AVIVA EL FUEGO


SERIE DE ESTUDIOS SOBRE 2 TIMOTEO “NO ES FÁCIL”
TEXTO BÍBLICO: 2 TIMOTEO 1:1-18
INTRODUCCIÓN
No es fácil ser pastor de una comunidad de fe. No es sencillo tener que lidiar con situaciones y personas a las que amas, pero que a la vez debes amonestar cuando los comportamientos y actitudes de cada una de estas personas no se ajustan a las directrices de la Palabra de Dios. No es tarea simple manejar y gestionar las diferentes maneras de ver la vida cristiana que cada miembro de la iglesia tiene. No es pan comido encontrar el alivio, el consuelo y el ánimo cuando el pastor se halla en horas bajas. No es cuestión baladí reconocer que la vida de muchos ministros de culto evangélicos y bautistas se desgasta paulatinamente a causa de diversas coyunturas de complejo tratamiento en el seno de la congregación de los santos. No es una menudencia ayudar, respaldar y reconocer la labor que muchos pastores realizan en el silencio, la discreción y la paciencia, con el fin de que la iglesia crezca en madurez y número. No es fácil considerar determinadas presiones, críticas o reconvenciones que provienen, en la mayoría de casos, de presuntos miembros que, en lugar de arremangarse para trabajar y colaborar en un proyecto común como es la iglesia, se sientan en sus bancos para escudriñar detalles triviales y para condenar actividades desde la barrera.
No es fácil ser pastor. Nunca lo ha sido y nunca lo será. Y hoy, en los tiempos que corren, con la mentalidad equivocada de la eficiencia estadística y de la presión resultadista, la tarea pastoral sigue estando a la cola de responsabilidades deseables dentro de la obra del Señor. Ser pastor supone, en la mayor parte de los casos, una actividad de riesgo con plus de peligrosidad, por no hablar de la realidad dantesca y terrible de pastores afectados por el “burn out”, por quemarse a causa de su dedicación casi exclusiva a la iglesia, haciendo dejación de responsabilidades en lo que atañe a su familia, que acaban renunciando a su ministerio, o lo que es peor, abjurando de su fe o suicidándose. Y es que sí, los pastores son de carne y hueso. Son seres humanos con sus circunstancias, sus sueños y sus miedos. Pasan por instantes de prosperidad espiritual en las cumbres celestiales, pero también se sumen, en ocasiones, en las profundidades del estrés, de la depresión o de la ansiedad. Si un pastor no se ve respaldado por su grey, si no constata una respuesta positiva a todos sus esfuerzos y planes, si no confirma en la conducta de sus ovejas el beneficio de sus sermones y estudios bíblicos, puede llegar a pensar que, lamentablemente, o su sitio no es ese, o su llamamiento es solo un espejismo emocional, o que es un fracasado que está fallando al Señor y a la iglesia.
  1. TIMOTEO EN CRISIS
No es fácil mantener la unidad en la diversidad, ni es sencillo resolver conflictos fratricidas, ni es simple tener siempre el consejo adecuado en cada momento de forma instantánea. Eso sí. Nadie dijo que ser pastor iba a ser un paseíto por la campiña inglesa, o un viaje de turismo sin estridencias ni inclemencias. Aun cuando la Palabra de Dios, tal como vimos en 1 Timoteo, felicita a quienes lo dejan todo para participar y responder del llamamiento divino especial del pastorado u obispado, eso no quita que tratar con un buen grupo de seres humanos con caracteres contradictorios y diferentes, sea algo que puede minar la moral del pastor más pintado.
Timoteo, pastor de Éfeso y discípulo directo de Pablo, parece encontrarse en una encrucijada espiritual en relación a su pastorado. Se siente inseguro, dubitativo, cansado y, hasta cierto punto, hastiado. Las cosas no están yendo tan bien como él quisiera, la iglesia da bastantes problemas, su autoridad pastoral es discutida y su fe se resiente como resultado de todas estas circunstancias. Tiene el ánimo por los suelos, está encogido en su dramático estado de inercia, y lo que más necesita, y que menos tiene cerca de sí, es el aliento y el consejo de su anciano maestro y padre espiritual. Necesita las palabras y la experiencia de Pablo para salir de este agujero negro que parece querer quitarle las ganas y el entusiasmo de servir a Jesucristo como obrero de Dios.
Con esta segunda epístola, Pablo desea devolver a su pupilo las fuerzas y la energía que éste tuvo en un principio. Su interés es el de reanimar su cuerpo y su mente castigados por la pesadumbre y la melancolía que lo abruman peligrosamente. La carta paulina a Timoteo comienza con un saludo típico, y con una presentación que intenta recuperar para la causa los grandes dones que Dios ha puesto en la vida de su hijo espiritual: Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, según la promesa de la vida que es en Cristo Jesús, a Timoteo, amado hijo: Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor.” (vv. 1-2)
Pablo quiere hacer ver a Timoteo que su llamamiento no ha sido una ilusión o un mal sueño del pasado. Él, su cariñoso maestro, escogido por el mismísimo Cristo en el camino a Damasco, elegido porque así a Dios le plugo, se dirige tiernamente a su amado hijo en Cristo. Recuerda Pablo a Timoteo que existe una promesa de vida garantizada por la obra salvífica de Cristo que también se extiende a su persona. Timoteo no está trabajando pastoralmente para satisfacer sus anhelos humanitarios, espirituales o emocionales. Lo hace en virtud del llamamiento supremo de Cristo, su Señor y Salvador, ante el que debe rendir cuentas de su labor, y al que debe acudir para recibir justo esa vitalidad que ahora parece menguar en su corazón.
La oración de Pablo en favor de Timoteo manifiesta tres necesidades espirituales que, perentoriamente, deben ser saciadas. Timoteo necesita de la gracia de Dios para levantarse del lecho del dolor, puesto que solamente por gracia ha sido salvo, y en esta salvación debe gozarse y alzarse para favorecer con esta redención a muchas otras personas. También necesita misericordia del Señor, una compasión que redunde en renovadas fuerzas que le permitan superar con éxito la depresión que ahora lo consume. Y, por último, es menester que la paz interior inunde su espíritu, para que no tome decisiones apresuradas, para que no se deje llevar por las emociones o los sentimientos a la hora de emprender un curso de actuación u otro. Dios Padre y Dios Hijo serán las fuentes de estos tres dones que tanto necesita ahora Timoteo, en la sombra de su penuria y tristeza. Dado que el Señor no hace las cosas a medias, no cabe duda de que la petición de Pablo pronto será una realidad en la vida de Timoteo.
A continuación, Pablo expresa el afecto tan entrañable que siente por Timoteo, y más en estos momentos de decaimiento y desfallecimiento espiritual: “Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día. Al acordarme de tus lágrimas, siento deseo de verte, para llenarme de gozo, trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.” (vv. 3-5)
Con cada recuerdo de Pablo sobre la trayectoria pasada de Timoteo, también aparece el anhelo de que Timoteo recuerde a su vez el proceso espiritual y testimonial que lo ha llevado a ser quién es en Cristo. Con un espíritu agradecido, Pablo manifiesta, desde la distancia y la imposibilidad momentánea de volver a ver a su discípulo amado, que Timoteo siempre ha estado, está y estará en sus plegarias al Señor. No puede arrancar de su memoria la carta que ha propiciado su respuesta epistolar. De las letras y palabras de esta misiva, Pablo ha percibido la angustia vital por la que pasa Timoteo, y por ello habla de sus lágrimas, de su llanto, saltando del pergamino a sus ojos cansados y miopes. Al leer cada expresión del corazón de Timoteo, Pablo siente que debería estar ahí junto a él, para aconsejarlo, para consolarlo, para alentarlo. ¡Qué más quisiera el apóstol de los gentiles que volver a abrazar a Timoteo de nuevo, y más en las lóbregas circunstancias en las que estos dos siervos de Dios se hallan!
Para Pablo, poder hacer memoria del camino que ha llevado a Timoteo a ser pastor de Dios en medio de su pueblo, es algo que lo llena de satisfacción y gozo. ¿No ocurre así con cada creyente que ha traído delante de Cristo a otra persona, y que contempla con el paso de los años que ésta ha llegado a ser un obrero del Señor que vive por y para predicar el evangelio? Solo hay alegría en el alma de Pablo mientras trae a la memoria las figuras indiscutiblemente centrales en la vida de Timoteo: a su abuela Loida y a su madre Eunice, ambas fieles cristianas que no dejaron de inculcar en el pecho de Timoteo el amor por la Palabra de Dios, por Cristo y por su iglesia. Con estos referentes familiares tan relevantes, Timoteo había podido, desde la niñez, disfrutar de un contexto espiritual fabuloso y, ciertamente inspirador. Timoteo debe acordarse de todo lo que aprendió de estas dos grandes mujeres de Dios, para que nada caiga en saco roto, para que entienda que Dios propició para su vida un camino hermoso y decisivo que lo llevaría a ser pastor de la grey de Dios. ¡Qué importante es un entorno familiar cristiano para las nuevas generaciones de jóvenes y adolescentes!
  1. AVIVA EL FUEGO
Una vez ha llenado la mente de Timoteo de recordatorios bellos e inconfundibles, Pablo ofrece a éste una serie de consejos básicos desde los cuales poder auparse de nuevo a las cotas de plenitud espiritual y pastoral más altas: “Por eso te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos, porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios.” (vv. 6-8)
El primer consejo paulino es que Timoteo tiene la obligación urgente de reavivar esa primera pasión que lo consumía cuando entregó su vida a Cristo para ser un obrero fiel en medio del rebaño de Dios. El don o regalo que Dios ha conferido a Timoteo es la vocación pastoral. Entendemos que Pablo, al hablar de avivar los rescoldos del fuego de su llamamiento ministerial, está constatando un estado lamentable y al límite de la vida de Timoteo. Éste no puede más. Está al borde de tirar la toalla y renunciar a sus funciones pastorales. Pablo no desea que esto llegue a suceder. Timoteo es sumamente valioso para la guía y enseñanza de la iglesia de Cristo, y no puede abandonar de buenas a primeras su sagrada vocación. Pablo rememora el instante en el que Timoteo fue ordenado pastor, el momento en el que el apóstol de los gentiles posó sus manos sobre la cabeza de su amado hijo espiritual, simbolizando con este gesto que el Espíritu Santo lo había escogido para una tarea sumamente crucial para la iglesia primitiva en Éfeso.
Timoteo debe sacudirse el miedo al qué dirán, a la crítica acerada de sus detractores dentro de la iglesia, a los juicios de valor por causa de su juventud e inexperiencia, y a las presiones cotidianas propias de los partidismos internos. El pastor debe ser alguien valiente, con arrojo y coraje que tome las riendas de la congregación para llevarla a ser una comunidad unida y dependiente del Espíritu Santo. Mostrarse pusilánime o cobarde no es una opción para un pastor. Si en la realidad pastoril, el pastor huye de las fieras salvajes que quieren devorar parte del rebaño de ovejas, o deja ver su nerviosismo, temor o debilidad de carácter, la fiera lo nota y se relame porque prevé un resultado beneficioso a causa de la fragilidad del acobardado pastor. Lo mismo sucede en términos espirituales y eclesiales: el pastor ha recibido del Espíritu Santo la capacidad de vencer las adversidades, resolver los problemas y solventar los conflictos.
El poder de Dios permite al pastor enfrentarse a las dificultades que puedan surgir con la confianza de que Él lo ayudará a solucionarlas. El amor fraternal debe acompañar a este poder, mostrando paciencia, longanimidad y dominio propio cuando tenga que arrostrar determinados ataques, críticas u opiniones de los miembros de la iglesia. Y unido a todo esto, el dominio propio, tan difícil de alcanzar a veces cuando el acoso y derribo del pastor es un hecho, debe constituirse en un baluarte al que aferrarse para responder con tino y buen juicio a los requerimientos de la congregación, sea cual sea la índole o la intención de éstos.
Dado que el carácter del cristiano no es el de arredrarse o amilanarse ante las circunstancias, so pena de que la iglesia se autodestruyese y declinase, Pablo infunde con sus palabras la oportunidad de dejar a un lado los complejos para atacar de frente cualquier adversidad que pudiese cernirse sobre Timoteo. Desde un espíritu enardecido por Cristo, el mensaje de redención debe ser predicado con denuedo y valentía, y el respaldo a Pablo, encadenado y enclaustrado en una infecta cárcel romana, debe realizarse sin fisuras ni vacilaciones. La vergüenza ha de ser erradicada por completo de las acciones y discursos de Timoteo. El coraje indomable que pugne por revivir en la vida de Timoteo seguramente le deparará sinsabores, problemas de toda clase y diferencias con aquellos que no tenían a Pablo precisamente como un modelo a seguir. Los rigores de ser auténticos y genuinos servidores de Cristo son el precio a pagar por enseñar y transmitir la verdad del evangelio en muchas ocasiones, incluso en la propia iglesia. Sin embargo, este es el camino, uno erizado de turbulencias y comentarios poco edificantes, pero que encumbra a Cristo y a su maestro espiritual como espejos ante los cuales mirarse y a los cuales parecerse en el ejercicio de su ministerio pastoral.
  1. EJEMPLOS PARA NO VENIRSE ABAJO
En correlación con su persona y la de Cristo, Pablo intenta que Timoteo considere que las penurias, los sufrimientos y los sacrificios son parte ineludible de una existencia entregada y consagrada a cuidar de la iglesia de Dios. En primer lugar, hace referencia al ministerio de Cristo, ejemplo desde el cual todo buen pastor debe construir su pastoral: “Él nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio.” (vv. 9-10)
Cristo es el que escoge a sus obreros, y no lo hace al tuntún, sino que sabe perfectamente quiénes tienen la capacidad, el fervor y las agallas para cumplir plenamente con el don ministerial entregado. Si Timoteo se entrega al lamento y a la frustración, si está a un milímetro de decir basta, debe recordar que Cristo ha evaluado su vida y trayectoria de forma profunda e inquisitiva, y que ha visto el potencial que ahora mismo ni siquiera el propio Timoteo es capaz de reconocer. El llamamiento especial de Cristo al pastorado es una consagración absoluta a encauzar y canalizar el consejo divino, por lo que no es cualquier cosa. No miró las obras o los merecimientos humanos que los ojos ávidos de superficialidad y estética valoran, sino que, a pesar de nuestros defectos y fallos, Cristo nos salvó, y a los pastores les encomendó la misión específica de llevar al rebaño de Dios a pastos verdes y delicados junto a aguas de reposo.
A través de este himno cristológico, fórmula que debió emplearse en algunas de las primeras iglesias cristianas de la época, Timoteo ha sido elegido por el mismo Cristo según los propósitos sabios y perfectos que han sido planificados y concebidos desde antes de la creación del mundo, por lo que Timoteo debe considerarse a sí mismo honrado y privilegiado al estar continuamente en el pensamiento de la Trinidad y en el proceso del plan de salvación. Cuando Dios se encarna en Cristo y desciende al polvo para caminar entre nosotros, la gracia preestablecida por Dios y la elección previamente consensuada por las tres personas de la Trinidad, es manifestada en toda su plenitud y propósito. Todo adquiere sentido y significado en la vida de Timoteo cuando en este instante comprende que es parte de un todo mayor y majestuosamente perfecto. Es el momento de asimilar que su declive como pastor es un tropiezo del que ha de levantarse para homenajear a su máximo ejemplo pastoral, a Cristo. Además, la muerte a la que todo ser humano estaba abocado, fue vencida en la cruz, y el testimonio de todas estas cosas por los apóstoles, debe ser sacado a la luz del conocimiento de todo el mundo. Timoteo, por tanto, al ser escogido por Cristo para predicar las buenas nuevas de salvación debe reconsiderar su languidez presente a la luz de la vida eterna en Cristo.
Ahora es el turno de Pablo, otro modelo en el que Timoteo debe fijarse a la hora de “resetear” su disco duro interno y a la hora de repensarse lo de rendirse y abandonar el barco del pastorado: “De este evangelio yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles, por lo cual asimismo padezco esto. Pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.” (vv. 11-12)
Pablo no es que estuviese pasando por los mejores momentos de su vida. Se hallaba encarcelado en una putrefacta celda romana y ya tenía la sensación de que pronto sería llamado por Dios a su seno. Teniendo razones más que suficientes, evaluando su vida desde su conversión a Cristo, para haber dado carpetazo a su ministerio, Pablo decide que debe afirmar el corazón de su pupilo Timoteo, mostrando la cara menos amable del servicio pastoral y apostólico. Cristo lo apartó para que fuese vocero de su redención, para que enseñase a diestro y siniestro, a lo largo de la geografía de Asia Menor y Europa, en decenas de iglesias y sinagogas. El Señor lo desafió a tragarse la amarga píldora del nacionalismo judío para dedicarse en cuerpo y alma a compartir las maravillosas noticias del Reino de los cielos con extranjeros, paganos y gentiles.
Pablo supo desde el primer minuto que su tarea no iba a ser nada fácil. No se embarcó en esta empresa para recibir galardones, premios, parabienes y aplausos de las masas. Siempre tuvo presente que iba a ser zarandeado, golpeado, azotado, apedreado y acusado de mil crímenes y delitos. Era el precio que debía pagar por anunciar la verdad a un mundo necesitado del perdón de Jesucristo. No tenía intención de rendirse, aunque su libertad de movimientos se viese afectada por la injusticia de las gentes. No iba a sucumbir al desaliento porque su fe inquebrantable en Dios le insuflaba las energías y vigor necesarios para seguir desempeñando la gloriosa tarea de pregonar las virtudes y obras de Cristo. Timoteo sabía a ciencia cierta de los castigos corporales, de las torturas, de las críticas injustas, y de las habladurías que se vertían en contra de su maestro Pablo.
Él mismo habría presenciado alguna que otra trifulca a causa de su mensaje, o habría constatado la aversión que determinadas facciones de la iglesia primitiva mostraban hacia su persona. Timoteo solamente estaba padeciendo una parte infinitesimal de lo que Pablo había sufrido a lo largo de su ministerio apostólico. Y ahí estaba Pablo, tan firme y tan resuelto como el primer día que conoció a su Señor y Salvador. Su fe estaba bien cimentada en Cristo y lo que él llama su depósito, esto es, su salvación completa, estaba esperándole en cuanto su último aliento saliese de su garganta. ¡Qué inspirador debieron haber sido estas palabras para Timoteo en su estado de debilidad y desesperanza!
  1. FIRME Y ADELANTE A PESAR DEL ABANDONO
Otro par de consejos paulinos brotan de estos dos últimos testimonios con el ánimo de seguir fortaleciendo el talante acongojado de Timoteo: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros.” (vv. 13-14) Timoteo no debe olvidar nunca cada una de las lecciones que Pablo le impartió en su momento acerca de la sana doctrina que procede de la Palabra de Dios. Su predicación y enseñanza no deben apartarse ni a izquierda ni a derecha, y más sabiendo que una serie de personajes siniestros tenían la idea de infiltrarse en las incipientes comunidades de fe cristianas para hacerse con el poder, para desviar a los creyentes de la ortodoxia, y para influenciar negativamente a quienes formaban parte de la iglesia.
Solo desde una predicación fiel a las Escrituras y a la doctrina apostólica, desde la fe en que ese mensaje es expuesto y desde el amor por la iglesia, ese mismo amor expresado en el sacrificio de Cristo, era posible darle la vuelta a la tortilla, recuperar el cuajo y la autoestima, y sacar adelante a la congregación de los santos en la que Timoteo ministraba. La garantía de la salvación, rubricada con el sello del Espíritu Santo, es una realidad en la vida de Timoteo, así como su plenitud para seguir haciendo madurar su estilo de pastoral. Debe resistir hasta el fin, sin mirar atrás ni dejarse llevar por las mordaces críticas de los inmaduros y proselitistas, para alcanzar el auténtico propósito para el cual fue llamado por Cristo.
Por último, Pablo habla de dos clases de personas que aparecen en la vida de pastores y apóstoles, y de la influencia, positiva o negativa, que éstos tienen en la terrible hora de las dificultades: “Ya sabes que me abandonaron todos los que están en Asia, entre ellos Figelo y Hermógenes. Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas veces me confortó y no se avergonzó de mis cadenas, sino que, cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló. Concédale el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día. Y cuánto nos ayudó en Éfeso, tú lo sabes mejor.” (vv. 15-18)
Por una parte, el apóstol Pablo tuvo que ser testigo de ser menospreciado por aquellos que supuestamente eran sus hermanos en Cristo y colaboradores, justo en la tesitura de tener que ser encarcelado. Nunca te puedes fiar, parece decirle Pablo a Timoteo. Estos presuntos siervos de Dios, en cuanto olfatean peligro en el horizonte, se apartan para no ser identificados como amigos o compañeros del apóstol encadenado. Figelo, el fugitivo, y Hermógenes, el engendrado por Hermes, hicieron honor al significado de sus nombres, y pusieron pies en polvorosa cuando Pablo más necesitaba de su ayuda y compañía. Lo dejan en la estacada previendo que sus vidas físicas están amenazadas, sin considerar que esta actitud avergonzada les iba a ser tenida en cuenta en el día del juicio final.
Menos mal que otro hermano, Onesíforo, aparece para consolar y servir de apoyo a Pablo en sus cárceles. Cuando todos corren para salvar el pellejo, este hermano en Cristo no se deja amedrentar por las consecuencias de sus actos, y se deja llevar por el amor intenso que siente hacia Pablo. A este querido y apreciado hermano, que también hace honor al significado de su nombre, “el que trae provecho,” no le duelen prendas a la hora de visitar al apóstol, de llevarle aquello que pudiera ser necesario para su relativo confort en la celda, de informarle de todo lo que sucede fuera de los muros de la fortaleza romana. A riesgo de sufrir él mismo un destino parecido al de Pablo, cuando hace acto de presencia en Roma, lugar de la cautividad paulina, no para hasta encontrarlo y compartir las penurias propias del llamamiento cristiano.
La oración de gratitud a Dios por ponerlo en su camino, y el anhelo de que la misericordia divina cubra por completo la familia de Onesíforo, nos habla a las claras, de la calidad del amor fraternal que se profesaban mutuamente. Lo de Roma solo era un acto más de servicio en favor del apóstol, ya que, en el pasado, concretamente en algún episodio del que no se nos dan más pistas, en Éfeso, tanto Pablo como Timoteo habían sido bendecidos por el auxilio de Onesíforo. ¡Cuánta falta hacen hermanos que son el paño de lágrimas de pastores que pasan por inciertas etapas de cansancio y adversidad! Tal vez Timoteo estuviera recibiendo la instrucción de que pudiese contactar con Onesíforo y así derramar su alma y corazón ante su presencia para hallar consolación y reafirmación de su vocación pastoral.
CONCLUSIÓN
Ya hemos comprendido a través de estas primeras frases que Timoteo estaba inmerso en un proceso depresivo preocupante a causa de los obstáculos que se interponían en una plena labor pastoral. No era fácil para Timoteo luchar a brazo partido contra las tensiones que se generan dentro de una iglesia tan conflictiva como la efesia. No obstante, el principio de esta carta nos ayuda a comprender que el llamamiento cristiano es un privilegio de Dios que comporta una serie de circunstancias bastante complejas de tratar y de solventar. Pero el Señor nos envía a personas que nos pueden hacer bien en esos baches que todos tenemos, incluso el pastor. La valentía, el fervor y la pasión por el evangelio de Cristo nos levanta de la miseria para continuar bregando contra todo viento y marea dentro de la realidad eclesial.
Ser pastor no es fácil, pero sí es satisfactorio y hermoso cuando se hace contando con el poder, la gracia y la misericordia que solamente Cristo sabe darnos en todo momento.

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