INSTRUCCIONES PERSONALES



SERIE DE ESTUDIOS SOBRE TITO 

TEXTO BÍBLICO: TITO 3:12-15 

INTRODUCCIÓN 

      Existen pasajes de la Escritura que suelen pasar desapercibidos, al menos por aquellos que intentan encontrar un significado espiritual profundo y enriquecedor a través de las enseñanzas del apóstol, del profeta o del salmista. Son esa clase de fragmentos bíblicos que a veces soslayamos porque son farragosos como las series de genealogías, intrincados como las leyes minuciosas de santidad, o soporíferos como el recuento de ejércitos, sacerdotes o clanes. Algunos de estos textos son tratados como si no tuviesen un peso específico en el devenir de la historia de la salvación, y los saltamos, dejando que sean los sesudos y perspicaces eruditos los que intenten sacar algo en claro de ellos. Ante una investigación o examen superficial de las Escrituras, estos versículos no parecen aportar gran cosa al todo que es la Biblia.  

      Sin embargo, si nos zambullimos en las profundidades de estos textos, y si hacemos un esfuerzo por comprender qué se esconde tras instrucciones personales, árboles genealógicos, trazados ancestrales de linajes que discurren a lo largo de todas las épocas y edades, leyes particulares repletas de casuística antigua, o listados de ingentes cantidades de soldadesca y sacerdocio, entonces hallaremos luz en cuanto al contexto y las motivaciones que llevaron al autor bíblico el poner negro sobre blanco estos registros en apariencia triviales. Cada palabra y mensaje que aparece en la Palabra de Dios está ahí por una razón. Tal vez no podamos verla si acudimos al texto sin una investigación más honda del trasfondo en el que fue compuesto, si simplemente atendemos a un precario acercamiento devocional de éste. A lo largo de mi vida como creyente he podido constatar cómo pasajes bíblicos que en un momento dado no me decían nada, y que negligentemente arrinconaba con la idea de que no me aportaban gran cosa, han constituido textos irrenunciables a la hora de conocer mejor la voluntad de Dios y las intenciones del Espíritu Santo plasmados en éstos. 

1. ARTEMAS Y TÍQUICO 

     Así de hermosa es la Palabra de Dios: hoy un texto no habla directamente a nuestros corazones, pero con el tiempo y con una mente y un corazón más maduros, llegamos a adquirir una visión mucho más certera y amplia del lugar que ocupan cada uno de los episodios bíblicos en el espectro general de la hermenéutica. En el texto que hoy nos ocupa, y que constituye la conclusión de la carta pastoral del apóstol Pablo a Tito, podemos encontrarnos con el pensamiento de evitar extraer conclusiones y lecciones espirituales, dada su construcción sencilla, práctica y personal. No obstante, comprenderemos que en estos breves versículos podemos deducir algunos de los movimientos misioneros que se estaban dando en tiempos turbulentos como eran los del primer siglo de la era cristiana. 

     Estas instrucciones personales comienzan por una petición de Pablo a Tito, la cual involucra a dos colaboradores de los que sabemos más bien poco: Artemas y Tíquico. He aquí el ruego del apóstol de los gentiles:Cuando te envíe a Artemas o a Tíquico, apresúrate a venir a mí a Nicópolis, porque allí he determinado pasar el invierno.” (v. 12) 

      Pablo, aparte de su gran altura teológica y espiritual, era alguien bien avezado en cuestiones estratégicas, sobre todo en aquello que atañía a la misión de Dios en el mundo conocido. Tito había estado una buena temporada trabajando entre los cretenses con el fin de que la incipiente iglesia que allí se había establecido pudiese limar sus asperezas, reincidiese en cuanto a las enseñanzas paulinas, y expulsase de su seno a parásitos y demás canallesca oportunista. Ahora Pablo necesita de sus dones y de su colaboración para otros menesteres, y envía a dos de sus consiervos de confianza para sustituirle en las lides pastorales y pedagógicas. Si Pablo comisiona a Artemas y a Tíquico es porque confía plenamente en su buen hacer, en su dedicación y en su capacitación. Investidos de la autoridad del apóstol, y advertidos de todo lo que sucede en Creta, tanto por parte de Pablo como por parte de Tito, tendrán el respaldo necesario para adaptarse a sus nuevas circunstancias y funciones. 

     Pero, ¿quiénes son estos dos varones esforzados que han de viajar a tierras cretenses? Artemas es el menos conocido de ambos. De hecho, es la primera y única vez que aparece su nombre en el Nuevo Testamento. Solamente sabemos de él que era un ayudante de Pablo de gran valor y capacidad, y que su nombre significa “dado por Artemisa,” de lo cual es posible sugerir que era un creyente gentil. La tradición le atribuye el ser obispo de Listra 

       En cuanto a Tíquico, sí tenemos más información que proviene de distintos textos del Nuevo Testamento, cosa que nos ofrece una consideración más amplia de su persona. Junto con Trófimo representó a las iglesias de Asia cuando se entregaron los donativos de éstas para la iglesia de Jerusalén. Es uno de los acompañantes de Pablo cuando salen de Grecia para volver a Asia Menor: “Lo acompañaron hasta Asia, Sópater hijo de Pirro, de Berea; Aristarco y Segundo, de Tesalónica; Gayo, de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.” (Hechos 20:4); es comisionado por Pablo para atender pastoralmente a la iglesia en Colosas: “Todo lo que a mí se refiere, os lo hará saber Tíquico, amado hermano y fiel ministro y consiervo en el Señor. Os lo he enviado a vosotros para esto mismo, para que conozca lo que a vosotros se refiere y conforte vuestros corazones.” (Colosenses 4:7-8); es enviado a Éfeso para dar cumplido informe de las actividades misioneras de Pablo: “Para que también vosotros sepáis mis asuntos y lo que hago, todo os lo hará saber Tíquico, hermano amado y fiel ministro en el Señor, el cual envié a vosotros para esto mismo, para que sepáis lo tocante a nosotros y para que consuele vuestros corazones.” (Efesios 6:21); “A Tíquico lo envié a Éfeso.” (2 Timoteo 4:12). Por lo que podemos colegir de algunas de estas referencias a Tíquico, era un hermano con un don encomiable para confortar, animar y consolar a otros creyentes que podían estar sujetos a dilemas, sufrimientos y temores. Su nombre significa “afortunado.” 

      Tras la transferencia de responsabilidades pastorales, Tito debía reunirse con Pablo en Nicópolis, una ciudad que no ha sido fácilmente identificada, dado que existían en aquellos entonces siete ciudades con este mismo nombre. El significado de este nombre es “ciudad de la victoria,” y estas metrópolis debían su nomenclatura a la conmemoración de alguna victoria imperial. La candidata más probable a ser la Nicópolis en la que Pablo iba a pasar el invierno, es Épiro, situada en el istmo de la bahía de Actium, al noroeste de Corinto y Atenas. Fue edificada con motivo de la victoria de Augusto en una batalla naval contra Marco Antonio en el año 31 a. C. Era un centro comercial marítimo importante y estratégicamente hablando era una privilegiada, ya que poseía conexiones de comunicación con Italia y Acaya. Al ser un puerto, era el mejor lugar para pasar un largo invierno en el que prácticamente nadie se aventuraba a surcar el mar por lo proceloso de su comportamiento. La expresión griega que emplea Pablo para urgir a Tito a que lo visite lo antes posible implica una premura especial. El deseo del apóstol es que no se demore y haga todo lo necesario para que lo auxilie en nuevos planes misioneros. 

2. ZENAS Y APOLOS 

     A continuación, Pablo introduce otros dos nombres: Zenas y Apolos. Estos obreros de Dios habían arribado a Creta y Tito debía encargarse de tutelarlos a fin de que desempeñasen su labor de una manera excelente, cuidando de su alojamiento y sostén mientras estuvieran en la isla: “A Zenas, intérprete de la Ley, y a Apolos, encamínalos con solicitud, de modo que nada les falte.” (v. 13)  

     Del mismo modo que de Artemas, de Zenas tenemos muy pocos datos. Es la única vez que es citado en el Nuevo Testamento, aunque Pablo lo reconoce como un maestro en lo concerniente a la interpretación de la Ley, esto es, del Antiguo Testamento. De procedencia presumiblemente judía, o en todo caso pudiera ser un prosélito, Zenas tenía el don de contrastar y confirmar la vida de Jesús y su evangelio, con todas aquellas sombras y tipos que anunciaban en la Biblia judía el advenimiento mesiánico. Era importante contar con alguien como Zenas, dado que Pablo y sus socios misioneros solían comenzar su obra evangelizadora en las sinagogas de los núcleos de población. De este modo, teniendo a un especialista en verificar el cumplimiento de los tiempos profetizados antaño, era mucho más sencillo convencer y persuadir a los judíos de la necesidad de creer que Jesús era el Cristo. Era una especie de apologeta, un entendido tanto en lo antiguo como en lo nuevo, en la ley y en la gracia. El nombre de Zenas, apócope cariñosa de Zenodoro, significa “don de Zeus.” La tradición le atribuye el obispado de Dióspolis y un escrito sobre los Hechos de Tito, datado en el s. V. 

    Por otro lado, tenemos a Apolos, alguien que conocemos mejor a tenor de una más extensa consideración a su persona en Hechos 18:24-28. Era alejandrino, bien versado en las Escrituras y puesto bajo la guía de Aquila y Priscila con el objetivo de afinar sus dotes de elocuencia y enseñanza: “Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, hombre elocuente, poderoso en las Escrituras. Éste había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque sólo conocía el bautismo de Juan. Comenzó, pues, a hablar con valentía en la sinagoga; pero cuando lo oyeron Priscila y Aquila, lo tomaron aparte y le expusieron con más exactitud el camino de Dios. Cuando él quiso pasar a Acaya, los hermanos lo animaron y escribieron a los discípulos que lo recibieran. Al llegar allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído, porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.”  

      En Corinto realizó un gran trabajo de confirmación de los fundamentos dados por Pablo a la congregación: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios.” (1 Corintios 3:6). En un momento dado rechazó la petición de Pablo de volver a Corinto, por razones que se nos escapan, esperando circunstancias más propicias para ello: “Acerca del hermano Apolos, mucho le rogué que fuera a vosotros con los hermanos, pero de ninguna manera tuvo voluntad de ir por ahora; pero irá cuando tenga oportunidad.” (1 Corintios 16:12) 

3. LOS NUESTROS 

     Tito recibe una última instrucción de Pablo antes de cerrar la epístola con una despedida: “Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no se queden sin dar fruto.” (v. 14)  

      ¿Quiénes son los nuestros de los que habla Pablo? ¿Son los anteriormente nombrados, tanto los que están por llegar, como los que están todavía en compañía de Tito? ¿O alude a la congregación cretense? Sea quien fuere el destinatario de estas directrices, lo cierto es que todos necesitamos incidir en la abundancia de obras de justicia propiciadas por nuestra fe en Cristo, y todos hemos de dar fruto sin importar el grado de madurez espiritual que tengamos. Tito sería el encargado de enfatizar e imprimir este consejo en aquellos que estaban bajo su supervisión y cuidado. El testimonio activo del creyente debe demostrarse en acciones dignas del ejemplo de Cristo, de tal modo que otras personas puedan, no solamente escuchar el evangelio de salvación, sino contemplar el cambio de estilo de vida en aquellos que lo predican y exponen.  

4. DESPEDIDA 

      Por último, Pablo ya dice adiós a Tito, a la espera de su pronta llegada a Nicópolis, rogando que el Señor encamine su ruta antes de que el crudo invierno impida la libre circulación de personas: “Todos los que están conmigo te saludan. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros. Amén.” (v. 15) 

      El equipo de siervos de Dios y socios misioneros de Pablo transmite los deseos de bendición y gracia sobre Tito. Del mismo modo, Pablo y su comité evangelizador saludan a los hermanos y hermanas cretenses, así como a Zenas y a Apolos. Es impresionante comprobar el amor ferviente de todos los consiervos de Pablo, la organización misionera de la que Pablo es supervisor, y el trabajo en equipo de todos, a fin de consolidar los puntos urbanos donde una iglesia ha sido plantada. Pablo era conocedor de las habilidades y capacidades de todos sus colaboradores, y con esta confianza, podía estar relativamente tranquilo a la hora de ver cómo crecían las distintas congregaciones en Asia Menor y Grecia. Pablo termina la carta a Tito con una construcción típica de despedida apelando a la gracia de Dios y al anhelo porque sus oraciones y expectativas se vean cumplidas con Tito. 

CONCLUSIÓN 

     La epístola de Pablo a Tito nos enseña en su último estadio, a caminar en la misión de forma coordinada, reglada y comprometida. No todos pueden ser misioneros en el sentido más estricto de la palabra, dado que éstos deben reunir unas características que rezuman de la clase de relación habida entre Pablo y sus colaboradores. Además de confianza, sujeción al apóstol, una clarividencia espiritual reconocida, unas aptitudes magníficas para enseñar, redargüir, convencer y pastorear, era preciso ser conscientes de que su disponibilidad geográfica les hacía susceptibles de cambiar de aires en cualquier momento.  

    Tito era enormemente apreciado por Pablo, y no cabe duda de que tenía los mimbres y los redaños suficientes como para trabajar en la mies del Señor con denuedo, sacrificio y determinación. Tito es un ejemplo para cualquier pastor, misionero o maestro que desarrolla su labor espiritual en medio del pueblo de Dios de todos los tiempos. Aprendamos de sus lecciones, actuaciones y voluntad de agradar al Señor en el desempeño de su ministerio, algo nada fácil en su época

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