¿POR QUÉ DEBERÍA CONFIAR EN LA BIBLIA?





SERIE DE ESTUDIOS “HONESTIDAD CON DIOS: PREGUNTAS REALES QUE LOS CRISTIANOS SE HACEN”

INTRODUCCIÓN

    La Biblia siempre ha sido objeto de múltiples ataques y amenazas por parte de aquellos que la despreciaron y por parte de aquellos que la apreciaron en demasía. Por un lado, estaban aquellos que, creyentes en otra clase de confesiones religiosas e ideológicas ajenas al cristianismo, destruyeron miles y miles de copias para erradicar la semilla del evangelio de sobre la faz de la tierra. Por otro lado, estaban aquellos que, queriendo arrogarse la última palabra e interpretación de las Escrituras, y sabiendo del poder liberador que éstas podían traer al común de los seres humanos, la atesoraron para sí de manera celosa sin quererla compartir con los demás y eliminando en el proceso otras traducciones de la Biblia que podían ser más accesibles a las clases más humildes de la sociedad. Podríamos decir que la Palabra de Dios ha suscitado en cada época de la historia una inquietud espiritual que ha tratado de ser fulminada por hombres y mujeres malvados, interesados y ávidos de poder e influencia sobre sus semejantes.

    Aparte de estos enemigos de carne y hueso que buscan hoy todavía desprestigiar las Sagradas Escrituras, existe un adversario que aborrece por encima de todas las cosas que la verdad y la luz del evangelio progresen, transformen e iluminen. Este acérrimo enemigo es Satanás, el cual odia el consejo que Dios dispensa a toda la humanidad. Él quisiera que el mundo permaneciese en la oscuridad, la mentira y la ignorancia más rancias, y sabedor de que las Escrituras despiertan la conciencia del ser humano por medio del Espíritu Santo de Dios, utiliza a todos aquellos que en su incredulidad estiman la Palabra de Dios como una superstición que desarraigar de los corazones cansados y marchitos de todo ser humano. De ahí que la Palabra de Dios sea denigrada, despreciada, negada y distorsionada, para continuar viviendo en el error, el egoísmo y la podredumbre del pecado. La Biblia puede dar respuesta a los tres problemas más graves que tiene la raza humana: el pecado, el dolor y la muerte. Lógicamente, esto trastoca completamente los planes que Satanás tiene para el ser humano, al cual quiere seguir teniendo bajo su control e influencia.

    Aún existe un enemigo más que con su comportamiento devalúa la Palabra de Dios. Este es el cristiano que la ignora y que la desconoce. Es el creyente que piensa no necesitar seguir ahondando en las verdades preciosas del evangelio, que ha propuesto en su corazón seguir negando las enseñanzas que Cristo ha plasmado en ella para beneficio de todo su ser, que ha decidido vaguear en un superficial conocimiento de las doctrinas extraídas de la Palabra divina. Nada podemos hacer con aquellos que se oponen frontalmente a la Palabra de Dios, pero sí podemos despertar en los cristianos adormecidos un interés genuino y pleno por confiar en la Biblia como su referencia, su regla de fe y conducta, sin caer en la bibliolatría. ¿Por qué es importante la Biblia para el creyente en Cristo? Es relevante porque su salvación depende de la correcta comprensión del mensaje del evangelio. Es relevante porque su seguridad de salvación depende de descansar en la verdad de la revelación especial de Dios manifestada en las Escrituras. Es relevante porque su crecimiento y madurez espirituales dependen de vivir según los principios de la Biblia. Es relevante porque su autoridad y poder de testimonio depende de la fe depositada en todo el consejo sabio y dirigido del Señor. Dados estos puntos de importancia en relación a la autoridad bíblica, trazaremos varios argumentos que apoyan y respaldan su confiabilidad.

A. SU CERTEZA CIENTÍFICA

      La experiencia histórica nos enseña una cosa en relación con la ciencia y con las Escrituras: la ciencia cambia; la Palabra no. A lo largo de la historia de las civilizaciones, el conocimiento humano ha ido variando sus hipótesis y teorías dependiendo de la apertura de nuevas explicaciones a enigmas del pasado. El mito intentó explicar lo inexplicable hasta que el método científico fue demostrando con la razón todos los fenómenos que en primera instancia estaban velados a millones de personas que vivieron en tiempos pretéritos. Hoy la ciencia sigue derrocando y derogando presupuestos válidos en el pasado y manteniéndose abierta a nuevos descubrimientos. Por su parte, las Escrituras siempre que han hablado de asuntos científicos lo han hecho con gran coherencia y detalle. Por supuesto, es preciso aclarar aquí que la Biblia no es una enciclopedia o un compendio de estudios sesudos sobre las distintas disciplinas de la rama científica, sino que se trata de una maravillosa y asombrosa colección de libros de teología.

    Por poner algunos ejemplos, la Biblia ya habló acerca de que la Tierra se hallaba suspendida en el espacio: “Él extiende el norte sobre vacío, cuelga la tierra sobre nada.” (Job 26:7); de que la Tierra era redonda y no plana: “Él está sentado sobre el círculo de la tierra, cuyos moradores son como langostas; él extiende los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar.” (Isaías 40:22); de que las estrellas son incontables: “Como no puede ser contado el ejército del cielo, ni la arena del mar se puede medir, así multiplicaré la descendencia de David mi siervo, y los levitas que me sirven.” (Jeremías 33:22); y de que la sangre circula internamente por nuestro cuerpo: “Porque la vida de toda carne es su sangre.” (Levítico 17:14). Estos solo son algunas referencias a cuestiones científicas, astronómicas y biológicas de las cuales la Biblia ya había anticipado su realidad sin ser desmentidas por los avances de la investigación espacial y anatómica.

B. SU CERTEZA HISTÓRICA

    La Palabra de Dios ha sido y sigue siendo objeto de estudio por los historiadores y arqueólogos, ya que en su seno es posible consignar hechos históricos reales que ayudan a conocer mejor los tiempos en los que la Biblia fue compuesta. Los detalles y referencias históricas que plagan las páginas de la revelación bíblica aún siguen sorprendiendo a propios y extraños. Todavía siguen siendo desenterradas evidencias fehacientes y contundentes que demuestran que los acontecimientos narrados en los episodios bíblicos fueron auténticos y reconocibles a pesar del paso del tiempo. Dos ejemplos podríamos aportar a esta certeza histórica de las Escrituras. El primero referido a Moisés y sus escritos del Pentateuco. Se pensó desde la crítica liberal que era imposible pensar que Moisés hubiese consignado por escrito los cinco libros de la ley, dado que no existían evidencias de escritura formal durante el tiempo de su liderazgo sobre el pueblo hebreo. Sin embargo, los hallazgos de Tel El-Amarna sacaron a la luz documentos escritos precisamente de aquella época, lo cual hizo replantear a los estudiosos sus primeras impresiones. 

    Otro ejemplo claro de esta certeza histórica es el del relato recogido en Daniel en el que se habla del rey Belsasar como del último monarca de Babilonia. Muchos eruditos negaron esta afirmación bíblica, dado que a través de otras evidencias se sabía que el último rey fue Nabónido. No obstante, el descubrimiento de determinadas inscripciones aclaró ambas tesis aparentemente encontradas. Se supo por medio de este nuevo hallazgo que Belsasar y Nabónido reinaron juntos como padre e hijo, y que el relato bíblico no se había equivocado al respecto. Y así podríamos realizar un exhaustivo recorrido por detalles históricos que la Palabra de Dios reseñó y que la arqueología ha ido confirmando con el paso del tiempo.

C. SU MARAVILLOSA UNIDAD

     ¿En qué documento podemos encontrar mayor unidad que en la Biblia? Más de cuarenta autores en un trayecto de 1600 años, de trece países diferentes, provenientes de distintos contextos sociales, con diferentes estilos literarios y escribiendo en tres idiomas (arameo, hebreo y griego), logran, con la ayuda de Dios, consumar una obra que a pesar de los siglos pasados, sigue maravillándonos por la unidad de temas, de énfasis y de propósitos. Existe una unidad incomparable en el tema central de la redención de la raza humana, en el protagonismo de Cristo, en la acción tenebrosa de un máximo enemigo como es Satanás, y en el propósito de que Dios sea glorificado, magnificado y exaltado sobre todas las cosas. ¿Podríamos hablar de que este conjunto literario tan variopinto y a la vez tan perfectamente unido es producto del azar y la casualidad? Por supuesto que no. Cuando estudiamos la Palabra de Dios no podemos por menos que reconocer que tras las palabras de decenas de autores materiales hay un arquitecto maestro que les revela las verdades que este mundo necesita conocer.

D. SUS PROFECÍAS CUMPLIDAS

     De lo que no cabe la menor duda es que cada profecía consignada por escrito en la Palabra de Dios ha sido increíble y perfectamente cumplida. Podríamos estar años estudiando y comprobando cómo el cumplimiento de las promesas y profecías dadas por Dios a sus siervos y profetas han sido indefectiblemente constatadas a lo largo de la historia. De entre miles y miles de ellas, las que se refieren concretamente a Cristo son las que suelen pasmar a quienes leen e inquieren en las Escrituras. De Cristo se dijo en el Antiguo Testamento que nacería en Belén, se recogieron detalles minuciosos de su vida terrenal, y se previó su muerte en la cruz y su resurrección. El evangelista Mateo supo ver en cada evento cristológico el cumplimiento a carta cabal de los oráculos proféticos del Antiguo Testamento: “Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas.” (Mateo 26:56).

D. SU CALIDAD ETERNA

    La Palabra de Dios es confiable porque su esencia y calidad son eternas. El tiempo y la historia siguen su recorrido, y sin embargo, el inmutable juicio de Dios continúa siendo igual de eficaz y oportuno a lo largo de las eras. El apóstol Pedro señala con gran convencimiento esta realidad: “Toda carne es como hierba y toda la gloria del hombre como flor de la hierba; la hierba se seca y la flor se cae, mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.” (1 Pedro 1:24-25). El ser humano se halla limitado en su presencia terrenal y sus ideas y cosmovisiones cambiantes van a cesar o serán transformadas. No obstante, la Palabra de Dios se muestra incólume a pesar del auge del relativismo o de la proliferación de verdades particulares. Pese a quien le pese, la voluntad de Dios siempre se manifestará al ser humano: “Mi espíritu que está sobre ti y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán jamás de tu boca ni de la boca de tus hijos ni de la boca de los hijos de tus hijos. El Señor lo ha dicho, desde ahora y para siempre.” (Isaías 59:21).

E. SU PODER TRANSFORMADOR

     La Palabra de Dios no es un libro más que hojear o que leer como si de una novela se tratase. Su profundidad y altura nos invita a considerarla como una revelación poderosa capaz de cambiar y convertir el corazón humano. Todo aquel que la estudia con actitud sincera y abierta no puede por menos que reconocer que las verdades que en ella se contienen desvelan el auténtico camino a la plenitud en Cristo. Las enseñanzas que se desprenden de cada una de sus páginas traspasan las barreras de nuestra ignorancia y necesidad de trascendencia demandando de nosotros una decisión vital. Pablo capta a la perfección la naturaleza poderosa de los designios divinos en los que nos instruye la Palabra de Dios: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree, del judío primeramente y también del griego.” (Romanos 1:16). Su potencia es tal que llega a incidir profundamente en la esencia de nuestro pensamiento, voluntad e intenciones: “La Palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12).
 
    La Biblia insta al ser humano a buscar su salvación en Dios, tocando poderosamente su conciencia, convenciendo a su mente y convirtiendo el alma. Es dulzura para el creyente que aspira a ser santo como Dios es santo, suficiente para el que sufre y está cansado, y satisfactoria para el estudioso sesudo de la teología y de los asuntos propios del cristianismo. En definitiva, la Palabra de Dios no deja imperturbable a nadie, sino que desafía a quien la lee y reta cualquier estructura mental, ideológica o de pensamiento.

CONCLUSIÓN

    Como hemos podido comprobar, la Biblia es cien por cien confiable en términos de fidelidad histórica, profética y científica. Así mismo también es confiable por la experiencia que millones de personas han aportado y seguirán aportando con respecto a su poder transformador y esencia inmutable. No cabe la menor duda de que la Biblia es el referente de práctica y fe por excelencia del cristiano, y por ello debemos escudriñarla, estudiarla, conocerla y compartirla a fin de no caer en el error de convertirnos en unos enemigos más de la verdad y en amigos de la ignorancia.

Comentarios

Entradas populares