LA PROMESA DIVINA DE PROVISIÓN





SERIE DE SERMONES “PERMANECIENDO FIRMES: CONSTRUYENDO NUESTRAS VIDAS SOBRE LAS PROMESAS DE DIOS”

TEXTO BÍBLICO: SALMO 34:4-10

INTRODUCCIÓN

      Si existe un hecho que pueda comprobarse continuamente en nuestro día a día, ese es el hecho de la provisión de Dios. No pasa ningún momento en el que seamos testigos del maravilloso modo en el que el Señor nos provee de todo lo necesario para nuestro sostén y supervivencia. Los casos que pudiéramos reseñar sobre instantes en los que nos vimos acogotados por las deudas, por las crisis económicas o por las estrecheces de los finales de mes, pero que fueron resueltos milagrosamente gracias a la intervención divina son incontables. Ofrendas de hermanos que a veces ni nos conocen personalmente, pero en los que Dios puso la carga de sostenernos, circunstancias providenciales en las que recibimos justamente lo que necesitábamos, y situaciones prácticamente sobrenaturales en las que pareciese que el mismo Dios bajase a la tierra para hacerse cargo de nuestro adverso estado, son parte de nuestro testimonio cristiano al mundo. Y no solo nos provee de lo necesario y fundamental para nuestra subsistencia, sino que muy a menudo nos bendice con sobreabundancia y colmo. 

       Para ilustrar esta realidad de la provisión divina se cuenta la historia de dos estudiantes que en su regreso a casa por carretera se encuentran con un picapedrero, el cual con gran esfuerzo rompía las piedras en el arcén de la vía. Estos dos estudiantes acordaron al verlo gastarle una broma, y tomando varias monedas y billetes llenaron uno de los zapatos que el hombre había dejado cerca de un rescoldo que usaba para calentar su comida. Allá que fueron e hicieron silenciosa y taimadamente como habían dicho mientras se escondían tras unos árboles para reírse de la reacción del pobre peón caminero. Cuando llegó el momento de la comida, el peón fue a ponerse su calzado con la consiguiente sorpresa y admiración al ver dinero en uno de sus zapatos. Todavía pasmado, recoge el dinero, se lo guarda en la faltriquera, y arrodillándose bañado su rostro de lágrimas, ora así: “Señor, te bendigo con toda mi alma, porque seguro que Tú has enviado a tus ángeles en respuesta a mis oraciones. Ahora mi pobre esposa ya tendrá lo necesario para sus medicamentos que no sabíamos cómo comprar.” Los estudiantes, escondidos tras el árbol, se miraron el uno al otro maravillados y uno dijo al otro: “Nunca hubiese pensado que queriendo hacer una diablura, todo resultase en cosa de ángeles.” Esta una de las innumerables lecciones que el ser humano recibe en cuanto a la provisión de Dios, que incluso de un mal, el Señor lo dirige hacia un bien.

     El salmista escribe este cántico a raíz de decidir alejarse del servicio mercenario que realizaba para Abimelec, rey de los filisteos. Debía seguir su propio camino rumbo al cumplimiento de la palabra de Samuel de ser algún día soberano de Israel, e iba a necesitar aferrarse a las promesas de provisión de Dios para sobrevivir al desierto y a las asechanzas de su acérrimo enemigo Saúl. En este salmo podemos observar que David ponía toda su confianza en que Dios iba a acompañarlo y a darle todo cuanto fuese necesario para alimentar a toda su tropa. David entendía que la provisión de Dios dependía de buscar a Dios, de temerle y obedecerle, y por ello nos deja este legado promisorio para que podamos entender que nunca nos deja desamparados incluso en los momentos de mayor necesidad.

“Temed al Señor, vosotros sus santos, pues nada falta a los que le temen. Los leoncillos necesitan, y tienen hambre, pero los que buscan al Señor no tendrán falta de ningún bien.” (vv. 9-10)

      La provisión de Dios es un término muy amplio que recoge mil y una formas que el Señor tiene de ayudarnos, socorrernos y amarnos en un mundo tan hostil como en el que vivimos. El salmista, en los vv. 4-8, define de qué modos el Señor nos bendice y nos provee: “Busqué al Señor, y él me oyó, y me libró de todos mis temores. Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados. Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y lo libró de todas sus angustias. El ángel del Señor acampa alrededor de los que lo temen, y los defiende. Gustad, y ved que bueno es el Señor; dichoso el hombre que confía en él.” En primer lugar, vemos que el Señor se muestra favorable a nosotros cuando le buscamos. Buscar a Dios es dejar que sea Él el que nos ayude a tomar decisiones correctas en momentos críticos de nuestra vida. Es cultivar una vida de comunión y oración con Él para averiguar a través de su Palabra cuál es su voluntad para nuestras vidas. Si recurrimos a Dios cada vez que tengamos que realizar elecciones importantes, el Señor nos provee de libertad del temor. Cuando depositamos nuestra fe en el buen hacer de Dios, ¿de qué habríamos de preocuparnos? Si dejamos todo en las manos poderosas y sabias de Dios, ¿por qué vivir temerosos del futuro? Dios nos promete que nos proveerá de una paz de espíritu indestructible, ya que esta se apoya en el Todopoderoso, en Yahvéh Jiréh, el Dios proveedor.

    En segundo lugar, si miramos a Dios y nos concentramos en Él y en sus mandamientos, el Señor nos proveerá de sabiduría e iluminación. Santiago presenta esta provisión con absoluta claridad: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada.” (Santiago 1:5, 6). La Palabra de Dios es lámpara a nuestros pies y lumbrera en nuestro caminar, y si la estudiamos y encontramos la dulce y perfecta voluntad de Dios en ella, será muy difícil que tropecemos en la oscuridad de este mundo. Podremos vivir seguros de nuestros pasos, puesto que las Escrituras iluminarán nuestra senda de santidad y nuestra dignidad y nobleza no serán puestas en entredicho por aquellos que nos rodean y que caminan en las tinieblas de sus pecados. No seremos defraudados por las promesas de Dios, ya que estas se cumplen a carta cabal en nuestras vidas, y nadie podrá mofarse o burlarse de nosotros cuando disponemos de un Dios que certifica sus promesas con hechos y realidades. 

    En tercer lugar, Dios provee cuando en medio de nuestro dolor y sufrimiento clamamos en oración y ruego ante Él. Reconociéndonos pobres de espíritu, frágiles y humildes de corazón ante Dios, y confesando nuestra dependencia de su presencia y vida, el Señor siempre habrá de escucharnos con atención. Aquel que sabe que las adversidades de la vida no son colocadas por Dios en el mundo para fastidiarnos o jugar caprichosamente con nosotros, tiene la certeza de que su petición será considerada por Dios, y que éste dará solución a su debido tiempo a la problemática que nos abruma y desespera. La iglesia se convierte en canal de la provisión de Dios para el afligido: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiese cometido pecados, le serán perdonados.” (Santiago 5:14, 15).

    Por último, David reconoce que considerar a Dios en todas las cosas y respetarle en adoración y veneración sinceras, resulta en que Dios nos provee de protección para nuestras vidas cuando estas sean atacadas o asediadas por los enemigos. David sabía algo de acoso y derribo cuando escribía este salmo. Perseguido como un malhechor por sus propios compatriotas, el salmista sabe por propia experiencia que Dios se hace presente en forma de ángel del Señor para confundir a sus adversarios y para defenderle de los embates furiosos de aquellos que lo odian y quieren su destrucción: “¡Oh, Señor, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí… Mas tú, Señor, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza.” (Salmo 3:1, 3). El Señor está con nosotros como un círculo protector que impide que muchas muestras de envidia, maldición y deseo de dañar hagan blanco en nuestra vida y la vida de nuestros seres queridos.

    La provisión de Dios es algo que podemos disfrutar y gustar, es algo que podemos ver, es algo que podemos percibir con todos nuestros sentidos. La bondad y gracia de Dios nos rodean si somos capaces de someternos bajo la guía de Dios  en todo cuanto emprendamos. Por eso podemos mostrarnos felices al sabernos objeto del amor y de la provisión inigualable de Dios, porque nuestra confianza en sus promesas nunca es defraudada.

CONCLUSIÓN

    De nosotros depende ahora querer recibir de Dios estas promesas magníficas y benditas de provisión para nuestras vidas. Con un espíritu de humildad, con un interés en valorar y conocer la voluntad de Dios para nosotros a través de su Palabra, y con una actitud de gratitud y testimonio sobre las cosas que Dios hace en nuestro favor, recibiremos abundantes e increíbles bendiciones que se ajustarán a nuestras necesidades. La obediencia a Dios es la fórmula más eficaz de comprobar, gustar y ver todo lo bueno que es el Señor con nosotros, incluso cuando no lo merecemos. Confía en el Señor y su provisión, porque a su debido tiempo, serás colmado de gracia y misericordia a manos llenas.

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