atender diariamente a la sabiduría que brota de las Escrituras, pensar más de dos veces el por qué vamos a cometer un desliz destructivo, reflexionar sobre las repercusiones que nuestro acto desleal puede causar en todos los órdenes de nuestra vida, y meditar inteligentemente sobre las consecuencias espirituales que se devengarán de nuestra insensata decisión de beber de otros pozos ajenos. Ahí entra la necesidad de la discreción en nuestras existencias y la disposición de guardar, en los buenos y en los malos tiempos de nuestra relación conyugal, la ciencia espiritual que Dios derrama sobre aquellos que la piden. Sé que es mucho más fácil escuchar las sugerentes ofertas de Satanás que prestar oído a la ley de Dios. El disfrute que se nos propone es capaz de obnubilarnos y de cegar nuestro entendimiento, y cuando está al alcance de nuestras manos el objeto de nuestro deseo, cualquier razonamiento basado en la prudencia y la sensatez salta por los aires. Sin embargo, leyendo y practicando las advertencias preventivas que Dios ha puesto en la mente y el corazón de sus siervos, puestas a nuestra disposición por medio de Proverbios, saldremos airosos de cualquier planteamiento satánico, carnal o mundanal. 

2. EL EXTRAÑO QUE ROBA CORAZONES 

      Con el oído puesto en los consejos que vienen a continuación, reconozcamos en cada afirmación la experiencia de alguien que había vivido y visto muchas cosas en el día a día: “Los labios de la mujer extraña destilan miel y su paladar es más suave que el aceite, pero su final es amargo como el ajenjo, agudo como espada de dos filos. Sus pies descienden a la muerte, sus pasos se dirigen al seol. Sus caminos no son firmes: no los conoce, ni considera el camino de la vida.” (vv. 3-6) Como ya dijimos en alguna ocasión, a pesar de que el autor de Proverbios hace alusión a una mujer como la provocadora de la infidelidad, hemos de entender que estos versículos pueden aplicarse también a aquellos varones que emplean sus tácticas y encantos para consumar la infidelidad conyugal. Todas las expresiones que aquí se señalan para el sector femenino, son equiparables para el sector masculino.  

     Para entender estas primeras advertencias contra la infidelidad, hemos de valorar el contraste que existe entre lo que se promete y lo que, en realidad, sucede. La promesa de unos labios que encantan los oídos y la mente del casado o casada con halagos, lisonjas y melifluas expresiones que endulzan la autoestima del abordado, puede llegar a ser irresistible. Si en un matrimonio surge la crisis, y si la percepción personal de los que la sufren está en mínimos, resulta una inyección de satisfacción escuchar de boca de un tercero en discordia palabras de ánimo, de reconocimiento y de alabanza. Y así, poco a poco, la persona casada se ve envuelta en una tela de araña de piropos y loas que la hacen caer en la trampa de la infidelidad. La contraposición entre la dulzura y la suavidad del trato de la persona ajena, y la amargura y el dolor intenso de verse atrapada en promesas sin un fondo real de amor, deben hacernos comprender que el camino tomado solamente devendrá en la destrucción de todo aquello que es auténtico y valioso.  

      Porque en muchos casos, la persona que te agasaja y acaricia tu mente con palabras engañosas, lo hace simplemente por un interés malicioso y perverso. De ahí que el escritor de Proverbios hable de las verdaderas intenciones de la persona que se interpone entre tu cónyuge y tú. Sus caminos solo tienen un destino: la muerte y el país de los difuntos. El final de sus planes incluye la desolación familiar, el desprestigio social, el quebrantamiento espiritual, la separación de tus seres queridos, la culpa que martilleará tu alma toda tu vida, el remordimiento tras comprobar que la infidelidad conyugal supone la aniquilación de muchas personas que confiaban en ti y que te eran leales a pesar de todo. La persona que busca tu ruina a través de la infidelidad no te ama. El individuo ajeno que aparentemente te demuestra ternura, comprensión y cariño, solamente vive para sacar tajada de ti y para endurecer tu corazón delante de Dios. Su vida no es firme porque no tiene principios y valores arraigados en la Palabra del Señor, y, por tanto, esto debe llamar nuestra atención antes de culminar cualquier traición contra nuestra pareja sentimental. Vive a salto de mata, como una fiera que procura devorar a quienes se muestran sensibles a sus untuosas palabras. 

      Se cuentan, cada vez con más frecuencia, historias de personas que han caído presas de los encantos de personas ajenas, y que se han visto involucrados en redes de prostitución y proxenetismo, perdiendo en el proceso de sus flirteos y aventuras mucho dinero y hasta el prestigio. El escritor de Proverbios, desde el eco de los siglos, sabía a lo que se puede exponer una persona infiel: “Aleja de ella tu camino y no te acerques a la puerta de su casa, no sea que des tu honor a extraños, y tus años a alguien cruel; o no sea que los extraños se sacien de tu fuerza, que tus trabajos queden en casa ajena y que gimas al final, cuando se consuma tu carne y todo tu cuerpo... ¿Por qué, hijo mío, has de andar ciego con la mujer ajena y abrazar el seno de la extraña?” (vv. 8-11, 20) La indicación urgente es la de evitar a toda costa la relación con determinadas personas tóxicas en lo tocante a lo sexual y a lo emocional. En los tiempos de Salomón, prácticamente todo el mundo sabía cuál era el cubil de una prostituta, y dado que las poblaciones no eran muy grandes, si alguien visitaba furtivamente el hogar de esta clase de mujeres, se convertía en la comidilla de todos, perdiendo así cualquier buena fama o buen nombre que pudiese tener. 

     Además, lo que nos recomienda la Palabra de Dios es que, entregar tu vida, tus años, a una persona que simplemente busca sacarte los cuartos que tanto cuestan ganar trabajando como descosidos, es una imprudencia mayúscula. No se puede estar en misa y repicando, como se dice vulgarmente. Aunque muchas personas lleguen a hacerlo, sostener a tu cónyuge y tus hijos, además de colmar de caprichos al amante, es algo absolutamente desquiciante y contrario a la voluntad de Dios. La persona que te empuja a ser infiel es una persona extraña, a la que no conoces de verdad nunca, que esconde a la perfección sus fines, y además es cruel, esto es, está dispuesta a hacer lo que sea para sacarte los higadillos y comérselos en salsa de tomate.  

      Vuelvo a recalcar la idea: la persona extraña no te ama. Solo desea lo que tienes, nunca lo que eres. Trabajarás veinticuatro horas al día y no será suficiente para satisfacer los deseos de la persona ajena, todo por lo que has sacrificado tu tiempo y energías desaparecerá en la faltriquera de alguien que realmente no te quiere, y cuando tus bolsillos estén llenos de telarañas, y tengas que dar cuenta de tu despilfarro, no te quedará más que gritar, gemir y caer en una depresión sicosomática que te sumirá en la miseria y la desdicha más feroces. El maestro de la sabiduría pregunta al que piensa en satisfacer sus deseos desleales, que para qué sirve ser ciego en la servidumbre sexual con alguien desconocido y cuyas intenciones son de todo, menos sinceras. 

3. A BUENAS HORAS, MANGAS VERDES 

      Claro, cuando uno al fin se da cuenta de la insensatez que ha cometido, ya es demasiado tarde: Y digas: “¡Cómo pude aborrecer el consejo? ¡Cómo pudo mi corazón menospreciar la reprensión? ¡No escuché la voz de los que me instruían, ni a los que me enseñaban incliné mi oído! Casi en el colmo del mal he estado, en medio de la sociedad y de la congregación.” (vv. 12-14) ¡Qué ciegos podemos llegar a estar cuando somos fagocitados por la infidelidad y por una relación externa a nuestro matrimonio! ¡Y qué momento tan penoso surge de darse al fin cuenta de los crasos errores cometidos! Es ciertamente ilustrativo comprobar qué pasa por la mente de aquella persona infiel que ha descubierto al fin la auténtica cara de la deslealtad conyugal.  

      Las preguntas que la persona se hace a sí misma son demoledoras, pero demuestran lo alejadas de la realidad y de la verdad que estaban. Seguramente algunas personas que aprecian al infiel sabrían de sus escarceos, y le conminarían a dejar de verse con el amante. Su propia conciencia le habría alertado sobre los problemas y la imprudencia de la infidelidad. Sus maestros le habrían aleccionado a fin de que desistiese de su aventura extraconyugal, y sus deseos le privaron de atender a razones. Su vida ha estado en un tris de sumergirse en la miseria, sus vecinos lo han tachado de indeseable y traidor a sus votos matrimoniales, y sus hermanos espirituales han vetado su presencia en la reunión de los santos a causa de su mala cabeza. El infiel ha recapacitado. ¿Qué hará ahora para arreglar su situación y el desaguisado que ha montado a su alrededor? ¿Qué le aconseja el Predicador? 

4. DÉJATE DE TONTERÍAS 

     La sabiduría de Dios contesta a sus interrogantes: “Bebe el agua de tu propia cisterna, los raudales de tu propio pozo. ¿Acaso han de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas? Sean ellas para ti solo, no para los extraños que estén contigo. ¡Sea bendito tu manantial y alégrate con la mujer de tu juventud, cierva amada, graciosa gacela! Que sus caricias te satisfagan en todo tiempo y recréate siempre en su amor.” (vv. 15-19) No es fácil ni sencillo resolver situaciones de infidelidad conyugal. Algo muy precioso y valioso se ha roto de forma unilateral, y la confianza se ha visto afectada de una forma muy profunda. No es momento de prescribir recetas generales, dado que cada historia tiene su tratamiento y sus soluciones, pero el escritor de Proverbios nos indica, que, en el caso de que la persona traicionada desee arreglar la relación resquebrajada por la infidelidad, y el infiel se arrepienta de su mal proceder para con esta delante de Dios, la resolución debe ser la de recuperar ese primer amor desde la paciencia, la confianza mutua y el propósito genuino de enmienda. 

     La imagen de alguien bebiendo del brocal de un pozo ajeno era bastante gráfica para los oyentes y lectores de estas palabras. Si en casa tienes a una esposa o un esposo que te ama, ¿para qué desperdiciar el manantial de un amor puro en el hogar, optando por dilapidar el agua de tu compromiso conyugal en la tierra seca de la infidelidad, la cual absorbe sin descanso el agua de tu cariño adjudicado por vía matrimonial y en exclusiva a tu cónyuge? El amor debe reposar y dedicarse en el marco del matrimonio y no fuera de éste. Acudir al abrazo letal de la persona extraña significa la aridez espiritual y la sequía emocional. Alegrarse con la esposa o el esposo a los que dedicaste tu vida en el día de tu enlace matrimonial es lo único que puede bendecir el amor mutuo. Los goces del ámbito conyugal deben ser suficientes y necesarios para que ninguno de los componentes de la pareja requiera de los servicios de meretrices, de las atenciones de personas que buscan saquear tus arcas, o de las caricias de esporádicas e insensibles aventuras sexuales. El cultivo de una vida sentimental, emocional, afectiva y sexual dentro del matrimonio evitará que el manantial del amor sea echado por tierra sin utilidad, finalidad y propósito. La satisfacción sexual y la práctica amatoria son componentes insustituibles de la vida en pareja, y son el dique de contención ante las asechanzas de personas ajenas que desean romper lo que Dios unió en su día. 

5. AUTOCASTIGO 

      A veces, pensamos que Dios nos castiga a causa de nuestro pecado en este plano terrenal. Creemos que, si hemos sido infieles a nuestros cónyuges, el Señor nos ha de juzgar sumariamente en esta vida. No obstante, el escritor de Proverbios nos ofrece otra perspectiva de este asunto, muy distinta de la que muchos tienen acerca de Dios y de nuestro pecado: “Los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, y él considera todas sus veredas. Apresarán al malvado sus propias iniquidades, retenido será con las ligaduras de su pecado. Él morirá por falta de disciplina y errará por lo inmenso de su locura.” (vv. 21-23) Aunque el infiel se esconda y utilice todas las mentiras habidas y por haber para ocultar su perversa conducta, Dios siempre lo ve todo. Por ello, cuando se comete el indigno acto de la infidelidad, no solamente pecamos contra la persona que se ha desposado con nosotros, sino que manifestamos nuestro desprecio por la omnisciencia de Dios y por la conciencia que Él puso en nuestra sesera. Dios contempla el modo en el que nos conducimos, y respetando nuestro libre albedrío permite que nos estrellemos, lo cual no quiere decir que Él se agrade en tamaña afrenta matrimonial. 

     Lo interesante de este tema es que el pecado que comete el infiel siempre será su prisión personal e interior. Sus propias transgresiones lo esclavizan y lo ligan desafortunadamente a la dictadura de Satanás. Sus mentiras lo alcanzarán y su suerte será terrible. Su deseo lo guiará a cometer errores, a destruir sus relaciones, y a inmovilizarlo en aras de poder cambiar su sino. La falta de disciplina, requerida esta para el cultivo eficaz y bendito de la trabazón matrimonial, puede llevarle incluso a la muerte, y más si la persona con la que está adulterando también tiene relaciones con otros amantes. La disciplina del amor requiere una dinámica constante y comprometida, responsabilizada y concentrada. De otro modo, el infiel pasa del deseo a la intención, y de la intención a la actuación. No podemos por más que llamar locura transitoria a esta clase de comportamiento deleznable y abominable ante los ojos de Dios. Una locura temporal que transforma en cenizas el precioso don de la convivencia matrimonial. Una breve vesania y se va al traste toda una vida que podía llegar a ser feliz y bendecida por Dios. El castigo, por tanto, no procede de Dios, sino que nosotros mismos somos condenados a causa de nuestras concupiscencias y desviaciones. Dios no necesita alzar el mazo para ajusticiarnos, porque ya lo hacemos nosotros mismos. 

CONCLUSIÓN 

      Después de escuchar a Salomón, nada nos hace pensar que la infidelidad es tan apetecible como la pintan en pantalla. Estas escenas morbosas y delirantes cubren con flores la putrefacción y la miseria que resulta de una infidelidad. La infidelidad causa múltiples trastornos en nuestras vidas. Familias rotas, resentimientos y reproches recurrentes, heridas emocionales difíciles de restañar, sospecha y duda en nuevas relaciones, divorcios, separaciones traumáticas que se vuelcan en juicios y tribunales públicos... No, la infidelidad no es aceptada por Dios bajo ningún concepto. 

      Sea que hayas pensado en ser infiel, en que lo hayas sido, o que conozcas algún caso que te ha dejado helado, intenta despojarte de esta clase de pensamientos, y tráelos delante de Dios en oración y confesión. Dios puede restaurar lo que se ha quebrado, pero solo es posible dejar que el Espíritu Santo haga su obra restauradora desde el instante en el que renuncias a la persona extraña, pides perdón a tu cónyuge traicionado, y te dedicas a beber única y exclusivamente del pozo del amor de tu juventud.

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