UNA VIDA QUE NO PUEDES VIVIR POR TI MISMO





SERIE DE ESTUDIOS EN ROMANOS “RENACIDOS: EXPERIMENTANDO LA NUEVA VIDA EN CRISTO”

TEXTO BÍBLICO: ROMANOS 8:8-17, 26-27

INTRODUCCIÓN

      ¿Qué es la vida? Esta es la pregunta del millón de euros. ¿En qué consiste vivir? ¿Es solamente respirar? ¿Es simplemente viajar en el tiempo mientras vemos como se proyecta el proceso de nacimiento-crecimiento-reproducción-muerte? Aunque personas como George Santayana, filósofo y escritor español, afirman que “la vida no se ha hecho para comprenderla, sino para vivirla”, lo cierto es que el enigma de nuestras dudas existenciales sigue estando ahí, rondando por nuestra mente, sugiriéndonos que hemos de encontrar una respuesta sencilla a algo tan extenso, abstracto y etéreo. Algunos como García Márquez pensaban que la vida era “una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir.” Otros como Calderón de la Barca decían que “la vida es un sueño, y que los sueños, sueños son.” El ser humano ha intentado investigar, averiguar, encapsular y delimitar cuál es la finalidad de vivir, cómo vivir felices o cómo sacarle el máximo provecho a la vida. Al final, tanto escritores, científicos o filósofos han coincidido en que la vida no es simplemente existir. Gregorio Marañón describe con una breve poesía lo hermoso de vivir en plenitud: “Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar, es empezar a morir.”

     El ingrediente que el evangelio añade a esta receta de este eminente médico español la hace perfecta y capaz de cumplir cualquier expectativa de cualquier ser humano. Este factor que convierte la existencia, la creatividad, la alegría, el sufrimiento y los sueños en algo incomparable y satisfactorio es Cristo. Cuando Cristo se convierte en la lente a través de la cual vemos todo, experimentamos todo y vivimos todo, la vida es maravillosa y digna de ser vivida. Para poder sacar todo el partido posible a nuestra vida es menester dejar que el Espíritu Santo que Cristo nos envió para guiarnos, acompañarnos y dirigirnos, sea el fundamento sobre el que edifiquemos ladrillo a ladrillo toda nuestra existencia.

A. LA VIDA SOLO ES POSIBLE VIVIRLA CUANDO DEJAMOS QUE EL ESPÍRITU SANTO CAMBIE NUESTRA NATURALEZA

“Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” (vv. 8-11)

      Hay dos maneras de encarar la vida: viviendo para la carne, esto es, para hacer lo que nos venga en gana dando rienda suelta a nuestros caprichosos deseos desenfrenados, o viviendo según el Espíritu Santo, dejando que sea él el que nos guíe a practicar la justicia y el bien de acuerdo a los mandamientos de Dios. Si decidimos vivir según lo que mejor nos parezca a Dios no le va a agradar en absoluto. Pero si elegimos vivir en el Espíritu éste vivificará todo nuestro ser, incluyendo el cuerpo, el alma y el espíritu. Como cristianos ya no deberíamos dejar que el pecado se enseñorease de nosotros. Si el Espíritu Santo vive en nosotros, ya no hay lugar para idolatrías y adulterios espirituales. El hecho de que el Espíritu Santo viva en nosotros implica un cambio en nuestra naturaleza. Si antes éramos redomados pecadores, ahora no podemos seguir cometiendo los mismos errores del pasado. Nuestra naturaleza está siendo transformada por la obra santificadora del Espíritu Santo de tal modo que podamos vivir vidas diferentes en las que la justicia, la rectitud y la santidad sean distintivos claros de nuestra nueva naturaleza espiritual. Esta era la misión de Jesús: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10). Cuando el Espíritu de Cristo impregna cada acto, pensamiento y palabra que podamos dar a luz, la verdadera vida, aquella que solo sabe dar Cristo y que salta para la eternidad, será un hecho patente y real en nuestra trayectoria vital.

B. LA VIDA SOLO ES POSIBLE VIVIRLA CUANDO EL ESPÍRITU SANTO NOS CAPACITA PARA VENCER SOBRE LA CARNE

“Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne, porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” (vv. 12-13)

     Vivir a nuestro antojo sin considerar a Dios en nuestras vidas siempre nos ha traído disgustos, quebraderos de cabeza y consecuencias trágicas que tal vez lamentaremos durante toda nuestra vida. Esto no es vivir. Vivir sabiendo que hemos metido la pata hasta el fondo convirtiendo el día a día en un sinvivir de problemas y preocupaciones no es lo que yo llamaría “vida”. Vivir siempre con miedo a que las repercusiones de nuestros pecados nos alcancen en algún momento de nuestra historia personal, no es vida. Ni es vida atesorar y ambicionar lo material y terrenal para ganar el mundo, ya que esto solo nos reporta sinsabores, temores e insatisfacciones a manos llenas: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26). ¿Qué, pues, le debemos a vivir a tontas y a locas? ¿Acaso hemos recibido más bienes que males durante el tiempo en el que decidimos vivir la vida sin contar con Dios para nada? En mi experiencia particular solo diré que me arrepiento de haber tomado decisiones que sin haberlas consultado con Dios solo me han aparejado desdichadas problemáticas y problemones que solo con ayuda del Señor he podido redirigir para bendición a duras penas. Vivir solo tiene un camino: permitir que el Espíritu Santo nos capacite para resistir las tentaciones carnales que nos sobrevengan. Matando la posibilidad de volver a erigirnos como señores y dueños de nuestras vidas en detrimento de Cristo, es que es posible vivir victoriosa y felizmente sobre la faz de la tierra.

C. LA VIDA SOLO ES POSIBLE VIVIRLA SI NOS DEJAMOS GUIAR POR EL ESPÍRITU SANTO

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.” (v. 14)

     Vivir correcta y satisfactoriamente supone para el creyente dejarse guiar, dirigir y asesorar por el Espíritu Santo de Dios. Para ello, debemos suprimir cualquier deseo de controlar nuestra existencia apelando a nuestro presunto sentido común, a nuestra visión errónea de aquello que necesitamos y a nuestros sueños y deseos locos. Solo el Espíritu Santo sabe qué es lo que más y mejor nos conviene como hijos de Dios. El Espíritu Santo nos guiará a buscar ante todo la voluntad sabia y perfecta de Dios. Nos reconducirá en la vida convenciéndonos continuamente de nuestro pecado y de nuestra necesidad de arrepentirnos de ellos confesándolos ante Dios. Nos recordará que el verdadero camino hacia una vida bien vivida es el de Cristo, nuestro modelo de conducta y práctica en el día a día: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre (en el de Jesús), él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” (Juan 14:26). Nos ayudará a comprender adecuadamente todas aquellas enseñanzas que es posible extraer de la Palabra de Dios, y como veremos más adelante, intercederá por nosotros ante nuestro Padre celestial para convertir nuestros balbuceos en oraciones escuchadas.

D. LA VIDA SOLO ES POSIBLE VIVIRLA SI BUSCAMOS A DIOS A TRAVÉS DEL ESPÍRITU SANTO

“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en el temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” (vv. 15-16)

     Vivir no es seguir esclavizados al pasado, al pecado, a la culpa o a las órdenes de Satanás. Hemos sido redimidos por Cristo y su sacrificio en la cruz, y por tanto, hemos sido comprados al gran precio de su sangre derramada para vivir en libertad como hijos adoptivos de Dios: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.” (Gálatas 4:4-5). Ya no somos esclavos que temen continuamente por su seguridad, por su bienestar personal o por el negro futuro que les aguarda. Ya no tenemos miedo de nada ni de nadie porque ahora no estamos encadenados con los grilletes del pecado, ni estamos sujetos a las veleidosas órdenes de Satanás. Nuestra nueva vida en Cristo supone buscar a nuestro Padre por medio de su Espíritu Santo. Aquí es donde la Trinidad adquiere su papel culminante en la vida del que cree. Aquí es donde dejamos atrás las ataduras de la vida vieja para ser librados. Aquí es donde nos quitamos los andrajos mugrientos de la carnalidad para ser revestidos de los ropajes blancos y limpios de nuestra renovada identidad en Cristo. Solo desarraigando de nuestra vida ese espíritu de esclavitud es que podemos acercarnos con confianza a nuestro Padre para encontrar la debida intimidad, comunión y relación que como criaturas suyas tuvimos antes de la caída en el Edén. Vivir según el Espíritu no es una quimera, sino que es un sentimiento, una experiencia concreta, un conocimiento fiel y real que éste no cesa de dejar garantizado en nuestro corazón a través de su obra santificadora.

E. LA VIDA SOLO ES POSIBLE VIVIRLA SABIENDO QUÉ NOS ESPERA EN EL FUTURO

“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” (v. 17)

     Al sentirnos hijos y asumir nuestra nueva naturaleza e identidad en Cristo, vivimos mirando siempre al futuro sin descuidar el presente. Nuestro peregrinaje por esta tierra un día terminará y en ese instante podremos gozar y disfrutar de la herencia que Dios nos tiene preparados. Esta era la experiencia de aquellos a los que se refiere el autor de la carta a los Hebreos cuando escribe: “Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos. No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón.” (Hebreos 10:34-35). No se trata de la vida eterna, puesto que ya la estamos viviendo desde el mismo momento de nuestra conversión. Se trata de las recompensas y galardones con que Dios premiará nuestra perseverancia y santidad en vida. Como Gregorio Marañón dijo en su poesía, vivir también es sufrir. El sufrimiento es consustancial con la existencia del ser humano aunque no sea plato de buen gusto. Pero ese padecimiento se convierte en algo útil y provechoso cuando lo interpretamos en clave de Cristo. Si estamos dispuestos a sufrir por su causa, por predicar el evangelio de verdad en medio de un mundo de mentiras, y por mantenernos firmes en nuestra fe y convicciones, el Señor nos tiene preparada nuestra glorificación en los cielos: “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (Mateo 10:22). Nuestro futuro glorioso nos hace transitar por esta vida con los ojos llenos de gozo incluso en medio de las pruebas y las adversidades.

F. LA VIDA SOLO ES POSIBLE VIVIRLA CUANDO DEJAMOS QUE SEA EL ESPÍRITU SANTO EL QUE INTERCEDA ANTE DIOS POR NOSOTROS

“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (vv. 26-27)

     Vivir significa ser conscientes de nuestra debilidad, finitud y limitaciones. Supone saber que nuestras fuerzas y energías no son suficientes como para afrontar la vida con garantías sobradas de victoria sobre las vicisitudes que nos toque experimentar. Para eso está precisamente el Espíritu Santo, para auxiliarnos en nuestra debilidad e incapacidad de tomar buenas decisiones. Gracias a Dios que su Espíritu intercede ante Él por nosotros, porque si la respuesta de Dios a nuestras oraciones dependiese de nuestra habilidad razonadora, de nuestra tendencia pecaminosa y de nuestro talante caprichoso, estaríamos perdidos y en la miseria. El Espíritu de Dios, con gemidos indecibles, es escuchado por Dios sabiendo que su voluntad es la misma. Cualquier petición deslavazada que provenga de nuestros indignos labios será traducida ante Dios Padre por medio del filtro bendito de la guía y sabiduría del Espíritu Santo. Sabiendo, pues, que toda contestación de Dios a sus santos es para su bien y bendición, podemos vivir cada día seguros de que todo está bajo el control y la soberanía del Señor.

CONCLUSIÓN

     La vida no podemos vivirla por nosotros mismos. Si así sucediera, y lo podemos ver cotidianamente a través de las experiencias de incrédulos que conviven con nosotros, no nos cabe duda de que el desastre, el caos y la miseria serían los frutos de nuestras malas elecciones y peores decisiones. Solo viviendo según el Espíritu Santo, dejando que él sea el que nos dirija, cuide, enseñe e interceda ante Dios, es posible vivir una vida plena y en consonancia con los propósitos beneficiosos que el Señor ha determinado para cada uno de nosotros. ¿Te sigues preguntando qué es la vida? La respuesta es simple: “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” (Filipenses 1:21).

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