GOZO GENEROSO
SERIE DE ESTUDIOS EN FILIPENSES
“CRECER: ENTENDIENDO EL GOZO VERDADERO”
TEXTO BÍBLICO: FILIPENSES 4:10-20
INTRODUCCIÓN
Vivimos tiempos duros para la generosidad
o el altruismo. No hace mucho tuvimos que conocer amargamente cómo una familia
se aprovechaba de esta gran virtud del ser humano para llenarse los bolsillos
de dinero. Otras tantas supuestas oenegés y causas presuntamente humanitarias
en el pasado y en el presente han abusado de la generosidad y de la buena fe de
muchas personas preocupadas por asuntos sociales y sanitarios que se nos
presentaban como urgentes. A raíz de este tipo de manipulaciones y timos las
personas han optado por no ser tan desprendidas y filantrópicas, y esto lo
están notando muchas causas y proyectos de emergencia que realizan su labor
desde la transparencia y la necesidad. Y es que cuando se descubre el pastel de
individuos mentirosos y de instituciones humanitarias falsarias, el corazón
benefactor del ser humano se contrae y comienza a recelar de ayudar a otros que
no tienen la culpa de que existan comerciantes de la benevolencia humana. Pagan
justos por pecadores y al final, el socorro o no llega, o llega a cuentagotas
producto de la sospecha sistemática que se instala en la mentalidad de los
generosos.
Entre las filas de muchas pseudo-iglesias
ocurre exactamente lo mismo. Cuando charlatanes de la fe despojan a sus
miembros de sus sudados y esforzados fondos aduciendo causas misioneras o
eclesiales, cuando se predica un evangelio profundamente abominable como lo es
el de la prosperidad, mientras los líderes de estos grupos se lucran
descaradamente con la justificación de que es la voluntad de Dios, o cuando
determinadas alimañas vestidas de corderito solicitan auxilio monetario para
sus placeres y deleites depravados, el creyente que ha padecido a estos tipos
se encierra en su caparazón para desconfiar absolutamente de todos los que
vengan de ahí en adelante solicitando socorro. Además, y eso es matemático,
cuando existen problemas, de la índole que sean, dentro del seno de la
comunidad de fe, lo primero que se cierra es el grifo de la generosidad y del
amor por el prójimo o el miembro de iglesia menesteroso.
En el caso de Pablo y los filipenses, algo
debía estar sucediendo cuando el apóstol no duda en escribirles acerca de cómo
el gozo debe manifestarse e ilustrarse a través de las ofrendas para con
aquellos que, de manera completa, están entregados a la predicación del evangelio.
Además, esto debe estar acompañado del debido contentamiento, don que el Señor
deposita en el corazón de todo buen creyente que aprecia en su justa medida que
todo procede y proviene de Dios.
A. CARÁCTER DE LA GENEROSIDAD GOZOSA
“En gran manera me gocé en el Señor
de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también
estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad.” (v. 10)
Pablo se alegra de haber recibido la
ofrenda que los filipenses habían destinado a su sostén personal durante su
estancia en la prisión. Es un gozo enorme, dado que las estrecheces por las que
estaba pasando eran grandes. Sin embargo, percibimos un matiz de reconvención
en sus palabras. Seguramente, como resultado de las riñas y disputas habidas
dentro de la comunidad de fe filipense, el asunto de recolectar una dádiva
económica para sufragar las necesidades de Pablo había quedado aparcado. Esa
generosidad de la que se alegra en varias ocasiones el apóstol se había puesto
en entredicho, al menos durante una buena temporada, dada la alusión que
realiza Pablo a la revitalización de su interés en él. No es que les esté
amonestando, sino que lo que pretende es darles una nueva lección sobre el
contentamiento que veremos en el siguiente punto. Lo cierto es que al fin el
amor fraternal y el sentido misionero de la iglesia en Filipos había vencido a
cualquier conflicto interno. La preocupación por Pablo había resurgido
triunfante y el cuidado amoroso de la congregación por él había vuelto a
florecer.
Pablo entiende que la generosidad
filipense siempre estuvo ahí, pero que determinados episodios negativos habían
ensombrecido ese interés genuino por su persona. El apóstol reconoce su
solicitud, su deseo por colaborar en aquello que fuese menester para el sostén
y respaldo de su obra. La generosidad puede definirse como ofrecer a alguien
más de lo que espera o requiere. Supone identificarse emocionalmente con otra
persona, implicarse en su situación personal de necesidad. Ese sentimiento
entrañable y nostálgico nunca dejó de existir en medio de la iglesia, solo que
cuando los problemas hacen su nido en el entorno eclesial, parece que ya no se
estima la generosidad como una cuestión perentoria y urgente. Por eso Pablo
apela a esa oportunidad que les había faltado para haber sido más diligentes y
atentos en el tiempo de su encarcelación, porque tal vez si la ayuda hubiese
llegado antes, hubiese sido de mayor utilidad, sin menospreciar la ofrenda ya
recibida. Pablo está queriendo decir que “más
vale tarde que nunca” o que “nunca
es tarde, si la dicha es buena.”
B. CONTENTAMIENTO GOZOSO
“No lo digo porque tenga escasez,
pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir
humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así
para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para
padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (vv. 11-13)
Pablo no quiere que sus lectores se
sientan tristes al determinar que en sus palabras existe un rescoldo de
amargura por la tardanza de su ofrenda. Para ello aboga por defender la idea
del contentamiento gozoso. Para atenuar cualquier culpabilidad filipense,
quiere realizar un recorrido por lo que ha sido su vida en relación con las
necesidades materiales. En vez de remugar y quejarse cada día por su infortunio
y por las cosas que necesitaba y que le faltaban, había decidido colocarse en
manos de la providencia de Dios, la cual sustenta al apóstol siempre, unas
veces con mayor holgura de recursos, y otras con más estrechez, pero sin, por
ello, dejar de recibir de Dios aquello que necesitaba realmente en cada
momento. Por eso les dice a los filipenses que, incluso cuando sus dádivas no
habían llegado, él se sentía contento. Se había amoldado a lo que el Señor cada
día le daba para sobrevivir y para continuar su tarea evangelizadora. Pablo
había asentado con cordura y mesura su afiliación al proverbio bíblico: “No me des pobreza ni riquezas; mantenme el
pan necesario; no sea que me sacie, te niegue, y diga: ¿Quién es el Señor? O
que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios.” (Proverbios 30:8-9)
El arte del contentamiento no es fácil de
conseguir. Saber vivir en dos mundos distintos como son la pobreza y la riqueza
no es un ejercicio sencillo. Estar en la cumbre de los lujos para caer al pozo
de la necesidad supone en la mayoría de los casos volverse definitivamente
loco. Hay personas que, acostumbrados a las mieles del triunfo y el éxito
terrenal, no saben convivir con una nueva realidad de ajustes de cinturón. Lo
mismo sucede al reverso. El pobre que se vuelve rico del día a la mañana, puede
ser incluso peor que antes, dejando a un lado la humildad para convertirse en
un auténtico energúmeno para con los que le acompañaron en sus vicisitudes
pasadas. Esto, tal y como lo expone Pablo, es un arte que debe aprenderse en la
universidad de la vida y bajo la maestría del Espíritu Santo. Contentarse con
lo que uno tiene choca frontalmente con el deseo humano, el cual siempre anhela
más y más, aunque sepa que tiene aquello que es oportuno y conveniente para
vivir feliz. Por eso, el apóstol de los gentiles apela a la fortaleza que solo
Cristo puede dar y que le sostiene en toda circunstancia, sea de vino y rosas,
o sea de miseria y duras condiciones de vida. Cristo es el que despeja la mente
de cualquier creyente a la hora de abordar su relación con las posesiones y los
recursos materiales, y es el que calma nuestras desaforadas expectativas de lo
que creemos que hemos de recibir para satisfacer nuestro insaciable ego.
C. LA OPORTUNIDAD DE LA GENEROSIDAD GOZOSA
“Sin embargo, bien hicisteis en
participar conmigo en mi tribulación. Y sabéis también vosotros, oh filipenses,
que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia,
ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros
solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades.
No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta.
Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de
Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a
Dios. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en
gloria en Cristo Jesús.” (vv. 14-19)
Retomando la primera parte del texto
bíblico sobre la generosidad gozosa, Pablo reconoce y alaba el hecho de que la
iglesia filipense haya pensado en él y que hayan podido constatar su situación
de necesidad en sus prisiones. Con el objetivo de ensalzar y subrayar esta
generosidad que brota del gozo que Cristo imparte a cada miembro de la
comunidad de fe filipense, les recuerda un hecho real, pero triste: cuando
Pablo salió de Macedonia, nadie sino ellos, se hicieron cargo de su estado y
necesidad. Tal vez por la animadversión que mostraban algunos de los líderes de
las iglesias de Asia Menor para con Pablo, dudando de su apostolado, o bien por
las presiones que recibían las iglesias de parte de los judaizantes, Pablo solo
contaba con la inestimable ayuda de los filipenses. Podríamos decir que eran
portadores de una generosidad oportuna. En su estancia en Tesalónica, el
apóstol reseña, para alabanza y orgullo filipense, que únicamente ellos le
respaldaron espiritual y económicamente. Pablo había demostrado una y otra vez
que él no era un oportunista, que no pedía para sus deleites personales y que
no solicitaba auxilio financiero para engordar su bolsa enriqueciéndose a costa
de nadie. Pablo, allí por donde pasaba no dejaba de trabajar en su oficio de
confección de tiendas y marroquinería para sufragar sus gastos. Pero en
condiciones y lugares donde no se le permitía laborar, como en ciudades donde
no era bien recibido o donde era aprisionado, esperaba que sus hermanos le
apoyaran debidamente.
La verdadera motivación de Pablo era la de
comprobar la generosidad que el gozo de Cristo que él había sembrado en
Filipos, y al constatarla poder añadir recompensas celestiales en favor de sus
hermanos, en esa cuenta que Cristo lleva y que será galardonada en su tribunal
cuando estemos en su presencia. La ofrenda recibida lo ha reconfortado,
consolado y le ha mostrado la gran medida de amor y lealtad que la comunidad de
fe filipense tenía para con su persona. Es más, cuando de manos de Epafrodito
recibe las dádivas enviadas, Pablo se retrotrae a los tiempos del Antiguo
Testamento, considerando estas ofrendas de amor y gracia como un sacrificio
entregado a Dios mismo, de olor fragante y aceptado por el Señor. Del mismo
modo que los holocaustos eran ofrecidos para adorar a Dios en el pasado, así
estas ofrendas podían considerarse hermanas de aquellos ritos de alabanza.
Pablo también, de manera sensible y responsable, entiende que esta dádiva
filipense es el fruto del esfuerzo comunitario y por ello, ruega a Dios que
supla a esta iglesia de todo cuanto sea menester para su sostén y perseverancia
en la compasión y misericordia fraternal. Es también una promesa a la que los
filipenses han de aferrarse para no cejar en su empeño de ser generosos según
la medida que el Señor les dé en su provisión.
CONCLUSIÓN
Para terminar con este himno a la
generosidad gozosa de los filipenses, Pablo concluye con una doxología, un
canto a que todo sea realizado desde el corazón y la autenticidad para la
gloria de Dios: “Al Dios y Padre nuestro
sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (v. 20) Sin este
ingrediente solo hablaríamos de bondad humana, pero sabiendo que el primer
pensamiento es engrandecer y agradecer a Dios por encima de todas las cosas, la
generosidad y la alegría de dar y darse adquieren la mayor de las dimensiones
en la realidad. Seamos generosos con los obreros del Señor, demos con alegría
para la extensión del Reino de Dios y practiquemos el arte gozoso del
contentamiento en nuestras vidas.
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