GENEROSOS


SERIE DE SERMONES SOBRE PROVERBIOS “SAPIENTIA II” 

TEXTO BÍBLICO: PROVERBIOS 11:16-31 

INTRODUCCIÓN 

      La generosidad suele ser puesta a prueba en los momentos más críticos por los que una sociedad pasa. Es de agradecer poder comprobar la manera en la que muchas personas han demostrado su solidaridad y su desprendimiento en los tiempos del coronavirus que nos ha tocado vivir. Es una brisa de aire fresco poder observar cómo personas de toda condición se vuelcan en la ayuda de los menesterosos. Es magnífico poder aseverar que dentro del alma humana hay todavía un resquicio de solicitud y disponibilidad social. Cuando todo un país se sume en una pandemia tan dura, y las personas, de motu proprio, deciden abrir las alacenas de su casa, dar de sí mismos a los que más lo necesitan, mostrar la cara más amable aportando víveres y recursos financieros, y arriesgar su salud luchando a brazo partido por arrebatar a la muerte un alma que se halla dubitativa en su tétrico umbral, podemos decir que ha vencido el deseo interior de auxiliar al prójimo por encima de la autopreservación. Es hermoso tener la oportunidad de valorar en su justa medida la honrosa actuación de muchas personas a la hora de echar una mano a las víctimas de esta calamidad sanitaria. 

     Sin embargo, no todos son tan solidarios y generosos. No todos son capaces de dejar a un lado su egoísmo para dedicar sus recursos personales al cuidado de sus congéneres. No todos aceptan las leyes de confinamiento y de distancia social. No todos velan por la salud de sus vecinos y se saltan a la torera todas las precauciones impuestas por la autoridad civil. No todos escogen servir al que pasa hambre, al que se encuentra en el trance de cerrar su pequeña o mediana empresa, al que pierde su trabajo por causa de un ERE, al que tiene que trabajar, pero no tiene a nadie que le cuide a sus hijos, al que vive en soledad, arrinconado como un trasto viejo y obsoleto. Por encima de aplausos a aquellos que son atalayas de nuestro bienestar y seguridad, está el estropicio que perpetran los insolidarios, los indiferentes y los insensibles. No conocen la misericordia ni la empatía. Simplemente son individuos antisociales que menoscaban la paciencia de los demás, la confianza en salir de las circunstancias adversas por las que atravesamos, y la fe en la bondad humana. De todo tiene que haber, como reza el dicho, como en botica. 

1. LA BELLEZA INTERIOR 

      Salomón también es consciente del tremendo contraste que existe entre personas sabias y temerosas de Dios e individuos insensatos y perversos. Por ello, no vacila en recoger otra serie más de proverbios comparativos, con el objetivo último de que tomemos la decisión correcta en detrimento de la que conduce al patíbulo eterno. El recopilador de estas muestras de la sabiduría experiencial expone sus conclusiones ante nuestros ojos y mentes contemporáneos, y ninguna de ellas nos es ajena a pesar del paso del tiempo: La mujer agraciada obtiene honores; los fuertes obtienen riquezas. A su alma hace bien el hombre misericordioso, pero el cruel se atormenta a sí mismo. El malvado obra con falsedad; el que siembra justicia obtendrá firme galardón. Como la justicia conduce a la vida, así el que sigue el mal lo hace para su muerte. Abominables son para Jehová los perversos de corazón, pero los perfectos de camino le son agradables.”" (vv. 16-20) 

     El primer contraste del texto propuesto para hoy reside en la comparativa entre una sencilla mujer y un hatajo de personajes violentos. Normalmente, en nuestra época, del mismo modo que en la época salomónica, lo que más es ensalzado es ser una persona fuerte, agresiva con la vida, atrevida y ambiciosa, violenta si es necesario. Empresarialmente se busca a personas que emplean sus armas y habilidades personales a modo de guerreros que se enzarzan en batallas dialécticas y estrategias inmisericordes. Ganan dinero a espuertas, nadie lo discute; pero solo ganan eso: dinero. Vencen para llenar sus bolsillos de materialismo y de objetos que no pueden garantizar ni honra social, ni una seguridad en la vida duradera.  

      Las riquezas pasan, del mismo modo que lo hacen sus dueños. Nada que hayan rapiñado en su empeño obsesivo por enriquecerse podrá ser llevado al más allá. Como decía alguien, era tan rico que solamente tenía dinero. Además, el enfervorizado objetivo de amasar fortunas caiga quien caiga, sin escrúpulos en el horizonte espiritual, suele alienar a la persona de Dios. Por contra, la belleza interior de una mujer llena de gracia espiritual, generosa en su esfuerzo y dedicada al socorro del prójimo, es enaltecida por el resto de la sociedad. No necesita exhibir ante el mundo su cuenta corriente. No es necesario ser hermosa, en el sentido estético de la palabra. Su estilo de vida embellece su vida y adorna con su solicitud la vida de los demás. 

     El misericordioso, aquel que se coloca en el lugar de su prójimo a fin de satisfacer sus necesidades de forma sincera, siempre sentirá ese hormigueo dentro del estómago, ese calor que recorre su cuerpo, y esa felicidad que brota de hacer a los demás lo que a él mismo le gustaría que le hiciesen. Los que empatizan con los demás son considerados por Salomón como los epítomes del bienestar espiritual. No es así con los crueles de esta tierra. Aquellos que, viendo la necesidad de personas a las que podría beneficiar con su entrega y generosidad, optan por cerrar sus manos para convertirlas en un puño, son los más desgraciados del mundo.  

      Son personas que miran de forma desdeñosa la precariedad de los demás, que dedican su tiempo a acusar al parado, a la madre soltera o a la prostituta de merecer justamente por lo que están pasando. Su insensibilidad puede llegar a cotas altísimas y su mezquindad es más que proverbial. No se dan cuenta de que, dejando atrás a personas necesitadas, lo que hace es torturarse a sí mismo. No sabemos si un trauma de su infancia lo llevó a ser avaricioso e insolidario, o si es el producto de una vida autosuficiente e individualista elevada a la enésima potencia. Lo que sí sabemos es que es un alma atormentada perseguida por remordimientos recurrentes y constantes. 

      La falsedad es la seña de identidad de las personas indecentes y perversas. Sus acciones no van dirigidas a paliar la crisis de muchos de sus congéneres, sino que más bien ocultan mentiras y dobles intenciones. ¿Cuántos no se estarán lucrando de la crisis sanitaria que todavía sigue dando coletazos en medio nuestro? ¿Cuántos avarientos no se estarán frotando las manos para beneficiarse de la enfermedad, del paro y de la desesperación de muchos? La hipocresía de los depravados que pululan por nuestra sociedad es asquerosamente desmesurada. No hacen nada por nada. Su generosidad es falsa, porque sus fines ocultos son maquillados con una buena voluntad aparente y superficial. Sin embargo, qué precioso es encontrarte con personas que diseminan la semilla de la justicia allá por donde van, sembrando de amor y compasión los corazones de aquellos a los que atiende solícitamente, sin esperar nada a cambio. Estos, que desinteresadamente dan de lo que son y de lo que tienen, recibirán el galardón de manos de Dios, e incluso podrán contemplar con gozo que sus semillas de amor dan frutos de arrepentimiento y salvación. 

     El destino del justo y del malvado no puede ser más distinto. El puerto al que arriba el limpio de corazón, el que ha sometido su vida a Dios, el que es generoso para con sus semejantes, es el mismísimo cielo de vida eterna. Por contra, el fondeadero de los perversos es la muerte eterna, el pánico que nunca termina, el infierno pavoroso donde la justicia de Dios culmina perfecta y santa. Cuando el corazón es oscurecido por el pecado, por la rebeldía y por el odio, no puede haber agrado de parte de Dios hacia esa vida. El Señor muestra su repugnancia y asco por aquellos seres humanos que han convertido en un modo de vida ser malvados, y cuyos pensamientos más íntimos poseen la deriva del prejuicio y de la infracción de la ley divina. Su corazón, la fuente de la conducta moral, ennegrecido a causa de sus transgresiones impenitentes, no reconoce la soberanía de Dios. Mientras tanto, el perfecto, al hacer camino en la vida, haya gracia a los ojos de Dios, y éste lo bendice, lo guarda y lo prospera en todos los ámbitos de su existencia. 

2. LA JUSTICIA SIEMPRE LLEGA A TIEMPO 

     Hay mucha gente que se siente inquieta en cuanto algunos hablan de la inexistencia de un infierno, un lugar al que serán destinados aquellos que no quisieron reconciliarse con Dios en vida. Yo mismo me cuento entre ellos. Algunos de los defensores de la aniquilación del alma, esto es, que cuando un malvado muere, desaparece por completo de cualquier realidad y dimensión, insisten en que Dios es demasiado amoroso para castigar eternamente a alguien; Dios es tan misericordioso, tan sensible, que lo mejor que puede hacer es aniquilar por completo la memoria de un ser humano cruel, maligno y perverso.  

      No es esto lo que tiene en mente Salomón cuando colecciona sus proverbios: “Tarde o temprano, el malo será castigado, pero la descendencia de los justos se librará. Como zarcillo de oro en el hocico de un cerdo es la mujer hermosa pero falta de sentido. El deseo de los justos es solamente el bien; la esperanza de los malvados, el enojo. Hay quienes reparten y les es añadido más, y hay quienes retienen más de lo justo y acaban en la miseria. El alma generosa será prosperada: el que sacie a otros será también saciado.” (vv. 21-25) 

     Es posible que observemos estupefactos, en más de una ocasión, a personajes culpables de latrocinio, de asesinato o de tráfico de estupefacientes, por poner unos pocos casos, saliendo de rositas cuando son pillados in fraganti cometiendo sus delitos y crímenes. Nos quedamos pensativos e indignados al comprobar cómo algunos de estos delincuentes soslayan el alcance de la justicia terrenal, y siguen a lo suyo. ¿En qué momento les alcanzará la justicia y les hará pagar por todo lo malo que han hecho? A veces, la justicia humana logra atrapar y sentenciar a los malvados de este mundo. Pero otras, no es así. El temeroso de Dios, sin embargo, sabe que hay un juez supremo que no va a dejar pasar el daño y la impiedad. No importa si al criminal se le ajustan las cuentas aquí o no, porque en el Juicio Final nadie escapará al escrutador juicio de un Dios santo y justo. Aquellos que han decidido que Dios sea el que los justifique en la hora postrera mediante el sacrificio propiciatorio de su Hijo Jesucristo, escapará de la ira venidera de Dios. En su generosidad, recibirán generosidad de parte del Señor. 

      El sarcasmo también forma parte del repertorio sapiencial de Salomón. El dicho del cerdo con un aro dorado atravesando su hocico es realmente genial. Es una manera de comparar a aquellos seres humanos que no son capaces de valorar lo precioso de la vida, para hartarse con los desechos y la basura de este mundo. En tiempos de Salomón, las mujeres solían adornar sus narices colocando un aro de oro embellecido por piedras preciosas, realzando su hermosura. Todavía ciertas tribus de beduinos siguen con esta tradición estética, y parece que los jóvenes y adolescentes contemporáneas de ambos sexos también están adoptando esta costumbre, para bien o para mal.  

      El caso es que no es de estar bien de la cabeza, poner en el morro del puerco algo especialmente valioso, sabiendo que el gorrino no sabe apreciarlo, y que, en cuanto tenga oportunidad, va a hociquear en las algarrobas y mondas desechadas por el porquerizo. Lo mismo pasa con una mujer, o con un varón, por qué no, que es una Miss o un Míster Universo, pero que cuando se expresan intelectualmente son unos zotes de campeonato. Puede que su aspecto sea soberbio y muy deseable, pero cuando la sesera no los acompaña, solo son una carcasa atractiva que solo procura la vanidad y el narcisismo. No cotizan en alza el apartado espiritual, y optan por esculpir sus cuerpos pensando que siempre serán jóvenes y saludables. 

     La persona generosa siempre prefiere hacer el bien a los demás, sin importar las circunstancias que la rodean. No obstante, el perverso de corazón tiene como lema enfadarse con el mundo. En su cinismo, su esperanza y expectativa se circunscriben a que el odio campe a sus anchas por allí por donde plantan sus pies. El generoso no se guarda lo que tiene para autosatisfacerse, sino que se prodiga en acciones filantrópicas y benéficas. No es remiso en ofrecer toda la ayuda posible a aquel de sus prójimos, y se ofrece empáticamente para resolver, en la medida de lo posible, la pobreza social. Ellos serán prosperados, y todo aquello que dieron generosamente les será devuelto con creces, tanto en el plano económico como en el espiritual.  

      Como contraposición a los generosos, tenemos a los que retienen la bendición que pueden derramar sobre los menesterosos. Sabiendo que tienen más de lo que necesitan, eligen quedárselo todo para ellos en tiempos de crisis, no sea que no puedan remontar a tiempo para salir victoriosos de tiempos turbulentos. Y cuando su miserable actitud para con sus congéneres les reporte la ruina y la bancarrota, entonces aullarán, llenos de vergüenza, en búsqueda de un alma desprendida que atienda sus súplicas. Si somos generosos, sin mirar a quién hacemos esta merced solícita, Dios, que ve en lo íntimo de nuestros corazones, no dejará de regalarnos su provisión en abundancia. 

3. GENEROSIDAD SOCIAL 

     Y es que hay individuos realmente roñosos y avariciosos en nuestra sociedad presente que miran hacia otro lado cuando se trata de contribuir al bienestar de todos: “Al que acapara el grano, el pueblo lo maldice, pero bendición cubre la cabeza del que lo vende. El que procura el bien obtendrá favor, pero al que busca el mal, el mal le sobrevendrá. El que confía en sus riquezas caerá, pero los justos reverdecerán como el follaje. El que perturba su casa heredará viento, y el necio será siervo del sabio de corazón. El fruto del justo es árbol de vida; el que gana almas es sabio.” (vv. 26-30) 

       ¿Qué clase de afecto puede tener la ciudadanía con alguien que, teniendo en sus manos el alivio de la presión del hambre, prefiere guardar sus recursos alimentarios para autoabastecerse y poder especular con el precio del mismo en tiempos convulsos? La sociedad debe denunciar siempre que pueda este tipo de estrategias egoístas y especulativas, las cuales hunden más en el desastre económico a las familias más depauperadas. ¿Cómo va a admirar y honrar el pueblo a una persona que es más agarrada que un chotis? Salomón ya lo dijo en un proverbio anterior: “Si tienes poder para hacer el bien, no te rehúses a hacérselo a quien lo necesite.” (Proverbios 3:27)  

      Aquel que vende a un precio justo, y que incluso se muestra generoso en bajarlo a causa de la calamidad que asola la ciudad, será ampliamente bendecido y honrado por sus vecinos. El favor y la buena fama acompañarán a aquel que siempre procura beneficiar con su inestimable auxilio a quienes lo necesiten. No pasará así con los malvados, los cuales serán marginados, aislados y entregados a la justicia por haber negado el pan y la sal a los pobres de su entorno. Las consecuencias de sus actos llamarán a su puerta cuando menos lo espere, y la justicia pondrá orden castigándolos inexorablemente.  

      La confianza en el dinero es tan exigua y efímera como la vida de los malvados. Los que adoran al dios Mammón, creyendo que la felicidad se halla en nadar en la abundancia de caudales, sucumbirán cuando el dinero ya no pueda comprar su salud, su libertad o su alegría. Mas aquellos que depositan su fe en Dios y que confían en la provisión que éste les da, serán rejuvenecidos y revitalizados como un árbol junto a aguas vivas, que extiende sus ramas y sus hojas para dar sombra y refresco a los cansados y fatigados de este mundo. Y el fruto que brote de ellos redundará en testimonio de vida eterna para aquellos que se muestran dispuestos a cambiar su camino de perdición en una senda que conduce a la satisfacción eterna que solamente Dios sabe y puede otorgar. El generoso manifestará su sabiduría, atrayendo a cuantas más personas mejor a los pies del Señor.  

     Es triste poder divisar el caos y la discordia que el malvado provoca en su hogar, así como tener la ocasión de constatar que el insensato acabará sirviendo al generoso. La metáfora que emplea Salomón sobre la herencia ventosa es realmente sobrecogedora e ilustrativa: es una imagen que sugiere poderosamente a los depravados que, de todo lo que intenten y hagan en este mundo, nada les ha de quedar. Del mismo modo que el viento no puede domeñarse ni atesorarse, así será la fortuna vacía que recibirá el criminal y el delincuente. Si maltratas a tu esposa o esposo, si abusas de tus hijos y si deshonras el nombre de tus padres, ¿qué puedes esperar de ellos cuando necesites su apoyo, su afecto o su socorro? Absolutamente nada. Solo el viento acompasará tu alarido agónico, haciendo que tu voz sea desoída por parte de los que un día compusieron un hogar.  

CONCLUSIÓN 

     Siempre venimos diciéndolo a través de estos proverbios que tan atinadamente escribió Salomón: las decisiones que tomamos en esta vida determinan nuestro destino eterno. Si somos sabios y atendemos las prescripciones de Dios, reveladas en su Palabra, todo nos irá bien en esta vida y en la venidera. Si somos malvados y nos rebelamos contra la ley divina, solo nos aguarda miseria y destrucción. No hay término medio. No podemos jugar con dos barajas. O vivimos según la voluntad de Dios, o transitamos como moribundos espirituales por este plano terrenal, arrastrándonos por el fango.  

     No nos olvidemos de las palabras con las que Salomón termina este capítulo, porque encierran una verdad solemne y precisa que nunca nos dejará imperturbables: “Ciertamente el justo recibe su paga en la tierra, ¡cuánto más el malvado y el pecador!” (v. 31)

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