LEVADURA
SERIE
DE SERMONES SOBRE MATEO 13 “PARABOLÉ”
TEXTO
BÍBLICO: MATEO 13:33
INTRODUCCIÓN
Con
total seguridad habrás escuchado el término “influencer.” Este
ya no tan nuevo fenómeno del márquetin ha copado casi por completo
el ideal que muchos adolescentes, jóvenes y adultos tienen sobre su
vocación y profesión. Si preguntamos a un buen grupo de jóvenes
sobre a qué quieren dedicar su vida en términos laborales, un
amplio porcentaje ya se mueve en torno a la posibilidad de
convertirse en un “influencer” de éxito. Esta palabreja es un
término anglosajón para nuestro influidor castellano y define la
influencia que alguien tiene sobre un determinado conjunto de
personas, y que posee un número leal de seguidores o “followers”
que permanecen muy atentos y alertas a lo que el “influencer”
dice o hace, y que suelen hacer caso de las recomendaciones,
tendencias o consejos que éste publica en redes o en YouTube.
Normalmente, este influidor es bastante experto en la materia
específica a la que dedica su canal, y detenta un carisma especial
que atrae a cientos y miles de personas. Para ser “influencer,”
según los entendidos del tema, debes ser tremendamente activo en las
redes sociales y medios de comunicación de masas, has de publicar
contenidos de calidad, y crear una relación cercana con tus
seguidores.
Si
evaluamos la cantidad de dinero que mueven estos “influencers,”
entendemos que muchos adolescentes ansíen formar parte de este nuevo
nicho de mercado laboral. Y es que la adolescencia siempre nos ha
solicitado poder encajar en la sociedad, en la notoriedad y en el
mundo. ¿Qué mejor forma que tener más amigos, más dinero y
mejores perspectivas de dedicarte a lo que te gusta en realidad, que
montarte tu propio canal para hablar de tus cosas, para opinar sobre
tal o cual producto, y para contagiar tus aficiones y filias a un
gran número de personas? Hoy por hoy, este es el anhelo que muchas
personas tienen, el de marcar la diferencia, el de ser originales, el
de mostrar a todos lo que es ser especial, el de publicar a los
cuatro vientos que tienes un don distintivo que exhibir globalmente.
Ser famosos, ganar dinero aparentemente fácil, tener un millón de
contactos, poder influir sobre las modas y la opinión de las masas,
se convierte en una auténtica obsesión para muchos.
El
problema es que, ante la proliferación exacerbada de “influencers”
que llegan a todos los rincones del planeta gracias a la tecnología
e internet, podemos encontrarnos de todo un poco, como en botica.
Existen “influencers” que de verdad pueden empeñarse en hacer
del mundo algo mejor con la exposición de sus proyectos
humanitarios, de sus clases magistrales sobre cualquier tema, y de
consejos saludables y ecológicos. También están los “influencers”
que aprovechan la vanidad del hombre y de la mujer para hacer su
agosto, presentando “lifestyles” o estilos de vida envidiables y
codiciables. Otros se dedican al entretenimiento, como los probadores
de videojuegos o los amigos del riesgo, la aventura y los viajes.
Pero también hay “influencers” que consagran su tiempo y sus
energías en influir perniciosa y negativamente sobre otros
individuos, prodigándose en comentarios ofensivos, en puntos de
vista macabros y en ideologías inmorales y perversas. Navegar por el
proceloso mar digital y virtual nos puede deparar sorpresas bastante
desagradables en relación a ciertos seres humanos que persiguen ser
influidores simplemente para expandir el mal que habita en sus negros
corazones y en sus cauterizadas conciencias.
Si
pensamos en la manera en la que, como creyentes hemos de ser
influidores en una sociedad tan ecléctica y diversa como es la
nuestra, no podemos más que acercarnos al “influencer” más
controvertido, más importante y más renombrado de la historia:
Jesús. Todavía en la actualidad, después de más de dos milenios,
se escuchan los ecos de sus enseñanzas, de sus hechos portentosos y
de su misión terrenal. No ha habido prácticamente nadie que no haya
escuchado de él. Jesús se ha convertido a lo largo del transcurrir
humano en una referencia, en un “trending topic,” en un icono, o
en un modelo a seguir. Sus “followers” se cuentan por millones,
aunque no empleó todos los medios audiovisuales que hoy usan los
“influencers” más famosos. Incluso los ateos, aquellos que dan
la espalda a Dios, no pueden negar la influencia que Jesús ha tenido
sobre el pensamiento de muchísimos ideólogos, filósofos,
estudiosos y políticos. Todavía se utilizan expresiones y frases
que él dijo en su tiempo y que han recogido los escritores de los
evangelios.
Influir
es una palabra que casa a la perfección con la clase de meta que,
como creyentes, hemos de perseguir a fin de que muchas personas
vengan ante Dios en arrepentimiento y confesión de pecados. Sin
embargo, no es que nosotros vayamos a lograr nada de motu proprio. No
somos nosotros los que influimos en los demás, sino que es el
Espíritu Santo el que es capaz de apelar a la conciencia de la
persona, de tal manera que sea convencido de su vana manera de vivir
y de su necesidad de salvación eterna. Como cristianos, cumplimos
fielmente con nuestro llamamiento cuando propiciamos con nuestras
palabras, con nuestras acciones y con nuestro estilo de vida, la
oportunidad de que otras personas deseen conocer más y mejor a
nuestro Señor y Salvador. Del mismo modo que la sal influye en la
carne que se desea preservar de la corrupción, y conserva sus
propiedades, aunque el tiempo transcurra, así han de ser nuestras
vidas ante los ojos de aquellos que conviven en nuestro vecindario.
1.
LA LEVADURA OCULTA
Jesús,
después de hablarnos del grano de mostaza y del increíble y
asombroso crecimiento del Reino de los cielos a lo largo de la
historia, recurre de nuevo a una parábola en la que la humildad de
su comparativa sobresale para enseñarnos de qué forma el Reino de
Dios irá influyendo en el devenir de la humanidad: “Otra
parábola les dijo: «El reino de los cielos es semejante a la
levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina,
hasta que todo quedó leudado.»” (v. 33)
Como
ya expusimos en otra ocasión, el Reino de los cielos es una realidad
espiritual presente y futura a partes iguales. Los teólogos eruditos
llaman al Reino de Dios el “ya, pero todavía no.” ¿Qué quiere
decir esto? Quiere decir que el Reino de los cielos ya fue inaugurado
por Jesús durante su ministerio terrenal, pero que todavía no ha
alcanzado su consumación final, la cual llegará en cuanto Cristo
regrese por segunda vez a este mundo para instaurar en justicia y
juicio su plena potestad y gloria. El Reino de Dios está presente en
la actualidad, por cuanto la iglesia es precisamente un agente de
este Reino, una embajada de Cristo en la tierra, la sal y la luz que
frenan el incesante trabajo de destrucción y asolamiento de la
humanidad que provoca Satanás. La iglesia de Cristo espera con
entusiasmo y gozo el advenimiento definitivo de su Rey y Señor, ya
que cerrará al fin el proceso de maduración y crecimiento del Reino
de los cielos.
Con
una sabiduría espectacular y certera, aunada con una creatividad e
imaginación sumamente fértiles, Jesús compara el Reino de los
cielos con la levadura. La levadura es un hongo microscópico que
cumple la función de la descomposición mediante la fermentación.
La utilidad más conocida de este hongo es el de hacer pan, ya que su
efecto sobre la masa es el de expandirla y aumentarla. La levadura
produce un efecto de burbujas en la masa de harina, y al hornear la
masa ésta muere dejando tras de sí una textura suave y esponjosa
que da sabrosura al pan.
En
algunos lugares de la Palabra de Dios, se adjudica a la levadura el
simbolismo de lo inmundo o de la contaminación de aquello que es
bueno. De ahí que, en tiempos de la Pascua, los judíos deben
deshacerse de cualquier vestigio de levadura que haya en su hogar,
implicando la idea de que la pureza y la santidad han de presidir sus
casas y sus vidas. Y no olvidemos también que, durante este tiempo,
el pan que se cuece está exento de cualquier levadura, con el
objetivo de recordar su salida urgente de tierras egipcias. Hay
muchos comentaristas que cuando interpretan este texto intentan
adjudicar a la levadura de la que habla Jesús propiedades malignas o
tóxicas, queriendo ver en la acción de la mujer de la parábola
intenciones aviesas y malvadas. Sugieren que, durante el crecimiento
y desarrollo del Reino de los cielos, habrá personas que infiltren
astutamente elementos nocivos para su progreso y que intentarán
minar el avance del Reino desde dentro.
A
mi modesto entender, creo que Jesús no hilaba tan fino. Las
parábolas que él contaba podrían tener un fondo espiritual a veces
difícil de entender por aquellos que las escuchaban, pero su formato
tendía a ser sencillo y ajustado a las realidades cotidianas y
lógicas. Por ello, siempre desde mi humilde entendimiento del texto
que hoy nos ocupa, Jesús está hablando más bien de la clase de
influencia, en términos cuantitativos, que la levadura tiene sobre
las tres medidas de harina. El Reino de Dios, en palabras simples,
crece de forma imperceptible y sutil, pero crece.
2.
LAS TRES MEDIDAS MULTIPLICADAS
Esas
tres medidas de harina que aparecen en esta breve narrativa, son el
equivalente a cuarenta litros de harina, harina suficiente para dar
de comer a más de ciento cincuenta personas. No es casualidad que
Jesús emplee esta cantidad. La idea es que, de la misma manera que
la masa destinada a más de un centenar de comensales se multiplica
por la acción de la levadura de forma exponencial, así el evangelio
de Cristo pasaría de ser creído y proclamado por apenas un centenar
de personas tras la muerte y resurrección del Señor, a alcanzar a
millones y millones de personas durante los próximos dos mil años.
La levadura, en esta ocasión, no adquiere un significado negativo,
sino todo lo contrario, es motivo de esperanza para aquellos que
piensan que la iglesia está fracasando en su empeño misionero. Dios
sigue trabajando en este mundo, y miles de personas vienen ante su
presencia para recibir su perdón y amor cada día.
La
influencia que la Palabra de Dios tiene sobre más personas de las
que creemos a veces es complicada de percibir, e incluso nos rendimos
ante la aritmética de las membresías y los bautismos, pensando que
todo depende de nosotros a la hora de que más personas engrosen las
filas de la iglesia de Cristo. Sin embargo, es el Dios de la iglesia
el que influye en los corazones de forma determinante y definitiva.
Tú y yo cumplimos con nuestra vocación y compromiso cristianos
siendo canales del amor y de la compasión de Dios, siendo ejemplos
vivos de la manera en la que Cristo caminó entre nosotros, siendo la
voz y las manos de Dios en nuestro contexto más inmediato. Somos
convocados a ser como la levadura, proclamando el evangelio de
salvación en cualquier oportunidad que se nos presente, en cualquier
foro que se nos facilite, a través de nuestras convicciones
cristocéntricas y de nuestros valores éticos que brotan del mensaje
del Reino de Jesús.
3.
EL LEUDADO ESTÁ POR COMPLETARSE
No
hay mejor “influencer” que aquel que desea influir espiritual y
positivamente sobre el corazón de las personas que están a tu
alrededor. Contemplar con satisfacción y felicidad vidas de aquellos
a los que quieres, y con los que compartes tu existencia,
entregándose en brazos de Cristo, es el mejor premio que recibiremos
a nuestra dedicación y oración. Los demás influidores podrán
modificar nuestro aspecto, nuestra manera de vestir, nuestro tiempo
al entretenimiento o nuestra forma de pensar sobre esto o aquello,
pero nunca podrán alcanzar a ver un alma que se salva en el nombre
de Cristo. Podrán afectar la mirada que muchos tienen sobre ciertos
temas o conductas, pero son seres humanos falibles, sujetos en la
mayoría de los casos a intereses y fórmulas de márketing que solo
pretenden llenar los bolsillos de entidades, empresas o instituciones
en la sombra. Los “influencers” pueden caer en desgracia, cometer
errores o soltar por esa boquita algún despropósito y hacer saltar
por los aires esa influencia que tenían, decepcionando a sus
seguidores y adeptos, pero Jesús, el “influencer” por
excelencia, nunca ha defraudado a nadie por muchos siglos que hayan
pasado.
La
masa está todavía leudándose. No sabemos de cuánto tiempo
disponemos para seguir influyendo espiritualmente a nuestros amigos,
conocidos y familiares que todavía no conocen personalmente a
Cristo. No se nos ha dejado un plazo temporal concreto como tope
hasta el cual sigamos trabajando en la mies del Señor, mientras
denunciamos las artimañas venenosas del maligno. Todavía queda
margen suficiente como para interceder por ellos, para conversar con
ellos sobre la inmejorable ocasión de recibir de Dios gracia sobre
gracia, para invitarles a darle una oportunidad al Espíritu Santo en
sus vidas. Sin embargo, la urgencia y la pasión deben impregnar todo
nuestro interés en que sean salvos, antes de que la masa esté
leudada, y la llegada espléndida y majestuosa del León de Judá,
cierre el telón de la historia para juzgar a vivos y a muertos. En
este juicio final, todos los “influencers” comparecerán para dar
cuenta de la clase de influencia que lograron en el corazón y la
mente de miles y millones de personas.
CONCLUSIÓN
A
algunos no les gusta mucho el término “influencer” a la hora de
hablar de evangelizar y de extender la misión de Dios en este mundo,
pero no es una mala forma de hablar si tenemos en cuenta la parte
positiva de este vocablo anglosajón. Si lo pensamos bien, tú y yo
somos, de alguna manera, potenciales influidores de nuestra sociedad.
Dios no nos ha llamado para pasar desapercibidos, para vivir
clandestinamente nuestra fe o para ocultar el mayor tesoro que hemos
encontrado en Cristo. Más bien, nos ha encomendado la labor de
comunicar desde nuestro discurso y desde nuestro testimonio que en
Cristo hay salvación, que el Reino de los cielos se ha acercado, y
que, tarde o temprano Cristo volverá para recoger a su iglesia y
para juzgar a toda la humanidad desde su trono celestial.
Si
no estamos dispuestos a ser influidores espirituales sobre nuestros
semejantes, estaremos desobedeciendo el mandato que Jesús nos dejó
en Mateo 28:18-20: “Toda
potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo.”
Hay muchas maneras de ser un “influencer” espiritual. Tal vez
quieras crear un canal en YouTube, o abrir un blog, o enfocarte en la
sencillez de dar testimonio fiel de tu fe en Cristo a través de las
relaciones interpersonales y cara a cara, pero nunca renuncies a ser
parte del crecimiento y desarrollo del Reino de los cielos.
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