EGIPTO II


 

SERIE DE ESTUDIOS SOBRE LA VIDA DE JOSÉ EN GÉNESIS “JOSÉ EL SOÑADOR” 

TEXTO BÍBLICO: GÉNESIS 47 

INTRODUCCIÓN 

      Las grandes catástrofes humanas han demandado, por lo general, de medidas desesperadas con las que frenar el alcance y efecto de los daños que éstas pudieran provocar en las sociedades. Normalmente, y tal como hemos podido comprobar durante la primera ola de la pandemia global de Covid-19, muchas de las libertades que hoy día damos por supuestas, como son la libertad de reunión, de movimiento o de manifestación, suelen ser recortadas o restringidas en orden a solucionar con eficacia y prontitud la situación de emergencia nacional en la que nos hallábamos. Pienso, más allá de la calidad y efectividad de las medidas tomadas, que no debe ser fácil, ni para las autoridades, ni para los ciudadanos tener que asumir una serie de estrategias que nos confinan en nuestros hogares, que influyen negativamente en la economía del país y que condicionan muchos de nuestros hábitos cotidianos. Supongo que todo saldría mucho mejor, ahora que nos vemos embarcados en varias oleadas de contagio, si colaboráramos y buscásemos un consenso racional y comprensivo ambas partes. Los ciudadanos siendo respetuosos con medidas ampliamente reconocidas por especialistas en la materia vírica, mostrando responsabilidad y empatía por personas de riesgo; y las autoridades, valorando no solamente aspectos materiales o de previsión de gasto, sino analizando qué clase de secuelas puede trastornar la vida de la sociedad en su conjunto con sus programas preventivos y proactivos. 

      Afortunadamente, vivimos en un espacio social en el que los derechos son más tenidos en cuenta que en otras latitudes donde la imposición de medidas viene acompañada de la disuasión coercitiva o de la amenaza a la integridad física o financiera. En otros lugares, cualquier directiva relacionada con la búsqueda de soluciones a la pandemia, viene aparejada a cercenar completamente cualquier derecho humano reconocido ampliamente por casi todo el orbe terrestre. Por eso, haríamos bien en considerar cualquier estipulación pública y administrativa para combatir los embates terribles de una enfermedad con una transmisión social bastante virulenta. Ya que vivimos en una democracia que reconoce los derechos más básicos y muchos otros más, deberíamos responder con obediencia y sentido común a lo que se nos ordene, como dije, más allá de que nos guste o no el color político del gobierno de turno, de que nos convenzan las medidas a tomar, o de que preferiríamos vivir como siempre lo hicimos antes de la mal denominada “nueva normalidad.” Lo más importante de todo es poder encontrar una vacuna que nos permita recuperar de nuevo nuestras libertades en su máxima expresión y esperar de forma optimista que las personas se ajusten a los mínimos requisitos de distancia social y precaución relacional. Con la ayuda de Dios, estoy seguro de que conseguiremos conquistar de nuevo nuestra cotidianidad.  

      El mundo conocido de los tiempos de José estaba en un tris de alcanzar el umbral de la penuria alimentaria, económica y humanitaria más grande de varios siglos. Las malas cosechas, la sequía pertinaz, los flujos migratorios incrementándose desmedidamente, las enfermedades que trae la hambruna, todo se confabulaba para extinguir el último aliento de una humanidad desesperada y agonizante. Pocas soluciones podían aplicarse de forma satisfactoria para todas las naciones y gentes de Egipto y alrededores. Sin embargo, como veremos más adelante, Dios tiene un plan salvador cuya pieza clave va a ser José, el hijo esclavizado de un hebreo de Canaán que ha llegado a convertirse en gobernador de todo Egipto. Dios maneja las hebras del tiempo a su antojo, y de forma providencial arma y teje un tapiz magnífico en el que la gracia divina será el motivo central de su entramado. Pero antes de averiguar de qué modo se las compuso José para poder frenar el desamparo de Egipto y paliar la necesidad de las naciones aledañas, un par de comparecencias ante Faraón deben llamar nuestra atención en relación al presente y futuro del pueblo de Israel. 

1. AUDIENCIA REAL FAVORABLE 

      Recordemos que Jacob, al fin, logra volver a ver a su querido hijo José después de años y años teniéndolo por muerto. Armando el petate, Jacob junto con toda su familia viaja a Egipto para instalarse en una de las tierras más prósperas, aun en medio de la gran carestía internacional que afectaba a toda la tierra. Ahora, José debe, según el protocolo de las buenas formas palaciegas, presentar a su familia a Faraón, de tal modo que éste sancione positivamente cualquier sugerencia propuesta por José en cuanto al lugar en el que iban a vivir de ahora en adelante: Fue José y lo hizo saber al faraón. Le dijo: —Mi padre y mis hermanos, con sus ovejas, sus vacas y todo lo que tienen, han venido de la tierra de Canaán y están en la tierra de Gosén. Escogió a cinco de sus hermanos y los presentó delante del faraón. Entonces el faraón dijo a sus hermanos: —¿Cuál es vuestro oficio? Ellos respondieron al faraón: —Pastores de ovejas son tus siervos, así nosotros como nuestros padres. Dijeron además al faraón: —Para habitar en esta tierra hemos venido, porque no hay pasto para las ovejas de tus siervos, pues el hambre es grave en la tierra de Canaán; por tanto, te rogamos ahora que permitas que habiten tus siervos en la tierra de Gosén. Entonces el faraón dijo a José: —Tu padre y tus hermanos han venido a ti. Delante de ti está la tierra de Egipto. En lo mejor de la tierra haz habitar a tu padre y a tus hermanos; que habiten en la tierra de Gosén, y si sabes que hay entre ellos hombres capaces, ponlos por mayorales de mi ganado.” (vv. 1-6) 

      José no se aprovecha descaradamente de su cargo para desarrollar un plan nepotista para su familia. Todo lo contrario. A pesar de que su deseo más ferviente es el de que todos sus hermanos y su padre, con todo lo que poseen, puedan morar en tierras de Gosén, y de que tal vez tenía la prerrogativa de tomar decisiones por su cuenta sin dar razones de estas a Faraón, José opta por hacer las cosas como es debido, tal y como mandan los cánones de la diplomacia y la cortesía. José avisa a su monarca que su parentela acaba de llegar a Egipto, y que su intención es la de establecerse cerca de la capital, cerca de su presencia. Para recalcar su interés en el bienestar de su familia, José lleva consigo a cinco de sus hermanos, posiblemente Judá y cuatro más, y así conocer de primera mano al rey de Egipto y presentarle humildemente sus respetos. José era una persona muy sabia y seguramente convendría con Dios mismo llevar a cabo este ejercicio de sumisión ante Faraón. No hay nada que más agrade a un soberano que comprobar que aquellos que vienen a solicitar un favor real lo hagan con un espíritu humilde, reconociendo que se hallan en sus manos. 

     Cuando José y sus hermanos comparecen ante el trono real de Egipto, Faraón los interroga acerca de su oficio, posiblemente para comprobar de qué modo podían ser útiles a la nación que los acogía. Los hermanos responden con las mismas palabras que el propio José les había puesto en la boca con antelación, sobre todo con el propósito de no incurrir en cualquier inconveniencia o error de cálculo que pudiera predisponer a Faraón contra su sueño de hallar refugio para su clan familiar. La contestación es simple y sincera: son pastores de ovejas. Sus ancestros lo eran y ellos seguían con la misma tradición laboral que ellos, por lo que su experiencia y capacidad estaba fuera de dudas en lo que tenía que ver con la gestión de cualquier clase de ganados, especialmente del ovino. Explican el motivo principal de su visita a Egipto, exponen la situación dantesca por la que están pasando muchos pueblos de los contornos de Egipto y Canaán, y especifican que, al no haber pasto con el que alimentar a sus ganaderías, no les quedaba más remedio que recurrir a la ayuda y auxilio de Faraón. Las circunstancias adversas les habían empujado a abandonar lo querido y conocido para poder sobrevivir junto con sus animales. 

      Fijémonos, a continuación, cómo sería la confianza que Faraón demostraba hacia José, que indica su visto bueno sobre todo este asunto de la convivencia en tierras egipcias. Es como si dijese a José que no hubiera hecho falta siquiera ir a verle o consultarle sobre el tema. Su familia había venido a verlo después de tanto tiempo, se hallaban en una penosa coyuntura y qué menos que socorrerlos en esta lóbrega hora. Todas las tierras de Egipto estaban en las manos capaces de José, y podía escoger cuál de ellas iba a ser la nueva ubicación del campamento de Jacob sin ningún tipo de impedimentos u obstáculos. Todo son facilidades de parte del soberano de Egipto. Si José quería que Gosén fuese su asentamiento definitivo, no pondría trabas a esta decisión. Y, es más, Faraón incluso llega a rogar a José que, si alguno de sus hermanos era diestro en las artes pastoriles, podría convertirse en mayoral, esto es, en el encargado de un grupo de pastores egipcios. Tal es la fuerza que da pedir al poderoso con formas agradables, palabras bien escogidas y talante humilde, que aquello que se solicita se convierte en algo placentero para el que lo da, y en algo beneficioso para el que lo recibe. 

2. JACOB Y FARAÓN 

     Tras la presentación de sus hermanos y el beneplácito real para permitir que Gosén sea en adelante el lugar de la habitación del incipiente pueblo de Israel, José ansía presentar a Faraón a la persona más amada e importante de su vida: su padre Jacob. Notemos la reverencia y la veneración que el Faraón tributa al patriarca: “José introdujo también a Jacob, su padre, y lo presentó delante del faraón. Jacob bendijo al faraón, y el faraón preguntó a Jacob: —¿Cuántos años tienes? Jacob respondió al faraón: —Los años de mi peregrinación son ciento treinta. Pocos y malos han sido los años de mi vida, y no han llegado a los años de la vida de mis padres en los días de su peregrinación. Jacob bendijo al faraón y salió de su presencia. Así José hizo habitar a su padre y a sus hermanos, y les dio posesión en la tierra de Egipto, en lo mejor de la tierra, en la tierra de Ramesés, como mandó el faraón. Y alimentaba José con pan a su padre, a sus hermanos y a toda la casa de su padre, según el número de los hijos.” (vv. 7-12) 

      Jacob, ya entrado en años, es acompañado cerca de la presencia del dignatario egipcio en orden a ser presentado como el cabeza de familia del nuevo pueblo que se instalaría en su territorio. Notamos en esta parte del relato esa pizca de orgullo paterno por la recién descubierta posición de su hijo, y ese orgullo filial por haber sido Jacob quien le ha enseñado desde la niñez a temer a Dios por encima de todas las cosas. Jacob, pues, se aproxima a Faraón, y tal como es costumbre en los pueblos orientales, ofrece a éste su bendición, con todo lo que esta conlleva de shalom para la vida y reinado del monarca egipcio. Es una forma respetuosa de alcanzar una relación de hermosa fidelidad y lealtad con aquel que lo cobija bajo sus alas poderosas y provisorias. Faraón, intrigado al ver la vejez de este hombre que lo bendice en hebreo con tanto fervor y sencillez, pregunta a Jacob por su edad.  

      Jacob resuelve, desde su humildad y desde el dolor que ha acompañado sus últimos años de vida, manifestar que, a pesar de tener 130 años de existencia, pocos han sido felices y satisfactorios. No nos hace falta más que echar la mirada atrás para recordar los tiempos de su huida del hogar a edad temprana, de sus muchos años trabajando por cuenta ajena y propia, de sus problemas con sus hijos en Siquem y de la desaparición de José. Para Jacob, en comparación con la longevidad de sus antepasados, 130 eran una minucia, y considera que la vida no es más que un peregrinaje efímero que solo es la antesala a la inmortalidad tras cruzar el umbral de la muerte. ¡Muchos quisieran llegar a 130 años hoy día, edad inalcanzable para la gran mayoría de mortales! ¡Y con esa claridad de ideas, esa lucidez y esa perspicacia fruto de la experiencia y de la sabiduría de lo alto! Sufrido y cansado, ahora solamente procura un final digno y gozoso junto a sus hijos en un lugar donde pueda reposar de sus trabajos en esta vida pasajera.  

       Con esta breve conversación entre Faraón y Jacob, y con otra nueva bendición por parte del patriarca, éste se retira a su casa para preparar su estancia en Egipto. José, desde ese momento, personalmente se hace cargo de las necesidades de su familia, y destina de su propio acopio de pan lo mejor de lo mejor para su padre en tierras de Ramesés, nombre que ya nos anticipa el futuro yugo que aguarda al pueblo de Israel, dado que en Gosén se construiría esta ciudad de almacenaje décadas después a costa de la mano de obra esclava de los hebreos. Cercano está el final del libro de Génesis, y poco a poco, iremos comprobando cómo evidencias puntuales de su conclusión, determinarán lo que sucede en el siguiente libro del Pentateuco: Éxodo. 

3. UNA GESTIÓN INTELIGENTE EN TIEMPOS CRÍTICOS 

      Ahora es el turno de registrar la manera inteligente y providencial en la que José abordó la crisis humanitaria que se iba agravando a ojos vista conforme los años de carestía y hambruna avanzaban amenazadoramente sobre Egipto: “No había pan en toda la tierra, y el hambre era muy grave, por lo que desfallecían de hambre la tierra de Egipto y la tierra de Canaán. Recogió entonces José todo el dinero que la tierra de Egipto y la tierra de Canaán le habían pagado por los alimentos que de él compraban; y metió José el dinero en casa del faraón. Cuando se acabó el dinero de la tierra de Egipto y de la tierra de Canaán, vino todo Egipto a José, diciendo: —Danos pan; ¿por qué moriremos delante de ti, por haberse acabado el dinero? José respondió: —Si se ha acabado el dinero, entregad vuestros ganados, y yo os daré trigo por vuestros ganados. Trajeron ellos sus ganados a José, y José les dio alimentos a cambio de caballos, ovejas, vacas y asnos; los abasteció de pan aquel año a cambio de todos sus ganados. Acabado aquel año, vinieron a él el segundo año, y le dijeron: —No ocultamos a nuestro señor que el dinero ciertamente se ha acabado, y también el ganado es ya de nuestro señor. Nada ha quedado delante de nuestro señor, sino nuestros cuerpos y nuestra tierra. ¿Por qué moriremos delante de tus ojos, así nosotros como nuestra tierra? Cómpranos a nosotros y a nuestra tierra por pan, y nosotros y nuestra tierra seremos siervos del faraón; danos semilla para que vivamos y no muramos, y que no sea asolada la tierra. Entonces compró José para el faraón toda la tierra de Egipto, pues los egipcios vendieron cada uno sus tierras, porque se agravó el hambre que pesaba sobre ellos. La tierra pasó así a ser del faraón. Y al pueblo lo hizo pasar a las ciudades, desde un extremo al otro del territorio de Egipto. Solamente la tierra de los sacerdotes no compró, por cuanto los sacerdotes recibían trigo del faraón y comían del trigo que el faraón les daba; por eso no vendieron su tierra. Luego José dijo al pueblo: —Os he comprado hoy, a vosotros y a vuestra tierra, para el faraón; aquí tenéis semilla para sembrar la tierra. De los frutos daréis la quinta parte al faraón; las otras cuatro partes serán vuestras, para sembrar las tierras y para vuestra manutención, y también de los que están en vuestras casas, para que coman vuestros niños. Ellos respondieron: —La vida nos has dado. Hallemos gracia a los ojos de nuestro señor, y seamos siervos del faraón. Entonces José puso por ley hasta hoy sobre la tierra de Egipto que se diera al faraón la quinta parte de las cosechas. Tan sólo la tierra de los sacerdotes no pasó a ser del faraón.” (vv. 13-26) 

       No cabe duda de que la estrategia de José surtió su efecto de forma clara y rotunda. A través de distintas etapas, los habitantes de Egipto fueron recibiendo su alimento como contrapartida de su dinero, de sus ganados, de sus parcelas de terreno y de su propia fuerza de trabajo. A través de esta planificación, Faraón se convierte, por obra y gracia de la gestión de José, en el dueño de todo Egipto, a excepción de los sacerdotes y sus tierras, dado que ya ellos participaban por decreto real de suministros garantizados. Faraón obtenía riquezas inmensas y un poder absoluto a la par que su pueblo, movilizado del campo a las ciudades de distribución de grano, sobrevivía a este cataclismo humanitario sin precedentes. Con el tiempo, y casi al final del periodo señalado por Dios en sueños a Faraón de hambruna, los habitantes de Egipto deberían devolver el favor real convirtiéndose en jornaleros que arrendaban los terrenos de Faraón para cultivarlos. De esas cosechas, Faraón recibiría la quinta parte, una cantidad justa dadas las circunstancias, con la que podría abastecer su corte y a los sacerdotes.  

       Comprendamos que, en aquellos tiempos, la tendencia internacional no era precisamente la de practicar la democracia, o la entrega asistencial, sino la de hacer acopio de todo el poder posible sobre los súbditos de un monarca. Fuere como fuere, José logra evitar una gran calamidad humanitaria, y todo gracias a la misericordia y la sabiduría de Dios, a la providencia soberana que marca los tiempos y sazones de la historia humana. Advirtamos también que el pueblo no se subleva o se alza en armas contra su señor para lograr su subsistencia, sino que aboga más bien por la responsabilidad y el compromiso de fidelidad a la labor encomiable de un extranjero como era José, el cual ve cumplidos sus sueños de ser de bendición a todas las naciones. 

4. ÚLTIMAS VOLUNTADES DE JACOB 

     Para concluir este capítulo de Génesis, José es llamado por su padre, ya postrado en el lecho a causa de su ancianidad y de los achaques propios de alguien como él, que vagó por la tierra durante muchos años en busca de un hogar y una familia: “Así habitó Israel en la tierra de Egipto, en la tierra de Gosén; tomaron posesión de ella, se aumentaron y se multiplicaron en gran manera. Jacob vivió en la tierra de Egipto diecisiete años, y fueron los días de Jacob, los años de su vida, ciento cuarenta y siete años. Cuando los días de Israel tocaban a su fin, llamó a José, su hijo, y le dijo: —Si he hallado ahora gracia a tus ojos, te ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo y que me trates con misericordia y lealtad. Te ruego que no me entierres en Egipto. Cuando duerma con mis padres, me llevarás de Egipto y me sepultarás en el sepulcro de ellos. —Haré como tú dices —respondió José. —Júramelo —dijo Israel. Y José se lo juró. Entonces Israel se inclinó sobre la cabecera de la cama.” (vv. 27-31)  

       Los tiempos nunca fueron mejores para Jacob y su familia que cuando recalaron en Gosén. Con todo a su favor, su familia comenzó a multiplicarse y a reproducirse, sus necesidades se hallaban bien cubiertas, la época del hambre había pasado, y los pastos que crecían en su territorio eran de la mejor calidad, con lo que, poco a poco, los hebreos se iban convirtiendo en un auténtico pueblo. Jacob solo pudo disfrutar de esta era de prosperidad y felicidad durante diecisiete años, logrando vivir hasta casi los 150 años de edad, lo cual no está nada mal para un ser humano en aquel contexto histórico. Estos 17 años servirían para recuperar el tiempo perdido junto a su hijo José y sus nietos, para observar cómo las promesas de Dios de que nada debía temer, de que lo acompañaría siempre y de que haría de su clan una gran nación, se hacían realidad ante sus ojos. Un día, intuyendo que le quedaba poco para reunirse con sus ancestros, llama a su hijo favorito José para proponerle sus últimas voluntades antes de fallecer. Quiere que sea José, y solo José, quien lleve a término todos los detalles que tienen que ver con el destino de sus restos mortales. 

      Con toneladas de cariño y ternura, Jacob desea que José le prometa solemnemente, por medio de un ritual que ya vimos en Génesis, que consiste en colocar la mano bajo el muslo y cerca de sus genitales, que no hará nada distinto de lo que le va a ordenar. Ruega por su misericordia y lealtad filial que sus restos mortales sean trasladados a la cueva de Macpela, en Hebrón, para ser reunido con sus padres. Dios le había prometido que volvería de nuevo a Canaán, y la única manera de velar por este cumplimiento, era disponer con la suficiente antelación los detalles de su sepelio en el hogar de sus antepasados. No es un desprecio por la tierra que ahora lo acoge a él y a su descendencia. Es un simbólico evento que señala a su progenie que su verdadero hogar se halla lejos de Egipto y que, en el día en el que el Señor lo disponga así, deberán retornar a sus raíces, a sus esencias, a su patria original.  

      José entiende perfectamente los deseos de su padre, y le confirma reverentemente que se hará conforme a su voluntad, y que no faltará a la palabra dada. Rubricado su testamento vital con este juramento tan emotivo y estremecedor, Jacob se vuelve a recostar para seguir durmiendo y descansando. Todavía existen nuevas disposiciones finales que ha de compartir con los hijos de José y con sus propios hijos, y lo hará de forma profética. 

CONCLUSIÓN 

     Las bases de una nación que cambiará por completo el panorama de la historia de la humanidad, y de forma especial, el horizonte salvífico de Dios para el mundo, se están asentando ya en Egipto. Todo parece casar a la perfección con los providentes planes de Dios para Israel, y permite que durante una buena temporada pueda respirar la paz y la tranquilidad, aunque sea en tierra extraña y ajena. La gracia de Dios empapa todas las circunstancias que han llevado a este desenlace tan halagüeño como milagroso a desarrollarse según los misteriosos propósitos del Señor. Aprendimos que la vida es un peregrinaje, que las raíces propias están presentes siempre en nuestros corazones por mucho que nos mudemos de un lugar a otro, que la provisión de Dios aparece de donde menos lo esperamos, y que es preciso dejar todo listo antes de comenzar un nuevo viaje al más allá. 

     ¿Qué legado dejará Jacob a su hijo José y a sus nietos? ¿Qué bendiciones y que visiones proféticas aguardan a sus descendientes antes de morir? ¿De qué forma influyen los designios de Dios sobre las personas cuando éstas reciben un oráculo profético? La respuesta a estas preguntas y muchas otras más, en el próximo estudio sobre la vida de José en el libro de Génesis.

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