UN IMPACTO IMPARABLE
SERIE DE
ESTUDIOS EN HECHOS “EL EVANGELIO IMPARABLE”
TEXTO
BÍBLICO: HECHOS 17:16-18, 22-23, 30-31
INTRODUCCIÓN
Más que
nunca en la historia tenemos la oportunidad de compartir nuestras opiniones,
criterios y valores con el mundo entero. Internet, las redes sociales, el
desarrollo y progreso de los medios de comunicación, y la amplia difusión de
cualquier hecho, idea o pensamiento han propiciado millones de foros en los que
debatir, discutir y desplegar todo tipo de cosmovisiones y perspectivas. En un
mundo en el que el relativismo es predominante, en el que la verdad se ha
difuminado y estirado hasta ser irreconocible, y en el que cualquier cosa que
uno diga debe ser respetada aunque sea un despropósito o una barbaridad, todo
vale.
La
literatura, el arte contemporáneo, el cine, la música y cualquier canal de
expresión nos bombardean con mil y una visiones de la realidad a cual más
increíble y estrambótica. Es precisamente en este estado de cosas en el que el
creyente debe rogar al Señor por sabiduría de lo alto y por el discernimiento
entre lo bueno y lo malo, lo edificante y lo destructivo. Ya no se escucha con
atención qué tenemos que decir al mundo sobre Cristo y la salvación. La gran
mayoría de personas prefiere prestar atención a lo que conviene, a lo que
acaricia su corazón y a lo que no les compromete de por vida.
A. UN
IMPACTO IMPARABLE EN MEDIO DE UNA SOCIEDAD PAGANA Y MATERIALISTA
“Mientras
Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad
entregada a la idolatría. Así que discutía en la sinagoga con los judíos y
piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían. Y algunos filósofos de
los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá
decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses;
porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección.” (vv. 16-18)
El apóstol
Pablo tal vez pudo sentirse así, salvando la distancia del ingente y cada vez
más voluminoso tráfico de datos e información de la era digital en el día de
hoy, cuando desembarcó en Atenas tras una furibunda persecución de los judíos
de Tesalónica. Mientras espera a dos de sus más íntimos colaboradores, Silas y
Timoteo, Pablo se dedica a recorrer y admirar la sede de una de las culturas
más brillantes y lúcidas de la Antigüedad, la cultura griega. La ciudad de
Atenas todavía poseía ese estatus de capital de la sabiduría y de la filosofía
que la hacía centro de cualquier corriente ideológica o de pensamiento que
existiese en aquellos tiempos. Seguramente contemplaría la Acrópolis, los
templos que jalonaban cada calle o vía, la exquisitez de la arquitectura y de
la escultura clásica o el orden impresionante por el que se guiaba la
estructura política y social de los atenienses. Pero lo que más llama la
atención del apóstol de los gentiles no es ese cúmulo de maravillas artísticas.
Lo que de verdad prende en su corazón era el grado de paganismo que había en
Atenas. Templos por doquier donde sacrificios, prostitución ritual o
adivinación se mezclaban hasta llenar la mirada del viajero visitante. Los
dioses a los que se adoraba eran de toda procedencia y representaban las
actividades sociales más importantes de la polis ateniense. Para un judío
monoteísta como era Pablo, todo este espectáculo religioso e idólatra, generaba
en su espíritu una gran turbación e indignación santa incontrolables. La
ignorancia mitológica seguía siendo una parte fundamental de la fe
supersticiosa de los atenienses, y Pablo no podía soportar tanta
inconsistencia, hipocresía y ceguera espiritual.
Como si
esto no fuese suficiente, la colonia judía en Atenas que se reunía en una sinagoga,
y a la que acudía Pablo para sentirse un poco como en casa entre tanto
paganismo, retaba al apóstol a discutir las verdades del evangelio a la luz de
las Escrituras hebreas. La palabra “discusión” ya nos habla claramente de que
la actitud de los judíos y piadosos de la sinagoga no era de lo más receptiva
al mensaje de Cristo. Además, cada vez que se acercaba a los foros y plazas
donde se reunían los pensadores, filósofos e ideólogos, todo acababa en lo
mismo, en disputas y debates interminables. Entre estos filósofos, dos
corrientes de pensamiento resaltaban por encima del resto: los epicúreos y los
estoicos. Los epicúreos creían en la búsqueda de una vida feliz mediante la
búsqueda inteligente de placeres, la ataraxia o ausencia de turbación, y las amistades
entre sus correligionarios. Según Adolfo Sánchez Vázquez, filósofo
hispanomexicano, “el epicúreo alcanza el
bien, retirado de la vida social, sin caer en el temor a lo sobrenatural,
encontrando en sí mismo, o rodeado de un pequeño círculo de amigos, la
tranquilidad de ánimo y la autosuficiencia.” Los estoicos en cambio
propugnaban que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo
ajeno a las comodidades materiales, la fortuna externa y dedicándose a una vida
guiada por los principios de la razón y la virtud. El origen de todas las
cosas, para los estoicos, se halla en el fuego y en la veneración del logos, el
cual identificaban con la energía, la ley, la razón y la providencia
encontradas en la naturaleza. Sabiendo grosso modo lo que pensaban estos
filósofos, podremos entender que llamasen a Pablo charlatán o palabrero, y que
confundiesen la predicación del evangelio de Cristo y de su resurrección con un
ofertante más de una religión desprovista de razón y lógica.
B. UN IMPACTO
IMPARABLE EN UN FORO INCOMPARABLE
“Entonces
Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo
observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios,
hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO.
Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio.” (vv.
22-23)
Aunque con
cierto aire entre suspicaz y curioso, estos pensadores con los que disputaba
Pablo en las ágoras deciden llevarlo al núcleo principal de exposición de ideas
y valores, el Areópago de Atenas. Había tal comezón de oír novedades y de
escuchar cosas de otras latitudes, que comienzan a preguntar a Pablo sobre su
mensaje extraño y diferente. Hete aquí una nueva oportunidad para impactar a
una ciudad abierta a la libertad de expresión y opinión. Con las gradas del
Areópago lleno hasta reventar de personas ávidas de nuevos conocimientos y
predicamentos, Pablo comienza su discurso en alta voz de manera estratégica. Su
primera alusión se refiere a un hecho que ha percibido en sus paseos por la
polis griega, y es que entre los miles de santuarios creados e ideados para
adorar a toda la pléyade de dioses mitológicos, de nuevo cuño y de culto
mistérico, un santuario estaba dedicado al Dios no conocido. La razón de ser de
este santuario no podía pasar desapercibido a nadie medianamente inteligente.
Era menester construir un templo a esta desconocida divinidad para evitar que
la cólera de algún dios que se les hubiese pasado por alto adorar se volcase
sobre ellos. Era el Dios del Por Si Acaso. Nadie sabía quién era, pero había
que rendir pleitesía o traer sacrificios y ofrendas no fuera que algún dios no
reconocido por el panteón griego, romano u oriental los fulminase. El apóstol
apuesta a favor de este desconocido dios y lo convierte en el Dios del
evangelio de Cristo. Como punto de apoyo para su discurso, ya ha asentado las
bases de una atención de su auditorio que se antoja expectante. Este es un
golpe de efecto magistral que habla perfectamente de la capacidad de Pablo y de
la llenura del Espíritu Santo en su vida.
C. UN
IMPACTO IMPARABLE A PESAR DE LAS BURLAS Y EL DESINTERÉS
“Pero Dios,
habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos
los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día
en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó,
dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.” (vv. 30-31)
Tras
emplear en su discurso la idea del monoteísmo, de que Dios es espíritu y de que
ninguna ofrenda o sacrificio es suficiente como para comprar el favor de Dios,
Pablo reúne a todos los seres humanos creados para convertirlos en un solo
pueblo que necesita buscar a Dios para hallar la vida, el propósito para vivirla
plenamente y la respuesta a las preguntas existenciales tan propias de la
filosofía. Dios no puede ni debe ser representado por las limitadas y
caprichosas formas de una escultura o talla. A pesar de la ignorancia pagana e
idólatra de la humanidad que trata de materializar lo desconocido, lo
espiritual y lo inasible, Dios ha tomado la determinación de olvidar el pasado
de la ceguera del alma para ofrecer la salvación y el perdón a todo aquel que
se arrepiente de sus caminos erróneos y vuelve su mirada a Cristo, aquel que
juzgará a vivos y a muertos en el día final. Toda persona que crea con fe que
Dios lo levantó de la tumba para vencer a la muerte, ese será salvo. Justo en
este instante, en la referencia a la resurrección del cuerpo y del alma,
concepto absolutamente inaceptable por las corrientes filosóficas del momento,
del mismo modo que lo fue por parte de los saduceos en Jerusalén, todos se
levantan para manifestar su desacuerdo, su desdén intelectual y sus mofas
contra el apóstol. De manera descortés e improcedente, despiden a Pablo y
vuelven a dedicar su tiempo a hablar de lo que ellos creen que es correcto,
virtuoso y heterodoxo. Visto el panorama, Pablo deja su lugar a otros oradores
para ver con gozo y alegría como su predicación no ha sido en vano, puesto que
algunos creen sus palabras y desean seguir bebiendo de la fuente de vida del
evangelio de Cristo. Y ¡oh, sorpresa! Precisamente Dionisio, el encargado del
Areópago, harto de escuchar y oír mil y una opiniones y debates de toda índole,
es uno de los que siguen a Pablo para continuar hablando de este Dios no
conocido, el Dios de los cristianos: “Mas
algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el
areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.” (v. 34).
CONCLUSIÓN
El impacto
imparable del evangelio puede parecer a simple vista pequeño e imperceptible en
este episodio de la vida de Pablo. Sin embargo, en la lectura del tapiz
completo de la obra del Espíritu Santo en la iglesia primitiva, saber que
algunos atenienses decidieran creer en el evangelio de Cristo, se arrepintieran
de sus pecados y fuesen canales de bendición a otras personas de su entorno,
nos ayuda a nosotros en la actualidad a no desmayar ante las burlas, las
difamaciones, las malas interpretaciones y los ataques más o menos argumentados
de las distintas tendencias ideológicas y filosóficas que pueblan el mapa de
nuestro mundo multicultural. Para muchos, escuchar de un Cristo resucitado
puede suponer un escándalo, una estupidez o una locura. No obstante, por fe
sabemos y confesamos que nuestro Señor y Salvador Jesucristo, murió y resucitó
para perdón de nuestros pecados, para enmienda de nuestras vidas y para
testimonio a los demás de la verdad del evangelio imparable de Jesús. El
impacto imparable que la iglesia primitiva causó en sociedades paganizadas y
materialistas, sigue siendo ese mismo impacto como comunidad de fe que puede
demoler cualquier argumento ideológico en nuestros cada vez más difíciles
tiempos.
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