VIDA IMPREDECIBLE
SERIE DE SERMONES EN ECLESIASTÉS
“QOHELET: SOMOS NIEBLA”
TEXTO BÍBLICO: ECLESIASTÉS 9:11-18
INTRODUCCIÓN
Hay cosas en la vida que se escapan a
cualquier predicción y lógica. Existen experiencias que damos por sentado que
son definitivas, y ¡oh, sorpresa! cambian su aparente derrotero para dejarnos
pasmados. Suele habernos pasado que, cuando estábamos ya vendiendo la piel del
oso antes de haberlo cazado, de repente ocurre algo que cambia por completo el
resultado de nuestras expectativas. Y es que suceden cosas que se escapan a
nuestra capacidad de intuir o pronosticar. Podemos barruntar que una situación
puede darse, pero ésta solo será el producto de la probabilidad y la
estadística. El ser humano intenta por todos los medios prever determinadas
circunstancias en todos los ámbitos de su existencia, pero al final, frustrado,
se da cuenta de que existen variables que se escapan a su control y
planificación. Ejemplos los tenemos todos los días cuando se habla de crímenes
impensables cometidos por personas de las que nunca te imaginarías que los
perpetrarían, de catástrofes naturales que parecían haber sido previstas, pero
que desbordan totalmente cualquier proyección de futuro, de accidentes brutales
en los que se ven envueltas personas que solamente pasaban por allí, etc…
Así es la vida, un cúmulo de coyunturas
desconcertantes e imprevisibles que nos ofrecen la oportunidad de reflexionar
sobre el hecho de estar preparados espiritualmente ante los desastres, las
crisis y las hecatombes que en un abrir y cerrar de ojos transforman nuestra
monotonía en un atasco monumental del que salir se antoja un ejercicio difícil
y doloroso. No se trata de convertirnos en presa de manías persecutorias o en
obsesivos del control y la seguridad. Pero sí es necesario unir a la sensatez
el reconocimiento de nuestra fragilidad y finitud. Escucho muchas veces el
refrán de que “quien todavía no haya
sufrido, que espere.” Ningún ser humano puede, por mucha previsión y
prevención que emplee para eludir la desgracia, someter bajo su control
aquellas cosas que nos superan y nos desesperan. Entonces, a la luz de esta
realidad que se despliega ante nuestros ojos, ¿cómo podemos asimilar la verdad
innegable de que la vida es impredecible?
1.
PARADOJAS DE UNA VIDA IMPREDECIBLE
Salomón, en su análisis de todo lo que
acontece en el mundo que conoce, afirma que apresurarse en sacar conclusiones
antes de que algo ocurra es sumamente arriesgado: “Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni
la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las
riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a
todos.” (v. 11) Aquello que nos parece lógico a menudo no lo es tanto. Los
prejuicios suelen sonrojar nuestro rostro y los preconceptos nos avergüenzan
cuando lo que debía ser así por lo general,
se convierte en una excepción a la regla. Nos pasa cuando etiquetamos a
las personas de otras culturas, por su aspecto externo o por el color de su
tez. Y como la sociedad ha identificado a determinadas personas con una serie
de actuaciones o intenciones, y nosotros hemos hecho nuestros esos tópicos,
metemos la pata más de una vez a la hora de tratar a nuestro prójimo.
Salomón lo explica fantásticamente bien.
No todos los veloces ganan el trofeo en una competición, porque pueden caerse a
mitad de carrera, o presumiendo de su rapidez se pueden confiar, y si no, que
se lo pregunten a la liebre y a la tortuga de la fábula. No todos los fuertes
vencen en la batalla, ya que, como se suele decir “más vale maña que fuerza,” y si no, que se lo pregunten a un
Goliat abatido por una piedra lanzada con la honda de un muchacho llamado
David. No todos los inteligentes viven de su conocimiento y saber, y si no, que
se lo pregunten a pensadores, científicos e inventores que murieron en la más
miserable de las condiciones. No todos los sensatos disfrutan de lujos y
fortuna, y si no, que se lo pregunten a personas con gran prudencia que
vivieron paupérrimamente y alejados de los placeres terrenales. No todos los
que tienen un pico de oro logran su objetivo de ascender en el escalafón social
o empresarial, y si no, que se lo pregunten a los palmeros que tras hacer la
pelota a alguien con posición e influencia, son menospreciados por serviles y
carentes de autonomía propia. Como vemos, la vida no es siempre algo lógico y
predecible. Nadie puede decir “de esta
agua no beberé” o “esto a mí no me
pasará.” A todos nos pasarán cosas cuando menos nos lo imaginemos, y todo
esto está dentro del conocimiento omnisciente de un Dios soberano como el que
pulsa las cuerdas de la historia y de la realidad eterna.
2.
SORPRESAS DESAGRADABLES DE UNA VIDA
IMPREDECIBLE
Si supiésemos qué nos ha de acontecer en
el futuro, ¿no sería cabal pensar en planes y estrategias que nos permitan
eludir y evitar el dolor, las crisis y las adversidades que han de
sobrevenirnos? Sin embargo, el ser humano, aunque publique sus dotes
adivinatorias y agoreras, nunca sabrá a ciencia cierta que le ocurrirá. Del
mismo modo que a los animales se les caza y apresa por medio de técnicas de
engaño y seducción, y que cuando ya se dan cuenta de la añagaza ya es demasiado
tarde, así ha de suceder con cada uno de nosotros cuando se abate la tormenta
perfecta que sacudirá nuestra existencia a todos los niveles: “Porque el hombre tampoco conoce su tiempo;
como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en
lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae
de repente sobre ellos.” (v. 12) Somos seres limitados en el tiempo y por
el tiempo, y por mucho que se esfuerce el mortal en consultar a los hados, a
las pitonisas y a los oráculos, cuando las dificultades llegan, nos golpean sin
compasión aunque hayamos sido prevenidos y cautelosos en cuanto al porvenir. La
desgracia es un acontecimiento universal que nos une a todos en torno al
padecimiento, y que nos enseña que nuestra capacidad para sortear el peligro es
bastante débil y pobre cuando las tribulaciones se ceban en nosotros como
pirañas del Amazonas. Las crisis son abruptas, inescapables e impredecibles, y
solamente nos queda rogar al soberano Señor de los cielos que se apiade de
nosotros y nos permita ver el amanecer de un radiante y soleado día de
salvación.
3.
EJEMPLO DE LA IMPREDICIBILIDAD DE LA
VIDA
Como ya sabemos, Salomón expone ante
nosotros determinadas experiencias personales sobre ciertos temas que a él le
parecen merecedores de ser reseñados para la posteridad. En este caso, Salomón
nos cuenta una breve historia que pudo haber ocurrido durante sus tiempos: “También vi esta sabiduría debajo del sol,
la cual me parece grande: una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y viene
contra ella un gran rey, y la asedia y levanta contra ella grandes baluartes; y
se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su
sabiduría; y nadie se acordaba de aquel hombre pobre.” (vv. 13-15) De este
acontecimiento Salomón extrae una serie de conclusiones que nos permiten
entender que la vida es una serie de circunstancias y situaciones enormemente
imprevisibles e ilógicas. Una ciudad con pocos recursos militares es capaz de
resistir y vencer el poderío bélico de un emperador por medio de la sabiduría y
la inteligencia.
Historias de esta clase podemos
hallarlas en las narrativas de Arquímedes salvando a Siracusa de manos romanas
en el 212 a. C., en las epopeyas mitológicas concernientes a la Ilíada, o en
textos bíblicos como el de la mujer sabia de Abel-bet-Maaca (2 Samuel 20:15-22), la cual libró a su
ciudad de ser diezmada por Joab, general de David, o el de la mujer que mató
con una rueda de molino lanzada desde una torre de Tebes sobre la cabeza de
Abimelec (Jueces 9:50-55). Lo lógico
y normal sería que sacasen en volandas al sabio por la puerta grande de la
ciudad. No obstante, Salomón recalca aquí que, en lugar de recibir el aplauso,
la gratitud civil y una recompensa por los servicios prestados, el sabio es
olvidado y arrinconado. La ingratitud humana también es algo imprevisible que
nos deja pasmados, sobre todo si somos nosotros los que les hemos sacado las
castañas del fuego a ciertos individuos desagradecidos. Y es que la naturaleza
pecaminosa del ser humano suele depararnos más de una sorpresa y mil y una
decepciones y desilusiones. Del mismo modo que el sabio fue obviado cuando la
victoria llega, así ocurre con cuantos necesitan algo de nosotros, y tras haber
recibido el alivio de su situación, si te he visto, no me acuerdo.
4.
TRES BENEFICIOS DE LA SABIDURÍA EN
TIEMPOS IMPREDECIBLES
A la vista de este ejemplo que propone
Salomón, lo que no debe cabernos duda es que aunque la sabiduría solamente sea
apreciada y valorada en las crisis, y que cuando todo es jolgorio y fiesta se
vuelva a la estupidez y la imbecilidad supinas, más vale maña que fuerza, como
decía aquel anuncio vintage de Níquel Nanas: “Entonces dije yo: Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la
ciencia del pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus palabras.” (v.
16) Por mucho músculo que enseñes, por mucho poderío que exhibas y por
mucha riqueza que digas tener, si no hay nada en el asiento de los sombreros,
vas apañado. Este caso siempre me recuerda al gran héroe mitológico Ulises
enfrentándose al Cíclope. Un gigantesco ser, cuyo oficio era cuidar de su
rebaño de ovejas y con un solo y gran ojo en medio de su frente y con apetitos,
un tanto caníbales, aprisiona a Ulises y unos cuantos de sus compañeros de
aventuras. Tras merendarse a varios de ellos, Ulises, estratega sublime de una
inteligencia superior, logra engañar al Cíclope, cegándolo con una de sus
tretas. Para evitar ser descubiertos por el Cíclope, los compañeros de Ulises y
él mismo, se abrazan a los vientres de las ovejas, para que al palpar el
Cíclope a sus ovejas, solo tocase mullida lana, y logran salir de la cueva en
la que estaban encerrados.
Aunque el menesteroso carezca de los
recursos de los poderosos y sus consejos no sean tenidos en cuenta, la
sabiduría siempre estará ahí para resolver entuertos, solventar complicaciones
e idear nuevas formas de salir adelante. El fuerte, sin conocimiento, verá cómo
sus bienes disminuyen a causa de su incompetencia, cómo sus energías menguan a
causa de su negligencia y cómo su autoridad decae en favor de personas con mayor
grado de lucidez y sensatez. He ahí lo inesperado de la vida, y he ahí el porqué
de que el mundo vaya como va. Al sabio y temeroso de Dios se le margina, y al
vanidoso y orgulloso se le aúpa a la cumbre del reconocimiento y el éxito. Es
preferible tener conocimiento y vivir con lo necesario, que ser un borrico
forrado de dinero, y a la historia me remito del mismo modo que lo hacía el
propio Salomón.
Escuchar al sabio requiere de atención y
concentración, a fin de entender y comprender el alcance teórico y práctico de
sus lecciones: “Las palabras del sabio
escuchadas en quietud, son mejores que el clamor del señor entre los necios.”
(v. 17) De nuevo, Salomón emplea el contraste que vimos en la historia de
la pequeña ciudad para enseñarnos que a la sabiduría no solamente se le debe
prestar atención cuando nos vienen mal dadas, sino que es preciso cultivar el
conocimiento y la inteligencia en los instantes tranquilos y sosegados, cuando
la amenaza solo es una lejana posibilidad del futuro. Desgraciadamente, la
gente suele darle mayor importancia a las voces y gritos de los poderosos, los
famosos, los soberbios y los mendrugos. Se le ofrece un espacio más público y
especial a la tontuna y a la estulticia que a la cultura y el saber. Lo que más
suena es lo superficial, lo morboso y lo resplandeciente, que lo que en un
momento dado nos va a sacar del atolladero en la hora más crítica. El volumen
de los mentecatos y merluzos supera con creces la voz de los sabios, y así nos
va… Deja a un lado estos alaridos y clamores que entretienen y adormecen los
corazones y las mentes, y pon tu alma en conocer a Dios y los propósitos que Él
tiene para tu vida. De otro modo, el clamor de los influyentes de este mundo se
tornará en llanto y crujido de dientes.
Por último, Salomón apela a la paz que
brinda la sabiduría en vez de a la escalada violenta que provocan aquellos de
nuestros congéneres que disfrutan con la gresca y la agresividad, tanto verbal
como militar: “Mejor es la sabiduría que
las armas de guerra; pero un pecador destruye mucho bien.” (v. 18) Cuando
se empuña un arma o se esgrime una estaca de roble, la razón ha fracasado. En
el preciso instante en el que los insultos y los vituperios silencian el
diálogo y el debate edificante, se pasa del sentido común a los instintos
animales más bajos y ciegos. Las armas nunca solucionaron nada en este mundo, y
a la historia me remito. La muerte que reina como consecuencia de las batallas
fratricidas y de los conflictos bélicos solo puede adquirir sentido en mentes tan
abyectas y malignas como la de Stalin, el cual dijo que “la muerte resuelve todos los problemas, por eso, sin hombre, ya no hay
problema”, y a fe que hizo todo lo posible con el aparato del estado
comunista soviético para constatar esta fría y deleznable afirmación. Si el
temor de Dios, que es el fundamento de la sabiduría humana, fuese santo y seña
de cada una de las decisiones de la humanidad, otro gallo cantaría. La
violencia solo engendra más violencia, pero la sabiduría que procede del amor
de Dios solo lleva a una paz duradera y a un estado satisfecho del alma en
Dios.
Como apostilla, Salomón deja en el aire
esta última sentencia sobre el bien que puede hacer el conocimiento en el
mundo, para aportar la idea de que un pecador la puede liar gorda y parda. No
hace falta darse cuenta de que en este mundo en el que el populismo radical y
fanático está entronizando a determinados líderes con un carácter despótico y
tiránico, una sola persona que impone su retorcida visión de cómo deberían ser
las cosas puede hundir un país, puede conducir a sus conciudadanos a guerras y
conflictos armados sin sentido, y suele erigirse como ejemplo a seguir en
términos morales y éticos aunque éste sea un redomado ególatra, hedonista y
granuja. El pecado tiene ese efecto sobre cada aspecto de la vida de nuestras
sociedades, y si una sola persona puede provocar el caos y el anarquismo
olvidándose de la ley de Dios para vivir a sus anchas, ¿qué espera a un mundo
en el que cohabitamos millones y millones de personas pecadoras? Las
sorpresivas noticias políticas en países de todas las latitudes nos vuelven a
demostrar que no hay nada escrito en los astros, que la vida es imprevisible y
que siempre volveremos a maravillarnos de la inconstancia y volubilidad humana.
CONCLUSIÓN
La
vida es imprevisible, ¿verdad? Seguro que podrás contarme historias a ese
respecto. Y si nuestro camino personal y comunitario es tan incierto, ¿a quién
podemos ir para aferrarnos suplicando un poco de ayuda y sostén? ¿Quién tiene
el poder de hacernos superar las complicaciones vitales que aparecen a diestro
y siniestro? Solo Cristo tiene el poder y la autoridad para prometernos que,
pase lo que pase en nuestras vidas, nunca estaremos desamparados. Los efectos
impredecibles de nuestros semejantes, las circunstancias que puedan amenazarnos
de sopetón, y las consecuencias imprevistas de nuestro pecado, nunca podrán
hacer menguar el cuidado que Dios tiene de nuestras vidas. Pero para vivir
seguro y sin miedo en un entorno tan desapacible como el que tenemos, no te lo
pienses mucho más y pon tu confianza en Cristo, tu Señor y Salvador, el cual
nos acompaña sea cual sea la coyuntura por la que estemos pasando.
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