¿CÓMO LLEGAMOS AQUÍ… Y POR QUÉ?





SERIE DE ESTUDIOS BÍBLICOS “HONESTIDAD CON DIOS: PREGUNTAS REALES QUE LOS CRISTIANOS SE HACEN”

TEXTO BÍBLICO: GÉNESIS 1

INTRODUCCIÓN

     Las preguntas existenciales son consustanciales con nuestra capacidad de razonamiento y reflexión. El ser humano siempre ha querido descubrir las interioridades, profundidades y misterios de su existencia a través de mil inquisitivas cuestiones: ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos en el vasto tapiz de la realidad? ¿Cuál es el propósito que nos mueve a seguir existiendo? ¿Somos producto del azar o somos una obra maestra creada por los dedos ingeniosos de un ser supremo? ¿Hacia dónde nos dirigimos? Por un instante nos detenemos en medio de la vorágine de nuestras actividades cotidianas, y tras meditar durante un buen rato comenzamos a sugerirnos interrogantes que necesitan una respuesta fiable y contundente. 

    Como cristianos nosotros también nos hacemos preguntas de este tipo. Deseamos saber cuál es el objetivo de nuestra existencia, el porqué de nuestra creación y el origen de nuestro linaje. Las soluciones que se ofrecen desde los parámetros pseudo-científicos nos bombardean desde la educación, la ideología que se desprende de las manifestaciones artísticas, la publicidad y desde un ateísmo cada vez más atrevido y desafiante. La pelea que se entabla entre evolucionistas y creacionistas, con todos los matices y grises que existen entre ambas posturas, logran crear más confusión que certezas en las que poder confiar y descansar. Por ello, dentro de la brevedad, la modestia y síntesis de este estudio, comprobaremos que tenemos un origen definido bíblicamente y que nuestra razón de vivir está fundamentada en valores y convicciones firmemente anclados en Dios.

A. ¿DE DÓNDE HA SALIDO TODO?

      Resulta estremecedor y emocionante contemplar la anchura y extensión de todo aquello que podemos ver, comprobar y palpar. Nuestra realidad existe y eso es algo innegable en su constatación. La creación es un hecho que podemos contrastar porque siempre existe algo, aun cuando no lo veamos o midamos con nuestros sentidos limitados. Pero, cuando hablamos de “creación”, ¿a qué nos estamos refiriendo? ¿Nos referimos a una creación de la nada (ex nihilo), o a partir de elementos pre-existentes? La creación puede ser definida de muchas maneras. Por ejemplo, Barth define la creación como “la primera de la serie de obras del Dios Trino, y por lo tanto es el principio de todas las cosas distintas a Dios mismo.” Del mismo modo, y apelando a Dios como motor primero y último de todo lo que existe, Mullins define a la creación como “todo aquello cuanto existe con excepción de Dios”.

     La creación adquiere su verdadera naturaleza y relevancia si somos capaces de considerarla como una expresión de la libre actividad de Dios. Podríamos decir al socaire de esta declaración que la creación es más un deseo que una necesidad para Dios. Dios no ideó la creación para completarse a sí mismo, ya que Él es autosuficiente: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.”  Si nos atenemos a la concepción de que Dios es el Absoluto, la creación, incluyendo en esta al ser humano, es de naturaleza limitada y finita: Nada de lo creado es absoluto. “Toda carne es hierba, y toda su gloria como flor de campo. La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento del Señor sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo. Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.” (Isaías 40:6-8). Puesto que la creación es perecedera y sujeta a corrupción y desgaste, pretender adorar o colocar a una criatura en el lugar que le corresponde a Dios es idolatría pura y dura, además de insensatez y estupidez. Dios es soberano de la creación, y por tanto, a Él es al que hemos de brindar y tributar la honra y la alabanza.

    Cuando surge la pregunta de para qué sirve la creación, varias respuestas pueden darse. La más común y socorrida es la que afirma que la creación aparece para dar la gloria debida a su Creador. Otra que puede esgrimirse es que Dios creó todo para dar expresión a su propia naturaleza, o que lo hizo para buscar comunión de su propia vida con sus criaturas dentro de su propósito de redención y salvación. La palabra para crear en el original hebreo es “bará”, y puede usarse de tres maneras, bien sea para hablar de una creación ex nihilo, de la nada (Génesis 1:1), para crear a través de materia existente o dada (Génesis 1:27, “Dios creó,” y Génesis 2:7, “Dios formó”), o para referirse a la renovación de la tierra tras el azote de las plagas o la pertinaz sequía: “Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra.” (Salmo 104:30).

     ¿Qué nos dice la Palabra de Dios en relación a la creación? En primer lugar, que Dios es el supremo artífice de todo lo que existe: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?” (Job 38:4-7); “Tuyos son los cielos, tuya también la tierra; el mundo y su plenitud, tú lo fundaste. El norte y el sur, tú los creaste; El Tabor y el Hermón cantarán en tu nombre.” (Salmos 89:11-12). Las Escrituras reconocen la finitud del tiempo y la creación, y la eternidad de Dios, así como la visión cristo-céntrica de todo lo que existe: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” (Juan 1:3); “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.” (Colosenses 1:16-17).

B. EL SER HUMANO COMO CRIATURA DE DIOS

    Ante la pregunta “¿De dónde venimos?”, la posición cristiana es muy clara. Dios creó el cosmos con el propósito e idea de entablar una relación perdurable con la raza humana como punto culminante de la creación. La humanidad es una creación especial de Dios que podemos leer en Génesis 1:26-27 y 2:7. Todo el consejo divino especial convino en llevar a cabo la obra maestra de la creación: el ser humano (v. 26). Su lugar en el orden de la creación era preeminente, por lo que Dios le entrega todo lo creado en sus manos para que ejerza como gestor y mayordomo sensato y fiel de ella (v. 28). En el Nuevo Testamento se emplea la palabra anzropos para distinguir a los seres humanos de los animales (Mateo 12:12), de los ángeles (1 Corintios 4:9), y de Jesucristo (Gálatas 1:12). En ningún pasaje de la Biblia se recoge la distinción de razas o el racismo, sino que todos los seres humanos son miembros de un mismo linaje que se subordinan bajo la soberana mano de Dios (Hechos 17:26; Efesios 3:14-15). La ciencia subdivide a las personas en categorías étnicas, mientras que la Biblia resalta las diferencias culturales, lo cual propulsa el concepto de igualdad y no discriminación racial.

     Sin embargo, las afirmaciones pseudo-científicas vuelven a aparecer ante nosotros. ¿Somos descendientes del mono? ¿Somos avanzadas versiones de homínidos y primates ya extinguidos? ¿O somos una creación original que no ha sufrido evoluciones de ningún tipo? Lo cierto es que la ciencia no puede ni negar ni probar lo que la Biblia enseña en cuanto al origen de la humanidad. La Biblia contiene elementos de fe que se hallan más allá de la prueba científica y que no pueden ser reproducidos en un laboratorio. Por supuesto, es importante reseñar aquí que no podemos caer en los extremismos. Ni podemos asumir que el relato del Génesis nos da todos los detalles científicos sobre la aparición del ser humano, ni podemos devaluar o despreciar la profundidad y autenticidad de este relato de la creación.

      El darwinismo o evolucionismo han creado y siguen creando diferencias prácticamente irreconciliables en la visión del asunto de la creación del ser humano. Simplemente hemos de constatar que se trata de una teoría no contrastada científicamente y que se apoya en argumentos aún sin probar fehacientemente. Esta teoría no explica cómo apareció la vida, cosa que es imposible de recrear en un laboratorio dando lugar a la vida de donde no la hay. Tampoco el registro fósil muestra los cambios graduales que predice que suceden en las especies a lo largo del tiempo, ni existe evidencia de que una clase de criaturas se haya transformado en otra clase completamente distinta de criatura. Por tanto podríamos decir que afirmar alegremente que provenimos de los simios o los primates es simplemente una afirmación sin peso específico ni comprobaciones reales que aseguren su verosimilitud.

CONCLUSIÓN

       No cabe la menor duda que la evolución está en desacuerdo con el relato bíblico del origen de la humanidad. La Biblia nos indica claramente en Marcos 10:6 que el primer hombre y la primera mujer fueron creados a imagen de Dios, y no fueron tomando forma a lo largo de millones de años de procesos macro evolutivos. La Biblia dice que el mundo no es la fuente de vida. El Dios viviente creó la vida que conocemos y tenemos, y el mismo Dios todopoderoso y eterno sostiene esta vida para sus propios propósitos y para su gloria. La mayor y más consistente prueba de todo eso es todo lo que Él creó. Él nos dice que ha creado todas las cosas y que ha visto que todo lo que completó era bueno en gran manera. Dios es el Creador y Sustentador de todo y nada ni nadie podrá negar eso por muchas hipótesis y teorías que construya el ser humano.

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