EXPRIME LA VIDA




SERIE DE SERMONES EN ECLESIASTÉS “QOHELET: SOMOS NIEBLA”

TEXTO BÍBLICO: ECLESIASTÉS 11:7-12:8

INTRODUCCIÓN

       Cuando se requiere a una persona de avanzada edad que hable de sus recuerdos de juventud, casi siempre aparece el suspiro consabido junto a la frase “juventud, divino tesoro.” Más allá de las circunstancias históricas o de las coyunturas socio-políticas que haya tenido que vivir, cualquier ser humano reconoce que la juventud o la adolescencia fueron años irrepetibles a los que no dudarían en volver, ya que su estado actual está mermado por las enfermedades, las preocupaciones y la mengua de las energías. Haber sabido ser joven supone, en la mayoría de los casos, haber sabido vivir correctamente una etapa llena de oportunidades, de goces, de fortaleza física, de lucidez mental y de vigor espiritual. Si el ser humano aprovecha oportunamente estos años que comprenden la pubertad y la mocedad, sin duda alguna estarán construyendo para sí un futuro esperanzador y un porvenir repleto de decisiones maduras que lo catapultarán a vivir una vida plena y cercana a la felicidad. Todos hemos sido jóvenes, o lo somos, o lo seremos. Unos mirarán la juventud con mirada nostálgica porque fueron los mejores momentos de su existencia, otros la miran como la ocasión de labrarse un mañana mejor y más estable, y otros la contemplan con el deseo de ser al fin mayores de edad para seguir de forma autónoma e independiente sus sueños y objetivos.

      Pero si comparamos el mensaje bíblico acerca de la juventud y de la adolescencia con el discurso que se vierte desde los medios de comunicación, desde la cultura contemporánea y desde las ideologías ateas, nos daremos cuenta de la gran diferencia que existe entre ser joven y exprimir la vida desde la óptica cristiana, y ser joven desde la perspectiva mundanal. Lo que nos enseña nuestra sociedad es que ser joven es la justificación perfecta para ser insensato, que es la excusa apropiada para abusar de aquello que en su medida equilibrada es bueno, que es el marco en el cual todo está permitido en aras de una supuesta sabiduría experimental en la que hay que probarlo todo para aprender y discriminar entre lo que es bueno y lo que es malo. Y así, con cada serie de televisión o película acerca de la juventud actual que podamos visionar, solo podemos constatar lo alejada que está la juventud del plan original que Dios diseñó para cada ser humano que debía pasar por esta etapa de la vida. Drogas, desenfreno y promiscuidad sexual, iniciaciones al ocultismo, rebeldía sistemática contra la autoridad civil y parental, relatividad, violencia y suicidio, es todo lo que podremos alcanzar a ver en esas presuntas interpretaciones de la realidad que son los medios audiovisuales de nuestra actualidad.

1.      TODA UNA VIDA POR DELANTE QUE EXPRIMIR

       Sin embargo, Salomón presenta un mensaje distinto a aquel que suele proclamar nuestro sistema social caótico y líquido, y que se basa eminentemente sobre la persona de Dios. La presencia del Señor en la vida de una persona joven marca una diferencia abismal en todos los aspectos. Si Dios se convierte en el centro de la dinámica vital del joven, será posible exprimir la vida con resultados óptimos y benditos. Si por el contrario, el joven opta por apartar, e incluso, despreciar el papel central de Dios en los días de su juventud, creerá estar exprimiendo las oportunidades que le da su edad, aunque lo único que estará sembrando es ruina y miseria para tiempos futuros. Salomón reconoce que exprimir la vida, que sentirse vivo, es una sensación altamente apreciada y que se debe perseguir mientras uno respira. No obstante, también advierte de que la vida es un soplo, y que cada minuto y cada latido del tiempo nos acercan a nuestro fin bajo el sol: “Suave ciertamente es la luz, y agradable a los ojos ver el sol; pero aunque un hombre viva muchos años, y en todos ellos tenga gozo, acuérdese sin embargo que los días de las tinieblas serán muchos. Todo cuanto viene es vanidad.” (vv. 7-8)

       La experiencia universal nos dice que vivir es algo hermoso y maravilloso. La luz que acaricia nuestros sentidos y que nos infunde renovadas energías nos proporciona una cuota de felicidad innegable. Poder contemplar la realidad con su mosaico de color y formas es un auténtico placer y privilegio. Vivir largos años sobre la faz de esta tierra, y vivirlos con calidad y alegría es todo cuanto nuestros corazones anhelan cada día. Como podemos observar, la felicidad en la vida no consta de cosas complicadas y difíciles de hallar. En la sencillez de lo que Dios ha creado y en la confianza puesta en la providencia divina, podemos aspirar a ser todo lo felices que se puede ser en esta tierra, algo, por supuesto, muy alejado de la felicidad que hallaremos cuando, al fin, veamos a Cristo cara a cara. Toda la humanidad, al menos en un momento inicial, desea exprimir la vida para sacarle todo el jugo, teniendo como meta el gozo y la satisfacción. Pero Salomón avisa de que, a pesar de tener en mente ser felices, no habrán de faltarnos días no tan buenos y soleados, y que la felicidad terrenal no siempre garantiza una eternidad de salvación y redención. Uno puede disfrutar de todo lo que este mundo puede ofrecer sin posar su mirada en Dios, y verse atormentado de forma perpetua en los lugares más oscuros y tenebrosos del infierno. De ahí que la juventud sea tan importante para edificar una vida que alabe y honre a Dios. El porvenir del ser humano sin Dios siempre será como la niebla, como un espejismo en el desierto, que llena los ojos de placer, pero que esconde el abismo más insondable y terrible que nadie puede llegar a imaginar.

2.      EXPRIMIR LA VIDA DELANTE DE DIOS

      Salomón se dirige a los jóvenes para que asuman su responsabilidad delante de Dios sin animarles a exprimir la vida: “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios. Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad.” (vv. 9-10) Mientras seas joven, disfruta de todo lo que Dios ponga en tu mano, puesto que el Señor todo lo creó para que fuese para bendición y beneficio perfecto de la humanidad. Mientras seas un adolescente, en el inicio de una vida que queda por delante, celébrala con toda la intensidad posible, pero sin renunciar al comedimiento. Corre, salta, prueba, goza y crea, pero con la mente siempre concentrada en que cada acción, cada palabra y cada actitud serán consideradas por Dios en el día del juicio final. A veces contemplo cómo los adultos contemporáneos excusan los comportamientos alocados y desenfrenados de adolescentes y jóvenes, apelando a que ellos también cometieron sus errores y sus meteduras de pata. Dejan sin castigo ni penalización una conducta destructiva y errática, confundiendo amor y compasión, con una educación en valores eternos que les prevendrá de futuros problemas y desastres. En lugar de disciplinar a sus hijos, les animan a que, ya que van a emborracharse, al menos que llamen un taxi; ya que van a tener relaciones sexuales, al menos que se lleven unos preservativos; ya que van a meterse en líos, al menos que la batería y el saldo del móvil esté ambos bien cargados. Con esto no ayudamos en lo más mínimo a nuestros adolescentes y jóvenes, sino que más bien los introducimos más profundamente en un mundo del que es muy difícil salir y que provocará traumas críticos que el futuro les marcarán de por vida.

      Deja a un lado tu ira y tus ansias de violencia, joven. Aparta de tu vida cualquier contacto con la agresividad animal y con el odio visceral que provocan sustancias, compañías y lugares. No sucumbas a la tentación de ser como los demás de tu cuadrilla. No te dejes subyugar por los atractivos que Satanás expone en su escaparate social. Aléjate por completo de cometer delitos a causa de malas decisiones y de peores consejos de personas tóxicas que tienen apariencia de amigos, y en realidad son esclavos de sus pasiones y del pecado. No serás joven o adolescente para siempre, te lo digo yo, y te lo dice cualquiera al que preguntes. Ahora te puedes creer invencible, indomable o ultrasabio, pero cuando el tiempo pase, te darás cuenta de que intentar exprimir la vida sin contar con Dios es tirar tu futuro por la borda, es malgastar tus energías y fuerzas en cosas que solamente te aportarán quebraderos de cabeza, dificultades para ser realmente feliz, e incluso una cita prematura con la muerte. El tiempo se nos escapa de las manos, y ayer fui joven, hoy soy adulto, y en menos que canta un gallo seré anciano. Y cuando llegue ese instante, ¿recordaré con alegría mi juventud al haber hecho a Dios Señor de mi existencia, o miraré hacia atrás con arrepentimiento y tristeza, porque pude haber hecho de mi juventud un trampolín hacia algo más noble y más beneficioso por la gracia de Dios?

3.      EXPRIMIR LA VIDA DELANTE DE DIOS ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE

      Salomón también había probado las mieles de la juventud, pero ahora, al pasar revista a todo lo que fue su vida, quiere dejarnos un legado repleto de verdades ante las que no podemos escapar, sobre todo en relación a lo que el tiempo es capaz de hacer con algo que es joven y tierno. Dios es el centro de su vida, y entiende que sin Dios es imposible exprimir la vida convenientemente. Cuanto antes el ser humano tome una decisión en firme acerca de Dios, de su plan de salvación y de su Hijo Jesucristo, más días de alegría sobrevendrán y menos problemáticas harán su diana en nuestro corazón: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento; antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia; cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres fuertes, y cesarán las muelas porque han disminuido, y se oscurecerán los que miran por las ventanas; y las puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela; cuando se levantará a la voz del ave, y todas las hijas del canto serán abatidas; cuando también temerán de lo que es alto, y habrá terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la langosta será una carga, y se perderá el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y los endechadores andarán alrededor por las calles; antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo; y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.” (12:1-7)

       Para exprimir correcta y eficientemente la vida es preciso dejar que Dios sea el Rey y Señor absoluto de nuestras vidas. Y si queremos que nuestra felicidad junto a Dios sea real lo antes posible, será menester rendirnos a su servicio mientras seamos jóvenes. ¡Cuántas personas que hallaron a Cristo en su camino, ya en sus horas últimas o en su adultez, lamentan a veces no haber conocido al Señor en los tiempos de su juventud! Dios es nuestro Creador, y nosotros somos sus criaturas, y no llegamos a ser quiénes debemos ser de acuerdo al bendito diseño de Dios, hasta que Dios no nos completa a la perfección con su Espíritu Santo. En el mismo instante en el que nos sometemos a Dios de manera integral, en cuerpo, alma y espíritu, entonces es que somos quiénes deberíamos ser desde antes de la caída en desgracia de la humanidad en el Edén. ¿No querrías ser feliz en Cristo lo antes posible? Pues eso es lo que propone Salomón a cada joven que todavía no ha decidido seguir a nuestro Señor y Salvador. Es mejor no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy, porque en la vida todo puede pasar, y nuestro enemigo acérrimo Satanás intentará alejarte de Dios con mil y una estrategias engañosas.

      Exprime la vida junto a Dios antes de que vengan las crisis y las depresiones, antes de que las preocupaciones de esta vida te ahoguen y cubran tus ojos con tinieblas, sin saber adónde ir en medio de las tormentas. Exprime la vida junto a Dios antes de que el desgaste, la decrepitud y la paulatina agonía del desvanecimiento del vigor pasado se apoderen de tu cuerpo, y pases días y días maldiciendo tu suerte y los estragos que causaste en tu salud. Exprime la vida junto a Dios antes de que lo que creías seguro se desmorone y decaiga, antes de que tu confianza en lo material se vea defraudada por lo efímero de las cosas y del afecto interesado de las personas. Exprime la vida junto a Dios antes de que las desgracias conviertan tu mirada en un lago insondable de aflicción y dolor, antes de que lo inesperado te arrebate lo que pensaste que era eterno, antes de que lo que para ti era querido desaparezca de entre tus brazos. Exprime la vida junto a Cristo antes de que tus planes se vayan al traste a causa de tu insensatez, antes de que cualquier meta prevista sin contar con Dios haga naufragar cualquier esperanza que pudieses tener en el porvenir. Exprime la vida, en definitiva, antes de que los que acompañan al cortejo funerario de otra persona a la que conoces pasen por delante de tu domicilio, antes de que la muerte asome por la puerta de tu hogar con la guadaña bien afilada y presta para llevarte delante de Dios y seas juzgado sumariamente por el juez supremo de la eternidad, y seas sentenciado a cadena perpetua en el incandescente lugar que Dios ha preparado para aquellos que eligieron aborrecerlo y olvidarlo.

CONCLUSIÓN

      Salomón cierra esta tétrica, lúgubre, pero realista visión de lo que acontecerá en nuestras vidas desde la etapa juvenil hasta el día de nuestra muerte, con esas palabras que aparecen una y otra vez en este libro de Eclesiastés: “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad.” (v. 8) Somos niebla. Pero mientras tengamos aliento y nuestro corazón palpite en nuestro pecho, tenemos la posibilidad de reconciliarnos con Dios, como muchos ya hemos hecho y seguimos haciendo. Nuestra juventud se está despeñando por el acantilado de la depravación, del vacío existencial y de la relatividad moral. No podemos dejar que una nueva generación de jóvenes pierda de vista el evangelio de Cristo y la suma importancia de que Dios sea Señor de sus vidas. Mostremos a nuestros adolescentes y jóvenes que acordarse de su Creador es lo mejor que podrán hacer mientras está su vida en construcción. 

      Que nuestro testimonio, tanto aquel de aquellos que entregamos nuestro ser a Cristo en nuestros tiempos mozos, como aquel de aquellos que malgastaron su juventud, y hasta que Cristo no los rescató de su vana manera de conducirse por este mundo, no recapacitaron y volvieron a la casa del padre para recibir su perdón y redención, sirva al propósito de que nuestros jóvenes puedan exprimir la vida como Dios manda.

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