DESIGUALDADES DE LA VIDA




SERIE DE SERMONES EN ECLESIASTÉS “QOHELET: SOMOS NIEBLA”

TEXTO BÍBLICO: ECLESIASTÉS 8:10-17

INTRODUCCIÓN

       La desigualdad está presente en todas las áreas de la realidad humana. Los ricos son cada vez más ricos, y los pobres más pobres. Los adinerados sin escrúpulos no desean compartir sus bienes con los más necesitados, y éstos se convierten inevitablemente en parias sociales que solo pueden roer la raquítica parte del pastel de los recursos mundiales. El ámbito laboral también está enfermo de desigualdad. Los países desarrollados se aprovechan de las regiones más deprimidas económica y socialmente para seguir manufacturando productos baratos que vender a precios astronómicos en occidente. Un trabajador en China o cualquier otra nación asiática cobra una auténtica miseria al lado de lo que se le abona a un alto directivo de compañías multinacionales. Aumentan los ancianos del primer mundo a causa de una notable mejora de las condiciones sanitarias y de bienestar, pero mueren niños a millones de hambre e inanición en latitudes donde una persona ya está condenada solamente por existir. El clasismo y el racismo aúpan a ciertas capas sociales y étnicas por encima de otras, marcando una frontera de odio y desprecio entre seres humanos de distintos orígenes y culturas. Mientras en el primer mundo la alfabetización es prácticamente completa, algo que no garantiza la bondad del ser humano ni su generosidad y humildad, en el mundo subdesarrollado, las personas subsisten en oficios penosos y de escaso nivel intelectual, a la par que éstos son abusados por las élites occidentales bien alimentadas e instruidas.

      Las empresas más grandes reciben mayores beneficios fiscales que las pequeñas y medianas, la mujer debe trabajar el triple para ganar lo mismo que el varón, y la justicia se vuelca siempre con el que más dinero y poder político maneja, dejando libre al transgresor de la ley, y se ceba en el más pobre y con menos influencia socio-económica. Podríamos continuar ad aeternum, y así constatar la triste realidad en la que nos movemos y somos: vivimos en un mundo repleto de injusticias y desigualdades. Y en tanto en cuanto existan seres humanos sobre la faz de la tierra que busquen únicamente lo suyo, que no sean desprendidos, que se muestren indiferentes e impasibles ante la miseria de sus congéneres, y que menosprecien a unos en favor de exaltar a otros, la desigualdad continuará haciendo prisioneros en esta guerra silenciosa que a todos nos afecta y atañe. Dios no es el culpable de que existan criminales y víctimas, verdugos y condenados, pobres y ricos, marginados y élites. La idea de Dios siempre fue la de un mundo en el que la igualdad, el amor y la justicia reinaran sobre todas las criaturas que lo componen. La mala idea que tuvo el ser humano fue la de pecar y romper con las reglas de convivencia, misericordia y equidad que Dios había establecido en la perfección de toda la creación, y es por ello que nos vemos en la situación en la que nos vemos a todos los niveles de la coexistencia humana.

A.     DESIGUALDAD EN LA TUMBA

      Salomón se hacía la misma pregunta que todos solemos hacernos cuando la desgracia se precipita de forma demoledora en nuestra vida, y nos quedamos mirando ojipláticos cómo aquellos que no paran de hacer malezas en nuestra sociedad prosperan: “Asimismo he visto a los inicuos sepultados con honra; mas los que frecuentaban el lugar santo fueron luego puestos en olvido en la ciudad donde habían actuado con rectitud. Esto también es vanidad.” (v. 10) He aquí la primera de las desigualdades que Salomón ha podido constatar en su propia experiencia personal. Los inicuos, es decir, aquellos que son injustos con sus semejantes, reciben mayor honor que aquellos que respetan al prójimo ayudándolo con generosidad y amabilidad, los cuales son enterrados en cualquier fosa común de la cual no habrá memoria. Los injustos son aquellos personajes que campan a sus anchas en nuestra estructura social y económica, pisoteando los derechos humanos, mintiendo para conseguir pingües beneficios financieros, y usando como mercancía a todos cuantos se interpongan en su camino hacia la riqueza y el poder. Es curioso haber podido ver como dictadores injustos que han amasado fortunas escandalosas a costa de los lomos de los más pobres y humildes, que se han jactado de su buena vida, y que no tienen escrúpulos a la hora de condenar a posibles enemigos del estado solo porque sí, sean prácticamente adorados y glorificados en su muerte. Desfiles interminables, manifestaciones de duelo delirantes y homenajes de relumbrón, son el resultado de toda una vida forrándose sin miramientos mientras el resto del pueblo vive en la miseria más absoluta.

      Sin embargo, aquel que lucha por defender los derechos humanos, por conseguir la igualdad en todos y cada uno de los aspectos de la relación social, y por erradicar el analfabetismo, el hambre y los prejuicios de clase y raza, es asesinado, su nombre es difamado y su memoria ensuciada por la bota de los poderosos que ven amenazado su estatus quo. Ser bondadoso y amable en estos tiempos que nos toca vivir y ver, se ha convertido en sinónimo de simplón e inocentón. Batallar contra los estamentos políticos y financieros que gobiernan los mercados es misión imposible y solo sacarás problemas, dificultades y lágrimas de frustración. Vivir de acuerdo a la ley significa en la mayoría de los casos convertirse en un tonto, porque el que no corre, vuela, y el que no roba aquí, lo hace en otro sitio. En vez de reconocer la valía y buen nombre de aquellos que filantrópicamente se desviven por resolver en la medida de lo posible las crisis humanas, se les pone más obstáculos y barreras con el objetivo último de que desistan de sus compasivas intenciones. Al bueno se le arrincona en una parcelita apartada del corral de los quietos, para que nadie vaya a recoger su testigo, sus sueños de igualdad y su sed de justicia. Somos así de desagradecidos, y por ello, Salomón se entristece y siente una pesarosa y frustrante carga en su corazón.

B.      DESIGUALDAD EN LA JUSTICIA

      A continuación, Salomón consigna una nueva desigualdad que no nos pilla desprevenida ni nos sorprende: “Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal.” (v. 11) Si el responsable de aplicar la ley, de juzgar el delito y de condenar al que lo cometió, pasa olímpicamente de tomar cartas en el asunto, y deja en libertad al corrupto, al asesino o al defraudador, el mundo toma nota. Si el juez, a sabiendas de que alguien es un granuja y un delincuente, pasa por alto el acto disciplinario que merecen los actos criminales de ese perverso, ¿qué crees que hará el resto de personas que contemplan atónitos esta estrategia judicial absurda y negligente? Pues intentarán cometer el mismo delito para escabullirse de la injusta justicia del juez inicuo. Multipliquemos esta circunstancia por cada ser humano que forma parte de una sociedad equis, y tendremos el caldo de cultivo propicio para abundar en hechos malvados y depravados sin que nadie les ponga coto. Si el juez hace la vista gorda una vez, no le quedará más remedio que hacerla en casos subsiguientes si no quiere perder su poltrona. Si no existe castigo al infractor, el caos se desata y el derecho deja de tener sentido en una sociedad proclive a la violencia, el robo sistemático de lo que le es ajeno y a la compra y venta de prebendas políticas.

       ¿Es esto verdad en el mundo en el que vivimos? Sin menospreciar a aquellos jueces que cumplen fielmente con su labor jurídica y punitiva, lo cierto es que cada vez que encendemos la televisión o echamos un vistazo en internet, siempre aparece una o varias noticias relacionadas con personajes públicos dedicados a la judicatura que han tenido interacción con sinvergüenzas, políticos corruptos, empresarios sin escrúpulos y policías con pasado turbio. Si un juez condiciona sus decisiones y sentencias a la presión, al chantaje o al soborno de aquellos que ostentan ciertas cuotas de poder, la injusticia contaminará cualquier medida disuasoria que contra los transgresores de la ley se dediquen. Por eso no nos podemos extrañar de que aquí en España haya tanto mangoneo, tanto chanchullo y tanto cortijo. Si la base de la aplicación de la justicia no es coherente, solo se dará pie a que los delincuentes hallen formas más o menos sutiles de engañar, salirse con la suya e irse de rositas cuando deberían estar encerrados a pan y agua en una cárcel.

C.      ESPERANZA EN LA DESIGUALDAD

      Aunque el panorama es bastante desolador y descorazonador en términos de igualdad social y humana, Salomón no pierde la esperanza. Su fe y confianza están puestas en la auténtica y definitiva justicia de Dios: “Aunque el pecador haga mal cien veces, y prolongue sus días, con todo yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen, los que temen ante su presencia; y que no le irá bien al impío, ni le serán prolongados los días, que son como sombra; por cuanto no teme delante de la presencia de Dios.” (vv. 12-13) Sí, quizá el malvado salga ileso de cada una de las maldades que comete en contra de su prójimo, y tal vez no sea pillado con las manos en la masa cuando perpetra sus crímenes y desmanes. Sí, también es posible que viva a todo tren toda su vida, y que ésta sea larga y prolongada, sin ver el calabozo ni en las películas. Sí, existen malajes que se aprovechan de la injusticia humana y se abren paso en la sociedad con tretas, malas artes y poca empatía. Y sí, también es probable que a aquellos que prefieren servir a Dios y obedecer sus mandamientos, les pase cosas malas y negativas. No obstante, a pesar de todo ello, “sabemos que a todos los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” (Romanos 8:28) Tú que andas tras las pisadas de Cristo, tú que caminas por la vida honrando el nombre del Señor con tus actos bondadosos, con tu fe inextinguible, con tus manos llenas de socorro y auxilio, y con tus palabras de verdad y prudencia, tendrás una buena vida por la gracia de Dios. A pesar de las dificultades y durezas de la existencia terrenal, Dios está contigo, y nunca te abandonará. 

      Los injustos y malvados que solamente gozan de la compañía propia, serán juzgados por el Juez justo que es Jesucristo, y no podrán hallar resquicios legales por donde encontrar salvación, ni excusas que los exoneren de su perdición eterna. Sus propias obras los delatarán y éstas serán expuestas ante todos los comparecientes del juicio final. Ninguna razón que aporten para justificar sus andanzas, triquiñuelas y crímenes será válida en ese día. Ningún atenuante podrá mitigar el pavor que sentirán cuando el Señor golpee con su gran mazo dando por concluido el caso. Todo aquello que consiguieron en vida será solo una sombra pasajera ante el destino que se abre delante de ellos tras ser condenados sumariamente por Dios. El infierno y todos sus tormentos abrirán las fauces para albergar por toda la eternidad a los impenitentes y a los rebeldes. En cambio, para aquellos que pusieron su fe en Cristo y que le confesaron delante de los hombres, imitando su ejemplo de vida, la justificación les espera, ya que serán revestidos de la justicia de Cristo para salvación y para disfrutar al fin de un reino donde la justicia y la igualdad estarán garantizados perpetuamente. 

D.     DESIGUALDAD Y TRAYECTORIA VITAL

      A pesar de que Salomón se muestra esperanzado en el juicio venidero de Dios, no puede dejar de lamentar la realidad que se impone durante los años que le quedan por vivir: “Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad.” (v. 14) La idea de que a la gente buena le pasan cosas buenas, y que a los malvados solo les llueven desgracias, es errónea. Si eres cristiano, el Señor te bendecirá diariamente con prosperidad económica, te guardará de cualquier enfermedad o mal físico, y pasarás por este mundo de victoria en victoria y tiro porque me toca. Si eres una mala persona un nubarrón aparecerá sobre tu cabeza para descargar toda clase de maldiciones, problemas, vicisitudes y adversidades, ya que esto es lo que merecen los perversos de esta tierra. Ja. Eso no se lo cree ni el que le hizo el juego al cuarto, como dirían en tierras cubanas. Y eso es lo que quiere decirnos Salomón. No siempre hay buenas cosas para los rectos de corazón, y no siempre el criminal recibe el pago por sus nefastas acciones, sino que más bien se va de rositas. 

      Puede ser chocante para un creyente, y es que lo es. ¿Por qué no nos va bien a nosotros que somos hijos de Dios? ¿Por qué los hijos de condenación prosperan y ríen? En primer lugar, es preciso entender esto: no vivimos aislados en este mundo y las decisiones de otras personas nos afectan para bien y para mal. ¿Es culpa de Dios que un empresario explotador abuse de sus trabajadores? ¿Es culpa de Dios que los millonarios se muestren insensibles ante las necesidades de millones de personas despojadas de todo? ¿Es culpa de Dios que un terrorista detone una bomba en el tren en el que van personas ajenas a la lucha fanática en el otro lado del planeta? Todo tiene que ver con la inclinación natural que el ser humano posee de pecar, de cometer atrocidades, de dar rienda suelta a sus deseos desordenados y de acaparar egoístamente todo para él. Y en segundo lugar, necesitamos aprender que, a pesar de la libertad de albedrío del ser humano, tanto para hacer el bien como para hacer el mal, Dios es soberano. El ser humano puede intentar frustrar los planes de Dios, puede empeñarse en torcer lo derecho y en destruir lo creado, puede esforzarse en acomodar lo que existe a su alrededor a sus metas y sueños, pero la última palabra la tiene Dios.

     A veces no entendemos por qué a un creyente se le diagnostica un cáncer, o por qué sufre un accidente causado por un imprudente e insensato, o por qué vive en una situación económica, laboral, familiar o emocional crítica. Nos quebramos la cabeza pensando y dándole vueltas a si Dios abandona a sus hijos, si Dios no es tan poderoso como dice la Biblia, si Dios es un ser olvidadizo, o si Dios no se preocupa por evitar al cristiano el mal que está a punto de sucederle. Nos hacemos estas preguntas y nos entregamos a estas disquisiciones ignorando que Dios no puede coartar la libertad de conciencia de ninguna persona, ya que sería ir en contra de su propia esencia y naturaleza, y que a veces determinadas cosas pasan con un propósito en el que el dolor y el sufrimiento también cumplen su papel. No llegaremos a entender todos los misterios que encierran el dolor y la desigualdad que se abaten sobre el pellejo del seguidor de Cristo, pero sí sabemos que todo cuanto pasemos en esta vida solo será un vago recuerdo cuando nuestro cuerpo sea glorificado, seamos galardonados en los cielos y nuestras esperanzas y nuestro porvenir sean completados en Cristo.

E.      ALEGRÍA PRESENTE Y TEMOR DE DIOS, ANTÍDOTOS CONTRA LA DESIGUALDAD

      Lo mejor, dice Salomón, es seguir las indicaciones sabias que el temor de Dios nos ofrece, y disfrutar de lo que honesta y honradamente se logra tras trabajar con el sudor de la frente: “Por tanto, alabé yo la alegría; que no tiene el hombre bien debajo del sol, sino que coma y beba y se alegre; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.” (v. 15) Mientras el juicio de Dios llega, entretanto el cielo se haya todavía lejos, y sabiendo que la vida del ser humano es breve y efímera como la hierba del campo, disfrutemos del fruto de nuestras obras con mesura, alegría y acción de gracias a Dios. Salomón trató de buscar y descubrir la verdad de todas las cosas, el sentido de la vida humana y el propósito de todo lo que existe, y se dio cuenta de que, al final, nunca llegaremos averiguar el intríngulis del por qué todo es como es: “Yo, pues, dediqué mi corazón a conocer sabiduría, y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en sus ojos); y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.” (vv. 16-17)
 
      Salomón se embarcó en la titánica tarea de saber y entender todo lo que se desplegaba a su alrededor, consumió su tiempo y esfuerzos en observar los motivos por los que la gente hacía lo que hacía durante los días de su existencia, se desveló intentando desentrañar los enigmas y arcanos de las intenciones e intereses humanos, se dejó los ojos contemplando la dinámica y el progreso de los mortales, dio el todo por el todo inquiriendo y preguntando, investigando y reflexionando, consultando a sabios y estúpidos, a pobres y a ricos, a varones y a mujeres, a ancianos y a jóvenes, y llegó a la conclusión a la que llegó el filósofo Sócrates: “Solo sé que no sé nada.” Por mucho que invirtió tiempo, recursos y pasión por el conocimiento, entendió que nunca podrá el ser humano saberlo todo, entenderlo todo, encontrar la completa sabiduría y descansar con la conciencia de no tener nada más que aprender. Su consejo una vez más es que el ser humano que desea hallar sentido y propósito para su vida, debe reposar por completo en el temor de Dios y en la práctica de la sabiduría divina.

CONCLUSIÓN

     Puedes pasarte toda una vida preguntando y queriendo saber el porqué de las cosas. Puedes ocupar todo el tiempo de tu existencia anhelando conocer al dedillo el para qué de todo lo que se hace bajo el sol. Es una tarea legítima y hermosa, no cabe duda. Pero debes asimilar que por mucho que queramos ahondar y profundizar en las razones y propósitos de las cosas, siempre estaremos lejos de saberlo todo. Solo cuando estemos cara a cara con Cristo sabremos realmente cuál es la respuesta a todos nuestros interrogantes y cuestiones. Recordemos con Pablo lo siguiente: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” (1 Corintios 13:12)

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