INCESTO





SERIE DE ESTUDIOS SOBRE LA VIDA DE ABRAHAM EN GÉNESIS “ABRAHAM, EL PADRE DE LA FE”

TEXTO BÍBLICO: GÉNESIS 19:30-38

INTRODUCCIÓN

       El incesto, práctica que ha sido aborrecida por impropia e inmoral en nuestra cultura occidental durante siglos, está volviendo a aparecer en determinados contenidos televisivos y cinematográficos que abogan por el amor libre y por la abrogación de las ataduras sexuales tradicionales. No hay más que considerar una de las series de televisión más renombradas en los últimos años, como ha sido “Juego de Tronos,” para encontrarnos con varios episodios en los que se adorna románticamente la relación incestuosa entre hermanos o entre tío y sobrina. Sabemos que aquellos que conciben esta clase de tramas y personajes siempre poseen una intencionalidad que bien puede deberse a las propias filias del director o guionista de turno, o a las presiones de determinados lobbies relacionados con la integración y normalización de esta clase de interacciones incestuosas. La escena en la que Cersei y Jamie Lannister se abrazan apasionadamente antes de morir bajo los cascotes y escombros de la Fortaleza Roja, no es ni más ni menos que un intento por valorar positivamente unos lazos amorosos ciertamente escabrosos e impuros. Y como suele decirse hoy día en cualquier mentidero de la presunta tolerancia buenista, “si son felices, ¿por qué no?”

      El concepto de incesto es el siguiente: “Práctica de relaciones sexuales entre individuos muy próximos por consanguinidad o parentesco biológico o consanguíneo.” La palabra que empleamos proviene del latín “incestus,” la cual describe algo incasto o no casto. Aunque en el principio, esto es, cuando la raza humana estaba recién aterrizada en la tierra, los individuos debían recurrir a la endogamia para multiplicarse, llegó un momento en el que dejó de ser bien visto y recomendable continuar con esta costumbre. Se optó entonces por encontrar pareja dentro del clan, pero tratando de que la distancia de consanguinidad fuese lo más remota posible, asegurando por un lado la propiedad de la tierra, y por otro, evitando una degeneración y deterioro genético de la familia. 

        Moisés, en las leyes de la santidad de Levítico ya deja meridianamente clara la postura de Dios en torno a la idea del incesto: “Ningún hombre se llegue a parienta próxima alguna para descubrir su desnudez. Yo, Jehová. La desnudez de tu padre, o la desnudez de tu madre, no descubrirás; tu madre es, no descubrirás su desnudez. La desnudez de la mujer de tu padre no descubrirás; es la desnudez de tu padre. No descubrirás la desnudez de tu hermana, hija de tu padre o hija de tu madre, nacida en casa o nacida fuera. La desnudez de la hija de tu hijo, o de la hija de tu hija, su desnudez no descubrirás, pues es tu propia desnudez. No descubrirás la desnudez de la hija de la mujer de tu padre, engendrada de tu padre, que es tu hermana. La desnudez de la hermana de tu padre no descubrirás; es parienta de tu padre. La desnudez de la hermana de tu madre no descubrirás, porque parienta de tu madre es. La desnudez del hermano de tu padre no descubrirás; no te acercarás a su mujer; es mujer del hermano de tu padre. La desnudez de tu nuera no descubrirás; mujer es de tu hijo: no descubrirás su desnudez. La desnudez de la mujer de tu hermano no descubrirás: es la desnudez de tu hermano. La desnudez de la mujer y de su hija no descubrirás, ni tomarás la hija de su hijo, ni la hija de su hija para descubrir su desnudez; son parientas, es maldad.” (Levítico 18:6-17)

1. UN HOGAR CAVERNOSO
       Con estas consideraciones en mente, podremos entender la realidad y las consecuencias de una de las escenas más vergonzosas y terribles de Génesis. Hagamos memoria sobre la situación que dejamos en el anterior estudio. Dios, airado contra las ciudades de Sodoma y Gomorra a causa de su perversión absoluta, decide destruirlas, pero no antes de rescatar a Lot y a sus dos hijas del devastador castigo que arrasará con el valle del Jordán. Lot, temiendo no poder alcanzar los montes para guarecerse de la lluvia flamígera que Dios derrama desde el cielo, ruega a los ángeles que lo acompañan si podría alcanzar la pequeña aldea de Zoar, de la que ya dijimos que era un remedo de Sodoma, lugar en el que Lot había escogido establecerse para prosperar sin contar con la maldad de sus habitantes. Dios se apiada de Lot y de sus hijas y permite que puedan alojarse en esta diminuta población. Sin embargo, sin saber cómo ni porqué, ahora hallamos a Lot y a sus hijas saliendo de Zoar: “Pero Lot subió de Zoar y habitó en el monte, junto a sus dos hijas, porque tuvo miedo de quedarse en Zoar. Él y sus dos hijas habitaron en una cueva.” (v. 30) 

      ¿Cuáles fueron las razones por las que Lot abandona Zoar? Sabemos que Zoar, antes de que Lot suplicase a Dios poder retirarse a ella, estaba destinada a ser destruida junto a Sodoma y Gomorra, por lo que colegimos aquí que Zoar también era la morada de individuos depravados y perversos en gran manera que merecían ser juzgados sumariamente por el Señor. ¿Habría sido rechazado Lot por ser el único superviviente de Sodoma y Gomorra? ¿Sus hijas habrían padecido alguna clase de ataque de índole sexual o el mismo Lot habría sido objeto de la lascivia homosexual de los zoaritas? No sabemos a ciencia cierta la respuesta a estas preguntas, aunque considerando la trayectoria de Sodoma, nada de esto podría extrañarnos. El caso es que Lot, al fin, se da cuenta de que el mejor lugar para evitar males mayores dentro de las murallas de Zoar es huir a los montes, tal y como los ángeles le habían aconsejado en el fatídico día de la desolación del valle del Jordán. 

      Es curioso que Lot no acudiese buscando ayuda al encinar de Mamre. No se nos dice nada sobre acudir a Abraham para recibir refugio, comida y un lugar en su mesa, y así recuperarse de la catástrofe que le había sobrevenido tan repentinamente. ¿Es esta una manera de darnos a entender que no deseaba encontrarse con su tío para no recibir de éste alguna reconvención, o que no quería presentarse ante él derrotado y arruinado a causa de sus malas decisiones? ¿Pensaba que ya había agotado la cuota de auxilio el día en el que fue rescatado de manos de la confederación que lo había hecho prisionero? Tampoco se nos dice nada. Lo que sí se nos dice es que Lot opta por vivir en una cueva, tal y como lo habían hecho sus ancestros. Eran lugares cálidos, seguros, a resguardo de las inclemencias del tiempo, inaccesibles en muchos de los casos para los bandoleros y cualquier fiera, y una cavidad rocosa donde permanecer un tiempo a la espera de que los acontecimientos cambiasen de rumbo y pudiese volver a empezar desde cero en otras latitudes. Comparada esta cueva con todo lo que había poseído no hace mucho Lot en la ciudad de Sodoma, era una miserable ubicación en la que capear el temporal.

2. UN PLAN INCESTUOSO

       No sabemos cuánto tiempo pasaron viviendo en esta cueva. Podrían ser días, semanas o meses. La cuestión es que las dos hijas de Lot empiezan a hacer cábalas sobre lo que sería de ellas. Quizá pensaban que el mundo se había acabado y que no hallarían forma de perpetuar su estirpe, o tal vez se habrían trastornado psicológicamente tras comprobar que todo lo que tenían se había convertido en cenizas. Y empiezan a urdir un plan que intentan justificar y racionalizar a la luz de sus necesidades más imperiosas del momento: “Entonces la mayor dijo a la menor: —Nuestro padre es viejo y no queda hombre en la tierra que se una a nosotras, conforme a la costumbre de toda la tierra. Ven, demos a beber vino a nuestro padre; durmamos con él, y conservaremos de nuestro padre descendencia.” (vv. 31-32)  

      Traigamos a la memoria que las dos hijas de Lot habían estado comprometidas con dos jóvenes sodomitas, pero a causa de que los futuros yernos de Lot pensaban que éste se estaba burlando de ellos cuando les urgió a salir por pies de Sodoma, se habían quedado compuestas y sin novio. Las hijas, basando su estrategia en una necesidad de ser madres y de reemprender el camino de la recuperación y la prosperidad, se aprovechan de la edad provecta de su padre para cumplir con su objetivo. Moralmente, sabían que estaban hablando de incesto. Pero en términos de utilitarismo, había que sacrificar la ética sexual en beneficio de la procreación. También eran conocedoras de que, si proponían a su padre que éste tuviese relaciones sexuales con ellas, éste se negaría en redondo y se cerraría en banda. No podríamos decir que las hijas de Lot no sabían lo que se hacían y que no preveían las consecuencias funestas que esta planificación traerían al mundo venidero.

     El plan era embriagar a su padre, emborracharlo hasta que perdiese el sentido, hasta que no llegase a darse cuenta de lo que hacían sus hijas con él en el sopor etílico. No podemos saber si las hijas de Lot habían comprobado lo que puede lograr en una persona el consumo excesivo de alcohol, pero al parecer no eran desconocedoras de este extremo a tenor de los resultados de su plan. Examinando este ardid, no puede por menos que venirnos a la mente el episodio de Noé, cuando al descubrir que del jugo de las uvas podía elaborarse vino por fermentación, sucumbió ante los efectos que el alcohol provocó en su conducta y su desinhibición. No hay cosa más deplorable que contemplar a estas dos hijas cuchicheando en la oscuridad de una caverna la forma de dejar inconsciente a su progenitor para aprovecharse sexualmente de éste. El respeto y la veneración eran opacados por lo que ellas entendían era una necesidad que estaba por encima de la etiqueta, de la reverencia a los padres y de la voluntad de Dios.

      Una vez pergeñado el procedimiento, se turnan en la consecución de sus fines a toda costa: “Dieron a beber vino a su padre aquella noche, y entró la mayor y durmió con su padre; pero él no sintió cuándo se acostó ella ni cuándo se levantó. Al día siguiente dijo la mayor a la menor: —Yo dormí la noche pasada con mi padre; démosle a beber vino también esta noche, y entra tú y duerme con él, para que conservemos de nuestro padre descendencia. Dieron, pues, a beber vino a su padre también aquella noche, y se levantó la menor y durmió con él; pero él no echó de ver cuándo se acostó ella ni cuándo se levantó.” (vv. 33-35)

     Dicho y hecho. De alguna forma engatusan a su padre para que se exceda en la ingesta del fruto de la vid y tras caer como un tronco en su lecho, primero una, y a la noche siguiente la otra, tienen relaciones sexuales incestuosas con su padre. Lot no se entera en absoluto de esta treta ni de la calidad de sus actos. Es un mero instrumento en manos de sus hijas, un semental impersonal del cual poder beneficiarse sin haber dado su beneplácito a esta argucia filial. Lo que sí podemos adivinar es que Lot acabaría esos dos días con una resaca de campeonato y con la mente embotada y nublada.

3. UNAS CONSECUENCIAS FUTURAS TRÁGICAS

       ¿Se daría cuenta Lot de que algo raro había sucedido en algún momento de su estancia en la cueva, sobre todo al observar cómo sus hijas adquirían peso y cómo la gravidez del embarazo iba dando rotundidad a sus caderas y barrigas? Tampoco lo sabemos. Lo que sí se encarga el escritor de Génesis es de ofrecernos la resolución de este encuentro carnal incestuoso: “Las dos hijas de Lot concibieron de su padre. La mayor dio a luz un hijo, y le puso por nombre Moab, el cual es padre de los actuales moabitas. La menor también dio a luz un hijo, y llamó su nombre Ben-ammi, el cual es padre de los actuales amonitas.” (vv. 36-38) Al fin las dos hermanas consiguen su meta: ser madres de sendos hijos. ¿Lot se volvería loco preguntándose de dónde habían salido estos dos retoños? ¿O tal vez había muerto de vejez antes de que diesen a luz sus hijas? Son enigmas de los que conoceremos su solución cuando estemos en los cielos junto a Cristo. 

      Lo que es curioso es el nombre de los dos hijos de Lot: Moab y Ben-ammi. Estos dos muchachos serían los fundadores de dos pueblos que proverbialmente habrán de hostigar, atacar y amenazar a los hijos de Jacob, a Israel. Los moabitas se asentarían en un territorio que se extendía desde el extremo norte del mar Muerto hasta el río Arnon, unos 40 km al sur. Los moabitas eran politeístas: su principal dios era Quemos, hasta el punto de que la Biblia los llama ocasionalmente “pueblo de Quemos.” Adoraban también a Baal-Peor, probablemente como diosa de la fertilidad o del amor. A esta diosa se la ofrendaba colocando unas vasijas en forma de cruz cristiana prendidas dentro con fuego durante la noche, en el Monte Hermón probablemente, y todas las mujeres madres dejaban caer a un bebé suyo recién nacido en la parte central-superior de la cruz hasta que el niño se incinerase completamente.  Los amonitas, por su lado, eran una tribu semita que habitaba en la franja comprendida entre el desierto de Siria y el río Jordán, y entre los ríos Jabbok y Arnon, en la actual Jordania. Su principal divinidad se llamaba Milcom, probablemente una variación de Moloc. Como vemos, de un acto inmoral e incestuoso surgieron dos pueblos que serían una espina en el lomo de Israel, y esto aun siendo familia ambos de la rama semítica de la humanidad.

CONCLUSIÓN

      Lo pinten como lo quieran pintar, el incesto es abominable ante los ojos del Señor. Del mismo modo que vimos consternados cómo Sara quiso precipitar las cosas aduciendo un fin aparentemente legítimo, las hijas de Lot optaron por convertirse en dueñas de su destino y al utilizar como si de una marioneta se tratase a su anciano padre. De esta unión carnal no podía salir nada bueno, y tal y como veremos a lo largo de la historia de Israel, así fue. Moab y Amón se convirtieron a los dioses paganos de las naciones vecinas, en lugar de abrazar la fe de su padre y abuelo Lot. Cuando algo empieza mal, mal acaba al final. 

       El incesto es una práctica deleznable que Dios condena sin género de dudas, y aun cuando determinados perversos grupos de presión cuyo ánimo es del de despenalizar y formalizar esta clase de relaciones contrarias a la moralidad y la ética inspiradas en los principios bíblicos y divinos, nosotros hemos de denunciar esos intentos abyectos, los cuales provienen de personajes siniestros que quieren arrastrar al resto de la sociedad a sus perversiones personales.

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