PASTA GANSA


 

SERIE DE SERMONES SOBRE PROVERBIOS “SAPIENTIA IV” 

TEXTO BÍBLICO: PROVERBIOS 19:1-15 

INTRODUCCIÓN 

      ¿Quién no ha soñado alguna vez con la idea de ser los afortunados ganadores de un décimo de lotería, de una quiniela con pleno al quince o de un Euromillones? ¿No os ha pasado que empezáis a hacer cábalas y cuentas con a quién vais a ayudar, en qué cosas os vais a gastar el dinero o los proyectos y viajes que vais a realizar a todo trapo? Creo que todos hemos tenido esta experiencia de ilusionarnos un poco con la suerte y el azar. Sabemos que unos milloncejos de euros no nos vendrían mal para decir adiós a las apreturas económicas, para dar rienda suelta a nuestras aficiones y sueños, o para convertirnos en un asidero financiero para aquellas personas a las que amamos que están atravesando por problemas. Alguno hay que incluso piensa en dar el diezmo de lo ganado, fijaos qué cosa. Algunos hemos escuchado decir que de ilusión también se vive, e iniciamos un recorrido mental por las diferentes cosas que podríamos llevar a cabo con una seguridad crematística a prueba de bombas. Hemos de reconocer que el dinero, en algún momento de nuestra trayectoria vital, ha supuesto algún que otro quebradero de cabeza, alguna que otra noche sin pegar ojo, o alguna que otra frustración a la hora de planificar el futuro. 

      El dinero, al igual que otros elementos como el sexo, el poder o la fama, mueven nuestro mundo. Prácticamente no podemos dar un paso en la vida sin pensar en el vil metal. Construimos quiénes somos y lo que deseamos ser sobre la base de nuestra capacidad adquisitiva y sobre el cimiento de a lo que podemos aspirar económicamente hablando. Muchos provenimos de hogares humildes en los que la administración dineraria ha sido una prioridad importante, a fin de sostener sin alardes ni caprichos la unidad familiar, las necesidades básicas que esta propone y buscar un porvenir con mayor holgura financiera. El dinero, tal y como vemos continuamente, mueve voluntades, cambia principios morales y éticos y transforma al ser humano, por mucho que uno diga que el dinero no da la felicidad. No cabe duda de que las riquezas, sean muchas o pocas, condicionan al ser humano de maneras realmente inesperadas. Dios nos hace ver constantemente en su Palabra que el dinero tiene su lugar y su propósito, y que nunca deberá ni podrá estar por encima de su utilidad y de la providencia divina. 

1. PASTA GANSA 

      Salomón, como no podía ser de otra forma, dada su experiencia en las lides administrativas y financieras de su época, pretende instruirnos sobre cómo ser buenos mayordomos del dinero y cómo no caer en el error de considerar las riquezas como un dios que nos someta bajo su dominio: Mejor es el pobre que camina en integridad que el fatuo de labios perversos... Las riquezas atraen muchos amigos, pero el pobre, hasta de su amigo es apartado... Muchos buscan el favor del generoso, y todos son amigos del hombre que da. Si todos los hermanos del pobre lo aborrecen, ¡cuánto más sus amigos se alejarán de él! Buscará una palabra y no la hallará... No es propio de un necio vivir entre lujos, ¡cuánto menos que un esclavo sea señor de los príncipes!... La casa y las riquezas son herencia de los padres, pero don de Jehová es la mujer prudente. La pereza hace caer en profundo sueño y la persona negligente padecerá hambre." (vv. 1, 4, 6-7, 10, 14-15) 

      ¿Quién desea ser pobre, monetariamente hablando? ¿Quién, en su sano juicio, en un mundo como el nuestro en el que el consumismo y el materialismo han colonizado el corazón humano, anhela sobrevivir con miedo a no llegar a final de mes? Teniendo en cuenta la mentalidad y la teología hebrea de los tiempos de Salomón, la pobreza era simplemente el resultado de ser maldecido por Dios, o de no ser visto con buenos ojos por el Proveedor divino. Si eras pobre era por algo que Dios aborrecía acerca de sus acciones o palabras. Si eras un potentado, la explicación era sencilla: eras un elegido del Señor para la gloria, alguien que merecía ser bendecido con riquezas y comodidades. Cuanto más tenías, más se alegraba el Señor en ti. Por lo tanto, ser pobre en los tiempos de Salomón no era precisamente algo positivo, sino más bien se convertía en un estigma social de por vida. Sin embargo, a pesar de esta visión retorcida de la realidad y de la idea de Dios y de las riquezas, Salomón apunta que es mucho mejor ser pobre, algo a todas luces muy poco apetecible, que ser un fatuo, esto es, una persona engreída en su actitud, comportamiento y manera de hablar. No había cosa peor que ser un individuo pretencioso y condescendiente con la lengua más afilada que la espada de Excalibur. El pobre que vive honradamente de lo poco que puede conseguir a fin de sostener a su familia y que se somete a la voluntad de Dios en obediencia y contentamiento, será ensalzado en el día del juicio, mientras que el soberbio lenguaraz será abatido por mucha pasta gansa que maneje o posea. 

      ¿Qué podemos decir de las amistades que se multiplican en el preciso instante en el que se enteran que has ganado un buen premio, o una herencia sustanciosa? Creo que por causa de que en esos instantes salen amigos de debajo de las piedras, parientes de tierras lejanas y compañeros de la infancia de los que no sabías nada en años, la gente opta por tomar ciertas precauciones. ¿A cuántas personas no hemos escuchado, en la imaginación de que les tocase el Gordo de Navidad, diciendo que, si les cae, no se lo van a decir ni al Tato? Leyendo una novela de Stephen King no hace mucho, aparece en ella un personaje, Larry para más señas, que, de la noche a la mañana se convierte en estrella del pop. En la euforia que propicia el éxito y los cheques abultados, Larry se sume en un maremágnum de fiestas, de descontrol y de consumo de estupefacientes. No es sino un auténtico amigo el que, en uno de estos saraos desaforados, lo saca de en medio de cientos de personas que no les suena de nada, pero que están allí aprovechándose del tirón de su fama, y le hace ver nítidamente que, si tiene tantos invitados en su fiesta, no es por su cara bonita o porque les atrae su forma de ser, sino que la abundancia de amigos viene predeterminada por el dinero que está despilfarrando a manos llenas. Larry entra en razón, y echando fuera de su loft a todos cuantos están chupando del bote, se da cuenta de que está absolutamente solo, y de que en cuanto mengue su tirón popular, en sus bolsillos solo habrá polvo y telarañas.  

     ¿No es precisamente esto lo que le acontece al hijo pródigo de la historia que cuenta Jesús en los evangelios? Mientras hay pasta gansa, uno tiene, como cantaría Roberto Carlos, más de un millón de amigos, pero en cuanto esta comienza a desaparecer al ser malgastada por los parásitos interesados, y ya no queda nada, todos huyen despavoridos como si tuviese la lepra. Entonces, ¿dónde están los amigos para echarte una mano y así salir del atolladero financiero en el que te has metido insensatamente? Cuando la pobreza se instala en la vida de una persona, las presuntas amistades comienzan a excusarse, a distanciarse y a olvidarse de esta. Lo vemos cotidianamente. Solo cuando necesitan de ti es que aparecen como por ensalmo, pero ya sabes que lo hacen por puro interés egoísta, no porque desean tener una relación de amistad incondicional. Salomón lleva más allá el hecho de que las personas dejan en el ostracismo al menesteroso, dado que incluso sus propios hermanos lo aborrecen, lo odian. Creo que casi todos hemos tomado en determinados momentos decisiones equivocadas relacionadas con el dinero, e incluso podemos llegar a comprender que hasta nuestros familiares pongan tierra de por medio con nosotros porque no se fían o porque no tienen intención de echarnos una mano, no sea que también les dejemos a deber a ellos por una presunta y futura metedura de pata. Pero que esto lleve a la marginación social y familiar, es, creo yo, llevarlo demasiado lejos. Aunque esto no quita que no suceda, por supuesto. 

      Cuando un golpe de suerte llama a la puerta de una persona que había vivido muy humildemente y que había sido ninguneada y explotada por individuos con mayor disponibilidad financiera, dos cosas pueden suceder. O bien nunca echa en saco roto el recuerdo de los momentos en los que pasó penurias, en los que fue un mayordomo fiel y sensato de los recursos disponibles, y en los que trató con sencillez a sus congéneres; o bien se transmuta en un auténtico monstruo, erradicando de su memoria todo su pasado para convertirse en aquello que siempre odió de las personas que se cebaron en su miseria y desgracia pretéritas. Salomón advierte contra los necios que disfrutan de un tren de vida lujoso, porque su necedad nunca será confrontada por los cortesanos y palmeros que se nutren de sus fondos, y su insensatez se multiplicará hasta cotas inimaginables. También avisa de que los que un día fueron esclavos o siervos, invariablemente tomarán represalias contra aquellos que abusaron de su fuerza de trabajo y de su dignidad humana, sin dejar de someter a su vez a aquellos que fueron sus consiervos y compañeros de fatigas. Como se diría tradicionalmente, si quieres conocer a Fulanito, dale un carguito, y si quieres a alguien conocer, dale poder. 

     Salomón también toca el tema de las herencias aquí. Los padres de cualquier persona han trabajado incansablemente en la vida para poder, ya en su postrer aliento, legar a sus descendientes lo poco o mucho que lograron en este plano terrenal. Más allá de que el asunto de las herencias tiene su miga, es preciso saber que todo aquello que nos ha sido o nos habrá de ser testado son bienes muy apreciados por los hijos y que mejoran sensiblemente su situación personal. Sin embargo, el sabio rey incluye en este inventario de casa y riquezas legadas, el regalo más importante y más deseable que cualquier persona puede recibir de Dios: un compañero o una compañera de vida. Las posesiones materiales van y vienen, como bien sabemos, pero tener a nuestro lado a una persona que nos ama, que ha hecho voto de que este afecto apasionado perdurará pase lo que pase, haya salud o enfermedad, riqueza o pobreza, hasta que la muerte los separe, es el mayor don que el Señor puede ofrecer al ser humano. ¿Para qué sirven tierras, casa y dinero, si no tienes con quién compartirlo y disfrutarlo? El matrimonio, por tanto, deviene aquí en el mejor contexto en el que las propiedades materiales pueden ser mejor administradas y disfrutadas. 

     Por último, en relación a la pasta gansa, pienso que todos entendemos que el dinero no cae llovido del cielo. Para tener dinero hay que ganárselo con el sudor de nuestra frente. Por supuesto, sabemos que siempre hay sinvergüenzas que prefieren robarlo, o que optan por timar y estafar a su prójimo, o que se involucran en negocios sucios y perversos para llenar sus bolsillos de ganancias deshonestas. Pero aquel que procura ser un trabajador honesto y justo, sabe que, sin hincar el lomo, el dinero no crece en los árboles. De ahí que Salomón hable de los perezosos y haraganes de este mundo, personajes sin oficio ni beneficio, cigarras que tocan la guitarra bajo el sol del verano, cuyo futuro será el de la pobreza eterna. Si en lugar de trabajar te dedicas a tumbarte a la bartola, ¿cómo llenarás la andorga? Si prefieres vagar de un lado a otro simplemente para satisfacer tus gustos y apetitos desordenados, sin prestar atención a las ofertas laborales que puedan surgirte, ¿no pretenderás que te sostengan terceros mientras te rascas obscenamente la barriga y no dar un palo al agua? La miseria es el destino que aguarda a aquellos que no buscan ser productivos para la sociedad, y que, además, son consumadas rémoras que chupan de la teta de los subsidios y la limosna. 

2. SABER GESTIONAR LA PASTA GANSA 

      Entender el papel del dinero tiene mucho que ver con la inteligencia y la sensatez del ser humano, así como del temor de Dios y el respeto a la familia: El alma sin ciencia no es buena, y aquel que se precipita, peca. La insensatez del hombre tuerce su camino y luego se irrita su corazón contra Jehová... El que posee entendimiento ama su alma; el que cuida la inteligencia hallará el bien... La cordura del hombre aplaca su furor, y un honor le es pasar por alto la ofensa... Dolor es para el padre un hijo necio y gotera continua las contiendas de la mujer." (vv. 2-3, 8, 11, 13) 

      Nuestra sabiduría a la hora de gestionar nuestros fondos es la que puede generar el equilibrio necesario entre la quiebra y la soberbia. Si deseamos sacar el máximo partido a nuestra vida, si tenemos en alta estima nuestro bienestar y el de aquellos que dependen de nosotros, y si asumimos todos los consejos que el Señor nos da en su Palabra para practicar el contentamiento material, perseguiremos en todo momento recibir el discernimiento espiritual de Dios. Si invertimos tiempo y esfuerzo en aprender de nuestros errores del pasado y en averiguar las estrategias que mejor se acomodan a ahorrar y gastar comedida y prudentemente, preguntaremos al Dios sabio sobre qué hacer en cada instante con nuestro dinero. Si somos capaces de ser razonables, sobre todo cuando las cosas no van bien y vemos como, en algunos de los casos, somos engañados o hemos sido objeto de un fraude, tendremos la suficiente confianza en la provisión de Dios como para, incluso, aquietar nuestras ansias de revancha, mantener la cabeza fría, apelar a la justicia ordinaria para rescatar lo que nos fue arrebatado, y perdonar, en última instancia a aquel que nos timó si este al fin reconoce su error y nos devuelve lo que nos defraudó. 

     Ahora, si escogemos permanecer ignorantes en aquello que concierne a la mayordomía de nuestros bienes, tomando decisiones erróneas y a tontas y a locas, precipitándonos a la hora de saber dónde invertir nuestro capital o en qué gastar nuestro dinero, estaremos pecando contra Dios, por cuanto no supimos administrar correctamente de lo que disponíamos, dilapidando más de lo que teníamos. El ignorante suele ser alguien tan frustrado que normalmente paga los platos rotos con aquellos que están a su alrededor, no es capaz de reconocer sus errores de cálculo, y encima maldice a Dios por su mala fortuna. Siempre habrá alguien que deba asumir la culpa, pero ellos nunca serán los responsables de su mala cabeza y sus proyecciones imprudentes. El manirroto que no sabe dónde está su mano izquierda y su mano derecha en lo referente a la gestión financiera de su hogar entrará en pleitos con todo el mundo, con la intención pretenciosa y conspiranoica de que todo el mundo desea su ruina.  

      Y si, por añadidura, es hijo de una familia que se ve resentida por sus negocios insensatos y sus planes extravagantes para ser rico, por sus continuas trifulcas con sus progenitores, por no hablar de sus conflictos constantes con su cónyuge, la persona que se verá más afectada por su inoperancia en el momento de gestionar el patrimonio familiar. Y así, poco a poco, la gotera del techo del hogar se va ensanchando y expandiendo hasta destruir el cobijo y la paz familiar. 

3. NUESTRA RELACIÓN CON LA MENTIRA Y EL PODER 

    Por último, Salomón nos aconseja sobre dos puntos que no tienen tanto que ver con el dinero, pero que han de quedar grabados a fuego en el corazón del ser humano como son la mentira y el trato con los poderosos de este mundo: El testigo falso no quedará sin castigo, y el que dice mentiras no escapará... El testigo falso no quedará sin castigo, y el que dice mentiras perecerá... Como el rugido de un cachorro de león es la ira del rey, y su favor, como el rocío sobre la hierba." (vv. 5, 9, 12) 

      Aunque podríamos encontrar conexiones reales entre el falso testimonio, la mentira y el talante de los que detentan el poder terrenal, con el dinero, lo cierto es que Salomón nos invita a reflexionar sobre el final de aquellos que mienten ante un tribunal de justicia para, o bien sacar tajada de parte de los adinerados que les ofrecen una buena mordida a cambio de sus falsedades, o bien para vengarse de aquellos a los que aborrecen profundamente. En este texto que nos ocupa, el rey sabio cita por dos veces el destino trágico y pavoroso que aguarda a los que implican a inocentes en delitos que no han cometido a sabiendas de que están haciendo una injusticia de la peor calaña. Estamos hablando de penas de cárcel, de sanciones económicas que pueden sumir en la miseria a los afectados, e incluso de la muerte, todo como consecuencia de mentir ante un juez en presencia de toda la sociedad. El Señor dará su merecido a estas personas, que no nos quepa la menor duda. O bien será pillado en su trampa mientras exista en esta realidad terrenal, o bien será juzgado sumariamente por el Dios del universo, el cual dictará sentencia condenatoria contra su persona para padecer consumido por siempre en el averno. 

     En cuanto a las relaciones con los poderosos e influyentes de la tierra, no sabemos si Salomón hablaba de sí mismo como monarca que era de los israelitas, o estaba estableciendo un paradigma general de la clase de actitudes que muchos otros soberanos de su época desplegaban cuando se trataba de solicitar un favor en tiempos de necesidad. Lo cierto es que, por un lado, Salomón nos dice que cuando el rey se enfurece, es mejor estar lejos de su presencia, dado que, con la imagen y el sonido del rugido de un cachorro de león, el autor de este proverbio nos está dando a entender que su furia es descomunal y feroz; y, por otro lado, afirma que el favor del monarca es todo lo contrario, una inmensa y fresca bendición que vivifica al que lo recibe. No parece haber medias tintas en relación a las reacciones de aquel al que, en virtud de su capacidad, influencia y poder, podemos llegar a acudir en casos urgentes de necesidad. Es mejor recurrir a ellos humildemente y cumplir las obligaciones que se deriven de nuestra demanda, que tentar a la suerte, ser negligentes en nuestro agradecimiento y sufrir las consecuencias. 

CONCLUSIÓN 

      Alejandro Dumas hijo, escritor francés del s. XIX, y autor de “La dama de las camelias,” dijo una vez: “No estimes el dinero en más ni en menos de lo que vale, porque es un buen siervo y un mal amo.” ¡Qué razón tenía! Si el dinero es apreciado únicamente desde su utilidad para lograr el bienestar de la persona, perfecto. Pero, ¡ay de aquellos que se someten a los dictados de su dominio y poder! La mejor forma de abordar el asunto de las riquezas es recibirlas como un don más de Dios para nuestra provisión, agradeciéndole su gracia y cuidado, gestionarlas de acuerdo a las prioridades que el Señor nos señala en su Palabra, y disfrutar de un contentamiento equilibrado y sabio.  

       Cristo nunca dijo que el dinero fuese malo, pagó sus impuestos y manifestó en muchas ocasiones una visión generosa y litúrgica de este. El problema siempre vino por amar más las riquezas que a Dios, amar más el dinero que la vida misma, amar más lo material que lo espiritual, y amar más el oro y la plata que al que los creó. Seamos entendidos, inteligentes y sabios, y encomendemos al Señor nuestros fondos, sin dejar de diezmar y ofrendar, para que Él nos prospere y nos provea de acuerdo a su soberana voluntad.

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