PROFECÍA DE JACOB


 

SERIE DE ESTUDIOS SOBRE LA VIDA DE JOSÉ EN GÉNESIS “JOSÉ EL SOÑADOR” 

TEXTO BÍBLICO: GÉNESIS 49:1-27 

INTRODUCCIÓN 

       Como algunos de vosotros bien sabéis, me encantan las series. Es interesante observar en algunas de ellas situaciones de las que podemos entresacar ideas relacionadas con nuestra cultura y las diferentes cosmovisiones que están en boga en la actualidad. A través de esta ventana televisiva entendemos la manera de pensar y creer de muchas personas a lo largo y ancho de este mundo, y especialmente de la sociedad occidental. Sin embargo, hace un tiempo tuve la oportunidad de ver una serie que llamó mi atención, a pesar de que ésta se apartaba de las típicas superproducciones inglesas, norteamericanas, nórdicas o españolas. La serie en cuestión se llama “Paranormal,” y ha sido producida por Egipto, un país que no se conoce precisamente por sus productos cinematográficos. En esta serie, un profesor de hematología, con una visión bastante cínica de la vida y de las relaciones, comienza a recibir la visita de seres paranormales que transforman por completo la dinámica cotidiana y monótona que tenía. Una de las escenas que marcan el devenir de la trama y que llevan al clímax final es la aparición de un supuesto amigo de cuando estudiaba en una facultad escocesa, el cual tiene la costumbre y el divertimento de echar las cartas del tarot para adivinar su futuro. 

      Con bastante escepticismo al principio, el protagonista escoge tres cartas que se van a convertir en una especie de balizas del porvenir que van a ir marcando el transcurso de sus investigaciones sobre la intermitente presencia de un fantasma que ya en la niñez había conocido. El caso es que cada carta del tarot va a ir condicionando cada una de sus relaciones interpersonales y familiares, va a ir estableciendo las estrategias para lograr averiguar cómo detener una espiral de fallecimientos por causas extrañas de algunos de sus seres más queridos, y, al final, determinarán quién es su némesis particular, dando un giro inesperado justo al final de la temporada. Que conste que no estoy haciendo spoilers que puedan fastidiaros el visionado de esta serie si alguna vez os interesa verla. Solo decir que es entretenida, que no hay que sacar conclusiones muy profundas de la trama, y que, al menos, presenta temas mitológicos orientales bastante interesantes. La cuestión por la que saco a colación esta serie egipcia, es porque demuestra la gran relevancia que muchas personas de nuestro entorno dan a la astrología, la cartomancia, la quiromancia y la adivinación en lo que respecta a adquirir un atisbo de lo que está por suceder en el futuro. 

1. HA LLEGADO LA HORA 

      En el texto de hoy, Jacob se confirma como un profeta de Dios, alguien que tiene línea directa con el Señor de la historia, y que adquiere una perspicacia sobre el destino de sus hijos que, sin duda alguna, tendrá ascendencia sobre los acontecimientos que habrán de ocurrir siglos más tarde. Jacob ofrecerá unos pronósticos concretos que se derivarán también de hechos pasados que lastrarán o aumentarán cualquier bendición que pronuncie sobre su descendencia: Llamó Jacob a sus hijos, y dijo: —Acercaos y os declararé lo que ha de aconteceros en los días venideros. Acercaos y oíd, hijos de Jacob; escuchad a vuestro padre Israel.” (vv. 1-2) 

      Jacob, tal y como vimos en el estudio anterior, ya estaba en las últimas. Tras el esfuerzo que acomete para bendecir a José y a sus dos hijos, sabe que no le queda mucho tiempo de vida, y que debe manifestar sus últimas voluntades en conjunción con los designios de Dios para el futuro del clan. Sus hijos, al menos la mayoría, le han dado más de un quebradero de cabeza, y, de acuerdo a sus trayectorias vitales, Jacob dirigirá algunas palabras que mezclan exquisitamente la poesía, el vaticinio y la retrospectiva. Mediante mensajeros, convoca a sus hijos a una última reunión en la que todos habrán de recibir de él y de Dios una breve pincelada de los derroteros de cada tribu dentro de la nación israelita que ha de ser. Pide a todos que se acerquen lo máximo posible, para que ninguno de ellos pierda ripio de todo cuanto concierne a cada miembro de su descendencia. Explica que todas y cada una de sus declaraciones proféticas se cumplirán a su debido tiempo, esto es, sobre todo, en tiempos de la conquista de Canaán, cuando ya ellos hayan dejado de existir, y sean sus hijos, nietos y bisnietos los que vean consumados sus oráculos. Jacob vuelve a enfatizar la fuerza y la importancia sublime de cada una de sus afirmaciones, bendiciones y apreciaciones personales a la hora de que Israel llegue a ser una gran nación entre naciones.  

3. EL TRÍO DE LA VERGÜENZA 

     Como no podía ser de otra manera, Jacob comienza por Rubén, Simeón y Leví, primeros hijos habidos con Lea: “Rubén, tú eres mi primogénito, mi fortaleza y el principio de mi vigor; el primero en dignidad, el primero en poder. Impetuoso como las aguas, ya no serás el primero, por cuanto subiste al lecho de tu padre; entonces te envileciste, al subir a mi lecho. Simeón y Leví son hermanos; armas de maldad son sus armas. En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía, porque en su furor mataron hombres y en su temeridad desjarretaron toros. Maldito sea su furor, que fue fiero, y su ira, que fue dura. Yo los apartaré en Jacob, los esparciré en Israel.” (vv. 3-7) 

     Con una pesadumbre y decepción audible, Jacob se dirige al que, en buena ley, debía ser su sucesor lógico tras su muerte. Podemos vislumbrar cierta pena al reconocerlo como la evidencia primera de su vigor varonil, como la prueba clara de su potencia procreadora, como la señal inequívoca de que las promesas de Dios iban cumpliéndose en su capacidad reproductora. Rubén debió haber adquirido preeminencia sobre el resto de sus hermanos, liderando con firmeza los pasos de su estirpe en la posteridad, imprimiendo a su privilegiado estatus una fortaleza incuestionable. Si todo hubiera ido bien, si Rubén no hubiera afrentado de forma tan lamentable el nombre y la honra de su padre al acostarse con una de sus concubinas, ahora sería el pilar fundamental de todo el clan y todos se plegarían a sus decisiones sin rechistar. Sin embargo, al querer, impudentemente, reclamar para sí la prerrogativa de la primogenitura atentando con torpeza e intemperancia contra su propio padre, ha perdido cualquier oportunidad de ser considerado primus inter pares. Su carácter inestable e imprevisible, cambiante y furioso como las cataratas que chocan violentamente contra las rocas del río, ha truncado el fulgurante destino que le pertenecía por derecho de nacimiento. Se había envilecido, contaminado y ensuciado al cometer la barbaridad de tener relaciones sexuales con la madre de otros de sus hermanos, al pretender auparse sobre su padre, todavía con vida, y manifestar patéticamente su aspiración al liderazgo de Israel. 

      ¿Qué decir sobre Simeón y Leví? Todos supimos ya de sus temperamentales crímenes en Siquem. Su despiadada manera de solucionar la deshonra que el príncipe de Siquem contra su hermana Dina les ha pasado factura ante los ojos de Jacob. Recordemos de qué manera insidiosa engañaron a los habitantes de esta ciudad y de qué forma tan sanguinaria pasaron a espada a sus moradores cuando menos estos lo esperaban. Recordemos también que, al ser reconvenidos por su padre, éstos despreciaron la estrategia diplomática de éste, y le espetaron a la cara que era un auténtico cobarde por no querer saldar las cuentas por las bravas, tal y como ellos se habían encargado de hacer. Nunca se apartó de su mente la imagen de estos dos hijos suyos, chorreando sangre y replicando sin reverencia ni temor a las palabras de su progenitor.  

      Y al parecer, con el paso del tiempo pocas cosas habían cambiado en ellos, dado que Jacob se piensa muy mucho el hecho de tener algo que ver con sus planes, con sus consejos y con sus decisiones. Sabe que todas ellas están respaldadas por la violencia homicida, por infligir heridas de mortal necesidad, por hacer sufrir innecesariamente tanto a seres humanos como a pobres bueyes o toros, a los que, en un momento dado parece que cortaron salvajemente las corvas de sus patas, inmovilizándolos y dejándolos morir desangrados. ¡Menudos eran estos dos! No se andaban con chiquitas, y su ánimo encendido era fácilmente inflamable, lo cual no hacía sino empeorar cualquier debate, conflicto o discusión. A estos, en el futuro, Dios los diseminaría y desvanecería entre el resto de Israel. La tribu de Simeón, la menor de todas en cantidad tras el segundo censo en el desierto, sería fagocitada paulatinamente por otras tribus hermanas; y la de Leví, la cual sería consagrada al culto y la adoración a Dios, no tendría territorio propio, sino que sus ciudades se repartirían entre el resto de los territorios del resto de tribus. 

3. UN LÍDER INESPERADO 

       Judá será el elegido por Jacob para que llevase la voz cantante en detrimento de Rubén, algo que ya hemos visto en los últimos episodios de la vida de José, y que no se debe ciertamente a su buen carácter o a su irreprensibilidad moral: “Judá, te alabarán tus hermanos; tu mano estará sobre el cuello de tus enemigos; los hijos de tu padre se inclinarán a ti. Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, como león viejo: ¿quién lo despertará? No será quitado el cetro de Judá ni el bastón de mando de entre sus pies, hasta que llegue Siloh; a él se congregarán los pueblos. Atando a la vid su pollino y a la cepa el hijo de su asna, lavó en el vino su vestido y en la sangre de uvas su manto. Sus ojos son más rojos que el vino y sus dientes más blancos que la leche.” (vv. 8-12) 

      Jacob confirma lo que todos sabíamos acerca del papel de portavoz fraternal de Judá. Con la demostración realizada en la idea que supuso la venta de José y el consiguiente asentimiento del resto de hermanos a excepción de Rubén y Benjamín, junto con su rol rotundo de hacerse responsable de la vida de su hermano menor en caso de que algo malo pudiera pasarle en el camino a Egipto, Judá se había ganado su estatus de líder del resto de tribus. Esto no pasa desapercibido para su padre, y por ello, coloca a Judá en la cúspide de la autoridad familiar. Judá será un formidable héroe en la batalla, y en su simiente, sobre todo en la de David y Salomón, el reino de Israel cobrará su máximo esplendor y extensión. La imagen que emplea Jacob para referirse a su hijo es el de un león magnífico y espléndido, majestuoso en sus movimientos y temible en sus acciones depredadoras. Su vida y la vida de su tribu estará caracterizada por su fortaleza, vigor y valentía, y su trayectoria se verá coronada con el León de Judá, el Hijo de David, con Siloh, con Cristo. Hasta que el Mesías prometido venga al mundo a reunir en torno a sí y a su evangelio a todas las naciones del mundo, Judá detentará el poder y la ascendencia inigualable sobre el resto de sus hermanos.  

     Su prosperidad será proverbial, tal y como atestigua el simbolismo aportado por términos propios de la vitivinicultura. El hecho de amarrar pollino y asna a las vides y a sus cepas, nos habla del grado de felicidad y paz que rodeará a Judá, así como de la productividad del fruto de la vid, el vino, el cual señala claramente con su metáfora la alegría de la presencia divina. Tal será la abundancia de sus viñedos que correrá el mosto como el agua, que los ropajes serán empapados con el jugo de la uva como signo de júbilo, y que la sonrisa blanquísima y la mirada chispeante será la enseña permanente de este linaje familiar. Comprobamos de qué forma Dios está plantando en esta tribu en concreto, el germen que conducirá al nacimiento de un Redentor que salvará a toda la humanidad de sus pecados y que hará brotar del pecho de aquellos que creen en él el manantial de la vida eterna, el gozo perpetuo y la satisfacción por participar del banquete celestial junto a Jesucristo, Siloh. 

4. MARINEROS, SIERVOS Y JUECES 

       A continuación, tres hijos más de Jacob reciben su legado profético: Zabulón, Isacar y Dan. Tras ofrecerles sus respectivos oráculos, Jacob se detiene para descansar y recuperar el aliento, dada su frágil estado de salud: “Zabulón habitará en puertos de mar; será puerto para las naves y llegará hasta Sidón. Isacar, asno fuerte que se recuesta entre los apriscos. Al ver que el descanso era bueno y la tierra deleitosa, bajó su hombro para llevar carga, y sirvió como un esclavo. Dan juzgará a su pueblo como una de las tribus de Israel. Será Dan serpiente junto al camino, víbora junto a la senda, que muerde los talones del caballo y hace caer hacia atrás al jinete. Tu salvación he esperado, oh Jehová.” (vv. 13-18) 

      Zabulón parece que en el horizonte del tiempo tendrá vocación marinera, dado que se le adscriben territorios cercanos a Sidón, una de las ciudades más importantes de los fenicios en cuanto al transporte de mercancías por vía marítima, y próximos al mar de Galilea, centro neurálgico de la industria pesquera de la región futura en la que se asentará la nación israelita. Por su parte, Isacar, descrito como un animal de carga resistente y fuerte, preferirá no involucrarse en acciones militares reseñables, confiriendo mayor importancia a disfrutar de la vida, a descansar en paz y a sacar el máximo provecho de la productividad agrícola. Su intención es encontrar el sosiego y la tranquilidad sirviendo al resto de sus hermanos y convirtiéndose en vasallo de aquellas tribus o pueblos más poderosos. Prefiere cambiar bienestar por servicio, placidez por liderazgo y belicosidad.  

      Dan, aquí caracterizado por su reconocida habilidad en la administración de justicia dentro del reino de Israel, también será la tribu a través de la cual se presume, según los comentarios de los padres de la iglesia, que entró la idolatría a Israel, y de la cual surgiría el anticristo. La similitud con una serpiente venenosa o víbora junto al camino habla bien a las claras de su calidad taimada, traicionera y peligrosa cuando alguien se mete con ellos. Jacob en este punto suspira al cielo para recobrar las energías que le permitan seguir con su discurso profético, y por ello, alza la voz para reconocer que pronto ha de suceder lo inevitable, que no es ni más ni menos que encontrarse con su Salvador y Señor. 

5. RESISTENCIA, PROSPERIDAD Y HERMOSURA 

      Con esta expresión propia de las honduras de un corazón que anticipa su final, Jacob reemprende su recorrido profético por el resto de sus hijos: “A Gad, un ejército lo asaltará, 
mas él acometerá al final. El pan de Aser será substancioso; él dará deleites al rey. Neftalí, cierva suelta que da hermosos cervatillos.” (vv. 19-21)  

      Con brevedad y concisión máxima, Jacob despacha a tres más de sus descendientes directos. Gad tendrá que enfrentarse con las asechanzas de las tribus nómadas que colindan con su territorio, pero saldrá vencedor de sus ataques. Aser poseerá una región agrícola de inmenso valor, dado que será conocida por su productividad, por sus grandes cosechas de cereal y por su generosa aportación a futuros monarcas de Israel del alimento básico por antonomasia de aquellos tiempos, que no era ni más ni menos que el pan. Neftalí al parecer será un linaje de ejemplares humanos ágiles y de hermosa apariencia, incomparables en su aspecto físico y en su destreza en la batalla.  

6. BENDICIÓN DE GRACIA 

     José vuelve a aparecer en escena después de haber sido objeto de la bendición especial paterna del capítulo anterior. Cada una de las bendiciones y profecías que se le dirigen también tendrán su eco en sus dos hijos, Efraín y Manasés: “Rama fructífera es José, rama fructífera junto a una fuente, sus vástagos se extienden sobre el muro. Le causaron amargura, le lanzaron flechas, lo aborrecieron los arqueros, mas su arco se mantuvo poderoso y los brazos de sus manos se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob, por el nombre del Pastor, la Roca de Israel, por el Dios de tu padre, el cual te ayudará, por el Dios omnipotente, el cual te bendecirá con bendiciones de los cielos de arriba, con bendiciones del abismo que está abajo, con bendiciones de los pechos y del vientre. Las bendiciones de tu padre fueron mayores que las de mis progenitores; hasta el término de los collados eternos serán sobre la cabeza de José, sobre la frente del que fue apartado de entre sus hermanos.” (vv. 22-26) 

     Una muestra más del altísimo afecto que Jacob sentía por su recién reencontrado hijo es esta extensa bendición. Añadida a la prosperidad, a la multiplicación impresionante de los miembros de su dinastía, y a la extensión de su influencia y presencia, Jacob trae a la memoria los avatares terribles por los que tuvo que pasar José antes de convertirse en el virrey de Egipto. No tenemos noticias de que Jacob al final supiese la verdad de los hechos acontecidos en la desaparición de su amado hijo, ni de lo contrario, pero sí que entendemos el simbolismo que los arqueros, las flechas y los arcos quieren dar a las postreras palabras del patriarca. No puede llegar a imaginar las desdichas y adversidades por las que ha llegado a atravesar José, pero sí sabe que alguien con muy mala idea estuvo tras su repentina y enigmática desaparición del mapa. No llega a acusar a nadie de los presentes, aunque me figuro que un estremecimiento correría por la columna vertebral de muchos de sus hijos al hacer alusión a las vicisitudes que tuvo que afrontar José. Lo importante de todo es que la gracia de Dios rodeó a su hijo perdido, y lo protegió de todo mal hasta auparlo a las cotas más altas del poder y de la dignidad.  

     Jacob agradece una y otra vez a Dios su intervención providencial a la hora de preservar la vida de José, y por ello, acude a una especie de composición hímnica para ensalzar la fortaleza y omnipotencia de Aquel que lo había protegido y guiado durante toda su vida. Es más, Jacob hace suyo a Dios, lo considera su pastor, su consejero, su refugio y sustento. El Dios que estuvo con sus antepasados ha vuelto a hacerlo. Ha ayudado a que todo salga bien, a recuperar lo perdido, a restablecer lo quebrantado y a restaurar lo que se había estropeado. Ahora las bendiciones infinitas de Dios lloverán sobre los descendientes de José, los pozos, tesoros en medio del sequedal, se abrirán para surtir de agua y vida a sus familias, y la capacidad reproductiva será tan asombrosa como legendaria. Jacob mismo ha sido bendecido una y otra vez por el Señor, más de lo que fueron bendecidos sus ancestros, y, en este momento de clarividencia profética, Dios derramará innumerables e ilimitadas bendiciones sobre José mismo y sobre su descendencia. ¡Qué gran amor prodiga Jacob a su querido hijo delante de sus hermanos, los cuales asumieron su rol en el orden futuro de los planes de Dios para Israel! 

7. UN LOBO CONFLICTIVO 

      El último hijo de Jacob, pero no el menos amado por este, recibe la postrera de las bendiciones de su padre: “Benjamín es lobo arrebatador: por la mañana comerá la presa y a la tarde repartirá los despojos.” (v. 27)  

      El joven Benjamín no era precisamente un muchacho pusilánime o fácil de manipular. Jacob lo retrata como a un lobo, como alguien con carácter y con un espíritu indomable y belicoso. Sus descendientes más conocidos, Aod el juez, y Saúl, primer monarca de Israel dan fe de ello. Además, la tribu de Benjamín fue una de las más conflictivas en momentos concretos de la historia de Israel, incluso dándose el caso de quedarse prácticamente sin varones con los que dar en casamiento a sus doncellas. Esta tribu dio más guerra que entre catorce, pero permaneció fiel al lado de Judá en la división causada por la negligencia del hijo de Salomón, Roboam. 

CONCLUSIÓN 

      Varias cosas podemos aprender de este recorrido profético por las vidas y los destinos de los hijos de Jacob. En primer lugar, observamos que los pecados del pasado tienen repercusiones negativas en el porvenir de la persona. Tanto Rubén, como Simeón y Leví, tienen que aprender a vivir con el peso de las consecuencias de sus vergonzosos actos. El Señor perdona nuestros pecados, pero esto no quiere decir que los efectos que estos conllevan no nos alcancen y modifiquen nuestro futuro. Podemos recibir la remisión de nuestras deudas, pero no podemos deshacernos del ajuste de cuentas con el prójimo al que herimos o dañamos. Esto requerirá de tiempo y de humildad por nuestra parte, y ciertamente Cristo nos ayuda a sobrellevar el producto de nuestras iniquidades pasadas, pero en justicia, al final reconocemos que hemos de hacer algo por resolver los desaguisados que cometimos en el ayer. Podemos, tal y como les ocurrió a estos tres hijos de Jacob, perder bendiciones gloriosas si dejamos que nuestros impulsos engañosos y nuestro temperamento desatado se apoderen de nuestras acciones y palabras. 

     En segundo lugar, aprendemos que Dios dispone ante sí el tablero de la historia y de las circunstancias para construir un pueblo en el que todos tienen cabida, y en el que todos tienen un papel crucial que cumplir. Unos tendrán mayor autoridad, más responsabilidad o mejores perspectivas de crecimiento, pero todos a una conformarán un pueblo excepcional, aportando su granito de arena al plan de salvación de Dios. Lo mismo nos ocurre a nosotros como miembros del cuerpo de Cristo local y universal. Todos tenemos nuestra misión especial de parte de Dios y hemos de asumirla sin envidias, ni peleas por el poder, ni tendencias arribistas. Todos somos el mismo pueblo de Dios, redimidos por Cristo y empoderados por el Espíritu Santo para cumplir y gestionar la misión más importante del mundo: la de predicar el evangelio a toda nación partiendo desde nuestro hogar hasta lo último de la tierra. Dios tiene las llaves de tu futuro, por lo que solo debes esperar en Él sin necesidad de recurrir al tarot o a los horóscopos, supersticiones absurdas y falsas. 

     Por último, aprendemos que el círculo de la gracia del Altísimo siempre es completado en nosotros y en aquellos que escogen creer con fe en las promesas de Dios. José pasó por tragos amargos, amenazado por su propia sangre, deportado a tierras ignotas y encerrado como un vil criminal. Pero el Todopoderoso tiró de su providencial sabiduría para que, a pesar de los pesares, todo encajara a la perfección en su proyecto de salvación universal y nacional. Jacob puso toda su confianza en Dios, del mismo modo que hicieron sus antepasados, y del mismo modo en el que la puso José, su hijo, y ninguno de ellos salió defraudado. Todo lo contrario. Aquel que deposita su fe en la gracia admirable de Dios, que cree de todo corazón en la obra y persona de Cristo para su salvación, y que se deja guiar y moldear por el Espíritu Santo, nunca quedará desilusionado o frustrado. Dios cuida de cada detalle para que podamos confesar con Jacob que el Fuerte nunca se apartó de su lado en ningún momento de su vida. 

     Se acerca el día en el que Jacob dejará de respirar para siempre en la tierra de los vivientes, y se apresurará a reunirse con sus antepasados. ¿Qué ocurrirá una vez Jacob haya fallecido en relación a la convivencia entre José y sus hermanos? ¿Habrá algún resquemor pendiente de ser explotado una vez que el patriarca ha pasado a mejor vida? Las respuestas a estas preguntas y a muchas otras más, en nuestro próximo estudio sobre la vida de José en Génesis.

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