AVIVA EL FUEGO
SERIE
DE ESTUDIOS SOBRE 2 TIMOTEO “NO ES FÁCIL”
TEXTO
BÍBLICO: 2 TIMOTEO 1:1-18
INTRODUCCIÓN
No
es fácil ser pastor de una comunidad de fe. No es sencillo tener que
lidiar con situaciones y personas a las que amas, pero que a la vez
debes amonestar cuando los comportamientos y actitudes de cada una de
estas personas no se ajustan a las directrices de la Palabra de Dios.
No es tarea simple manejar y gestionar las diferentes maneras de ver
la vida cristiana que cada miembro de la iglesia tiene. No es pan
comido encontrar el alivio, el consuelo y el ánimo cuando el pastor
se halla en horas bajas. No es cuestión baladí reconocer que la
vida de muchos ministros de culto evangélicos y bautistas se
desgasta paulatinamente a causa de diversas coyunturas de complejo
tratamiento en el seno de la congregación de los santos. No es una
menudencia ayudar, respaldar y reconocer la labor que muchos pastores
realizan en el silencio, la discreción y la paciencia, con el fin de
que la iglesia crezca en madurez y número. No es fácil considerar
determinadas presiones, críticas o reconvenciones que provienen, en
la mayoría de casos, de presuntos miembros que, en lugar de
arremangarse para trabajar y colaborar en un proyecto común como es
la iglesia, se sientan en sus bancos para escudriñar detalles
triviales y para condenar actividades desde la barrera.
No
es fácil ser pastor. Nunca lo ha sido y nunca lo será. Y hoy, en
los tiempos que corren, con la mentalidad equivocada de la eficiencia
estadística y de la presión resultadista, la tarea pastoral sigue
estando a la cola de responsabilidades deseables dentro de la obra
del Señor. Ser pastor supone, en la mayor parte de los casos, una
actividad de riesgo con plus de peligrosidad, por no hablar de la
realidad dantesca y terrible de pastores afectados por el “burn
out”, por quemarse a causa de su dedicación casi exclusiva a la
iglesia, haciendo dejación de responsabilidades en lo que atañe a
su familia, que acaban renunciando a su ministerio, o lo que es peor,
abjurando de su fe o suicidándose. Y es que sí, los pastores son de
carne y hueso. Son seres humanos con sus circunstancias, sus sueños
y sus miedos. Pasan por instantes de prosperidad espiritual en las
cumbres celestiales, pero también se sumen, en ocasiones, en las
profundidades del estrés, de la depresión o de la ansiedad. Si un
pastor no se ve respaldado por su grey, si no constata una respuesta
positiva a todos sus esfuerzos y planes, si no confirma en la
conducta de sus ovejas el beneficio de sus sermones y estudios
bíblicos, puede llegar a pensar que, lamentablemente, o su sitio no
es ese, o su llamamiento es solo un espejismo emocional, o que es un
fracasado que está fallando al Señor y a la iglesia.
- TIMOTEO EN CRISIS
No
es fácil mantener la unidad en la diversidad, ni es sencillo
resolver conflictos fratricidas, ni es simple tener siempre el
consejo adecuado en cada momento de forma instantánea. Eso sí.
Nadie dijo que ser pastor iba a ser un paseíto por la campiña
inglesa, o un viaje de turismo sin estridencias ni inclemencias. Aun
cuando la Palabra de Dios, tal como vimos en 1 Timoteo, felicita a
quienes lo dejan todo para participar y responder del llamamiento
divino especial del pastorado u obispado, eso no quita que tratar con
un buen grupo de seres humanos con caracteres contradictorios y
diferentes, sea algo que puede minar la moral del pastor más
pintado.
Timoteo,
pastor de Éfeso y discípulo directo de Pablo, parece encontrarse en
una encrucijada espiritual en relación a su pastorado. Se siente
inseguro, dubitativo, cansado y, hasta cierto punto, hastiado. Las
cosas no están yendo tan bien como él quisiera, la iglesia da
bastantes problemas, su autoridad pastoral es discutida y su fe se
resiente como resultado de todas estas circunstancias. Tiene el ánimo
por los suelos, está encogido en su dramático estado de inercia, y
lo que más necesita, y que menos tiene cerca de sí, es el aliento y
el consejo de su anciano maestro y padre espiritual. Necesita las
palabras y la experiencia de Pablo para salir de este agujero negro
que parece querer quitarle las ganas y el entusiasmo de servir a
Jesucristo como obrero de Dios.
Con
esta segunda epístola, Pablo desea devolver a su pupilo las fuerzas
y la energía que éste tuvo en un principio. Su interés es el de
reanimar su cuerpo y su mente castigados por la pesadumbre y la
melancolía que lo abruman peligrosamente. La carta paulina a Timoteo
comienza con un saludo típico, y con una presentación que intenta
recuperar para la causa los grandes dones que Dios ha puesto en la
vida de su hijo espiritual: “Pablo,
apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, según la promesa de
la vida que es en Cristo Jesús, a Timoteo, amado hijo: Gracia,
misericordia y paz, de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor.”
(vv. 1-2)
Pablo
quiere hacer ver a Timoteo que su llamamiento no ha sido una ilusión
o un mal sueño del pasado. Él, su cariñoso maestro, escogido por
el mismísimo Cristo en el camino a Damasco, elegido porque así a
Dios le plugo, se dirige tiernamente a su amado hijo en Cristo.
Recuerda Pablo a Timoteo que existe una promesa de vida garantizada
por la obra salvífica de Cristo que también se extiende a su
persona. Timoteo no está trabajando pastoralmente para satisfacer
sus anhelos humanitarios, espirituales o emocionales. Lo hace en
virtud del llamamiento supremo de Cristo, su Señor y Salvador, ante
el que debe rendir cuentas de su labor, y al que debe acudir para
recibir justo esa vitalidad que ahora parece menguar en su corazón.
La
oración de Pablo en favor de Timoteo manifiesta tres necesidades
espirituales que, perentoriamente, deben ser saciadas. Timoteo
necesita de la gracia de Dios para levantarse del lecho del dolor,
puesto que solamente por gracia ha sido salvo, y en esta salvación
debe gozarse y alzarse para favorecer con esta redención a muchas
otras personas. También necesita misericordia del Señor, una
compasión que redunde en renovadas fuerzas que le permitan superar
con éxito la depresión que ahora lo consume. Y, por último, es
menester que la paz interior inunde su espíritu, para que no tome
decisiones apresuradas, para que no se deje llevar por las emociones
o los sentimientos a la hora de emprender un curso de actuación u
otro. Dios Padre y Dios Hijo serán las fuentes de estos tres dones
que tanto necesita ahora Timoteo, en la sombra de su penuria y
tristeza. Dado que el Señor no hace las cosas a medias, no cabe duda
de que la petición de Pablo pronto será una realidad en la vida de
Timoteo.
A
continuación, Pablo expresa el afecto tan entrañable que siente por
Timoteo, y más en estos momentos de decaimiento y desfallecimiento
espiritual:
“Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia
conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche
y día. Al acordarme de tus lágrimas, siento deseo de verte, para
llenarme de gozo, trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en
ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice,
y estoy seguro que en ti también.” (vv. 3-5)
Con
cada recuerdo de Pablo sobre la trayectoria pasada de Timoteo,
también aparece el anhelo de que Timoteo recuerde a su vez el
proceso espiritual y testimonial que lo ha llevado a ser quién es en
Cristo. Con un espíritu agradecido, Pablo manifiesta, desde la
distancia y la imposibilidad momentánea de volver a ver a su
discípulo amado, que Timoteo siempre ha estado, está y estará en
sus plegarias al Señor. No puede arrancar de su memoria la carta que
ha propiciado su respuesta epistolar. De las letras y palabras de
esta misiva, Pablo ha percibido la angustia vital por la que pasa
Timoteo, y por ello habla de sus lágrimas, de su llanto, saltando
del pergamino a sus ojos cansados y miopes. Al leer cada expresión
del corazón de Timoteo, Pablo siente que debería estar ahí junto a
él, para aconsejarlo, para consolarlo, para alentarlo. ¡Qué más
quisiera el apóstol de los gentiles que volver a abrazar a Timoteo
de nuevo, y más en las lóbregas circunstancias en las que estos dos
siervos de Dios se hallan!
Para
Pablo, poder hacer memoria del camino que ha llevado a Timoteo a ser
pastor de Dios en medio de su pueblo, es algo que lo llena de
satisfacción y gozo. ¿No ocurre así con cada creyente que ha
traído delante de Cristo a otra persona, y que contempla con el paso
de los años que ésta ha llegado a ser un obrero del Señor que vive
por y para predicar el evangelio? Solo hay alegría en el alma de
Pablo mientras trae a la memoria las figuras indiscutiblemente
centrales en la vida de Timoteo: a su abuela Loida y a su madre
Eunice, ambas fieles cristianas que no dejaron de inculcar en el
pecho de Timoteo el amor por la Palabra de Dios, por Cristo y por su
iglesia. Con estos referentes familiares tan relevantes, Timoteo
había podido, desde la niñez, disfrutar de un contexto espiritual
fabuloso y, ciertamente inspirador. Timoteo debe acordarse de todo lo
que aprendió de estas dos grandes mujeres de Dios, para que nada
caiga en saco roto, para que entienda que Dios propició para su vida
un camino hermoso y decisivo que lo llevaría a ser pastor de la grey
de Dios. ¡Qué importante es un entorno familiar cristiano para las
nuevas generaciones de jóvenes y adolescentes!
- AVIVA EL FUEGO
Una
vez ha llenado la mente de Timoteo de recordatorios bellos e
inconfundibles, Pablo ofrece a éste una serie de consejos básicos
desde los cuales poder auparse de nuevo a las cotas de plenitud
espiritual y pastoral más altas: “Por
eso te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti
por la imposición de mis manos, porque no nos ha dado Dios espíritu
de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto,
no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí,
preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según
el poder de Dios.” (vv. 6-8)
El
primer consejo paulino es que Timoteo tiene la obligación urgente de
reavivar esa primera pasión que lo consumía cuando entregó su vida
a Cristo para ser un obrero fiel en medio del rebaño de Dios. El don
o regalo que Dios ha conferido a Timoteo es la vocación pastoral.
Entendemos que Pablo, al hablar de avivar los rescoldos del fuego de
su llamamiento ministerial, está constatando un estado lamentable y
al límite de la vida de Timoteo. Éste no puede más. Está al borde
de tirar la toalla y renunciar a sus funciones pastorales. Pablo no
desea que esto llegue a suceder. Timoteo es sumamente valioso para la
guía y enseñanza de la iglesia de Cristo, y no puede abandonar de
buenas a primeras su sagrada vocación. Pablo rememora el instante en
el que Timoteo fue ordenado pastor, el momento en el que el apóstol
de los gentiles posó sus manos sobre la cabeza de su amado hijo
espiritual, simbolizando con este gesto que el Espíritu Santo lo
había escogido para una tarea sumamente crucial para la iglesia
primitiva en Éfeso.
Timoteo
debe sacudirse el miedo al qué dirán, a la crítica acerada de sus
detractores dentro de la iglesia, a los juicios de valor por causa de
su juventud e inexperiencia, y a las presiones cotidianas propias de
los partidismos internos. El pastor debe ser alguien valiente, con
arrojo y coraje que tome las riendas de la congregación para
llevarla a ser una comunidad unida y dependiente del Espíritu Santo.
Mostrarse pusilánime o cobarde no es una opción para un pastor. Si
en la realidad pastoril, el pastor huye de las fieras salvajes que
quieren devorar parte del rebaño de ovejas, o deja ver su
nerviosismo, temor o debilidad de carácter, la fiera lo nota y se
relame porque prevé un resultado beneficioso a causa de la
fragilidad del acobardado pastor. Lo mismo sucede en términos
espirituales y eclesiales: el pastor ha recibido del Espíritu Santo
la capacidad de vencer las adversidades, resolver los problemas y
solventar los conflictos.
El
poder de Dios permite al pastor enfrentarse a las dificultades que
puedan surgir con la confianza de que Él lo ayudará a
solucionarlas. El amor fraternal debe acompañar a este poder,
mostrando paciencia, longanimidad y dominio propio cuando tenga que
arrostrar determinados ataques, críticas u opiniones de los miembros
de la iglesia. Y unido a todo esto, el dominio propio, tan difícil
de alcanzar a veces cuando el acoso y derribo del pastor es un hecho,
debe constituirse en un baluarte al que aferrarse para responder con
tino y buen juicio a los requerimientos de la congregación, sea cual
sea la índole o la intención de éstos.
Dado
que el carácter del cristiano no es el de arredrarse o amilanarse
ante las circunstancias, so pena de que la iglesia se autodestruyese
y declinase, Pablo infunde con sus palabras la oportunidad de dejar a
un lado los complejos para atacar de frente cualquier adversidad que
pudiese cernirse sobre Timoteo. Desde un espíritu enardecido por
Cristo, el mensaje de redención debe ser predicado con denuedo y
valentía, y el respaldo a Pablo, encadenado y enclaustrado en una
infecta cárcel romana, debe realizarse sin fisuras ni vacilaciones.
La vergüenza ha de ser erradicada por completo de las acciones y
discursos de Timoteo. El coraje indomable que pugne por revivir en la
vida de Timoteo seguramente le deparará sinsabores, problemas de
toda clase y diferencias con aquellos que no tenían a Pablo
precisamente como un modelo a seguir. Los rigores de ser auténticos
y genuinos servidores de Cristo son el precio a pagar por enseñar y
transmitir la verdad del evangelio en muchas ocasiones, incluso en la
propia iglesia. Sin embargo, este es el camino, uno erizado de
turbulencias y comentarios poco edificantes, pero que encumbra a
Cristo y a su maestro espiritual como espejos ante los cuales mirarse
y a los cuales parecerse en el ejercicio de su ministerio pastoral.
- EJEMPLOS PARA NO VENIRSE ABAJO
En
correlación con su persona y la de Cristo, Pablo intenta que Timoteo
considere que las penurias, los sufrimientos y los sacrificios son
parte ineludible de una existencia entregada y consagrada a cuidar de
la iglesia de Dios. En primer lugar, hace referencia al ministerio de
Cristo, ejemplo desde el cual todo buen pastor debe construir su
pastoral: “Él
nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras
obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en
Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha
sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el
cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el
evangelio.” (vv. 9-10)
Cristo
es el que escoge a sus obreros, y no lo hace al tuntún, sino que
sabe perfectamente quiénes tienen la capacidad, el fervor y las
agallas para cumplir plenamente con el don ministerial entregado. Si
Timoteo se entrega al lamento y a la frustración, si está a un
milímetro de decir basta, debe recordar que Cristo ha evaluado su
vida y trayectoria de forma profunda e inquisitiva, y que ha visto el
potencial que ahora mismo ni siquiera el propio Timoteo es capaz de
reconocer. El llamamiento especial de Cristo al pastorado es una
consagración absoluta a encauzar y canalizar el consejo divino, por
lo que no es cualquier cosa. No miró las obras o los merecimientos
humanos que los ojos ávidos de superficialidad y estética valoran,
sino que, a pesar de nuestros defectos y fallos, Cristo nos salvó, y
a los pastores les encomendó la misión específica de llevar al
rebaño de Dios a pastos verdes y delicados junto a aguas de reposo.
A
través de este himno cristológico, fórmula que debió emplearse en
algunas de las primeras iglesias cristianas de la época, Timoteo ha
sido elegido por el mismo Cristo según los propósitos sabios y
perfectos que han sido planificados y concebidos desde antes de la
creación del mundo, por lo que Timoteo debe considerarse a sí mismo
honrado y privilegiado al estar continuamente en el pensamiento de la
Trinidad y en el proceso del plan de salvación. Cuando Dios se
encarna en Cristo y desciende al polvo para caminar entre nosotros,
la gracia preestablecida por Dios y la elección previamente
consensuada por las tres personas de la Trinidad, es manifestada en
toda su plenitud y propósito. Todo adquiere sentido y significado en
la vida de Timoteo cuando en este instante comprende que es parte de
un todo mayor y majestuosamente perfecto. Es el momento de asimilar
que su declive como pastor es un tropiezo del que ha de levantarse
para homenajear a su máximo ejemplo pastoral, a Cristo. Además, la
muerte a la que todo ser humano estaba abocado, fue vencida en la
cruz, y el testimonio de todas estas cosas por los apóstoles, debe
ser sacado a la luz del conocimiento de todo el mundo. Timoteo, por
tanto, al ser escogido por Cristo para predicar las buenas nuevas de
salvación debe reconsiderar su languidez presente a la luz de la
vida eterna en Cristo.
Ahora
es el turno de Pablo, otro modelo en el que Timoteo debe fijarse a la
hora de “resetear” su disco duro interno y a la hora de
repensarse lo de rendirse y abandonar el barco del pastorado: “De
este evangelio yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de
los gentiles, por lo cual asimismo padezco esto. Pero no me
avergüenzo, porque yo sé a quién he creído y estoy seguro de que
es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.” (vv. 11-12)
Pablo
no es que estuviese pasando por los mejores momentos de su vida. Se
hallaba encarcelado en una putrefacta celda romana y ya tenía la
sensación de que pronto sería llamado por Dios a su seno. Teniendo
razones más que suficientes, evaluando su vida desde su conversión
a Cristo, para haber dado carpetazo a su ministerio, Pablo decide que
debe afirmar el corazón de su pupilo Timoteo, mostrando la cara
menos amable del servicio pastoral y apostólico. Cristo lo apartó
para que fuese vocero de su redención, para que enseñase a diestro
y siniestro, a lo largo de la geografía de Asia Menor y Europa, en
decenas de iglesias y sinagogas. El Señor lo desafió a tragarse la
amarga píldora del nacionalismo judío para dedicarse en cuerpo y
alma a compartir las maravillosas noticias del Reino de los cielos
con extranjeros, paganos y gentiles.
Pablo
supo desde el primer minuto que su tarea no iba a ser nada fácil. No
se embarcó en esta empresa para recibir galardones, premios,
parabienes y aplausos de las masas. Siempre tuvo presente que iba a
ser zarandeado, golpeado, azotado, apedreado y acusado de mil
crímenes y delitos. Era el precio que debía pagar por anunciar la
verdad a un mundo necesitado del perdón de Jesucristo. No tenía
intención de rendirse, aunque su libertad de movimientos se viese
afectada por la injusticia de las gentes. No iba a sucumbir al
desaliento porque su fe inquebrantable en Dios le insuflaba las
energías y vigor necesarios para seguir desempeñando la gloriosa
tarea de pregonar las virtudes y obras de Cristo. Timoteo sabía a
ciencia cierta de los castigos corporales, de las torturas, de las
críticas injustas, y de las habladurías que se vertían en contra
de su maestro Pablo.
Él
mismo habría presenciado alguna que otra trifulca a causa de su
mensaje, o habría constatado la aversión que determinadas facciones
de la iglesia primitiva mostraban hacia su persona. Timoteo solamente
estaba padeciendo una parte infinitesimal de lo que Pablo había
sufrido a lo largo de su ministerio apostólico. Y ahí estaba Pablo,
tan firme y tan resuelto como el primer día que conoció a su Señor
y Salvador. Su fe estaba bien cimentada en Cristo y lo que él llama
su depósito, esto es, su salvación completa, estaba esperándole en
cuanto su último aliento saliese de su garganta. ¡Qué inspirador
debieron haber sido estas palabras para Timoteo en su estado de
debilidad y desesperanza!
- FIRME Y ADELANTE A PESAR DEL ABANDONO
Otro
par de consejos paulinos brotan de estos dos últimos testimonios con
el ánimo de seguir fortaleciendo el talante acongojado de Timoteo:
“Retén
la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que
es en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo
que mora en nosotros.” (vv. 13-14)
Timoteo no debe olvidar nunca cada una
de las lecciones que Pablo le impartió en su momento acerca de la
sana doctrina que procede de la Palabra de Dios. Su predicación y
enseñanza no deben apartarse ni a izquierda ni a derecha, y más
sabiendo que una serie de personajes siniestros tenían la idea de
infiltrarse en las incipientes comunidades de fe cristianas para
hacerse con el poder, para desviar a los creyentes de la ortodoxia, y
para influenciar negativamente a quienes formaban parte de la
iglesia.
Solo
desde una predicación fiel a las Escrituras y a la doctrina
apostólica, desde la fe en que ese mensaje es expuesto y desde el
amor por la iglesia, ese mismo amor expresado en el sacrificio de
Cristo, era posible darle la vuelta a la tortilla, recuperar el cuajo
y la autoestima, y sacar adelante a la congregación de los santos en
la que Timoteo ministraba. La garantía de la salvación, rubricada
con el sello del Espíritu Santo, es una realidad en la vida de
Timoteo, así como su plenitud para seguir haciendo madurar su estilo
de pastoral. Debe resistir hasta el fin, sin mirar atrás ni dejarse
llevar por las mordaces críticas de los inmaduros y proselitistas,
para alcanzar el auténtico propósito para el cual fue llamado por
Cristo.
Por
último, Pablo habla de dos clases de personas que aparecen en la
vida de pastores y apóstoles, y de la influencia, positiva o
negativa, que éstos tienen en la terrible hora de las dificultades:
“Ya
sabes que me abandonaron todos los que están en Asia, entre ellos
Figelo y Hermógenes. Tenga el Señor misericordia de la casa de
Onesíforo, porque muchas veces me confortó y no se avergonzó de
mis cadenas, sino que, cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente
y me halló. Concédale el Señor que halle misericordia cerca del
Señor en aquel día. Y cuánto nos ayudó en Éfeso, tú lo sabes
mejor.” (vv. 15-18)
Por
una parte, el apóstol Pablo tuvo que ser testigo de ser
menospreciado por aquellos que supuestamente eran sus hermanos en
Cristo y colaboradores, justo en la tesitura de tener que ser
encarcelado. Nunca te puedes fiar, parece decirle Pablo a Timoteo.
Estos presuntos siervos de Dios, en cuanto olfatean peligro en el
horizonte, se apartan para no ser identificados como amigos o
compañeros del apóstol encadenado. Figelo, el fugitivo, y
Hermógenes, el engendrado por Hermes, hicieron honor al significado
de sus nombres, y pusieron pies en polvorosa cuando Pablo más
necesitaba de su ayuda y compañía. Lo dejan en la estacada
previendo que sus vidas físicas están amenazadas, sin considerar
que esta actitud avergonzada les iba a ser tenida en cuenta en el día
del juicio final.
Menos
mal que otro hermano, Onesíforo, aparece para consolar y servir de
apoyo a Pablo en sus cárceles. Cuando todos corren para salvar el
pellejo, este hermano en Cristo no se deja amedrentar por las
consecuencias de sus actos, y se deja llevar por el amor intenso que
siente hacia Pablo. A este querido y apreciado hermano, que también
hace honor al significado de su nombre, “el
que trae provecho,” no
le duelen prendas a la hora de visitar al apóstol, de llevarle
aquello que pudiera ser necesario para su relativo confort en la
celda, de informarle de todo lo que sucede fuera de los muros de la
fortaleza romana. A riesgo de sufrir él mismo un destino parecido al
de Pablo, cuando hace acto de presencia en Roma, lugar de la
cautividad paulina, no para hasta encontrarlo y compartir las
penurias propias del llamamiento cristiano.
La
oración de gratitud a Dios por ponerlo en su camino, y el anhelo de
que la misericordia divina cubra por completo la familia de
Onesíforo, nos habla a las claras, de la calidad del amor fraternal
que se profesaban mutuamente. Lo de Roma solo era un acto más de
servicio en favor del apóstol, ya que, en el pasado, concretamente
en algún episodio del que no se nos dan más pistas, en Éfeso,
tanto Pablo como Timoteo habían sido bendecidos por el auxilio de
Onesíforo. ¡Cuánta falta hacen hermanos que son el paño de
lágrimas de pastores que pasan por inciertas etapas de cansancio y
adversidad! Tal vez Timoteo estuviera recibiendo la instrucción de
que pudiese contactar con Onesíforo y así derramar su alma y
corazón ante su presencia para hallar consolación y reafirmación
de su vocación pastoral.
CONCLUSIÓN
Ya
hemos comprendido a través de estas primeras frases que Timoteo
estaba inmerso en un proceso depresivo preocupante a causa de los
obstáculos que se interponían en una plena labor pastoral. No era
fácil para Timoteo luchar a brazo partido contra las tensiones que
se generan dentro de una iglesia tan conflictiva como la efesia. No
obstante, el principio de esta carta nos ayuda a comprender que el
llamamiento cristiano es un privilegio de Dios que comporta una serie
de circunstancias bastante complejas de tratar y de solventar. Pero
el Señor nos envía a personas que nos pueden hacer bien en esos
baches que todos tenemos, incluso el pastor. La valentía, el fervor
y la pasión por el evangelio de Cristo nos levanta de la miseria
para continuar bregando contra todo viento y marea dentro de la
realidad eclesial.
Ser
pastor no es fácil, pero sí es satisfactorio y hermoso cuando se
hace contando con el poder, la gracia y la misericordia que solamente
Cristo sabe darnos en todo momento.
Comentarios
Publicar un comentario