DISTINTO EN MI CARÁCTER: PERSEGUIDOS POR CUMPLIR LA VOLUNTAD DE DIOS
SERIE DE SERMONES SOBRE EL SERMÓN DEL
MONTE “DISTINTOS: VIVIENDO POR ENCIMA DE LA NORMA”
TEXTO BÍBLICO: MATEO 5:10-12
INTRODUCCIÓN
¿Qué motiva a un ser humano para
perseguir con saña y odio a otros de sus semejantes? ¿Qué justificaciones
pueden aducirse cuando alguien insulta, descalifica y difama a otra persona por
razón de su fe, pensamiento o ideología? Es como si algo dentro del alma humana
desconociese lo que es el respeto hacia las ideas de otros, lo que es el
diálogo fructífero y honorable, o lo que es la búsqueda de acuerdos, consensos
y armonía. A lo largo de la historia todos aquellos que han pensado de manera
distinta a lo establecido como absolutamente correcto han sido denigrados,
marginados y atacados inmisericordemente. Desde la política y la religión,
siempre han surgido y resurgido movimientos que han tratado de acallar las
voces críticas y diferentes de quienes se oponían frontalmente a una visión de
la realidad. La represión que hoy podemos contemplar horrorizados y apenados en
Venezuela, Cuba o Corea del Norte, por poner algunos ejemplos, con el uso
coercitivo de la violencia y de las armas, es parte de la dinámica histórica de
silenciamiento de posturas alternativas que ponen en duda el estatus quo. Los
métodos de inquisitoriales enemigos de la verdad, del amor y de la justicia
pugnan por callar aquellos mensajes y discursos que no se ajustan a su
perspectiva social, cultural, confesional o política.
Si alguien piensa de manera diferente,
incluso en un pretendido clima de tolerancia y respeto democrático, lo más
fácil es desdeñarlo con un torrente de críticas mordaces, desinformación a raudales
y burlas ingeniosas. Si los niños tienen pene y las niñas vulva, esa corrección
política por la que se aboga cuando se trata del ataque a posiciones políticas
progresistas, se olvida y se echa a un lado para lanzarse a la yugular de una
opinión tan valiosa como otra cualquiera. Si crees o piensas de forma similar a
este pensamiento único en construcción, cuya base es el humanismo más falaz y
egoísta, estarás exento de ser perseguido en las redes sociales, en la calle,
en el templo, en tu contexto más inmediato. Pero como no te acomodes a lo que
se supone que debes pensar por dictado de aquellos que se tienen por dueños de
la verdad, estás acabado y serás estigmatizado de por vida a causa de tu fe. No
quiero dejar de señalar que determinados enfoques erróneos del cristianismo han
participado de esta clase de persecución, acoso y derribo a lo largo de la
crónica de la humanidad. Pero lo que otros hayan hecho con el evangelio y su
pureza no debe identificarnos hoy con los crímenes que se perpetraron en el
pasado en el nombre de Dios o de la religión.
Jesús mismo se convierte, cuando hablamos
de persecución por razón de un pensamiento o confesión distinta, en el ejemplo
de alguien que continuamente es maltratado, amenazado y vituperado por predicar
y enseñar un camino de salvación, amor y libertad que contrastaba radicalmente
con la propuesta de una religiosidad legalista e hipócrita imperante en su
tiempo. La trayectoria de Jesús está ahí, con sus requiebros ante las añagazas
de sus detractores, enfrentándose de modo rotundo con sus enemigos, muriendo
injustamente en la cruz solo por presentar la verdad desnuda a sus
contemporáneos, los cuales estaban siendo abrumados y aplastados por el yugo de
una ley arbitraria, humana y fría. Ya nos advierte el mismo Jesús de que lo
mismo que le estaba por suceder sería el pan de cada día de sus discípulos: “Acordaos de la palabra que yo os he dicho:
El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a
vosotros perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha
enviado.” (Juan 15:20-21) Las causas de su persecución y de los intentos
por zancadillearle una y otra vez para denunciarlo ante las autoridades
religiosas judías, tienen que ver con la renuencia a reconocer la oscuridad de
sus fines, intereses y corazones. No es por causa de alborotos públicos, hechos
delictivos, traición manifiesta contra la identidad nacional y religiosa, o
colaboración con grupos disidentes terroristas. Es acusado y sentenciado
solamente por señalar la negrura de sus almas: “Si yo no hubiera venido, ni les hubiere hablado, no tendrían pecado;
pero ahora no tienen excusa por su pecado. El que me aborrece a mí, también a
mi Padre aborrece. Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha
hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi
Padre. Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley:
Sin causa me aborrecieron.” (Juan 15:22-25). Sanó, amó, pregonó perdón y
liberación del pecado, vivió de manera intachable ante sus adversarios, y sin
embargo, quisieron silenciarlo con una crucifixión vergonzosa y cruel porque
amenazaba todo su mundo de pecado.
Dado que Jesús nos alerta de que vivir la
fe en su nombre es una actividad de riesgo, es preciso recuperar la idea de que
ser perseguidos por causa de la justicia y en razón de creer en su obra
redentora en favor de la humanidad es parte de nuestro discipulado y de nuestra
felicidad. La pregunta es: ¿Cómo podemos considerarnos bienaventurados mientras
la gente nos persigue, nos odia y nos escarnece? ¿Cómo podemos decir que somos
felices cuando los medios de comunicación, determinados partidos políticos e
instancias ideológicas, e instituciones religiosas, nos afrentan, insultan y
difaman día sí, y día también? La respuesta no es sencilla, ni instantánea, ni
fácil de abordar, al menos mientras vivamos en esta dimensión terrenal. A nadie
le gusta que lo persigan, y menos cuando se trata de una persecución feroz y
despiadada, sabiendo que no has hecho nada malo ni delictivo al compartir tu fe
y vivir según los principios morales y éticos establecidos por Dios en su
Palabra. A nadie le encanta ser vituperado, insultado y atacado verbalmente,
dudando de su honor, dignidad e intenciones. A nadie le entusiasma que la gente
vaya vertiendo infamias e infundios sobre quién es o qué hace en la vida. A
nadie le parece plato de buen gusto tener que afrontar el día a día entre
murmuraciones, chismorreos, miradas de sospecha o improperios dialécticos.
¿Entonces cómo podemos considerarnos afortunados a la vista de este panorama?
Jesús nunca quiso mentir a sus seguidores.
No se propuso pintar de color rosa el futuro que les esperaba. No escondió las
amenazas reales a las que verían expuestos a la hora de dar testimonio de su
persona y evangelio a las naciones: “He
aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como
serpientes, y sencillos como palomas. Y guardaos de los hombres, porque os
entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante
gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y
a los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis;
porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois
vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en
vosotros. El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y
los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir. Y seréis
aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin,
éste será salvo.” (Mateo 10:16-22). La felicidad que surge de ser
perseguido por causa de Cristo se resume en la salvación que espera completarse
una vez hallamos resistido los embates furibundos de nuestros enemigos, de los
enemigos de la verdad, la justicia y la libertad. La fortuna que supone ser
portadores de las mejores noticias habidas y por haber sobre la posibilidad
increíble de restaurar la relación rota por el pecado entre Dios y el ser
humano debe ser un acicate supremo. La alegría de ser canales de bendición por
medio del Espíritu Santo incluso en medio de juicios sumarios en contra de
nuestra fe, llena nuestra conciencia de tranquilidar al sabernos en manos de un
Dios todopoderoso que hablará por nuestra boca y labios. No existe mayor
satisfacción que saberse parte del equipo solidario y colaborador de siervos y
siervas que saben lo que creen y creen en la salvación de sus semejantes.
Mientras ese momento feliz llega, seamos astutos, prudentes y sabios en el
trato con personas que pueden traicionarnos y entregarnos en manos de leyes
anti-cristianas.
Lo triste de este espíritu de
persecución, el cual hoy se muestra refinadamente disfrazado de progresismo y
tolerancia, es que puede llegar a involucrar a personas de nuestra propia
familia, las cuales harán todo lo posible por desarraigarnos de nuestras
convicciones cristianas. Sin embargo, a pesar de estas tremendas presiones que
recibiremos para renunciar a lo mejor que nos ha pasado en la vida, Jesús nos
promete que estará a nuestro lado para fortalecernos y protegernos: “Pero ni un cabello de vuestra cabeza
perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.” (Lucas 21:18-19).
Nuestra fe será probada por el fuego de la persecución, sea cual sea la forma
que ésta pueda adoptar, y nuestra perseverancia redundará en la recompensa de
sabernos inscritos en el libro de la vida. El apóstol Pablo, en su empeño por
reconfortar y alentar a sus hermanos en Tesalónica, les escribe lo siguiente: “Nosotros mismos nos gloriamos de vosotros
en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras
persecuciones y tribulaciones que soportáis. Esto es demostración del justo
juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el
cual asimismo padecéis. Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a
quienes os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con
nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de
su poder.” (2 Tesalonicenses 1:4-7). La justicia de Dios pondrá a cada cual
en su lugar, y el nuestro será el de descansar de los atropellos que en vida
sufrimos por causa de creer y predicar a Cristo a un mundo hostil. Saborearemos
eternamente el reconocimiento que Dios hará de nosotros como dignos de formar
parte del Reino de los cielos en gloria.
Hasta que este maravilloso instante sea
una realidad, nuestra actitud para con aquellos que nos persiguen y calumnian
debe ser la misma que empleó Jesús en relación a sus captores, verdugos y
jueces: “Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por
los que os ultrajan y persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está
en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover
sobre justos e injustos.” (Mateo 5:44-45). Pablo, perseguidor acérrimo de
los cristianos antes de convertirse a Cristo y exponente del fanatismo fundamentalista
que suele impregnar a los que amenazan y asedian a aquellos que creen o piensan
distinto a ellos, supo amoldarse a este renovado talante: “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.” (Romanos
12:14). El apóstol de los gentiles nos está diciendo: “No seáis como aquellos que os odian. Que puedan ver que las
motivaciones de su afán persecutorio no tienen sentido ni fundamento. Que
puedan ver a Cristo y su amor derribando los muros mentales de su ciega
obcecación.” Ser cristiano desde una perspectiva auténtica y sincera no es
precisamente lo que anhela el ser humano, y poco a poco, esa admiración por los
valores, principios y creencias que el cristianismo aportaba para mejorar el
mundo y la sociedad en todos sus aspectos, se ha ido convirtiendo en odio e
intolerancia. Esto nos recuerda a cómo veía la sociedad de los días de Pablo al
movimiento cristiano, como “la escoria
del mundo, el desecho de todos.” (1 Corintios 4:13). El modo de cambiar
esta percepción es orar, rogar e interceder ante Dios por todos aquellos que
nos difaman, maldicen y persiguen, amando en el proceso y demostrando con
nuestras palabras y actos que solo Cristo merece la pena ser creído y seguido.
CONCLUSIÓN
Tal vez no veamos con tanta nitidez y
fuerza el hecho de que seamos perseguidos por servir y obedecer a Cristo, ya
que en apariencia vivimos en una sociedad y cultura de libertad de conciencia,
pensamiento, confesión y reunión. Pero no pienses inocentemente que no somos el
objetivo número uno de grupos de presión ideológicos y políticos a los que
incomodamos con nuestra visión cristocéntrica del mundo que nos rodea.
Prepárate para las batallas que habremos de entablar en distintos foros y
contextos, pero hazlo teniendo en cuenta la más esperanzadora promesa que Dios
nos hace en esos precisos momentos de adversidad y tribulación: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o
espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos
contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que
vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni
la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo
presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa
creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor
nuestro.” (Romanos 8:35-39)
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