VIUDAS JÓVENES
SERIE DE
ESTUDIOS EN 1 TIMOTEO “SOMOS IGLESIA”
TEXTO
BÍBLICO: 1 TIMOTEO 5:11-16
INTRODUCCIÓN
Como ya vimos en
el estudio anterior, la viudedad era un estado lamentable de vida en el que se
unía a la pobreza sobrevenida tras la muerte del cónyuge, una edad avanzada que
no permitía a las más ancianas poder sostenerse por sí mismas o encontrar a un
nuevo marido que se hiciese cargo de su situación. Pero no todas las viudas
eran ancianas, sino que también solía haber un buen grupo de viudas más jóvenes
que habían perdido a sus parejas, que se hallaban en la indigencia, pero que
todavía se hallaban en edad de casarse, de poder contraer matrimonio. Estas
viudas más jóvenes, las cuales albergan otro tipo de esperanzas, perspectivas
existenciales y objetivos en la vida, distintos a los de las más mayores,
también ocupaban un lugar importante en la dinámica eclesial. Pablo, a la hora
de instruir a Timoteo sobre la mejor manera de abordar determinadas
problemáticas que iban surgiendo en el día a día de la iglesia en Éfeso,
considera conveniente tocar este asunto de qué clase de pastoral debía administrarse
a este perfil concreto de hermanas en la fe.
A.
EXPECTATIVAS
DE LAS VIUDAS JÓVENES
También
observamos en el estudio pasado, que Timoteo debía elaborar una lista con
aquellas viudas ancianas de más de sesenta años, y que reuniesen una serie de
criterios muy particulares y especiales, para consagrarse en el servicio y la
oración en un ministerio de gran importancia y calado para la vida espiritual
de la congregación. Pablo, aludiendo a las viudas más jóvenes, prefiere que
Timoteo no las incluya dadas las diferentes inclinaciones que éstas podían
tener con respecto a un futuro enlace matrimonial, o a las conductas poco
edificantes que éstas tenían: “Pero
viudas más jóvenes no admitas; porque cuando, impulsadas por sus deseos, se
rebelan contra Cristo, quieren casarse, incurriendo así en condenación, por
haber quebrantado su primera fe.” (vv. 11-12) Pablo intenta advertir a
Timoteo del error que sería admitir a una viuda joven dentro de este grupo
específico de servicio e intercesión. La razón obedece a la experiencia,
seguramente certificada por Pablo, ya que en su periplo continuo por las
comunidades de fe primitivas que fundaba en sus viajes misioneros seguramente
habría visto situaciones y coyunturas de las que se iba aprendiendo sobre la
marcha.
¿Por qué las viudas jóvenes no podían integrar
este grupo de viudas ancianas? En primer lugar, porque dada su juventud,
siempre existiría la posibilidad de dejar a un lado su ministerio en la
iglesia, de desconcentrarse de la labor espiritual a la que se las habría
llamado, y romperían con el voto de servicio y consagración plena que se
demandaba a aquellas viudas que entraban a formar parte de este campo
ministerial. Sus deseos tarde o temprano serían secundados por la aparición de
un varón que tendría la capacidad de hacerse cargo de ellas, y así, en esta
aspiración serían negligentes con su tarea eclesial. La promesa dada a Cristo
de trabajar y obrar como siervas suyas en el cuidado humilde y servicial de los
visitantes, y en los ruegos y súplicas intercesoras, sería desechada en pro de
lograr casarse y adquirir un mejor estatus junto a un marido nuevo. La palabra
griega para rebeldía es “katastremiasosin”,
la cual nos sugiere la idea de lujuria, de llenarse de deseos sensuales que
pudiesen absorber a las viudas jóvenes de la dedicación a la iglesia de Cristo.
Las viudas más jóvenes podían incurrir en un anhelo celoso (gr. zelousin), en el que se ponía únicamente el corazón en volver
a contraer matrimonio, cosa que pondría en segundo plano su labor ministerial
en la iglesia.
Al estar más
pendientes de echar el ojo a posibles candidatos conyugales, están fallando y
rompiendo su juramento solemne de implicarse de forma exclusiva con las
necesidades de la comunidad de fe. Están condenándose (gr. exousai krima) a sí mismas, no en el sentido de que van
derechas al infierno, o que su salvación ha sido revocada a causa de sus ansias
por volver a casarse; sino en el sentido de que han realizado un voto a la
ligera involucrándose con un ministerio exclusivo, y no han estado a la altura.
Se trata de una cuestión de prioridades en la que la concupiscencia vence al
deber espiritual y devocional. De algún modo, quebrantando esta palabra dada a
la iglesia de servir y ayudar, están desdiciéndose de su primera confesión de
fe (gr. proton pistin ezejesan),
dando a entender que Cristo y su iglesia están en segundo término con relación
al matrimonio y a salir de una situación lamentable de miseria y pobreza. Pablo
viene a querer decir que es mejor que no entre dentro del círculo ministerial
de las viudas ancianas, alguien que puede cambiar de idea en un momento dado.
Mejor vetar a estas viudas jóvenes antes que tener que lamentar los efectos
negativos de la desobediencia, de la infidelidad espiritual y de las promesas
incumplidas.
B.
CONDUCTA
POCO EDIFICANTE DE LAS VIUDAS JÓVENES
Además, Pablo,
conocedor de muchas situaciones propias de las iglesias que ha visitado y
fundado, entiende que la conducta de algunas de estas viudas más jóvenes no
está precisamente en sintonía con lo que se requiere de un miembro de la
iglesia, dadas sus circunstancias personales: “Y también aprenden a ser ociosas, andando de casa en casa; y no
solamente ociosas, sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no
debieran.” (v. 13) La ociosidad aprendida de viudas alegres y libertinas (gr. argai manzanousin) se había
instalado en la vida de estas jóvenes viudas. Como no pueden trabajar ni
encontrar acomodo en algún lugar donde puedan ser productivas, las viudas
jóvenes se dedican a recorrer los hogares del vecindario (gr. perierjomenai) para darle a la lengua, para entretener a las
que trabajan, para molestar a las casadas y para ser un estorbo de aquellos que
sí tienen quehaceres que desempeñar. Y por si eso no fuese suficiente, encima
su pasatiempo favorito es el de darle a la sinhueso sin parar, y sin considerar
ni discriminar si lo que dicen es cierto o incierto, edificante o destructivo.
Difunden rumores (gr. fluaroi),
murmuran por lo bajini noticias y bulos que se comentan por ahí, se dedican a
inmiscuirse (gr. periergoi) en la
vida de los demás, se meten donde no les llaman, e incluso son capaces de
malmeter sin ton ni son con propósitos dudosos y maliciosos. Esto no nos suena
a nada actual, ¿verdad? Con estos indicadores de comportamiento era impensable
y poco sensato darles un lugar entre las viudas más ancianas con más
experiencia y mayor consagración espiritual que trabajaban para el bienestar de
la iglesia, y no para destruir con murmuraciones y difamaciones la red de relaciones
fraternales que la componían.
C.
PRIORIDADES
DE LAS VIUDAS JÓVENES
El consejo de
Pablo a Timoteo es que elabore y ejerza una pastoral concreta y firme para
evitar males mayores con algunas prácticas de las viudas jóvenes: “Quiero, pues, que las viudas jóvenes se
casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al adversario ninguna ocasión
de maledicencia. Porque ya algunas se han apartado en pos de Satanás.” (vv.
14-15) La preferencia del apóstol de los gentiles es que las viudas
jóvenes, en lugar de querer engrosar las filas de aquellas viudas más mayores
que sirven a la iglesia, dediquen todo su empeño y esfuerzo en encontrar a un
esposo que las ame, que las integre de nuevo en la sociedad, que las mantenga,
que las haga madres de hijos a los que criar y educar (gr. teknogonein), que las haga buenas administradoras de su hogar (gr. oikodespotein). En previsión del
deseo de dejar el ministerio concreto adscrito a las viudas ancianas por causa
de una oportunidad de casamiento (gr.
gamein), algo legítimo y deseable, lo mejor es que concentren toda su
atención en estabilizar su estado ruinoso y menesteroso con un nuevo enlace
conyugal. Si Timoteo coloca esta línea roja delante de las viudas más jóvenes,
estará evitando que sean tentadas por Satanás, y que de sus labios solamente
broten palabras amargas, de insulto y de maldición, porque no pueden dejar su
lugar en el ministerio para casarse en nuevas nupcias. La realidad se impone, y
las noticias vuelan, por lo que Pablo ya tiene conocimiento de que un buen
número de viudas jóvenes han dejado en la estacada a la iglesia tras el
descubrimiento de un hombre que las desposase, con todo lo que esto conllevaba
en términos de prosperidad, sustento y seguridad.
D.
CUIDADO
FAMILIAR DE LAS VIUDAS JÓVENES
Por último, Pablo
vuelve a exhortar a los hijos de las viudas que las amparen y las sostengan
responsablemente en sus horas más difíciles: “Si algún creyente o alguna creyente tiene viudas, que las mantenga, y
no sea gravada la iglesia, a fin de que haya lo suficiente para las que en
verdad son viudas.” (v. 16) La obligación moral, familiar y espiritual de
cada hijo o hija creyente es que se haga cargo de, y abastezca (gr. eparkeito) a sus padres viudos o
de sus madres viudas. En el cumplimiento de uno de los mandamientos más
hermosos, pero menos considerado en nuestros tiempos por los descendientes de
un matrimonio, el cristiano nunca debe dar la espalda a la necesidad afectiva,
alimenticia o espiritual de sus progenitores ya viudos. La iglesia no debe
convertirse en garante del sostenimiento de viudas que tienen familia y que
tienen posibilidad de recibir de ella lo necesario y oportuno para su
subsistencia. De otro modo, los fondos o los recursos que la comunidad de fe
posee para auxiliar a las viudas que de verdad lo están pasando fatal, como
resultado de no tener familiares que se preocupen por sus necesidades,
menguarían sustancialmente con cualquier abuso que se perpetrase por parte de
supuestas viudas, o de supuestos hijos cristianos. No debía quitársele de la
boca el pan requerido a la viuda auténtica, para llenar la andorga de
interesados y codiciosos individuos e individuas a costa de la generosidad de
la iglesia. La comunidad de fe no había de ser cargada (gr. baseiszo) con más responsabilidades de las debidas.
CONCLUSIÓN
Como hemos
comprobado, existían determinados problemas que debían abordarse desde la
prevención y la previsión pastoral. De otra forma, las situaciones
comprometidas se sucederían, las dudas con respecto a la autoridad pastoral
recorrerían la iglesia, y formar parte de un ministerio troncal como era el de
las viudas ancianas sería algo que poder desechar en cualquier instante sin dar
cuentas de su abandono. Con el objetivo de que la comunidad de fe funcionase
como un reloj, actitudes como las de algunas viudas jóvenes debían ser atajadas
lo antes posible, y así poder disfrutar de un ambiente sano y armonioso en el
que poder trabajar para el Señor de forma consagrada y dedicada. Y nunca
olvidemos que Dios siempre tendrá cuidado de aquellas viudas que verdaderamente
están pasando por estrecheces y apreturas en la vida: “Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios en su santa morada.”
(Salmos 68:5)
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