FIRMEZA PASTORAL
SERIE DE
ESTUDIOS SOBRE 1 TIMOTEO “SOMOS IGLESIA”
TEXTO
BÍBLICO: 1 TIMOTEO 6:11-16, 20-21
INTRODUCCIÓN
La verdad es que
siempre se agradece una palmada en la espalda que te anime a seguir adelante en
medio de las crisis y los vendavales de la vida. Siempre vienen bien unas
palabras de apoyo y aliento que nos permitan encarar con fuerzas y bríos
renovados las escarpadas pendientes que se erigen monolíticas en nuestro
camino. Nos da una bocanada energética de oxígeno poder echar mano de personas
que se preocupan sinceramente de nuestras vidas, encontrar en ellas nuestro
paño de lágrimas, poder descansar un breve instante mientras la realidad se
empeña en robarnos la paz y la tranquilidad. Todos hemos vivido instantes
verdaderamente difíciles en los que hemos necesitado una mano amiga, un hombro
paciente, un oído atento y comprensivo. En un mundo en el que el individualismo
es premiado y promocionado, estos momentos se convierten cada vez más en un
lujo al alcance de cada vez menor número de personas. Las prisas, las
ocupaciones, el estrés, la velocidad a la que se quieren hacer las cosas, el
cansancio acumulado a causa de frenéticas jornadas laborales y estudiantiles,
están esquilmando y haciendo desaparecer a aquellas personas, a aquellos amigos
de verdad, a los que se puede recurrir cuando las cosas no funcionan bien y
cuando el agua está a punto de llegarnos al cuello.
Seguro que
echáis en falta a personas así en vuestra vida. Tal vez algunas de ellas se
perdieron en sus propios problemas, otras fallecieron, otras casi no tienen
tiempo ni para ellas mismas, y las echáis de menos. Como seres sociales que
somos, algunos todavía apreciamos el valor de una entrañable relación
fraternal, de un abrazo en medio de nuestro caos particular, el pañuelo del que
enjuga las lágrimas que derramamos al desahogarnos, la discreción de unos ojos
que no nos juzgan, el alma de aquella persona que nos abriga cuando el invierno
helado de la adversidad llega para quedarse. ¡Qué falta nos hace poder
encontrar a ese amigo, a ese hermano, a ese consejero fiel que no se sorprende
de nada de lo que digamos, que no duda en amonestarnos si llega el caso, y que
lo hace todo con ternura y cordialidad puras! La vida no está hecha para
vivirla en soledad, esa epidemia tan terrible de la que adolece nuestra
sociedad y que sume en la desesperación y la depresión a tanta gente. La vida
debe concebirse desde la necesidad de la ayuda mutua, de desplazar nuestro
centro desde el yo al otro, de dejarnos mimar y cuidar por otras personas que
nos valoran, no por lo que tenemos o somos, sino que lo hacen a pesar de todo
eso.
A. LA FIRMEZA PASTORAL SE ASIENTA SOBRE EL FRUTO DEL
ESPÍRITU SANTO
Creo que Timoteo
sabía perfectamente a lo que me refiero con estas palabras de añoranza y
nostalgia. Timoteo tenía en Pablo a un padre espiritual que velaba
continuamente en oración y consejo por su joven colaborador en la causa de
Cristo. Ni siquiera la distancia había enfriado esta relación, puesto que cada
palabra escrita en cualquiera de las dos cartas que le envía conserva el cálido
rescoldo de una amistad profunda y sincera. En el texto que hoy nos ocupa,
Timoteo recibe de Pablo una serie de consejos pastorales de gran utilidad que
iba a necesitar para desarrollar su ministerio en la iglesia de Éfeso. Cada uno
de ellos se hilvana con un hilo conductor que ha de redundar en una búsqueda de
firmeza y consistencia espiritual, en la construcción paulatina de un carácter
personal similar al de Cristo, y en un enfoque dirigido a lidiar con la
multitud de problemas que aquejaba a la iglesia que pastoreaba. Pablo comienza
enumerando aquellos dones del Espíritu Santo en los que Timoteo debía imprimir
un mayor énfasis y esfuerzo, y le conmina a no dejar que el dinero mueva su
voluntad y su profesión de fe: “Mas tú,
oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe,
el amor, la paciencia, la mansedumbre.” (v. 11)
Pablo, para
encender la hoguera de la fe en el corazón de su consiervo, acobardado y
deprimido a causa de los incidentes tan preocupantes que se sucedían en su
congregación, empieza por considerarle un hombre de Dios. No es un ser humano
que deposita su confianza en sus habilidades y capacidades para llevar a cabo
su labor, sino que es un varón escogido por gracia por Dios mismo. Sus fuerzas
no le llevarán a buen puerto, pero sí su condición de hijo del Altísimo, el
cual infundirá en su vida renovadas fuerzas para lograr cumplir su vocación
cristiana en medio de los efesios. Pablo desea que Timoteo se aleje y huya de
las ganancias deshonestas y del amor al dinero, y que su ministerio sea guiado
por la justicia, la rectitud y la obediencia a Dios, por la piedad, el
sometimiento santo a la obra santificadora del Espíritu Santo, por la fe, la
confianza plena en que Dios trabaja por medio suyo, por el amor, ese afecto
auténtico que no busca lo suyo, sino que sirve sin intereses ocultos ni
intenciones perversas, por la paciencia, llevando sobre sí mismo las cargas de
cada una de sus ovejas sin sucumbir a la ira y el enojo, y por la mansedumbre,
aguantando y soportando los ataques de sus detractores con longanimidad y
constancia. Como en un todo, Timoteo ha de desarrollar estos dones que Dios le
entrega, y así hacer valer sobre su comunidad de fe la autoridad que le fue
dada proféticamente en su momento.
B.
LA FIRMEZA
PASTORAL ES UNA BATALLA CONTINUA
Timoteo no debe
rendirse ni tirar la toalla ante el panorama tan devastador que puede contemplar
día sí, y día también en la iglesia efesia. Más bien, exhorta el apóstol Pablo,
como buen pastor Timoteo debe reconocer en los impedimentos, en las amenazas y
en los problemas eclesiales una auténtica batalla espiritual ante la cual no
puede inhibirse: “Pelea la buena batalla
de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado,
habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.” (v. 12) La
palabra “pelea” en el original griego es agonidsu, de la que deriva la palabra agonizar,
que significa esforzarse hasta más allá del límite de las energías. Timoteo
debe entender que la fe es una batalla buena, excelente y deseable, pero que
sigue siendo una batalla en la que debe dar el todo por el todo, en la que no
ha de guardarse un ápice de pasión y entrega, de valor y coraje. Pablo recuerda
a Timoteo que el llamamiento de Dios no es precisamente pasar un día en un
parque de atracciones, y que va a tener que sufrir y padecer ataques
inmisericordes contra su propia persona y contra el evangelio de Cristo. Pero
esas amenazas pueden ser rechazadas y doblegadas al echar mano de la espada de
la vida eterna, de la confirmación espiritual de su salvación, de la seguridad
de que Cristo es su Señor y Salvador, y de que no está solo en esta pelea
furibunda y terrible. Timoteo debe rememorar su llamamiento, aquel que ratificó
con su ejemplo y testimonio de vida, con una trayectoria que avalaba su
elección por parte de Dios. Y al traer a la memoria esos momentos de gozo y
fervor, Timoteo debería levantar de nuevo su rostro al cielo, y así seguir
perseverando en la misión que Dios le había encomendado y que sus hermanos
habían sabido ver en su conducta de obediencia y servicio al Señor.
C.
LA FIRMEZA
PASTORAL ES GARANTÍA DEL LLAMAMIENTO DE DIOS
Si no fuese suficiente el recuerdo de cómo
Dios lo llamó especialmente para el ministerio pastoral, Pablo introduce un
mandamiento inapelable seguido de un himno doxológico para que espabile y se
ponga las pilas: “Te mando delante de
Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la
buena profesión delante de Poncio Pilato, que guardes el mandamiento sin mácula
ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, la cual a su
tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de
señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a
quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el
imperio sempiterno. Amén.” (vv. 13-16) La cosa se pone seria, y Pablo, con
el ánimo de que Timoteo despertase del letargo que causa el desaliento, le
ordena tajantemente con Dios como testigo, que no se aparte ni a izquierda ni a
derecha de su cometido, de su vocación ministerial, de su llamamiento pastoral.
No debe dar lugar a la tentación, muy humana por otro lado, de marcharse de
Éfeso, de olvidarse de una iglesia llena de situaciones incómodas, de
arribismos y de personajes siniestros, de comenzar en otro lugar en el que se
le trate bien y sin tanto menosprecio. Su obediencia debe ser irreprochable e
intachable incluso en una atmósfera viciada por el error doctrinal y las
asechanzas de falsos maestros.
Dios, el dador
de la vida, y Cristo, el cual ha de erigirse en el modelo por excelencia para
Timoteo en cuanto a soportar los sinsabores de ser cristiano y pastor, y que no
se arredró delante de Poncio Pilato, sino que enfrentó la oposición hasta la
muerte, velarán por su vida y su ministerio. En un cántico litúrgico y de
adoración, Pablo intenta hacer ver a su hijo espiritual que no está sirviendo a
un señor mortal, sino que su servicio está dirigido a la glorificación de Dios
y de Jesucristo. Doctrinalmente hablando, Pablo nos habla de la segunda venida
de Cristo, hasta la cual todos los creyentes han de perseverar en su
llamamiento, de la soberanía y eternidad de Dios, de su naturaleza incomparable
y santa, y del fin para el que el ser humano fue creado, el de honrarle y
adorarle por los siglos de los siglos. Posiblemente esta construcción paulina
obedecía a alguna clase de credo o doxología que se estaba adoptando por el
resto de iglesias que había fundado en sus viajes misioneros.
D. LA FIRMEZA PASTORAL EVITA DIALOGAR CON EL ENEMIGO
Pablo termina
esta epístola advirtiéndole sobre los peligros de entrar en discusiones fútiles
sobre asuntos filosóficos y gnósticos que no llevaban a ningún lado y que
contaminaban la prístina esencia del evangelio de Cristo: “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas
pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia,
la cual profesando algunos, se desviaron de la fe. La gracia sea contigo.
Amén.” (vv. 20-21) Pablo vuelve a remachar la misma idea, probablemente
porque conocía mejor que nadie la situación por la que estaba pasando Timoteo,
y entendía que nunca estaría de más repetir de nuevo que nunca olvidase de
dónde venía, de quién le respaldaba en su vocación pastoral, y de la realidad
de una batalla espiritual que todos los creyentes, y en especial los que son
puestos en eminencia, han de librar sin excepción. Además de retomar su labor
pastoral, Timoteo debía evitar en lo posible cualquier conversación o diálogo
con personajes que mareaban más que edificar, que liaban la madeja doctrinal
más que aclararla, y que dedicaban todo su tiempo a elucubrar y elaborar
teorías e hipótesis teológicas de lo más delirantes. Tenía que eludir cualquier
contacto con los gnósticos, predicadores de filosofías extrañas, de ideologías
poco fiables y científicas, los cuales habían ya arrastrado a algunos creyentes
de la iglesia efesia. La firmeza pastoral no solamente tenía que ver con su
estabilidad emocional y espiritual, sino también con su estabilidad mental e
intelectual.
CONCLUSIÓN
Pablo se despide
de Timoteo con una salutación propia de los creyentes de aquellos tiempos, y lo
emplaza a que la gracia de Dios se manifieste en su vida, al menos hasta que
vuelvan a verse de nuevo. No cabe duda de que Timoteo tenía un gran aliado
humano en su peligrosa y dura tarea pastoral, y que este apoyo significó mucho
para poder levantarse del lecho del dolor y el desánimo, y encarar el futuro
con una mirada mucho más brillante, con una memoria mucho más clara y con unas
fuerzas mucho más restablecidas. Ser pastor de una iglesia no es cosa sencilla,
y mucho menos lo es cuando esa iglesia es problemática, pero de lo que no cabe
duda es que dentro del pack pastoral entra tener que vérselas con toda clase de
amenazas y adversidades, y la presencia eterna y real de aquel que los llamó
para ser guías de su pueblo.
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