ORANDO CON GOZO
SERIE DE
ESTUDIOS DE FILIPENSES “CRECER: ENTENDIENDO EL GOZO VERDADERO”
TEXTO
BÍBLICO: FILIPENSES 1:3-11
INTRODUCCIÓN
El
crecimiento de un organismo vivo depende de una serie de factores propios y de
un conjunto de elementos ajenos. Los ajenos o externos en la mayoría de los
casos son imprevisibles e incalculables, pero, sin embargo, sí podemos, en la
medida de lo posible controlar y gestionar aquellos que pertenecen a nuestra
esfera de acción. En términos espirituales, podríamos decir lo mismo. El
sufrimiento del que nos hace objeto la raza humana, las instituciones injustas
o la actividad de los elementos naturales no pueden ser evitados por mucho que
quisiéramos. Pero aquellos que nos atañen a nosotros, sí. Si queremos crecer y
evolucionar espiritualmente para llegar a ser como Cristo, necesitamos poner
mucha voluntad, muchos arrestos y mucho empeño para administrar correctamente
aquellas herramientas que Dios nos entrega en su Palabra. En esta serie de
lecciones basadas en la epístola de Pablo a los filipenses, extraeremos
aquellos recursos espirituales alcanzables y deseables para crecer en fe,
esperanza y amor. Entre ellos hablaremos de la oración, del testimonio
personal, del discipulado, de la mayordomía, y de la práctica de la fe. Todos
estos elementos de crecimiento y progreso espiritual habrán de estar revestidos
del gozo de Dios a fin de que cumplan su verdadero y genuino propósito.
Primero
debemos situarnos en el contexto de la iglesia en Filipo. Pablo comenzó esta
obra en su segundo viaje misionero junto a Silas y Timoteo tras la visión del
varón macedonio que les rogaba pasasen a Europa para predicar el evangelio.
Allí pudieron empezar su ministerio junto a Lidia, una prominente comerciante
de la ciudad, y Epafrodito, emisario de la iglesia filipense que marchó a
llevar la preocupación y la ofrenda a Pablo, encarcelado ya en Roma. Los
motivos principales que llevaron a Pablo escribir esta carta surgen de la
inmensa gratitud que siente hacia sus hermanos de Filipos por su respaldo
económico y espiritual. Además Pablo desea guiarles espiritualmente desde la
plenitud del gozo de Dios en medio de los avatares de la realidad en la que
están viviendo. Tras presentarse junto con Timoteo como siervos del Dios
viviente y consiervos de los obispos y diáconos de la iglesia en Filipos, Pablo
estima a modo de introducción el reconocimiento agradecido a los creyentes filipenses
en forma de oración. Esta oración no es una retahíla monolítica y mecánica
propia de la formalidad de una epístola, sino que se trata de una manifestación
personal y entrañable de lo que realmente existe en el corazón del apóstol.
A. UNA
ACCIÓN DE GRACIAS GOZOSA
“Doy
gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros.” (v. 3)
Como es
de bien nacidos, el ser agradecidos, Pablo no duda en iniciar su epístola
agradeciendo a Dios el hecho de haber conocido y convivido con los hermanos de
Filipos. Esta gratitud que fluye de su corazón al corazón de Dios es algo que
debe ser puesta por escrito. No puede comenzar la intercesión y los ruegos sin
primero haber agradecido a Dios que hubiese puesto a sus hermanos filipenses en
su camino. En sus prisiones había mucha necesidad, tanto de alimentos como de
material de estudio y escritura, y ellos le habían proporcionado lo suficiente
como para continuar su defensa de la fe ante el emperador romano. Es
interesante como Pablo se apropia de Dios como un hijo se apropia de su padre
en los momentos más duros y difíciles de la vida. La oración del creyente
aparece en las crisis más oscuras para reconocer su pertenencia a Dios y su
comunión íntima con Él.
Esta
gratitud gozosa nace del recuerdo y de la añoranza. Pablo se acuerda,
seguramente con lágrimas de felicidad en el rostro, de todos aquellos hermanos
que recibieron de él el evangelio de salvación. Recordaría a Lidia, mujer
intrépida e independiente, que tomó la resolución de servir a Dios sirviendo a Pablo
y sus colaboradores, y que inculcó a toda su familia la búsqueda de la verdad
de Dios. Recordaría a aquel carcelero que estuvo a punto de suicidarse al ver
como todas las celdas se abrían tras un gran terremoto, dejando escapar a los
presos. Siempre tendría en su memoria el instante en el que este carcelero
junto con toda su familia era bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. ¡Cuántas vivencias y experiencias tuvo que haber vivido Pablo
junto a sus hermanos filipenses! En ese ejercicio de nostalgia, Pablo da
gracias a Dios por haberlos conocido y llevado a los pies de Cristo. Para él es
un motivo para estar alegre a pesar de estar confinado en un infecto calabozo
de Roma. Aquel pastor que ha trabajado junto a hermanos de distintas iglesias
nunca deja en el olvido a consiervos que ahora están lejos en la distancia,
pero cercanos en el corazón.
B. UNA
INTERCESIÓN GOZOSA
“Siempre en
todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión
en el evangelio, desde el primer día hasta ahora; estando persuadido de esto,
que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de
Jesucristo.” (vv. 4-6)
Agradecido y alegre por poder haber tributado la honra y alabanza que
merece la iglesia de Filipos en virtud de su ayuda y auxilio providenciales,
ahora Pablo quiere encomendarlos a Dios en oración, intercediendo ante el Padre
por ellos y por su labor encomiable. En cada tiempo de oración que el apóstol
Pablo dedica delante del Señor, siempre está en su mente y corazón recordar a
todos sus hermanos de todas las iglesias por las que ha pasado y en las que ha
trabajado. Sus ruegos por la estabilidad, seguridad, perseverancia, buena
conducta y ejemplo y tareas de defensa de la fe de todas las comunidades de fe
que comenzaban a crecer a ojos vista, son continuos, ya que el gozo de ver cómo
se desarrollan y progresan le llevan a no cejar en colocarlos en manos de Dios.
Consciente de la dificultad que suponía dar cumplido testimonio misionero y
evangelizador en un mundo paganizado y en ciudades en las que los judíos tenían
mucho peso e influencia, alaba en su intercesión que sigan teniendo en común el
mismo evangelio, no adulterado ni retorcido por los judaizantes o los primeros
gnósticos. Esto nos da razón de la importancia que para las primeras iglesias
cristianas tenía el asumir un mismo credo en una misma dirección. Esta comunión
no ha sido interrumpida ni la unanimidad ha sucumbido a las amenazas que la
iglesia filipense tenía que arrostrar.
En este
instante de encomendación en oración, Pablo transmite a la iglesia una
certidumbre motivadora: lo que ha empezado entre ellos, terminará
satisfactoriamente. Aquella obra pequeña que se afirmó sobre el evangelio de
Cristo predicado y enseñado por Pablo en Filipos, seguirá adelante en un
proceso de perfeccionamiento, de cumplimiento de su propósito, hasta la venida
de Cristo. El germen de la buena obra de salvación y redención mediante la
operación de la cruz y del advenimiento del Espíritu Santo, continuará el
camino propuesto de antemano por Dios. El tránsito santificador que el Espíritu
de Dios estaba realizando en medio de esta comunidad de fe era constatable y
patente. Esta seguridad tan clara de parte de Pablo seguramente era un
pensamiento, no ya de algo plausible, sino de algo que se plasmaría en la
realidad a ciencia cierta. El Espíritu Santo le había dado esa convicción
profética, y así sería llevada a cabo sin duda. De ahí el gozo que siente al
interceder por sus hermanos en Cristo, ya que estaban en las mejores manos
posibles, las de Dios.
C. UN AMOR
GOZOSO
“Como me es
justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en
mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros
sois participantes conmigo de la gracia. Porque Dios me es testigo de cómo os
amo a todos con el entrañable amor de Jesucristo.” (vv. 7-8)
El ruego
que participa del tiempo de oración del apóstol viene lleno de amor y de
alegría. No pierde la ocasión en el transcurso de su plegaria de confesar su
gran aprecio y cariño por todos los creyentes filipenses. La versión BLP
traduce este versículo 7 así: “¿Acaso no está justificado esto que siento por
vosotros?” Este sentimiento de amor desbordado y de ternura desmedida está
ampliamente respaldado por la obra de misericordia y compasión que los
filipenses han realizado a favor del apóstol, y esto es realmente hermoso y
emocionante. En esa abundancia de amor mutuo, Pablo y los filipenses se sienten
unidos por una inquebrantable comunión a pesar de las distancias. Pablo los ama
y ellos aman a Pablo. ¡Qué lección tan maravillosa que aprender de una relación
así de profunda entre seres humanos unidos por un mismo Señor y Dios!
Desde la
prisión Pablo siente que todos sus hermanos están a su lado, así como en la
defensa del evangelio y la confirmación de éste. Ante las asechanzas de los
enemigos, tanto de Pablo como de la congregación filipense, la lealtad al
evangelio de Cristo les lleva a seguir peleando la buena batalla de la fe. Todos
están en el mismo barco de gracia y deben remar en la misma dirección. El
apóstol de los gentiles vuelve a subrayar con entusiasmo y patetismo ese amor
que siente por sus hermanos colocando a Dios como testigo de que la verdad de
ese cariño es sincero y sin dobles intenciones. Su corazón es el que habla y
habla desde ese amor que sobrepasa al amor humano, el amor de Cristo, el amor
agape, el cual es entrañable y más auténtico que el amor humano que solo busca
el interés y el beneficio, el amor eros.
D. UNA
PETICIÓN GOZOSA
“Y esto
pido en oración, que vuestro amor abunde más y más en ciencia y en todo
conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e
irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por
medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.” (vv. 9-11)
Pablo
siente que debe pedir algo especial para la iglesia filipense. Sabe que esta
comunidad de fe es una gran comunidad de amor, pero también tiene conocimiento
de que ese amor desbordado y abundante puede convertirse en un problema si no
es acotado desde la sabiduría y el discernimiento. Necesitan saber canalizar y
enfocar ese amor de manera prudente y sensata. Un amor descontrolado y sin la
dirección adecuada puede llegar a convertirse más en un obstáculo que en una
bendición. El amor que Dios deposita en medio de su pueblo ha de ser dirigido y
guiado por el Espíritu de Dios, de modo que éste no se desperdicie en proyectos
faraónicos, en engaños por parte de los falsos creyentes que buscan medrar a
costa de este amor, y en manifestaciones grandilocuentes de afecto que solo
ocultan hipócritas intenciones. El amor debe crecer hasta las cotas más
excelentes y altas, pero siempre de acuerdo al ejemplo de ese amor que Jesús
mostró durante su ministerio terrenal.
El
objetivo de este discernimiento y conocimiento experiencial es el de saber
distinguir entre lo superfluo y lo que es de verdad importante para la
edificación en amor de toda la comunidad de fe. Con esto en mente, los
creyentes podrán ser galardonados en el tribunal de Cristo gracias a que
manifestaron ese amor gozoso sin dobleces y de acuerdo al modelo práctico que
Cristo ejecutó durante su vida, y gracias a la demostración de la justicia de
Cristo en las acciones, palabras y pensamientos de todos y cada uno de los
miembros de la iglesia en Filipos. Pablo termina esta oración con una breve
doxología que deja muy prístino que todo ese amor, toda esa pasión por ser
colaboradores en la extensión y defensa del evangelio, y todo ese gozoso sentir
comunitario, ha de ser para la gloria y honra de Dios. No se predican a sí
mismos, ni se encierran en un activismo resultadista, ni persiguen un ascetismo
digno de merecimientos. Solo deben tener en cuenta que evangelio, salvación,
santificación, gozo, amor y unanimidad espiritual proceden de Dios, son
administrados por el Espíritu Santo y son afirmados sobre la cruz y la tumba
vacía de Cristo.
CONCLUSIÓN
A la luz
de esta oración de Pablo por los creyentes de Filipos, podremos aprender que
para crecer espiritualmente en amor y gozo es necesario hacer partícipe a Dios
de la gratitud por poner a nuestro alrededor hermanos que nos ayudan a crecer
con sus oraciones y plegarias. Si queremos seguir madurando en la fe, nuestro
gozo debe ser el de pensar en los demás miembros de la congregación, en
cuidarnos mutuamente y en encomendarnos unos a otros en las manos de Dios. Si
perseguimos estar a la altura espiritual de Cristo, hemos de comenzar por amar
del mismo modo que él nos amó, sin medida, pero con inteligencia. Y por último,
si pretendemos progresar espiritualmente no podemos por menos que caminar en la
justicia de Dios y en el ejemplo de Jesús, para que todo lo que hagamos o
digamos sea para la gloria y alabanza de nuestro Dios.
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