EL ENEMIGO Y SU ESTRATEGIA
SERIE DE
ESTUDIOS SOBRE GÉNESIS “VOLVIENDO A LOS FUNDAMENTOS”
TEXTO
BÍBLICO: GÉNESIS 3:1-5
INTRODUCCIÓN
No sé si os ha
pasado alguna vez que, viendo una película o leyendo un libro, mientras la
trama de la historia se va desenvolviendo de manera satisfactoria, feliz y
perfecta, nos da la sensación de que todo es demasiado bueno para ser verdad.
Tenemos la impresión de que la historia dará un vuelco en cualquier instante,
que un personaje inesperado va a entrar en el devenir de la narrativa para
truncar esa dinámica de alegría y tranquilidad con la que comenzó la historia.
Es como si hubiese algo dentro de nuestro ser que nos alertase, casi de manera
instintiva, a modo de corazonada, de que la felicidad dura poco y que siempre
va a haber alguien que quebrante la estructura narrativa llevándola al límite,
al error o al desastre. Creo que es justamente lo que ocurre con la historia de
plenitud y sublime realización del ser humano que encontramos en Génesis. Adán,
ubicado en un entorno amable y perfecto, con línea directa con el Creador de
todas las cosas, con todas sus necesidades básicas saciadas, y disfrutando de
la culminación de sus anhelos con una relación matrimonial, parecía ver
colmadas todas sus expectativas de un futuro halagüeño e inmejorable. ¿Qué más
podían pedir Adán y Eva en un contexto tan privilegiado?
Sin embargo,
alguien que contemplaba desde las sombras del tiempo esta bucólica y utópica
escena de amor, comunión y deleite, decide entrar en escena para trastocar
terriblemente la armonía y el esplendor de la creación de Dios. El aguafiestas
mayor del reino, un ser despreciable que ya existía antes de la creación de la
tierra, cuyas abyectas y envidiosas intenciones iban a marcar un antes y un
después en la historia de la humanidad, se acercaría sigilosamente para acabar
de un solo plumazo con las sonrisas de Dios y de sus criaturas humanas. Pero no
iba a ser él solo el responsable de la ruina futura del ser humano, sino que
recibiría la inestimable ayuda de la corona de la creación, y concretamente de
la libertad de albedrío que era parte de la imagen de Dios en el primer hombre
y en la primera mujer. Este ser repugnante y astuto era el mismísimo Satanás,
presto para dinamitar esa relación entrañable y estrecha que existía entre el
ser humano y Dios. Su estrategia es simple, pero demoledora, y como veremos con
claridad meridiana, sus tácticas de destrucción de todo lo bueno y lo amable de
este mundo, sigue haciendo de las suyas aun a pesar del paso de los siglos.
A.
LA
SERPIENTE MIENTE
El dramático
capítulo tres de Génesis comienza con una especie de “dramatis personae”, de presentación de un nuevo personaje
siniestro y sibilino que va a volar ese puente de comunión total entre Creador
y criaturas humanas: “Pero la serpiente
era astuta, más que todos los animales del campo que el Señor Dios había
hecho.” (v. 1 a) Aquí parece la figura simbólica de una serpiente, animal
que como todos sabemos es un reptil ofidio sin pies, de cuerpo aproximadamente
cilíndrico y muy largo respecto de su grueso, cabeza aplanada, boca grande y
piel pintada simétricamente con colores diversos, escamosa, y cuya parte
externa o epidermis muda por completo el animal de tiempo en tiempo. Por lo
general, a la gran mayoría de personas les provoca repulsión la sola visión de
uno de estos reptiles, y a veces, con grandes dosis de ignoracia, creemos que
todas son venenosas y peligrosas, cuando no es del todo cierto. La serpiente es
considerada por distintas culturas y civilizaciones antiguas como un símbolo de
la juventud eterna, de la inmortalidad y de la fecundidad, dada su costumbre de
mudar su piel en determinados momentos de su vida, e incluso se la identifica
con la sabiduría, del caos y de la medicina.
No obstante, para
la imaginería bíblica, la serpiente se convierte desde el principio en un icono
de la maldad, de la astucia y de la tentación. Todo esto sucede por el hecho de
que fue la forma que adquirió el diablo, ángel caído y expulsado por Dios desde
las alturas celestiales, para que el ser humano, en este caso Eva, no se
sintiera sorprendido con su aparición y su capacidad parlante. Satanás fue
desterrado del cielo a causa de su franca rebelión contra Dios: “¡Cómo has caído del cielo, lucero de la
mañana! Tú, que sometías a las naciones, has caído por tierra. Decías en tu
corazón: «Subiré hasta los cielos. ¡Levantaré mi trono por encima de las
estrellas de Dios! Gobernaré desde el extremo norte, en el monte de los dioses.
Subiré a la cresta de las más altas nubes, seré semejante al Altísimo.» ¡Pero
has sido arrojado al sepulcro, a lo más profundo de la fosa!” (Isaías 14:12-15)
De hecho, si leemos el último libro de nuestras Biblias en Apocalipsis, Satanás
es reconocido como la Serpiente por excelencia durante la batalla que se
entabla entre el arcángel Miguel y este ser malvado: “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama
diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero.” (Apocalipsis 12:9; ver
20:2). Esta imagen del demonio como serpiente escurridiza y escamosa,
siempre me recuerda al adversario de Harry Potter, un ente cuya firma y marca
es la de una culebra sibilante. El escritor bíblico nos describe de manera
especial su astucia, es decir, su capacidad para ser “aguda y hábil para engañar o evitar el engaño o para lograr
artificiosamente cualquier fin.”
Esta
característica de la serpiente solo podía ser dada por el mismo demonio, ya que
los animales originalmente creados no necesitaban de astucias o ardides para
sobrevivir, dada la armoniosa convivencia de que disfrutaban todos. La astucia
surge de la sensación de peligro, de la sospecha de daño y de la ambición de
alguien que desea algo que no le corresponde o pertenece, como fue el caso de
Satanás cuando quiso arrogarse el señorío divino y se rebeló contra Dios. En
esa astucia, la serpiente parece mostrarse inofensiva, sincera, inocente, e
incluso, simula una intención de información veraz, que como constataremos solo
se trataba de la primera “fake new” de la historia. Por supuesto, el hecho de
que Dios crease a la serpiente como un animal perfecto y bueno en gran manera,
no implica que otros seres poderosos como el demonio, pudieran usar su imagen y
apariencia en su propio beneficio personal. Dios no tiene culpa de que su
enemigo más acérrimo se dedique a malversar empleando a sus criaturas.
La serpiente
también muestra una particularidad sorprendente cuando se presenta delante de
Eva: posee la aptitud de articular palabras con sentido. ¿Acaso los animales
podían hablar en esa etapa de la historia de la creación? ¿O solo es un caso
típico de ventriloquía? Sabemos que la burra de Balaam logra de manera epatante
hablar a su dueño tras los malos tratos que de él recibe. ¿Estaríamos hablando
de lo que C. S. Lewis, en sus Crónicas de Narnia, imagina que era el estado
primigenio de los animales, que era el del lenguaje cognoscible y comprensible
para el ser humano? Más allá de especulaciones que nos llevarían a más
especulaciones, lo cierto es que Eva no parece sorprenderse en demasía al
escuchar a la serpiente cuando abre sus fauces: “La cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo
árbol del huerto?” (v. 1b). He aquí el comienzo de una estrategia perversa
contra la integridad moral y espiritual del ser humano. La ponzoña de una
mentira es el vehículo que emplea el diablo para lograr embaucar a Eva. Es,
como dijimos, una noticia falsa, o “fake new” como se la denomina en nuestros
tiempos. Es una pregunta en la que somos capaces de observar el conocimiento
especial que la serpiente tenía del pacto que Dios había realizado con el ser humano
sobre comer de los árboles del Edén. Su pregunta no es una pregunta inocente, o
un interrogante ignorante. Todo lo contrario. La serpiente sabe medir a su
oponente, un ser aislado de su pareja, que sabe a la perfección cuáles son las
estipulaciones que Dios había dado en cuanto al ejercicio del libre albedrío.
El “con que” ya nos escama. Es una
manera maquiavélica de colocar en la mente de su víctima la duda sobre algo que
ya se pretendía como veraz y cierto.
B.
BIEN POR
EVA
Eva responde sin
pasmarse ante la entrada en escena de la serpiente con toda la sinceridad del
mundo, afirmando la certidumbre de lo que Dios había dicho y desechando la
falsedad de la declaración interrogativa de la artera serpiente: “Y la mujer respondió a la serpiente: Del
fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que
está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que
no muráis.” (vv. 2-3). Eva tenía la lección bien aprendida. Bien le fuese
dada esta instrucción por Dios de manera directa, o bien fuese Adán el que la
avisase de esta primera alianza con el Señor de todo lo creado, lo cierto es
que Eva conoce a la perfección que no debe ni comer, ni tocar el árbol del
medio, el cual sabemos que era el árbol de la ciencia del bien y del mal. La
pena capital por la desobediencia era terrible, ya que la muerte sería la paga
de cualquier acto gustativo o táctil por parte del ser humano. La idea de la
muerte, aunque no es todavía una experiencia real para el ser humano, no obstante
debía ser un concepto teórico respaldado por una explicación de Dios de en qué
consistía en la realidad, aunque de ello no tengamos un relato expositivo de
cualquiera de las conversaciones entre Dios y el ser humano por aquellos días.
C.
LA
SERPIENTE EMPLEA LA TÁCTICA DE LA MEDIA VERDAD
Después de una
mentira, Satanás utiliza una media verdad para seguir inoculando el veneno de
la vacilación en el corazón y la mente de Eva: “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis.” (v. 4).
¿Dónde está aquí la media verdad? Esa media verdad está en que, sí, tal vez Adán
y Eva no caerían fulminados e inertes en tierra, escapándoseles la vida con un
chasquido de dedos divino y en un abrir y cerrar de ojos. No iban a ser
desintegrados con un rayo celestial despojándoles de la existencia. En el
sentido material y físico, sus cuerpos impregnados del hálito vital de Dios,
seguirían funcionando y realizando sus procesos biológicos. Los latidos del
corazón no iban a detenerse y su aliento no se detendría colapsando sus
pulmones. En eso la serpiente no mentía. Sin embargo, la otra mitad de esta
media verdad, sí que era una falsedad como un templo de grande. Sí morirían
espiritual y moralmente, y sus cuerpos perfectamente diseñados, con el paso del
tiempo se deteriorarían hasta desaparecer entre cenizas y polvo en un momento
dado. La verdadera vida, que es aquella que brota de una comunión hermosa,
íntima y profunda entre Dios y el ser humano, huiría de su realidad a causa de
dudar de la veracidad de las palabras de Dios, aunque solo fuese un solo
instante. La serpiente quería que Dios aborreciese a esta nueva criatura del
mismo modo que lo era él por parte del Señor de los cielos y de la tierra.
Metiendo en las mientes de Eva, y por extensión de Adán un poco más tarde, la
idea de que la desobediencia no era algo malo y que no tenía repercusiones
trágicas y dantescas, iba a conseguir fastidiar a Dios y a esta nueva raza
humana que había creado Dios para compartir su amor y bondad eternas.
Pero Satanás, la
serpiente antigua, no solo deja caer como si tal cosa esta afirmación tan
contundente, que provocaría en Eva una visión completamente distinta de Dios y
de su fiabilidad. La sibilante serpiente remata la faena de engaño y
manipulación con la siguiente frase: “Sino
que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y
seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.” (v. 5) Ahora no solo provoca
incertidumbres en Eva, sino que prepara ante sus ojos una imagen mental de Dios
deplorable y pervertida: “Dios no es más
que un envidioso, un ser celoso que no quiere compartir con el ser humano todo
lo que tiene y todo lo que es. Él conoce la diferencia entre lo que está bien y
lo que está mal, es capaz de juzgar libremente entre lo maldito y lo bendito.
¿Por qué vosotros no deberíais ser como Él? Dios no es tan benevolente como
parece si lo pensáis por un momento. Si fuese veraz y sincero con vosotros,
dejaría que compartieseis su sabiduría. Sois criaturas cegadas e ignorantes
porque así lo quiere Dios. Solo veis y percibís aquello que solo Él quiere que
veáis y notéis. Sacudíos su yugo y su venda de vuestros ojos. Poned en práctica
ese libre albedrío y esa libertad de elección, y seréis justamente como Él,
divinos y eternos.” La percepción de Eva de Dios, del pacto realizado con
el ser humano, de las repercusiones de comer del árbol de la ciencia del bien y
de mal, parece cambiar con el paso de los minutos.
CONCLUSIÓN
Si Eva hubiese
escuchado estas palabras y las hubiese desmentido en ese mismo instante, el
bien, la paz y la prosperidad hubiesen sido su existencia en plenitud bajo la
soberanía de Dios. La historia humana hubiese cambiado radicalmente y la
desgracia no ensombrecería el paraíso de cielos abiertos y de intimidad con
Dios. La pelota estaba en el tejado del ser humano. ¿Gestionarían correcta y
prudentemente la capacidad de elegir, la cual es gloria y riesgo del ser
humano? ¿Qué decisión tomarían Eva y Adán? La respuesta a esta pregunta será el
segundo acto de la caída y miseria de la humanidad, las cuales todavía colean a
pesar de los milenios que nos separan de este acontecimiento ancestral.
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