LA VARA DE AARÓN


 

SERIE DE ESTUDIOS SOBRE ÉXODO “DIEZ PLAGAS Y UN CORDERO” 

TEXTO BÍBLICO: ÉXODO 7:1-13 

INTRODUCCIÓN 

       Probablemente, aquellos que son de mi quinta o más mayores que yo recordarán ese emblemático juego infantil conocido como “Magia Borrás.” Este juego, creado ya en 1933 y que todavía sigue siendo comercializado en la actualidad, era la ilusión de cualquier niño que aspirase a ser un auténtico prestidigitador en potencia. Todavía tengo en mi memoria algunos de los elementos que componían este juego y que manipulábamos una y otra vez: la cuerda, las bolas y los vasos, la baraja de naipes y la portentosa varita mágica. Si deseabas impresionar a tus amigos con tus dotes mágicas, este era el mejor juego que podías encontrar en el mercado, y normalmente, siempre tenías la oportunidad de reunir a cuantos amigos y conocidos estuviesen a tu alrededor. Era una pasada, la verdad. Por supuesto, este juego no tenía nada que ver con la magia negra o con encantamientos arcanos, sino que era una manera de emplear trucos de ilusionismo para sorprender y dejar boquiabiertos a todos los que componían tu infantil auditorio. Ser como el mago Tamariz era la meta en aquellos tiempos, deseando tocar ese violín imaginario después de lograr llevar a cabo un nuevo efecto asombroso con éxito. ¿Quién no querría ser el centro de atención en aquellos años de la preadolescencia? 

      Hoy la magia del ilusionismo ha avanzado hasta límites realmente espectaculares. ¿Quién no ha disfrutado viendo a los grandes ilusionistas como Dynamo o David Copperfield, a los escapistas de renombre como Houdini, y a los renombrados Fu Manchú y Dai Vernon en sus mejores momentos? No existe espectáculo más llamativo y encandilador que ver de qué forma tan sutil y astuta un mago hace sus trucos sin que lleguemos a descubrir el modo en el que los ha realizado. No importa la edad. Todos nos hemos quedado ojipláticos cuando hemos tratado de desentrañar las añagazas del profesional del ilusionismo. Ciertamente volvemos a convertirnos en tiernos infantes cuando un mago actual mezcla el humor con la complicidad de los voluntarios y del público. Y es que el ser humano siempre desea ser cautivado por la hipnótica manipulación del sonido, de las luces y de las formas, a fin de soñar con que lo imposible puede convertirse en algo posible. Apariciones, desapariciones, transmutaciones, restauración de objetos rotos, teletransporte, multiplicación, predicción y telequinesis son solo algunas de las técnicas que nos trasladan a un mundo repleto de espejismos y sueños. 

      En el estudio de hoy, podremos comprobar de qué modo el ser humano ya conocía el alcance de lo mágico, de aquello que se resiste a la lógica y a la razón, pero que de manera sobrenatural puede hacerse realidad ante los pasmados ojos de cualquiera. Pero antes de adelantar acontecimientos, recordemos que dejamos a Moisés y a Aarón muy abatidos tras su última audiencia con el faraón. La negativa del rey de Egipto a que el pueblo hebreo marchase al desierto para adorar a Dios, se había unido al agravamiento de las cargas que este pueblo debía soportar en su situación de esclavitud. Los representantes de los trabajadores hebreos se quejan amargamente ante Moisés y su hermano, y estos se quedan apesadumbrados a la espera de lo que Dios ha de decirles para reconducir esta circunstancia adversa que afectaba tan negativamente a sus compatriotas. Moisés vuelve a dudar de su capacidad para llevar a término la descomunal tarea que el Señor le había encomendado, y el desaliento cunde en su espíritu hasta el punto de volver a señalar a Dios que debía haberse equivocado al escogerle, puesto que su habilidad para comunicarse con el faraón estaba mermada por una presunta tartamudez. 

1. DIOS RESPALDA A SUS SIERVOS 

      El Señor, haciendo caso omiso a la nueva pega que pone por delante Moisés, trata de tranquilizar a su siervo con palabras de respaldo y apoyo pleno: Jehová dijo a Moisés: —Mira, yo te he constituido dios para el faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta. Tú dirás todas las cosas que yo te mande, y Aarón, tu hermano, hablará al faraón para que deje ir de su tierra a los hijos de Israel. Pero yo endureceré el corazón del faraón, y multiplicaré en la tierra de Egipto mis señales y mis maravillas. El faraón no os oirá, pero yo pondré mi mano sobre Egipto y sacaré a mis ejércitos, a mi pueblo, los hijos de Israel, de la tierra de Egipto, con grandes juicios. Y sabrán los egipcios que yo soy Jehová, cuando extienda mi mano sobre Egipto y saque a los hijos de Israel de en medio de ellos. Moisés y Aarón hicieron como Jehová les mandó; así lo hicieron. Tenía Moisés ochenta años de edad, y Aarón ochenta y tres, cuando hablaron al faraón.” (vv. 1-7) 

      Lo primero que hace Dios es recordar a Moisés que posee un poder otorgado por Él para desarrollar su labor. Si Dios lo ha escogido es porque él es la persona idónea. No hay nada más que discutir al respecto. Delante del faraón Moisés ahora es el representante del Señor, lo cual lo dota de una autoridad divina sin precedentes. No es que Moisés se convierta en un dios, sino que se convierte en el canal directo mediante el cual la voluntad de Dios será expresada y comunicada a Aarón, el cual ejerce una función de portavocía profética delante del faraón. Entendamos que el faraón era considerado por sus súbditos como un dios vivo, o al menos como la encarnación del dios predominante durante su reinado. El hecho de que Moisés sea como Dios ante el gobernante de los destinos de Egipto, implica que Moisés se está igualando en una batalla espiritual tremendamente dura y compleja. Es una especie de lucha de titanes en la que todo cuenta para valorar quién es el Dios verdadero en la historia. Aarón cumple un propósito sumamente crucial, dada su facilidad comunicativa y su don para interpretar y traducir la voluntad de Dios manifestada a través de su inseguro hermano. Por lo tanto, Moisés ya no puede aducir delante de su Señor la excusa de una lengua torpe. 

      En segundo lugar, Dios hace entender a Moisés y a Aarón que todo lo que ha de acontecer una vez tras otra después de hablar con el faraón, forma parte de su plan de liberación de Israel. La cabezonería y obstinación del rey de Egipto es un escollo ya previsto. Y esta tozudez es un elemento nuclear para el desarrollo de los acontecimientos. Dios deja que sea el faraón el que se encastille en su posición malvada y egoísta. Con cada ocasión en la que el faraón vuelva a enrocarse en su decisión de no dejar marchar a Israel, tal vez la misión pueda que parezca cada vez más imposible de cumplir, pero el efecto final será el de un dios humano humillado por el poder soberano del Señor. Con cada negativa a permitir la salida de los hebreos al desierto, mayores serán las oportunidades en las que Dios desplegará su poder entre los egipcios, en las que demostrará que el faraón solo es un ser mortal presuntuoso y terco, y en las que hará conocer su preponderancia en medio de una nación pagana e idólatra. Alguien podría preguntar el para qué de tantas tentativas por parte de Moisés y Aarón si el resultado iba a ser invariablemente el de un no por respuesta. La contestación a esta cuestión es que la escalada de los portentos y prodigios sobrenaturales de Dios hace que los hebreos confíen con mayor presteza en Él y que los egipcios sean sobrecogidos paulatinamente con el temor hacia un Dios que tiene sus vidas en sus manos. 

     Por último, y para subrayar de nuevo el éxito de la misión encomendada, Dios presenta ante Moisés y Aarón una visión del futuro en el que Israel será liberado definitivamente, y no solo para ir a ofrecer sus sacrificios en el desierto. La hartura y el hastío que Dios va a crear con esta ingeniosa y paciente estrategia de desgaste en las mentes y cuerpos de los egipcios a causa de la soberbia del faraón, logrará al final que ningún egipcio quiera tenerlos ni siquiera de esclavos. Es más, como ya veremos en su momento, hasta darán de lo que tienen como valioso para que los hebreos no vuelvan a importunarlos con las diferentes plagas que se desatarán contra ellos y sus animales. La misión de Dios está garantizada. Solo hay que esperar, ser pacientes, demostrar entereza y resistir hasta que todo esté listo para salir de Egipto de una vez por todas. Como curiosidad, se nos ofrece la edad, tanto de Moisés como la de Aarón, y podemos ver en esos ochenta y ochenta y tres años, que incluso en la vejez Dios siempre puede llamar a sus hijos para realizar grandes y fantásticas hazañas en su nombre. Como señaló el predicador D. L. Moody, “Moisés pasó cuarenta años en la corte del faraón pensando que era alguien, cuarenta años en el desierto aprendiendo que no era nadie, y cuarenta años demostrando que Dios puede hacer grandes cosas con alguien que se dio cuenta de que no era nadie.” 

2. LA VARA BÍFIDA DE AARÓN 

       Normalmente, aquellos que se muestran incrédulos ante las afirmaciones espirituales o religiosas de otras personas, suelen requerir de estas un milagro o una señal que les ayude a cambiar de idea en cuanto a la fe que les es predicada. El faraón no iba a ser una excepción a la regla: “Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: —Si el faraón os responde: “Mostrad un milagro”, dirás a Aarón: “Toma tu vara y échala delante del faraón, para que se convierta en una culebra.” Fueron, pues, Moisés y Aarón ante el faraón, e hicieron como lo había mandado Jehová. Y echó Aarón su vara delante del faraón y de sus siervos, y se convirtió en una culebra.” (vv. 8-10) 

      Ya con las pilas espirituales recién cargadas por el espaldarazo de Dios, Moisés y Aarón vuelven a la carga, con la intención de hacerse más pesados que un empedrao a medianoche. Tal como Dios les había advertido, una de las técnicas que utilizaría el faraón sería la de demandar de ellos un acto ultraterreno que desafiara a la lógica de las leyes naturales. Si Dios era quien decía ser, seguramente podía exhibir sin problemas alguna que otra señal increíble ante la mirada de sus cortesanos. No pensemos ni por asomo que el faraón iba a rendirse a la evidencia de una prueba milagrosa. Su corazón estaba muy, pero que muy encallecido para que ni siquiera esto pudiese convencerlo de dar su brazo a torcer. Simplemente desea sopesar y evaluar a sus oponentes, con el objetivo de comprobar si merecía la pena prestarles o no atención. De ahí que, en cuanto Moisés y Aarón ponen la planta de sus pies en el salón del trono, el faraón ya tenga preparado el primer examen sobrenatural de estos dos advenedizos hebreos.  

      Puestos en antecedentes por Dios, Moisés y Aarón aceptan el desafío. Aarón será el responsable de poner en marcha la primera de las señales prodigiosas que el faraón irá viendo mientras su determinación siga siendo férrea en relación a la salida de los hebreos de territorio egipcio. Aarón toma su vara y lanzándola delante del trono, instantáneamente se transforma en serpiente. La rigidez de la madera da paso a una serpiente, posiblemente una cobra o tannin de gran tamaño, la cual se retuerce mientras alza su cabeza y muestra sus colmillos y su lengua bífida al faraón. En posición defensiva, la cobra está presta para atacar a quien ose perturbarla, y la capucha que rodea su cabeza deja ver su irritación y poder. Es significativo que la vara se convirtiese precisamente en esta clase de animal. Para los egipcios, la cobra era el símbolo del poder real y de la diosa Uadyet, y esto nos habla de una provocación en toda regla a la autoridad del faraón. El poder de Dios había transmutado una vara de madera inerte en un ser vivo, algo que nos muestra solo un atisbo del gran poder que Dios tiene sobre la materia y la vida. 

3. FOTOCOPIAS IMPERFECTAS 

       El faraón no parece muy impresionado en primera instancia por lo que colegimos del texto bíblico: “Entonces llamó también el faraón a los sabios y hechiceros, e hicieron también lo mismo los hechiceros de Egipto con sus encantamientos; pues cada uno echó su vara, las cuales se volvieron culebras; pero la vara de Aarón devoró las varas de ellos. Sin embargo, el corazón del faraón se endureció, y no los escuchó, como lo había dicho Jehová.” (vv. 11-13) 

      Con un gesto y una orden, el faraón manda llamar a todos los sabios y magos que formaban parte imprescindible de una corte pagana y que tenía en alta estima los sortilegios, predicciones e interpretaciones de sueños. Estos consejeros reales comparecen con sus propias varas de madera, o al menos es lo que estas parecen. Murmurando retahílas de palabras misteriosas y convocando los poderes de los dioses sobre ellos, los sabios y hechiceros logran, al menos en apariencia, lo mismo que Aarón con su vara. Todos los báculos que portan comienzan a moverse sinuosamente hasta convertirse en serpientes. Con una sonrisa de mal disimulada satisfacción, el faraón aplaude con cada serpiente que comienza a aproximarse a la cobra de Aarón.  

      ¿Cómo pudieron estos hechiceros y sabios lograr esta espectacular transformación de la materia? Existen interpretaciones y opiniones para todos los gustos y sustos. Algunos creen que estos encantadores no eran más que ilusionistas, los cuales, echando mano de sus habilidades para hipnotizar y encantar a las serpientes, podían hacer que sus cuerpos se mantuviesen rígidos como varas, y haciendo que en el momento preciso recuperasen su verdadera naturaleza y forma. Otros abogan por la idea de que en realidad pudieron hacer este milagro con la ayuda necesaria del mismísimo enemigo de Dios, Satanás, el cual puede, hasta cierto punto engañar con sus falsos portentos la mente de los seres humanos que se postran ante su presencia maligna.  

       Fuese como fuese, Moisés y Aarón parecían quedar en entredicho, o al menos el faraón creía que su poder estaba a la altura del poder del Dios de los hebreos. Si esto era todo lo que ese Dios llamado Jehová podía hacer, no había nada que temer de sus pregoneros. Sin embargo, esa mueca sarcástica que se dibujaba en el rostro del faraón comenzó a resquebrajarse en el preciso instante en el que la serpiente de Aarón empieza a devorar sin compasión ni contemplaciones a cada una de las culebras que habían sido presuntamente invocadas por el poder de los hechiceros. La cobra, engullendo con su gran boca una tras otra de las serpientes, está dejando un mensaje muy claro al faraón: su poder no era nada en comparación con el poder de Dios. Tal vez tuviese la habilidad de engatusar a sus súbditos con esta clase de trucos de salón, pero delante de Dios no era nada, y toda su vanagloria se vendría abajo tarde o temprano. Dios baja los humos al faraón y a todos los hechiceros, y sobre todo humilla directamente a Satanás, el embaucador por excelencia, el pobre falsificador que solo intenta sin éxito imitar a Dios. El primer round lo ha ganado el Señor, pero, aun así, el faraón, defraudado y dolido en su orgullo propio, sigue mostrándose insensible a las demandas de Moisés y Aarón. Pero esto solo acaba de empezar. 

CONCLUSIÓN 

       Lograr fisurar la contundente negativa del faraón a dejar marchar a Israel para adorar a Dios no va a ser una tarea fácil. Va a ser necesario picar mucha piedra para ver un solo resquicio a través del cual poder ver un trocito de esperanza y liberación. La batalla que se entabla entre las fuerzas de las tinieblas y el poder de Dios no han hecho más que comenzar. Se adivina una guerra de desgaste terrible, y solo queda mantenerse firmes en la perseverancia y la fe en Dios y sus planes de rescate.  

      Como cristianos nosotros también podemos caer en la tentación de rendirnos cuando intentamos una y otra vez derribar el muro que algunas personas han puesto entre ellos y Dios. Sin embargo, como Moisés y Aarón, tenemos la garantía de que Dios está al control de todas las circunstancias y que su sabio y perfecto plan habrá de cumplirse sin demora ni tardanza. También podemos vernos desalentados mientras constatamos cómo Satanás tiene poder para reproducir algunos supuestos milagros de forma imperfecta y falsa. Sanidades de curanderos, curaciones de males de ojo, pociones y rituales para la buena suerte, pueden llegar a ser tremendamente influyentes para aquellos que prefieren creer en supersticiones que en la realidad de Dios. No nos preocupemos, porque lo que hoy parece un milagro pagano, mañana puede ser un engaño que defrauda el corazón. Solo Dios tiene poder para hacer que lo imposible sea posible, y solo el Señor lo despliega a su debido tiempo para consumar sus propósitos. 

      El primer envite está lanzado. ¿Qué más prodigios y maravillas tiene preparados el Señor para sucesivos encuentros con el faraón? ¿Podrá su ejército de brujos y encantadores volver a reproducir los portentos divinos? Las respuestas a estas preguntas y a muchas otras más, en el próximo estudio sobre el libro del Éxodo.

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