PASTOR




SERIE DE SERMONES SOBRE ZACARÍAS “REDIMIDOS, REFINADOS, RESTAURADOS”

TEXTO BÍBLICO: ZACARÍAS 10:1-11:3

INTRODUCCIÓN

      El ser humano, desde que cayó en la trampa que le tendió el diablo en el Edén, ha necesitado de referentes humanos con cierta autoridad que guíen y lideren a un grupo. En las narraciones míticas y en los relatos bíblicos siempre hallamos la figura de un dirigente, de un gobernador o de un monarca que cumpla con la función de administrar los recursos con los que cuenta la comunidad, de repartir responsabilidades entre aquellos que son de su confianza, y de marcar la dirección hacia la que todos deben marchar en la búsqueda del progreso. Estos personajes han dado empaque a una sociedad o civilización, incluso a pesar de sus malversaciones, abusos, dictaduras y caprichos. 

      Son símbolos del poder que reúnen en torno al rey o al presidente del gobierno una común idiosincrasia, una cultura propia y una identidad reconocible. Pueden llegar a tener mil nombres, pero al final, son simplemente pastores de hombres y mujeres, que pueden hacerlo bien o que pueden equivocarse, que pueden manipular a sus seguidores o que tienen la capacidad de hacer lo que les venga en gana sobre la base de una legitimidad, bien sea democrática o dinástica. No importa de dónde vienen, sino el papel que juegan en la construcción de una nación y en la intención de mejorar sustancialmente la vida de aquellos que los auparon a su trono.

      La figura del pastor de hombres es una imagen realmente evocadora en tiempos del Antiguo Testamento. Todas las características y atributos que se adscribían a un simple y humilde pastor eran también las características de aquellos que supuestamente velaban por su pueblo. El cuidado bondadoso de cada oveja, sanando y curando a las patiquebradas, la protección pronta ante la amenaza de fieras salvajes que intentaran matar o robar alguno de los corderos más débiles y jóvenes, la provisión de pastos verdes y jugosos que nutriesen óptimamente el organismo del rebaño, la dirección sabia y certera blandiendo el bastón para que el grupo de ovejas se mantuviese unido y cohesionado, el amor y conocimiento fiel de cada ejemplar ovino, y la correcta administración de los recursos que el rebaño ofrecía en forma de lana, carne y leche, debían aplicarse a ese gobernante que se erigiría como líder de toda una nación necesitada de directrices, orden, protección, bienestar y desarrollo.

1.      PASTORES MENTIROSOS Y NEGLIGENTES

      En el texto que hoy nos ocupa, Dios, el buen pastor por excelencia, denuncia por medio de un oráculo entregado a Zacarías, la dejadez y negligencia que estos presuntos pastores de hombres manifestaban para con sus súbditos y seguidores. Aquellos que debían guiar al pueblo a una comunión con Dios y a una prosperidad social sin precedentes, habían fallado en su misión: “Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía. Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante y hierba verde en el campo a cada uno. Porque los ídolos han dado vanos oráculos y los adivinos han visto mentira, predicen sueños vanos, y vano es su consuelo. Por eso el pueblo vaga como un rebaño y sufre porque no tiene pastor.” (vv. 1-2) 

        Los sacerdotes, los profetas y los reyes de Israel han preferido desbancar a Dios de su trono para dejar que adivinos y pitonisas ocupen el lugar de la revelación de la voluntad divina. Los ciudadanos no acuden a aquellos auténticos siervos de Dios, ese pequeño remanente que todavía permanece fiel al Señor, sino que optan por visitar a los ídolos, por entregarles ofrendas que les procuren su favor, por ofrecer sacrificios que desaten la lengua de los dioses. A cambio, los servidores de estos demoníacos entes se aprovechan de la desesperación humana y de la abulia sacerdotal, y otorgan profecías falsas que se adecúen a la situación de cada persona que a ellos acude, dorándoles la píldora, endulzándoles el oído, embaucándoles con visiones del futuro falsas y malditas. Mientras se llenan los bolsillos de los óbolos que reciben de los supersticiosos israelitas, proclaman y predicen absolutas memeces y demagógicas interpretaciones oníricas. 

     Los pastores que debían reunir el rebaño en torno a Dios, han realizado dejación de sus responsabilidades. Han convertido la religión en religiosidad. Dios ya no puede hablar por medio de ellos, porque su mente y su corazón están alejadísimos de lo que Dios demanda de ellos. Se dejan llevar por la corriente mundanal, cometen depravadas y abominables acciones en contra del Señor y solo piensan en seguir llenando la andorga a costa de la piedad de unos pocos que todavía creen y confían en Dios. Han propiciado la sequía espiritual de toda una nación, nación que fue escogida por Dios, pero que ahora conocía sus más críticas horas en lo referente a su relación con Él. 

        Habían dejado de alimentar a sus compatriotas, habían olvidado la ley de Dios, habían elegido ser mediocres y mezquinos en su compromiso por anunciar y enseñar los portentosos hechos de Dios por Israel. Por ello, en vista de la dantesca y árida situación en la que se halla el pueblo, Dios decide que es hora de que Él mismo sea ese pastor que haga llover agua de vida desde los cielos para refrescar el alma, que provea de esa hierba verde y apetitosa en forma de revelación profética por medio de Zacarías, y que destituya de su cometido a todos aquellos pastores de hombres que han menospreciado su llamamiento y que han sido perezosos y corruptos en su misión pastoral.

2.      UN PASTOR DE VERDAD

      La ira de Dios contra aquellos que han empleado su posición pastoral para enriquecerse o para distorsionar sus dictados proféticos, será, y es, terrible: “«Contra los pastores se ha encendido mi enojo, y castigaré a los jefes.» Pero Jehová de los ejércitos visitará su rebaño, la casa de Judá, y los pondrá como su caballo de honor en la guerra. De él saldrá la piedra angular, de él la clavija, de él el arco de guerra, de él también todos los jefes. Serán como valientes que en la batalla pisotean al enemigo en el lodo de las calles; pelearán, porque Jehová estará con ellos, y los que cabalgan en caballos serán avergonzados.” (vv. 3-5) 

        Dios se ha hartado de todas las tropelías que estos pastores han cometido, incluso en su nombre, contra todo aquello que es puro, santo y justo. Los atropellos en los que han incurrido estos pastores y líderes no serán olvidados por parte de Dios. El castigo será una lección clara de que Dios cuida de su pueblo y de que no permite que personas asalariadas se ocupen de la dirección de su pueblo. Dios ha actuado de este modo desde siempre. Si alguien al que se le ha concedido el privilegio de pastorear a una comunidad, bien sea civil o bien sea espiritual, pervierte su llamamiento, Dios no dejará que el cáncer de su influencia siga metastatizando el resto del cuerpo. Serán juzgados con mayor severidad que cualquier otra persona, puesto que su responsabilidad es más alta y su desempeño malvado puede afectar de forma muy dañina a las ovejas que están bajo su cuidado.

     Dios aparta a estos siervos malvados y nulamente cualificados para ocupar el lugar que éstos dejan vacante. Si no hay pastores fiables, Dios siempre promete que Él estará cuidando de su rebaño. El Señor ha vuelto a reunir a Judá tras la deportación a Babilonia, ha hecho regresar a un rebaño desperdigado y diseminado a lo largo y ancho del mundo antiguo. En Judá Dios reescribirá una historia que había sido olvidada y manchada con la idolatría y el adulterio espiritual. La fuerza, el poder, la estabilidad y la prosperidad están completamente asegurados en Dios. Nadie mejor que Él para conducir a su pueblo hacia horizontes más halagüeños y felices. 

       De Judá surgirá la capacidad de luchar contra los enemigos contando con la protección y el poder del Señor. Una vez se ha hecho una limpieza radical de aquellos pastores que impedían el adecuado desarrollo y progreso de su nación, una vez demostrada la seguridad y firmeza de su piedra angular, la cual orienta a la perfección la mirada comunitaria, una vez concretada su dependencia de Dios como pastor, de que su sostén y clavija es el Señor, y una vez asentado su renovado poderío militar, como un arco de guerra que triunfa sobre la caballería temible del enemigo, Judá puede resurgir de entre las cenizas cual ave fénix.

3.      UN PASTOR REUNIFICADOR

      Recordaremos que cuando los judíos son expatriados rumbo a Babilonia, no hablamos de un solo reino, sino de dos: el Reino del Norte o Israel, y el Reino del Sur, o Judá. Pues aquello que no lograron los pastores de hombres, esto es, la reunificación de ambos países en una sola gran nación, ahora será posible por obra y gracia de Dios: “«Yo fortaleceré la casa de Judá y guardaré la casa de José. Los haré volver, porque de ellos tendré piedad; serán como si no los hubiera desechado, porque yo soy Jehová, su Dios, y los oiré. Será Efraín como valiente y se alegrará su corazón como con el vino; sus hijos lo verán y también se alegrarán, su corazón se gozará en Jehová.” (vv. 6-7)
 
         Dios no desea que su rebaño relegado al destierro por setenta años regrese para seguir siendo un pueblo desunido y fragmentado. Cuando Dios llama a Judá y a José, al sur y al norte, lo hace para que de los dos se refunda la nación de Israel. En su misericordia y perdón Dios no solamente olvida los pecados del pasado, sino que pretende una reunificación cultural, religiosa e identitaria. Se acabaron los prejuicios y los enfrentamientos fratricidas: ahora serán una sola nación destinada a ser fortalecida, protegida, redimida, alegre y valerosa. Esta es la voluntad del Señor, y también será el objetivo de hombres y mujeres cansados de vagar por el mundo y de vivir lejos de su patria: que el gozo y el Shalom se apodere de todos y cada uno de ellos.

      La voz de Dios en boca de Zacarías surca el firmamento y la distancia que separa al Israel cautivo de un nuevo comienzo bajo el pastoreo de Dios. Todos deben escucharla para recibir de manos del Señor una increíble oportunidad de empezar desde cero: “»Yo los llamaré con un silbido y los reuniré, porque los he redimido; serán multiplicados tanto como lo fueron antes. Pero yo los esparciré entre los pueblos, y aun en lejanos países se acordarán de mí; vivirán con sus hijos y volverán. Porque yo los traeré de la tierra de Egipto y los recogeré de Asiria; los traeré a la tierra de Galaad y del Líbano, y no les bastará.” (vv. 8-10)
 
       De nuevo, la imagen del pastor que silba a sus ovejas para prevenirlas de algún mal, para encaminarlas de nuevo a la vereda correcta, o para animarlas en su trote pacífico, aparece para seguir enfatizando la idea de que el liderazgo humano siempre dejará que desear, y que el que encarna plenamente el concepto de pastor de la humanidad, es Dios y solamente Dios. Las ovejas conocen sin género de duda el silbido del pastor, y con cada tono, chasquido de lengua o voz, entienden qué deben hacer. Sus hijos conocen a su Padre, y por ello la redención será su regalo más maravilloso y formidable. 

4.      UN PASTOR VINDICADOR

      Dios perdona a su grey y la llama desde todas aquellas latitudes hacia las que había huido a causa del asedio babilónico, desde Egipto y Asiria. Seguramente estas naciones no los habrían tratado bien, sino que la desconsideración y el desprecio sería el pan de cada día en tierra extraña. Del mismo modo en que hoy los refugiados reciben el desdén, el odio o la sospecha de aquellos países que los acogen, de la misma manera en la que el emigrante es observado como una amenaza al estatus quo de los nacionales, o de la misma forma en la que un exiliado o asilado puede contemplar el disgusto en las muecas de los ignorantes, los israelitas se sentirían fuera de su elemento, menospreciados y abocados a la marginalidad. Sin embargo, toda esa amargura del alma y todo ese desprecio se tornaría al fin en alegría por retornar a casa, a sus raíces, a sus orígenes, donde nadie les miraría de arriba abajo con una mentalidad retrógrada e intolerante. ¿Quién, estando en el destierro obligado, no quisiera volver a ver la tierra que lo vio nacer o en la que sus ancestros edificaron su identidad esencial? Por eso, no es de extrañar que llegasen en masa cantidades ingentes de emigrantes, que el territorio quedase estrecho para todos los que buscaban el calor que solo podía ofrecerles su amada patria.

       El Señor no dejará así como así la afrenta que muchos desterrados sufrieron en las naciones que los acogieron de mala manera y con un estatus menor y humillante: “La tribulación pasará por el mar: él herirá en el mar las ondas y se secarán todas las profundidades del río. La soberbia de Asiria será derribada y se perderá el cetro de Egipto. Yo los fortaleceré en Jehová, y caminarán en mi nombre, dice Jehová.» ¡Líbano, abre tus puertas, y que el fuego consuma tus cedros! Aúlla, ciprés, porque el cedro cayó, porque los árboles magníficos son derribados. Aullad, encinas de Basán, porque el bosque espeso es derribado. Voz de aullido de pastores, porque su magnificencia es asolada; estruendo de rugidos de cachorros de leones, porque la gloria del Jordán es destruida.” (vv. 11-12)
 
       Asiria, Egipto y el Líbano, grandes potencias de la época en la que Zacarías pronuncia estas palabras proféticas, serán sumidas en la misma clase de humillación y sometimiento que padecieron los israelitas. Dios daría en forma de derrota aplastante a manos de Alejandro Magno el debido pago por el trato denigrante que dieron a su pueblo. El Nilo sufriría las consecuencias de este juicio con sequías pertinaces que sumirían a los egipcios en la ruina y la miseria. Asiria sería atacada y derrotada, y cualquier flota que dispusiera sería destruida por completo. El orgulloso tendría que agachar la cabeza para someterse al poder de otras naciones enemigas, y el poderío se tornaría en debilidad en cuanto el cataclismo de una crecida pésima trastornase la vida de toda una gran nación. No obstante, Israel saldría indemne de todo este juicio, y la fortaleza que brotaba de la estabilidad pastoral de Dios se uniría a una obediencia y comunión con Dios restablecida para durar. 

        El Líbano sería devastado y devorado por el fuego, y su símbolo de grandeza económica, el cedro y el ciprés, sería borrado de la faz de la tierra. Toda su confianza en su influencia y posición estratégica se iría al traste en el preciso instante en el que el macedonio legendario asediase y prendiese fuego al corazón de una nación que maltrató y abusó de los israelitas exiliados. El lamento ante la desaparición de aquello que los distinguía, identificaba y que los hacía ser la envidia del mundo conocido, sería un alarido propio de la frustración que sigue a la soberbia que es aplastada por la mano poderosa y justa de Dios, un rugido de impotencia al contemplar como el hombre propone y Dios dispone.

CONCLUSIÓN

      Los líderes humanos siempre dejarán qué desear. Ningún gobernante o monarca de la historia podrá usurpar el lugar que siempre pertenecerá al Rey de reyes y Soberano de soberanos. Aunque el mundo no quiera reconocerlo, Dios quita y pone a pastores de hombres a lo largo de la historia, y seguirá haciéndolo para preservar a su pueblo de las calamidades que intentan apagar el fuego del evangelio de Cristo. Las autoridades piensan que el poder es suyo y solo suyo, pero lo cierto es que, si no cumplen con los requisitos mínimos de guarda y guía de un pueblo, tarde o temprano serán juzgados, del mismo modo que lo serán aquellos pastores de iglesia que no obren conforme a lo que Dios establece en su Palabra que debe ser un pastor según su corazón.

     Cuando un ser humano se arroga prerrogativas que no le corresponden, Dios toma cartas en el asunto, y al final, siempre triunfará Dios, y Cristo será nuestro buen pastor. Dios juzga también a aquellos que violentan a los necesitados, a aquellos que tienen a su pesar que dejar sus hogares por circunstancias adversas y terribles, a aquellos que buscan un futuro mejor, pero que son tratados como objetos de compra-venta, como mano de obra barata de la que se puede abusar, a aquellos que son perseguidos por la guerra o por pastores de hombres abyectos, crueles e intolerantes. Como nación receptora de esta clase de personas, pensemos por un instante en Israel siendo desperdigado por todo el mundo, presa de los abusos de personas sin escrúpulos y gobiernos insensibles. Desde la ley, es posible considerarnos unos a otros desde la mirada de Cristo, y desde la memoria de aquellos de nuestros antepasados que también tuvieron que emigrar para buscarse la vida en otros países.

      El perdón y la redención de Cristo nos desafía a reconciliarnos, a obedecer el silbido de Cristo y a celebrar con gozo y alegría desbordantes que Dios nunca dejará de derramar bendición sobre bendición sobre un pueblo que confía sus destinos al cayado del Señor.

     
    

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