TRABAJAR PARA SERVIR (ESPECIAL OFRENDAS MISIONES NACIONALES 2016)
SERIE DE
ESTUDIOS “PRODUCTIVOS: ENCONTRANDO FELICIDAD EN LO QUE HACEMOS”
TEXTO BÍBLICO:
2 CORINTIOS 8:10-15
INTRODUCCIÓN
Durante
estos dos próximos meses, como iglesia perteneciente a la denominación
bautista, se nos ha realizado un llamamiento anual a ofrendar para apoyar con
nuestras aportaciones a la extensión del Reino de Dios en lugares de nuestra
geografía, donde las iglesias que presentan sus proyectos evangelísticos no
cuentan con todos los recursos necesarios para establecer un punto de misión o
lugar de testimonio por sí solas. Podríamos decir que es el tiempo de la
solidaridad misionera, de la generosidad según necesidades y de la demostración
de que nuestras ofrendas se traducen en expansión del Reino. Tras haber
comentado en el estudio anterior las actitudes que deben adornar nuestra
entrega de recursos económicos producto de nuestro trabajo o profesión, es preciso
realizar una profunda reflexión sobre la importancia que las ofrendas para las
Misiones Nacionales tienen para otros hermanos menos pudientes y sobre el
correcto espíritu en el que deben ser entregadas.
Cuando
hablamos de mayordomía económica o financiera no hablamos únicamente de
responder a las necesidades de la iglesia local, sino que entendemos que
formamos parte integrante de un todo mayor en el que existen comunidades de fe
en las que la crisis galopante por la que todavía estamos pasando no les
permite llevar a cabo sus labores de atención al menesteroso, de enseñanza
bíblica o de evangelización. Somos, las iglesias bautistas que componemos la
UEBE, miembros preocupados, concienciados y comprometidos por el resto de
hermanos bautistas que comprenden la unión. No podemos abstraernos de las
carencias que limitan planes de extensión del Reino, que llevan incluso a
cerrar lugares de culto o que truncan posibilidades de que un pastor pueda
ocuparse de una iglesia pobre, pero necesitada de alguien que vele por sus
miembros en declive flagrante. Es por eso que una vez al año dejamos de
mirarnos a nosotros mismos para contemplar y valorar el amplio espectro de
iglesias hermanas que realmente están pasando por tragos difíciles y amargos en
su empeño por sobrevivir.
El
ejemplo que presenta el apóstol Pablo en el texto que hoy nos ocupa debe
hacernos meditar y pensar sobre cómo podemos encarar estas ofrendas a las
Misiones Nacionales según la voluntad de Dios establecida en su Palabra. La
iglesia de Jerusalén estaba pasando por momentos muy duros y de gran necesidad.
El hambre había asolado la zona y los medios económicos con que contaba la
comunidad de fe jerosolimitana estaban menguando a ojos vista. Pronto el pánico
y el temor se instalaría en cada uno de sus miembros y la perspectiva de
emigrar hacia otros lugares como algunos habían hecho ya, amenazaba la
estabilidad de un punto estratégico como era la Ciudad Santa. Ante esta
dramática situación, Pablo junto a un pequeño ejército de siervos comprometidos
y conscientes de las paupérrimas condiciones de los hermanos de Jerusalén,
deciden solicitar de todas las iglesias existentes del imperio una ofrenda que
pudiese mitigar y solventar carencias urgentes en la comunidad de fe. Entre
estas iglesias, como ya vimos en el estudio anterior, estaban las comunidades
macedonias, de las que Pablo alaba su generosidad y sacrificio, y la comunidad
corintia, la cual expondremos como modelo para una mayordomía íntegra y
solidaria.
A. LAS
OFRENDAS DE MISIONES NACIONALES SON VOLUNTARIAS
“Y en esto
doy mi consejo; porque esto os conviene a vosotros, que comenzasteis antes, no
solo a hacerlo, sino también a quererlo, desde el año pasado.” (v. 10)
Pablo no
pretende forzar nada en su petición de ayuda. No es el estilo del apóstol
presionar o coaccionar a los creyentes corintios. No busca violentar
gravosamente el libre albedrío que cada miembro de la iglesia debía ejercer a
la hora de preparar la ofrenda de amor para con Jerusalén. Simplemente,
recomienda encarecidamente que si dan, que no lo hagan como una obligación o un
deber exento de espíritu o actitud generosa y desprendida. El deseo de Pablo es
que no solamente den su ofrenda, sino que lo hagan con un sentido de
voluntariedad y solidaridad que proceda de un corazón que sinceramente desea
ayudar sin dobleces ni multiplicidad de intenciones. Es interesante reseñar que
la ofrenda que Pablo solicita de sus discípulos corintios no era algo nuevo
para ellos. Hubo una primera vez, y tal vez no se entendiese correctamente por
todos como una evidencia más de la unidad de la iglesia a pesar de las
distancias. Por eso, el apóstol remacha la idea de conveniencia, de devoción
interior, de dar con liberalidad y sin recibir presiones en forma de juicio
divino. Este debe ser nuestro modus operandi cuando preparemos nuestras
ofrendas para las Misiones Nacionales: dar de corazón sintiendo el peso de la
necesidad de otros, voluntariamente y sin presiones de ningún tipo.
B. LAS
OFRENDAS DE MISIONES NACIONALES DEBEN SER PRODUCTO DEL COMPROMISO
“Ahora,
pues, llevad también a cabo el hacerlo, para que como estuvisteis prontos a
querer, así lo estéis en cumplir conforme a lo que tengáis.” (v. 11)
Siempre
se ha afirmado que “del dicho al hecho,
hay mucho trecho”, y eso es lo que precisamente Pablo quiere dejar claro a
los creyentes corintios. No vale de nada tener muy buenas intenciones,
pregonarlas a los cuatro vientos, marcar una meta de ingresos e hinchar el
pecho de orgullo, si luego no se cumple con el compromiso hecho en primera
instancia. No es que Pablo no se fiase de los hermanos en Corinto; simplemente
no las tenía todas consigo en lo que tenía relación con algunos individuos
rebeldes y falsarios que se pasaban el rato metiendo cizaña cada vez que alguna
instrucción de Pablo llegaba a la iglesia. Estos falsos apóstoles que renegaban
de la autoridad de Pablo, trataron por todos los medios descalificar y
enturbiar el ministerio que el apóstol de los gentiles había realizado en medio
de ellos. La ofrenda que Pablo plantea a los corintios era una amenaza contra
la verdadera cara de estos pájaros de cuenta que actuaban astutamente para
conseguir sus propios deleites y deseos. Dado este panorama dentro de la
iglesia, no debe extrañarnos, por tanto, que Pablo remarcase la idea de que las
promesas y votos de solidaridad con los hermanos de Jerusalén debían ser
cumplidas con disciplina rigurosa, devoción santa y fidelidad plena. Si, como
iglesia nos proponemos una meta para las ofrendas de Misiones Nacionales, hagámoslo
para completar nuestro compromiso al cien por cien.
C. LAS
OFRENDAS DE MISIONES NACIONALES DEBEN SER PROPORCIONALES A LO QUE SE TIENE
“Porque si
primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según
lo que no tiene.” (v. 12)
Pablo no quiere que los hermanos de Corinto
se vuelvan locos a la hora de ofrendar. A veces el entusiasmo y la ilusión
desmedidos y exacerbados nos hacen tomar decisiones apresuradas y alejadas de
nuestras verdaderas capacidades y de los recursos disponibles. Podemos tener
una voluntad enorme y un deseo ferviente y apasionado por servir a nuestros
hermanos que pasan por instantes de crisis, pero si carecemos de fondos
suficientes, la voluntad tiende a desinflarse hasta deprimirnos. Dios acepta
las ofrendas que se realizan en su nombre para el bienestar y auxilio de su
pueblo siempre y cuando no atenten a la proporcionalidad existente entre lo que
se tiene y lo que no se tiene. Dios ve el corazón de la persona que da y conoce
perfectamente hasta donde podríamos llegar dando. Si damos más allá de nuestra
capacidad, provocando en nuestros hogares necesidad y carencia, nos estaremos
equivocando, puesto que Dios no pretende de nosotros tal clase de sacrificio,
al que yo me refiero como “desnudar un santo, para vestir a otro.” Del mismo
modo, el Señor sabe cuándo podemos dar aportar más y no lo hacemos para
dedicarlo a otros menesteres más terrenales y egoístas. Debemos buscar el equilibrio entre lo que sabemos que
tenemos y aquello que realmente podemos dar, sin olvidar que Dios provee para
aquel que confía en que el Señor nunca lo dejará en una situación grave de
desamparo.
D. LAS
OFRENDAS DE MISIONES NACIONALES DEBEN REALIZARSE EN PREVISIÓN DEL QUID PRO QUO
“Porque no
digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez, sino
para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez
de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra,
para que haya igualdad, como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y
el que poco, no tuvo menos.” (vv. 13-15)
Siempre
existe alguien que pone pegas a todo aunque sepa que lo que se está a punto de
hacer es algo bueno. Este es el pensamiento de los que conocimos como falsos
apóstoles y charlatanes de la fe en Corinto. Comienzan a sembrar la duda en las
mentes y corazones de los miembros de a pie, sugiriendo la idea de que Pablo,
como es judío, y como ama más a sus compatriotas que a las iglesias gentiles
como Corinto, pretende favorecer con estas ofrendas a los de Jerusalén,
mientras los cristianos corintios tienen que pasar por estrecheces
presupuestarias. Seguramente Pablo recibiría cumplidos informes de estas
triquiñuelas y tretas repugnantes, y por ello quiere que no quepa la menor duda
de que no es esta su intención. Todo lo contrario, el apóstol apela a que las
ofrendas que hoy se envían a Jerusalén, tal vez un día no muy lejano, les serán
revertidas cuando la desdicha, la persecución o las necesidades se ceben en
ellos. Pablo apela a un quid pro quo, a un “hoy
por ti, mañana por mí”, que equilibre los recursos dentro de la unidad del
cuerpo de Cristo expresado en las distintas iglesias esparcidas por el mundo
conocido.
Es
importante pensar que todas las iglesias que componen la UEBE son deudoras las
unas de las otras, que reciben sus recursos de un mismo Dios, y que están
hermanadas por el mismo sacrificio de Cristo en la cruz. Esa interdependencia
supone dolerse con aquellas comunidades de fe que hoy se duelen, y apoyarlas en
la medida de lo posible hasta que vuelvan a restablecer su normalidad y
prosperidad. Somos responsables de velar por las necesidades de nuestros
hermanos sin descuidar las propias, y tenemos el compromiso adquirido en Cristo
de auxiliar cuando sea menester: “Pero
el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra
contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” (1 Juan 3:17). Pablo
cierra esta explicación utilizando un pasaje del Antiguo Testamento relacionado
con la provisión de Dios en el éxodo, para dar un toque definitivo a su
enseñanza sobre el equilibrio de recursos en el cuerpo de Cristo a título
universal, o en nuestro caso, denominacional.
CONCLUSIÓN
Las
ofrendas para las Misiones Nacionales que auspiciamos desde nuestra unión
bautista deben ser un referente para todas las demás iglesias, tanto de nuestra
denominación como de otras confesiones cristianas, tanto evangélicas como
católicas. Si otros comprueban que nuestra voluntariedad solidaria, nuestra
estima por los necesitados y nuestra fidelidad comprometida son un hecho, que
bien gestionado, produce frutos abundantes de salvación, justicia y amor en
medio de las iglesias bautistas de España, muchos querrán imitar nuestro
ejemplo. No podemos acomodarnos mirando nuestro ombligo y nada más. Echemos un
buen vistazo a lo que Dios está haciendo en el resto de España bajo el trabajo
incansable de hermanos y hermanas, que luchan con denuedo y desde la supervivencia
sacrificial, para extender el Reino de los cielos.
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