EL CORAJE DE JOSÉ
TEXTO
BÍBLICO: MATEO 1:18-25
INTRODUCCIÓN
Ser
valiente en determinadas circunstancias no es nada fácil de conseguir. Tener
los arrestos necesarios como para capear un temporal de dimensiones
descomunales supone en muchos de los casos arriesgarse a perder de uno mismo
para poder solucionar una situación complicada. La valentía a menudo se
confunde con temeridad en este mundo en el que vivimos. Como decía Jeremy
Collier, teólogo inglés, el verdadero coraje es aquel que reflexiona en primer
lugar y después actúa en consecuencia de manera rápida y urgente: “El verdadero coraje es el resultado del
razonamiento. Una mente valiente siempre es inexpugnable.” En el caso que
nos ocupa hoy, recogemos el ejemplo y modelo de un hombre que queda
prácticamente a la sombra de toda la suma de milagros, profecías cumplidas y
acción de Dios que acompañan al nacimiento de Jesús. José tiene mucho que
enseñarnos en relación a cómo comportarnos en momentos sumamente críticos de la
vida. Es el paradigma neotestamentario del arrojo y el coraje cuando las
circunstancias nos sobrepasan y escapan a nuestro control.
Nosotros
necesitamos mucha valentía y coraje para vivir la vida cristiana. Un cúmulo de
situaciones se va a presentar ante la puerta de nuestra dinámica habitual y van
a demandar decisiones valientes de nuestra parte. Como creyentes en Cristo, en
determinadas ocasiones Dios va a pedirnos que demos un paso de fe. Es entonces
cuando debemos estar a la altura de nuestro llamamiento. Tal vez no tengamos
que vernos en la encrucijada tan dura de José en relación con su esposa y el
niño que estaba al nacer, pero sí es cierto que el Señor va a pedirnos que no
nos acobardemos ante la misión que nos tiene reservada. Ser cristiano es un
acto de valentía en toda la extensión de la palabra y la cobardía no entra en
los planes de alguien que ha elegido seguir a Cristo como discípulo de por
vida. José nos va a enseñar que hemos de ser valientes y corajudos en dos áreas
de nuestra existencia como cristianos, y que quizás tengamos que tomar
decisiones difíciles en el presente que forman parte de un futuro repleto de
bendiciones.
A. SER
JUSTOS ES UN ACTO DE VALENTÍA CRISTIANA
“José, su
marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.” (v.
19)
Lo fácil
y sencillo en la sociedad en la que vivimos es dejarnos llevar por su
corriente. Dejar que nuestras convicciones se disuelvan en el torrente del
pensamiento y de las ideologías terrenales se nos ha antojado en más de una
ocasión una opción tentadora de vida. Permitir que el sistema amoral e inmoral
del mundo nos influya y penetre hasta la cocina de nuestra dinámica familiar,
tener la fiesta en paz con aquellos que se burlan de nuestra fe sin replicar
ante sus ironías y sarcasmos blasfemos y mantenerse insensibles ante los
requerimientos éticos que el seguimiento a Cristo demanda de nosotros, es pan
comido. Por eso, ¿cuántos pretendidos creyentes han preferido fluir con la
filosofía mundana antes que pregonar a los cuatro vientos su amor por Cristo y
su necesidad de predicar su evangelio de salvación? ¿Por qué nuestros templos
permanecen vacíos y el compromiso personal con la comunidad de fe ha
desaparecido de la ecuación de la vida de algunos cristianos? Por cobardía.
Cobardía ante el hecho de tener que enfrentarse a un mundo hostil que aborrece
la voluntad de Dios y sus estándares de justicia y moral. Cobardía ante el
hecho de confrontar con la Palabra de Dios acciones y palabras que nuestros
amigos no creyentes nos dirigen aviesamente. Cobardía ante el hecho de
avergonzarnos del evangelio de poder por miedo a perder nuestra comodidad
material. En definitiva, cobardía ante la realidad dominante del pecado que ha
sumido a nuestra sociedad relativista en una crisis de valores y convicciones
cada vez más preocupante. En palabras de Robert Anthony, teórico organizacional
estadounidense, “lo contrario de la
valentía no es la cobardía, sino la conformidad.”
El ejemplo
de José nos resulta útil en tanto en cuanto él es una persona recta y justa con
una serie de valores éticos de gran altura, pero que debe decidir entre dejar
desamparada a su esposa ante la justicia hipócrita del ser humano o emplear
todos los medios legítimos a su alcance para evitar la marginación y desgracia
de María. En José encontramos esa clase de coraje que aúna reflexión, justicia
y amor. Esta forma de valentía es realmente escasa hoy día. En la situación de
José muchos optarían por echar a María ante los cascos de los caballos por ser
una adúltera, o por denunciarla ante las autoridades religiosas para que fuese
juzgada sumariamente y castigada en consecuencia. Sin embargo, en un alarde de
amor y misericordia es tan valiente como para idear un plan que dejase a María
en buena situación social y religiosa. No encontramos en José ira,
resentimiento o amargura ante la realidad de una María embarazada por arte de
birlibirloque. Solo hallamos a un ser humano valiente que no renuncia a la
justicia sin dejar de lado el amor y el cariño que sentía por María. Mahatma
Gandhi, premio Nobel de la Paz, supo
percibir esta clase de valentía con la siguiente frase: “Un cobarde es incapaz de mostrar amor; es la prerrogativa de los
valientes.”
Ser
recto y justo en el medio social e ideológico en el que vivimos es harto
complicado, pero no imposible. Wendell Phillips, abogado abolicionista
norteamericano, decía que “la valentía
física es un instinto animal; la valentía moral es mucho mayor y un coraje más
verdadero.” Solo unos pocos conquistan esta clase de valor moral hoy día. Si
queremos ser uno de ellos, solamente debemos fiar toda nuestra suerte a Dios,
el cual proveerá, del mismo modo que hizo con José más tarde, la manera de
solucionar los encontronazos entre la fe y la tendencia pecaminosa del mundo
que nos rodea.
B. SER
OBEDIENTES A DIOS ES UN ACTO DE VALENTÍA CRISTIANA
“Y
despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y
recibió a su mujer.” (v. 24)
No solo
es complejo ser valientes cuando el sistema mundanal nos acosa y pretende
descafeinar nuestro mensaje de salvación y los valores del Reino, sino que
también es dificultoso obedecer a Dios cuando nos pide algo que nos parece
increíble o fuera de nuestras capacidades. A veces, nuestro Dios solicita de
nosotros un sacrificio o una entrega puntual que amenaza todos nuestros
esquemas mentales, todo nuestro estado de bienestar y comodidad y todo nuestro
entramado de planes de futuro. En esos instantes comenzamos a valorar pros y
contras, a analizar qué es más importante para nosotros, a evaluar cómo la
voluntad de Dios va a trastocar todo cuanto hemos ido construyendo. Después
vienen las excusas y las justificaciones. Le decimos a Dios que espere un poco
más a ver si resolvemos determinados problemas o metas, que no tenemos las
habilidades necesarias para llevar a cabo el proyecto de Dios, que nuestras
decisiones afectarán negativamente a los que nos rodean, que es mejor que lo
haga otro con mejores referencias y en condiciones más óptimas. Somos como ese
Moisés poniendo pegas a los designios de Dios o como ese Gedeón solicitando de
Dios pruebas claras de su llamamiento. Se está tan a gusto sin que nadie
trastorne nuestra cotidianeidad…
José,
tras tomar la vía de abandonar secretamente a María, se encuentra perplejo ante
su embarazo y las circunstancias que rodean este hecho. En medio de esas
meditaciones sobre qué será a partir de ese momento de su vida, el Señor envía
a uno de sus mensajeros para disipar cualquier duda que hubiese en su corazón
vacilante. Tras calmar su desazón y desvanecer su preocupación, el ángel le
encomienda una misión: debe ser el padre de la criatura que ha de nacer. Él
habrá de darle un nombre cuyo significado le iba a alcanzar a él mismo, dado
que la salvación también será para él. Después de ese sueño revelador, pone
manos a la obra sin objetar en absoluto aquello que Dios le ha confiado de
manera especial. Su obediencia es una señal inequívoca de su coraje y valentía,
dado que no rechista ni se queja ante el requerimiento angelical. Solo acata la
voluntad divina y entiende que todo cuanto acontezca de ahí en adelante será
para bendición de todo el pueblo. De algún modo, como dejó dicho Amber Heard,
actriz estadounidense, “se requiere
valentía para hacer algo que nadie más a tu alrededor está haciendo.” Aprendamos
de José a este respecto y obedezcamos a la voz de Dios, puesto que Él mejor que
nadie sabe por qué nos escoge, para qué nos elige y qué somos capaces de hacer
para la extensión de su Reino.
CONCLUSIÓN
Somos
llamados a ser valientes y a demostrar coraje como soldados de Cristo. Hemos de
ser valientes al proclamar las maravillas de la ley de Dios como orden moral y
ético supremo que debe dirigir cada acto, pensamiento y palabra del ser humano.
Hemos de mostrar coraje ante la injusticia y la hipocresía religiosa erigiendo
la misericordia y la gracia como nuestro estandarte. Está en nuestro patrón
espiritual ser valientes a la hora de responder afirmativamente ante el
requerimiento de nuestro Señor para trabajar y colaborar en la extensión de su
Reino. El arrojo y el denuedo deben ser nuestro lema a la hora de acatar la
sabia y perfecta voluntad de Dios, aun a sabiendas de que deberemos abandonar
nuestro confort y comodidad en pro de bendecir con nuestro sacrificio a muchos.
Seamos, pues, como José, rectos, justos y obedientes, para que pase lo que
pase, nuestra mirada se pose en un futuro esperanzador en el que Cristo siempre
sea nuestra bandera.
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