SENSATO O LOCO




SERIE DE SERMONES SOBRE ECLESIASTÉS “QOHELET: SOMOS NIEBLA”

TEXTO BÍBLICO: ECLESIASTÉS 7:19-28

INTRODUCCIÓN

      El tema de las enfermedades mentales está siendo el foco de atención en lo que atañe a películas, series de televisión y literatura actuales. Las patologías que se relacionan con la psique, los trastornos referentes a conductas y personalidades que se salen fuera de lo que se considera la lucidez y la razón, y los casos en los que determinados problemas psicológicos alteran un modo de vida de forma radical, aparecen hoy en innumerables foros y debates. ¿Cómo podemos atender a personas antisociales o psicóticas? ¿Cómo hacer frente a pautas de conducta bipolares y maniáticas? Los expertos en psiquiatría intentan encontrar soluciones y estrategias que mitiguen la locura a través de medicación y terapias de todo tipo. No sé si nuestro mundo contemporáneo está descubriendo que en nuestra sociedad cohabitamos con, como diría la canción cubana, una pila de locos, pero lo cierto es que los avances tocantes a la neurología, la psiquiatría, la psicología o el psicoanálisis nos llevan a pensar que, prácticamente, todos tenemos algún que otro brote de locura, de mayor o menor grado y alcance. 

      Sin embargo, y más allá de auténticos ejemplos de psicopatologías galopantes, hemos de pensar que la locura también convive con la razón y la sabiduría. Como diría en una ocasión Gilbert Keith Chesterton, escritor británico del s. XIX, “loco no es el que ha perdido la razón, sino el que lo ha perdido todo, todo, menos la razón.” Existen locuras que solamente son percibidas por los efectos que causan en la propia trayectoria vital de la persona. No hablamos de verdaderos enfermos mentales, los cuales ya de por sí padecen los resultados de sus distorsionadas visiones de la realidad, y que deben ser tratados adecuadamente por la sanidad pública y privada. Nos referimos a personas que no tienen por que sufrir una psicopatología concreta y de libro, a individuos que toman decisiones arriesgadas, irracionales y equivocadas, aún a sabiendas que existe un camino más seguro, racional y sabio para alcanzar cualquiera de sus metas. Esta clase de personas son insensatas e imprudentes, dando rienda suelta a su locura autoinfligida, dejando que todo lo que tienen se les escurra de entre los dedos como el agua del mar. No han perdido la capacidad de raciocinio, sino que han fiado su suerte al seguimiento de pautas nefastas y perjudiciales para su estabilidad mental, material y espiritual.

1.      DOS CARAS DE LA MISMA MONEDA: SABIDURÍA Y LOCURA

      Salomón conocía a la perfección esta dicotomía que se producía en el interior del ser humano, no en vano él mismo era la personificación de los dos aspectos que rigen y condicionan nuestras elecciones en la vida. Había tenido sus tiempos de lucidez y prudencia, y había sucumbido también al frenesí de los deseos desordenados y caóticos de su idolatría, constatando que la locura solo le brindaba remordimiento y aflicción espiritual. Arturo Graf, escritor y poeta italiano, subraya esta misma vivencia: “El de la locura y el de la cordura son dos países limítrofes, de fronteras tan imperceptibles, que nunca puedes saber con seguridad si te encuentras en el territorio de la una o en el territorio de la otra.” 

      Por eso, desde su voz experimentada, hoy quiere ofrecernos consejos mediante los cuales poder contrastar la senda que lleva a la sabiduría y los derroteros que conducen a la locura y el infortunio: “La sabiduría fortalece al sabio más que diez poderosos que haya en una ciudad. Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque. Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se hablan, para que no oigas a tu siervo cuando dice mal de ti; porque tu corazón sabe que tú también dijiste mal de otros muchas veces. Todas estas cosas probé con sabiduría, diciendo: Seré sabio; pero la sabiduría se alejó de mí. Lejos está lo que fue; y lo muy profundo, ¿quién lo hallará?” (vv. 19-24)

       Únicamente aquel que ha librado la batalla interior entre la cordura y la locura sabe a qué se refiere Salomón cuando habla del poder y de la fuerza de un criterio basado en la sabiduría y el temor de Dios. El conocimiento que puedan tener los líderes políticos es amplio e indiscutible. Otra cosa es que ese entendimiento sea realmente puesto a disposición de un ordenamiento jurídico y civil equilibrado y centrado en el bienestar de la ciudad. Todos sabemos que el poderío económico y político de muchas personas no siempre ha sido administrado correctamente dentro del contexto de un gobierno que debe servir a la ciudadanía. Esa es la razón por la que Salomón entiende que someter las decisiones delante de Dios para que éste ponga discernimiento y sentido común en ellas, es un ejercicio deseable para todos, ya que la fortaleza que surge de un correcto criterio según la voluntad de Dios supera cualquier clase de conocimiento terrenal, filosófico e ideológico.

      La razón de que exista la locura pululando por nuestras calles y avenidas, y de que la insensatez campe a sus anchas en el mismísimo centro de nuestra sociedad, es que el pecado es una realidad palpable y universal. Si existe la imprudencia y la ligereza a la hora de tomar decisiones, es porque la relación del ser humano con Dios ha sido destrozada y quebrantada a causa de la mayor locura que una persona haya cometido nunca: la que se perpetró en el Edén cuando Adán y Eva se entregaron a la desobediencia, al orgullo y a la mentira. No hay nadie sobre la faz de la tierra que se libre de estar contaminado por el pecado, que eluda completamente sentirse atraído por la oscuridad de nuestros más perversos afectos, que evite mancharse con el lodoso chapapote de la indiferencia hacia los demás y hacia Dios. Teniendo en consideración que no hay bueno ni aún uno, ¿no sería mejor ser sabios y rogar al Señor que nos limpie y lave de nuestras locuras y desmanes? ¿No sería más beneficioso para nuestra cordura y para la cordura de los demás que dejásemos que la obra redentora de Cristo nos perdonase el conjunto de nuestros desvaríos y errores?

     No sabemos si Salomón habla sobre una experiencia personal que le ocurrió en el ámbito cortesano y palaciego en el que se movía como monarca de Israel, pero parece que, en un momento dado, tuvo la ocasión de escuchar las críticas encendidas de alguno de sus subordinados. No hay constancia de que hiciese lo mismo que algunos reyes de leyenda hicieron, mudando su apariencia regia por otra más humilde y sencilla para así infiltrarse entre la servidumbre y el pueblo, y palpar la opinión que de él pudieran tener fuera de los grandes consejos gubernamentales. No obstante, al parecer no le hizo mucha gracia que uno de sus sirvientes despotricara ferozmente contra su persona. El tiempo le diría que él tampoco era perfecto, y que, teniendo en cuenta el carácter e inclinación pecaminosa de la naturaleza humana, también había emulado a este siervo al hablar de otras personas. Así suelen ser las cosas. Nos quejamos cuando nos ponen a parir, como se dice vulgarmente, pero cuando somos nosotros los que opinamos negativamente de alguien, no nos aplicamos el cuento. Lo sabio siempre será aprender de lo oído para cambiar nuestras actitudes, y no tomar represalias por las críticas recibidas.

    La voluntad y deseo de Salomón fue siempre el de adquirir cuanta más sabiduría mejor, estudiando las reacciones del ser humano, sus tendencias y sus anhelos más profundos, y así crearse una cosmovisión completa y un marco de actuación que le permitiese entender la raíz de todos los males y resolver los problemas que acucian a los mortales. Sin embargo, reflexiona con gravedad y se dice a sí mismo que cuando parece que está a punto de desentrañar el misterio que mueve los hilos de la realidad humana, ese conocimiento se aleja y se distancia de él. Se siente frustrado. Y se siente así porque siempre hay algo nuevo que aparece en la naturaleza humana para descolocarlo, para desconcertarlo y para derribar su pretendida visión de todas las cosas. 

       A mí me pasa constantemente. Cuando parece que conocemos de qué maneras se conduce el ser humano por la vida, de qué pie cojea todo hijo de vecino, y cómo se va a comportar en determinadas circunstancias de la vida, el ser humano nos sorprende, o para bien, o para mal. Y así vuelve a aumentarse la distancia entre la sabiduría total y plena, y el ínfimo conocimiento que podamos tener de la vida y sus intrincadas ramificaciones. El pasado, pasado está, y agua pasada ya no mueve molino. No podemos cambiar lo que se hizo. Y lo profundo, lo misterioso de Dios y de la existencia humana se antojan inalcanzables para la mente humana, por mucha erudición y calibre intelectual que se tenga al querer descubrir los enigmas del alma.

2. MÁXIMO COMÚN DENOMINADOR: LA LOCURA DEL PECADO

      Después de una búsqueda intelectual apasionada, pero a la vez frustrante, Salomón tiene la intención de examinar la vida humana desde la óptica errática y discordante de la locura, esta vez personificada en la figura de una mujer bastante lianta y embaucadora: “Me volví y fijé mi corazón para saber y examinar e inquirir la sabiduría y la razón, y para conocer la maldad de la insensatez y el desvarío del error. Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador quedará en ella preso. He aquí que esto he hallado, dice el Predicador, pesando las cosas una por una para hallar la razón; lo que aún busca mi alma, y no lo encuentra: un hombre entre mil he hallado, pero mujer entre todas éstas nunca hallé. He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.” (vv. 25-29) El acento de la investigación sociológica y antropológica que mantuvo ocupado a Salomón un buen periodo de tiempo, se halla en dos componentes antitéticos: sabiduría e insensatez, razón y error. El autor de Eclesiastés emplea tres términos que acotan la extensión y punto de partida de su búsqueda existencial: saber, examinar y conocer. No basta a Salomón tener una serie de datos que hablen de su interés sapiencial, sino que se propone analizar y examinar cada uno de esos datos, con el objetivo ulterior de conocer y confirmar sus teorías e hipótesis sobre el carácter humano.

      Reconoce que lo deseable desde cualquier punto de vista que desemboque en esperanza para la humanidad, es que cada individuo elija la sabiduría y la razón. No obstante, se muestra tremendamente escéptico sobre ello, puesto que lo que sus ojos contemplan de continuo es la maldad que brota de personajes insensatos e imprudentes, que contagian su locura y perversión al resto, y su mirada solo recoge el desvarío provocado por meteduras de pata a diestro y siniestro. Lo que más abunda en este mundo, para Salomón, y creo que para nosotros también, son corazones entregados a la locura, a la necedad y a la estupidez más abrasiva y flagrante. Y esto únicamente causa dolor, sufrimiento y ruina en una sociedad, la sociedad de la que forman parte estos locos de atar y majaretas redomados. Mark Twain, escritor y periodista estadounidense, con su habitual retranca, propuso una idea bastante interesante al respecto: “Vamos a plantearnos que estamos todos locos, eso explicaría cómo somos y resolvería muchos misterios.”

      La locura, vestida y encarnada en una mujer que sojuzga a un varón con sus atractivos hedonistas, sus sugerentes tentaciones y que lo amarra al palo mayor de la miseria, siendo esclavo de sus deseos más alocados, es lo opuesto a la sabiduría, esa otra mujer resplandeciente y cuerda que marca las directrices necesarias para vivir una vida según el consejo y el temor de Dios, y que también es citada en el libro de Proverbios. La locura es amarga y tiene como destino final la muerte de todo lo que es bueno, provechoso y bendito. La locura te enreda de tal forma que pone patas arriba todo cuanto considerabas agradable ante los ojos de Dios, y te entrampa sin miramientos en un laberinto de inmoralidad y sinrazón del que es muy difícil salir indemne. La insensatez es la prisión del pecador impenitente, el pozo cenagoso del que se cree lo más de lo más, mientras se hunde en las arenas movedizas de la superficialidad y la idiotez más supina. 

     Aquel que se resiste a los encantos y cantos de sirena que esta Madame Locura despliega con el fin de sumergirte en los abismos más profundos de la destrucción, es porque ha encontrado en el temor de Dios el salvavidas necesario que lo libra de la catástrofe. Pero, ¿existe realmente una persona de esta clase en este mundo? Por lo que se ve, en tiempos de Salomón, según su percepción particular de lo que es una persona sensata, prudente y sabia, y de acuerdo a los requisitos que de la Palabra de Dios se extraen para ser razonable y cabal, de mil varones solo había uno, y de entre las mujeres, ni eso. No vamos a entrar en temas relacionados con la misoginia o el sexismo a la luz de esta declaración cínica, sarcástica y terriblemente pesimista. Centrémonos en el fondo de la cuestión, más que en la forma, la cual nos puede parecer discutible o no, dependiendo de nuestra propia experiencia al respecto, la cual varía ostensiblemente de un individuo a otro. Lo que Salomón quiere señalar es que hallar a una persona con dos dedos de frente es prácticamente una quimera. 

       En resumidas cuentas, Salomón opina que la mayoría de gente solo tiene el conocimiento justo para pasar el día y punto. Dios ha creado al ser humano para ser excelente en todo, y, sobre todo, para emplear el raciocinio y el libre albedrío de tal manera que Dios sea glorificado y disfrutado, y que la convivencia social sea armónica y perfecta. Desgraciadamente, y en esto seguro que todos le damos la razón, el ser humano ha preferido siempre vivir de espaldas a Dios, loco como una cabra, y dedicándose a destruir todo lo bueno, lo amable y lo bello. Esta es la locura que se extiende a lo largo y ancho de nuestro mundo: pecar sabiendo que se puede vivir en comunión plena y feliz con Dios obedeciendo sus sabios mandamientos. Como diría Nicolás Boileau, poeta y crítico literario francés, “todos los hombres están locos y, pese a sus cuidados, sólo se diferencian en que unos están más locos que otros.”

CONCLUSIÓN

      Como ser creado por Dios, eres afortunado al poder tener la capacidad increíble de tomar por ti mismo cada decisión en tu vida. El libre albedrío que hemos de gestionar personalmente suele aparecer en instantes cruciales en las que la disyuntiva entre hacer lo correcto desde el temor de Dios y perpetrar crímenes abyectos desde la perversión que anida en nuestros corazones, marcan un punto de inflexión en nuestras vidas. Las encrucijadas morales y éticas aparecen constantemente en nuestro peregrinaje terrenal, las elecciones sobre nuestro estilo de vida y nuestras prioridades son el pan de cada día, y las tomas de decisiones sobre cualquier aspecto de nuestra existencia requieren de nosotros un análisis concienzudo de pros y contras. 

      Sin embargo, aquellos que confían en Dios y en sus ordenanzas, que caminan sin miedo a equivocarse porque pisan sobre el suelo firme de los principios bíblicos, y que reciben la fortaleza de ánimo para esquivar la locura de este mundo gracias a la acción del Espíritu Santo, siempre decidirán para bien sus almas, para beneficio del prójimo y para gloria y honra de Dios nuestro Señor.
    

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