DESARROLLANDO CONVICCIONES ESPECIAL “DÍA DE LA IGLESIA PERSEGUIDA”






SERIE DE SERMONES “TRANSFORMADORES: CÓMO IMPACTAR A NUESTRO MUNDO”

TEXTO BÍBLICO: DANIEL 1:3-5, 8-13, 17-20

INTRODUCCIÓN

     En este día en el que recordamos en oración a todos aquellos hermanos nuestros de la iglesia universal que están en situación de peligro, amenaza o clandestinidad por causa de su fe, no podemos dejar de decir que todos y cada uno de ellos son esa levadura que leuda la masa de toda una serie de sociedades intolerantes, naciones ateas y fundamentalistas, y estructuras religiosas radicales que existen en la actualidad. Todos estos arriesgados siervos de Dios que deben pasar por situaciones precarias, por tribulaciones y humillaciones deleznables, y por constantes ataques a su libertad de expresión, conciencia y reunión, son un ejemplo muy claro de agentes transformadores de su entorno. Aunque el contexto en el que se hallan les es hostil, aunque la propia familia llega a  repudiarlos y aunque las torturas son los medios con que cuenta el fanático para doblegar al cristiano perseguido, lo cierto es que marcan una considerable diferencia en el lugar en el que trabajan para la causa del Reino de los cielos.

     Todo creyente es llamado a ser un transformador de su medio. Estos hombres y mujeres que viven la fe de Cristo en países y culturas intolerantes se convierten tal vez en la única esperanza que esos pueblos tienen de conocer el evangelio del Señor. Para sacrificar su seguridad, su comodidad y su estabilidad en pro de alcanzar a cuanto mayor número de personas posible con el mensaje de salvación de Dios, la transformación santificadora del Espíritu Santo ha debido ser un hecho que recorre sus venas y sus pensamientos y que ha inflamado su corazón. A partir de esa fe primera en Cristo y en su obra redentora, han tenido que aprender que el discipulado de Jesús tiene un coste muy alto, y que ser cristianos no es precisamente un camino de rosas. En orden a que su existencia completa se someta a la voluntad de Dios y a su misión en ámbitos tremendamente duros y difíciles, han estimado comenzar con el desarrollo de convicciones firmes y ancladas en Cristo. Sin una claridad de ideas, de adquisición de principios éticos y morales, y de asunción de responsabilidades y compromiso con respecto a Dios, su tarea no sería una realidad de esperanza y luz en las tinieblas de la ignorancia, el paganismo y la intolerancia.

     Creo que uno de los mejores exponentes de esta manera de transformar el medio en el que se desenvuelve el creyente, es Daniel. A través de un recorrido por la vida, vicisitudes y actuaciones del profeta Daniel, podremos adquirir aquellas herramientas, actitudes y enseñanzas que nos permitan ser levadura en medio de la masa de nuestra ciudad. Aunque no nos encontramos en un entorno tan salvaje y crudo como el de aquellos creyentes que son acosados y perseguidos, sin embargo existe otra clase de circunstancias adversas que demandan de nosotros desarrollar convicciones fuertes e inamovibles para que nuestro testimonio dignifique a Dios e impacte a nuestros vecinos, amigos y familia.  Vistos los acontecimientos políticos recientes, no podemos por menos que preocuparnos ante tiempos no tan halagüeños para nuestra libertad de conciencia, de creencia y de opinión. Si no aprendemos de Daniel a tener ideales y principios basados en las Escrituras y que glorifican a Dios, nada podremos aportar en lo que a la misión de la comunidad de fe se refiere y sucumbiremos ante el poder manipulador de un sistema mundial sometido a Satanás.

A. EL DESARROLLO DE CONVICCIONES SE DA EN UN ENTORNO DESAFIANTE 

“Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de los eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos. Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey.” (vv. 3-5)

     Daniel aparece en las memorias de la Palabra de Dios en un entorno bastante complejo y lleno de incertidumbres. Los primeros dos versículos de este capítulo en el que hoy reflexionamos, nos deja claro un hecho históricamente comprobable: el sitio y rendición de Jerusalén, el centro neurálgico de la nación de Judá, bajo el sometimiento de Nabucodonosor, rey de Babilonia. Toda la gloria y esplendor de la capital del reino  y del Templo se ve trasladada a la tierra de Sinar, lugar en el que se adora a otro dios distinto al Señor. La humillación más grande queda plasmada en el saqueo y pillaje de la casa de Dios, todo producto de una sociedad empantanada en el pecado, la idolatría, la injusticia social y el adulterio espiritual y religioso. Los habitantes de Judá son tratados como siervos y esclavos, y como tales son enviados a la corte caldea de manera selecta para engrosar las filas de consejeros, adivinos y sirvientes. Aquí entra en escena Daniel junto con sus amigos. Son desarraigados a la fuerza de su patria para ir a vivir en un país lejano y cuya cultura y religión son diametralmente opuestos a la cultura y religión judaica. 

     Bien jovencitos son adiestrados para conocer el idioma caldeo y para profundizar en el torrente de conocimientos que las bibliotecas babilónicas les ofrecían. La orden del rey es que todos estos jóvenes escogidos se integren en la dinámica de la corte palaciega. Para ello, nombra a Aspenaz, jefe de sus eunucos, a fin de que vele por el correcto progreso de estos mozalbetes. Entre sus especificaciones, Nabucodonosor quiere que todos coman y beban de lo mismo que él consume. Aunque pudiera parecer algo nimio y trivial, sin excesiva importancia, y aunque a simple vista sugiriese esa directiva que eran unos privilegiados, lo cierto es que trastocaba completamente la costumbre religiosa judía de la alimentación. Dado que Daniel y sus compañeros estaban en tierra ajena, podrían haber pensado en el refrán “donde fueres, haz lo que vieres”, y habrían participado de los manjares más exquisitos y deliciosos de la realeza. Sin embargo, Daniel y sus amigos habían desarrollado tal clase de convicciones espirituales desde su niñez, que amablemente declinan poder nutrirse de alimentos inmundos como el cerdo u otras especies de animales que en esas latitudes se comían sin remordimientos ni miramientos. Si el comentario firme de Daniel hubiese llegado a oídos del rey, imaginemos qué hubiese pasado. Seguramente no habría sobrevivido ni un solo día, puesto que esto sería una afrenta al ofrecimiento real, algo escandaloso y no permitido. 

     A menudo nos ocurre que nos adaptamos en demasía al estilo de vida que este mundo nos propone. Somos como Groucho Marx diciendo: “Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros.” Llegamos incluso a renunciar a nuestros principios y valores fundamentales cimentados en Cristo para tener la fiesta en paz, para lograr algo que nos interesa o para buscar mayor comodidad y aceptación social. No estamos marcando ninguna diferencia cuando no somos capaces de defender nuestra fe, cuando vemos con buenos ojos conductas y modas que desagradan a Dios, o cuando la injusticia se desata ante nosotros y la obviamos con la misma indiferencia e insensibilidad que muestra este mundo. Pablo sugiere que para desarrollar convicciones es preciso tener en cuenta lo siguiente: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2). Ante la tentación de acoplarnos a este plano terrenal de la existencia, y ante la tentación de renunciar a las convicciones que el Espíritu Santo implanta en nuestra renovada mente, hemos de mantenernos firmes y constantes en nuestra profesión de fe.

B. EL DESARROLLO DE CONVICCIONES SIGNIFICA VIVIR COHERENTEMENTE CON LA FE

“Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos; y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza. Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber. Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas.” (vv. 8-13)

    Nos damos cuenta en este instante de la historia, que la fortaleza de las convicciones y de los principios no se suelen medir y comprobar en tiempos de bonanza y bienestar, sino que estos suelen constatarse en los momentos y circunstancias más adversos. Aspenaz tenía un plazo de tres años para mostrar al rey el resultado de sus esmerados cuidados, y si algunos de sus pupilos se negaban a comer de las viandas reales, estaría perdido. Bien podía haber tomado represalias contra Daniel y haberlo forzado a comer, e incluso podía haber acabado con este conato de rebeldía utilizando un castigo ejemplarizante para los demás. El entorno era sumamente contrario a la demostración de firmeza en las convicciones de Daniel. La expresión bíblica no deja lugar a dudas: Daniel propone en su corazón arrostrar con las consecuencias de su fidelidad a Dios. Este episodio me lleva a recordar a ese Josué proclamando a los cuatro vientos sus convicciones: “Yo y mi casa serviremos al Señor.” (Josué 24:15).
 
      No obstante, podemos observar un hecho digno de ser reseñado y digno de ser atesorado como una promesa de Dios para aquellos que perseveran hasta el final en sus ideales cristianos: el favor de los hombres hacia quienes viven y confiesan su fe sin miedo. Daniel recibía de Dios la inestimable ayuda de poner en buena disposición al jefe de los eunucos. Y aunque Aspenaz temía al rey si no daba buenos alimentos de la mesa real a sus muchachos, lo cierto es que es Dios el que mueve el corazón de este funcionario de palacio para escuchar la propuesta de Daniel.

     De nuevo, podemos constatar y probar que aquel que desarrolla convicciones firmes confía plenamente en la providencia y provisión de Dios. El que cuida de su fe y asume que Dios es poderoso para auxiliarle incluso en los entornos más hostiles, no tiene temor del porvenir. Daniel, desde esta convicción clara de que Dios está del lado de aquellos que no acallan su fe ni renuncian a sus valores espirituales, solicita al subalterno de Aspenaz, Melsar, que alimente a sus amigos y a él mismo con legumbres y agua fresca durante diez días. Al caer en gracia, debido a la intervención divina, Daniel y sus compañeros fían su futuro a la maravillosa misericordia y fidelidad de Dios. Están dispuestos a acatar cualquier orden o castigo que se les imponga si esta propuesta no llega a buen puerto. Así funciona el desarrollo de convicciones. Tiene que ver con el respeto que la gente tiene con aquellos que luchan por sus ideales a brazo partido, sin rendirse ni claudicar ante las presiones. Las personas admiran a hombres y mujeres que viven su fe hasta las últimas consecuencias. Además tiene que ver con la confianza absoluta en el poder y la gracia de Dios: “Porque el Señor ama la rectitud, y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados.” (Salmos 37:28). El creyente siempre debe asumir que existen una serie de riesgos a la hora de tomar decisiones coherentes con el evangelio de Cristo y con la misión de Dios.

C. EL DESARROLLO DE CONVICCIONES SIEMPRE DA RESULTADOS EXCELENTES

“A estos muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños. Pasados, pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los eunucos los trajo delante de Nabucodonosor. Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey. En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino.” (vv. 17-20)

      En la lectura de este final de capítulo no nos cabe duda de que el desarrollo de convicciones coherentes con la fe en Dios dio frutos, y frutos en abundancia. La defensa de los valores culturales y espirituales propios de Daniel y sus compañeros lograron que fuesen excelentes en todo el desempeño de su labor palaciega. La firmeza en sus ideales y principios basados en las demandas de Dios se habían superpuesto a las de los hombres, y el resultado había sido inmejorable. No solo eran un modelo en conducta y en salud física, sino que su adquisición de conocimientos superaba a todos cuantos se dedicaban a la magia y la astrología. Sus consejos eran acertados porque iban impregnados de la influencia de la Palabra de Dios. Sus juicios eran justos porque se ceñían a la justicia divina. Su discernimiento era extraordinariamente perspicaz dada su completa adhesión a su fe en Dios. Eran incomparables en todos los aspectos, y esto solo provenía de Aquel que transforma para transformar. 

     Su confianza en la presencia de Dios en sus vidas a pesar de estar lejos de sus raíces, su perseverancia y audacia al tratar de cambiar las órdenes reales para acomodarlas a sus convicciones y su vocación de servicio a favor de su actual soberano, nos muestran a las claras cómo cualquier creyente en Cristo puede llegar a transformar el medio en el que habita. Todo radica en ser coherentes con la fe que nos ha sido entregada por medio de la Palabra de Dios y en dejarnos moldear por el Espíritu Santo. Si ponemos de nuestra parte, lo que es seguro es que Dios dispondrá todo para que logremos impactar nuestra sociedad y nuestra ciudad. Esto es preciso hacerlo individualmente y en comunión con el resto de la iglesia del Señor, del mismo modo que hicieron Daniel y sus compañeros.

CONCLUSIÓN

     Pensaréis que es muy difícil poder marcar la diferencia allí donde el Señor nos ha colocado. Pero pensemos también en todos aquellos hombres y mujeres que se están dejando la piel, la sangre y una vida de comodidad para transformar un entorno adverso en un campo en el que sembrar la Palabra de Dios. Que además de orar por ellos cada día, seamos inspirados por su testimonio y fuerza de voluntad, y así vivamos vidas que desarrollan convicciones agradables al Señor. Y como dijo Bono, cantante de U2: “Los únicos ideales que vale la pena tener son los que puedes aplicar a la vida diaria. Y al mundo.”

Comentarios

Entradas populares