LA VISIÓN DE LA RESURRECCIÓN





DOMINGO DE RESURRECCIÓN

INTRODUCCIÓN

      El todavía indescifrable evento de la resurrección de Cristo sigue insuflando vida, pasión y esperanza a todos los creyentes del mundo, sobre todo cuando celebramos y recordamos un día como el de hoy. A diferencia de la miríada de religiones, sectas y confesiones religiosas que han poblado el mapa de la historia, el cristianismo ha marcado la gran distinción de servir y seguir a un Dios vivo, a un Salvador que no está enterrado en una fosa o en un panteón funerario. La resurrección de Jesús, tras haber demostrado al mundo el alcance y extensión del amor de Dios para con el ser humano, es el emblema que sigue enardeciendo y motivando a todos sus discípulos de todos los tiempos. De hecho, el domingo que actualmente dedicamos para adorar a Dios, surge con la importancia de un simbolismo sublime de muerte después de la vida, de esperanza contra esperanza. Calibrar la importancia de la resurrección de Cristo como necesaria para completar su obra redentora, y como espejo en el que se ha de mirar el cristiano que deposita su fe en el poder y la misericordia de Dios, supone reconocer que la resurrección adquiere significados y sentidos que nos siguen dando fuerza para continuar en este peregrinaje que es la vida.

      Mientras muchos en este mundo simplemente existen sin dar a Dios el lugar debido, o adoran imágenes y estatuas en procesiones que pretenden acallar conciencias que durante el año se muestran insensibles y cauterizadas, el cristiano que merece ser llamado así no puede por menos que regocijarse en las repercusiones y efectos que la resurrección provoca en éste. La resurrección de Cristo solo es una primicia de lo que está por llegar para nosotros, y contemplando a ese Jesús vuelto a la vida, con un cuerpo glorificado y exento de la corrupción mortal, y con un mensaje de abundancia de gracia y de la promesa de un mundo venidero infinitamente mejor. Jesús mismo, antes de devolver el aliento vital a Lázaro dejó meridianamente claro qué nos espera si confiamos en él: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.” (Juan 11:25-26) El hecho de que Jesús resucitase nos marca un camino que en su momento exacto y sublime nos liberará del pecado, del dolor y del sufrimiento para siempre. ¿Qué implicaciones suscita la realidad histórica de la resurrección de Cristo para cada una de nuestras vidas?

A. VEREMOS A DIOS

“Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.” (Apocalipsis 20:6)

      La consecuencia más formidable y maravillosamente esperada de creer de todo corazón en la resurrección de Jesús en favor nuestro, será que también nosotros resucitaremos cuando acabemos de vivir los años que el Señor estime conveniente sobre la faz de esta tierra. Todos sabemos que todo ser humano tiene un final en esta estancia temporal que conocemos como vida. Todos, lo crean o no, lo omitan o lo intenten evitar, habremos de cruzar el dintel de la muerte para comparecer ante Dios. Aquellos que durante el tiempo de su existencia hayan menospreciado, despreciado o renegado de la obra redentora de Cristo en su crucifixión y resurrección, resucitarán, pero en este caso lo harán para su vergüenza y castigo eternos. 

      Sin embargo, aquellos que en vida depositaron su fe sin dudar en la resurrección y muerte de Cristo, serán considerados afortunados y felices, ya que su esperanza, a pesar de las dudas, las pruebas y las tentaciones, surgió perseverante de ellas para someterse al poder y soberanía de Dios. Podrán disfrutar de toda una eternidad en la presencia de ese Dios que nos era invisible en la dimensión terrenal, pero que en la gloria celestial podremos ensalzar y gozar para siempre. Serán sacerdotes escogidos por Dios, siervos recompensados con las riquezas de la gracia divina y reyes en el orden del Reino de Dios que será establecido definitivamente. Me encanta el modo en el que expresa esta nueva realidad de vida el apóstol Pablo: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo, por gracia sois salvos, y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” (Efesios 2:4-7) ¿Serás tú uno de ellos? ¿Serás santo y feliz viendo a Dios, su magnificencia, su amor inconsumible, su hermosura impresionante y su poderío majestuoso?

B. VEREMOS COMO SOMOS REALMENTE

“Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?... Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual.” (1 Corintios 15:35, 42-44)

     Otro de los efectos más anhelados e impactantes que trae la resurrección de Cristo a nuestras vidas el franqueo de las puertas del más allá es que seremos por fin quienes somos en realidad. Pablo indicó esta verdad de este modo: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” (1 Corintios 13:12) Floyd W. Tomkins expresó  también la transformación espiritual radical que surge de la resurrección de Jesús: “Que la alegría de la resurrección nos levante de la soledad, la debilidad y la desesperación a la fuerza, la belleza y la felicidad.” Y es que el cuerpo que albergará nuestra esencia vital ya no estará expuesto a los rigores del tiempo, no se deteriorará con los estragos de la enfermedad o el sufrimiento, ni se desintegrará célula a célula mientras el reloj de la edad acumula un nuevo año. Nuestro cuerpo, nuestra apariencia antaño sujeta a la corrupción y a la degeneración progresiva, con todos los signos de la acción del pecado en cada una de nuestras moléculas, resucitará a una renovación completa indescriptiblemente reseñable. Pasaremos de preocuparnos por las arrugas, las taras físicas, los complejos de imagen y el sostenimiento baldío de una juventud pasajera, para comprobar como nuestro cuerpo glorificado se viste de incorrupción en nuestra patria celestial. 

      Cederemos ante el avance de las secuelas de nuestras malas decisiones, prácticas y hábitos viciosos para considerar nuestro cuerpo remozado como un receptáculo de la gloria imperecedera de Dios. El pecado dejará de someternos y aguijonearnos el alma para sentir la plenitud de Dios y de su Espíritu corriendo por nuestras venas. Abandonaremos aquellos instantes en los que la fragilidad, la debilidad y las limitaciones de miembros enfermos y desgastados, para encontrar ese vigor, esa fuerza, esa energía y poder que será la savia revigorizante del amor inagotable de Dios. Toda una vida de instintos e impulsos tendentes al pecado, a la maldad y a la auto-destrucción serán historia al constatar quiénes somos de verdad ante los ojos del Señor: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas.” (Apocalipsis 21:4-5) ¿Querrás saber quién eres tú de verdad, sin las cadenas del pecado ni la ansiedad por las cuestiones terrenales? Halla tu identidad auténtica viviendo la resurrección de Cristo en tu día a día y recibirás esa “piedrecita blanca en la que está escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.” (Apocalipsis 2:17)

C. VEREMOS A QUIENES NOS PRECEDIERON

“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.” (1 Tesalonicenses 4:13-18)

     Y por última, pero no por ello menos importante razón, la resurrección de Cristo nos prepara para recibir un regalo increíblemente emocionante y asombroso: podremos volver a ver a nuestros seres queridos y hermanos en Cristo que se anticiparon a nosotros durante nuestra vida. Ellos terminaron la carrera de la fe antes que nosotros, y ya se hallan en la presencia de Cristo, tal y como nos promete en su Palabra. Sus trabajos y preocupaciones terminaron al fin, y se encuentran en un lugar millones de veces mejor que en que estamos. Duele experimentar la despedida de cada uno de estos padres, hermanos, hijos y amigos que depositaron su fe en el Salvador de Belén, pero para el creyente que sabe que solo es un hasta pronto, un hasta luego, y no un hasta siempre, esa esperanza nos permite encarar sus ausencias con entereza y la seguridad de que volveremos a encontrarnos con ellos en compañía de los ángeles y de nuestro Señor y redentor Jesucristo. 

    Cuando Cristo vuelva de nuevo, nos encontremos aquí o ya en las moradas celestiales, todos tendremos la oportunidad impagable y particularmente preciosa de abrazar a nuestros seres queridos, compartiendo recuerdos y saboreando con deleite y placer el hecho del reencuentro. Rodeados del amor perfecto de Dios, sabiendo quiénes somos realmente en virtud de nuestro nuevo cuerpo espiritual, y estrechando entre nuestros brazos a los que nos precedieron, no podemos más que ansiar ese día perfecto y esplendoroso que se eternizará y no dejará de ser nunca jamás. Solo podemos exclamar como hizo Juan en su Apocalipsis: “Sí, ven, Señor Jesús.” (Apocalipsis 22:20) ¿No querrás poder sentir el renovado amor de tus hermanos en Cristo que ya partieron a la presencia de Dios en cada abrazo que puedas darles?

CONCLUSIÓN

    La resurrección bendita de Cristo es un acontecimiento que no podemos desdeñar nunca, ya que de ella brotan todos estos beneficios que en sí mismos han de producir un deseo ferviente de perseverar y luchar en este plano de la existencia en vista de lo que nos aguarda. Cuando seamos testigos de primera mano de nuestra resurrección, fruto de la resurrección de Cristo como culminación de su pasión y muerte en la cruz, trae a tu memoria el texto bíblico que hallamos en Apocalipsis 7:9-17: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén. Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.”

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