SOBERBIA INTERNACIONAL

 


SERIE DE SERMONES SOBRE SOFONÍAS “DIES IRAE” 

TEXTO BÍBLICO: SOFONÍAS 2 

INTRODUCCIÓN 

     A lo largo de las eras, el pueblo de Dios siempre ha sido hostigado por innumerables enemigos. Todos los adversarios de la nación judía y de la iglesia de Cristo siempre han pugnado por atacar, difamar y menospreciar el nombre de un grupo humano que solo aspira a obedecer a Dios y a servir a Cristo mediante la misión. Por supuesto, siempre ha habido individuos que, infiltrados en las filas del cristianismo y del judaísmo, han pervertido los objetivos y fines del pueblo de Dios buscando satisfacer sus egoístas intenciones, pero sobre aquellos que han tratado de ser fieles al evangelio de salvación y que han insistido en recuperar la pureza original del hecho de formar parte del linaje santo del Señor, siempre se han cernido amenazas, abusos, acosos y torturas de todo tipo. Si no era la embestida del poder político y civil, era la presión ejercida por otras instancias religiosas podridas y corrompidas. El peligro de ser cristiano siempre está ahí, agazapado, alerta ante las asechanzas del sistema mundanal perverso, ante las urdimbres de Satanás, y ante la aparición en el seno de la comunidad de fe comportamientos indignos e impúdicos que pueden llegar a infectar al resto de miembros de la misma. 

      Sé que pueden llamarme conspiranoico por pensar críticamente sobre la clase de relación que existe entre estado e iglesia, sobre las tensiones existentes entre el cristianismo y tendencias inmorales y relativistas, sobre la batalla que se está librando cada día en este planeta tierra entre la verdad del evangelio de Cristo y las falsedades de estilos de vida abominables y reprobables. Es una triste y sobrecogedora realidad ante la que no podemos taparnos los ojos y pensar que, si no lo vemos, y tiramos de positivismo, todo irá bien. En un aparente clima de libertad, o, mejor dicho, tolerancia religiosa, como el que gozamos en nuestro país los evangélicos, no dejan de aparecer casos, indicios y señales que procuran apartar el foco de la influencia espiritual del cristianismo, que riegan de mentiras y bulos la ignorancia de medios de comunicación afines a grupos de presión, y que perpetúan la idea de que el pueblo evangélico no es relevante y que puede ser mangoneado sin ninguna clase de quejas o reclamaciones. Todos los días somos la carne de cañón barata y oportuna en lo que a una visión negativa de nuestras creencias se refiere. La pregunta que surge aquí, es si dejaremos que nos maltraten y que ensucien nuestro buen nombre y el nombre de Cristo, o si rogaremos al Señor que nos auxilie en esta conflagración de ideas y confesiones en la que estamos inmersos como creyentes. 

1. PROMOCIÓN DE LA ENMIENDA 

      En los tiempos de Sofonías, el pueblo de Dios estaba sufriendo de lo lindo a manos de diferentes naciones, las cuales adjudicaban cada una de sus victorias a dioses mudos y sordos, y al poderío militar que poseían. Acosado por estos pueblos idólatras, superado en ocasiones en la estrategia bélica, Judá necesita que Dios lo vindique en el día final. El problema es que Judá sigue anclado en el adulterio y la mediocridad espiritual. No es posible que Dios actúe a menos que Judá entre en una dinámica positiva de confesión y arrepentimiento: Congregaos y meditad, nación sin pudor, antes que tenga efecto el decreto y el día se pase como el tamo; antes que venga sobre vosotros el furor de la ira de Jehová; antes que el día de la ira de Jehová venga sobre vosotros. Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizá seréis guardados en el día del enojo de Jehová.” (vv. 1-3) 

     Judá es considerada por Dios como una nación gentil, mostrando un rechazo claro a la clase de vida que estaban desarrollando social y religiosamente. Han perdido la vergüenza y el pudor al haber endurecido su corazón con respecto a la ley de Dios. Sus acciones e intenciones causan disgusto al Señor, su inmoralidad y su injusticia claman a los cielos, y la situación que manejan es producto de haberse alejado de su voluntad sabia y perfecta. El Señor les recomienda encarecidamente que dejen de fomentar el individualismo para volver a ser comunidad y pueblo. Todo Judá ha de reunirse como una sola alma, de manera solemne y seria, delante de Dios. Han de renunciar a sus malos caminos, a los lugares altos y a cualquier otro comportamiento que no agrada al Señor. En esta congregación de todos los habitantes de Judá y Jerusalén, debe predominar el anhelo por meditar sobre qué están haciendo para ser sometidos a los ataques de sus enemigos, sobre qué dejaron de hacer para ser merecedores del dolor y el sufrimiento causado por sus adversarios, y qué deben llevar a cabo para resolver sus tenebrosas circunstancias. El razonamiento sincero y la reflexión minuciosa, a título personal y a título comunitario, deben propiciar una nueva visión de la coyuntura por la que están pasando. 

    Dios pone un plazo para esta meditación y para esta reunión. El ejercicio de la autoevaluación espiritual, moral y ética de Judá debe darse dentro de un intervalo temporal. Dios no va a esperar eternamente hasta que su pueblo se dé cuenta tras innumerables avisos proféticos de que ha metido la pata y debe reaccionar sometiéndose a la soberanía divina. El término de este plazo se ubica en el día del juicio final en el que Dios decrete que cada uno de los mortales de este mundo, de todas las épocas y procedencias, pase a morir eternamente o a vivir por siempre jamás. Cuando Dios dicte sentencia, nadie podrá hacer nada por revertir su destino final. El tiempo es breve, y del mismo modo que el tamo y la paja son elevados a los cielos en la era, para que el viento lo arrastre lejos del bendito grano, así van pasando las jornadas hasta que el día de la ira de Dios se manifieste severo y terrible. 

     El pueblo de Dios puede escapar del juicio implacable de Dios si, en su reunión nacional se humillan de todo corazón delante de Él. Todos deben someterse voluntariamente bajo el dictado del Señor, bajo sus leyes y estatutos, bajo la revelación divina que ha sido dada a la humanidad. Deben desechar cualquier atisbo de orgullo y soberbia si quieren optar a ser salvados en la hora final. Han de buscar con ahínco los designios de Dios cueste lo que cueste, retrotrayéndose a su amor, a los hechos milagrosos e increíbles que el Señor siempre había realizado en favor de su pueblo. Buscar supone desear ferviente y apasionadamente encontrar la valiosa voluntad de Dios para sus vidas. La obediencia debe ser el paso siguiente a la sumisión a Dios, plasmar en la realidad vital todas las normas que se basan en aquello que es agradable ante sus ojos. Sus obras han de ajustarse a la justicia en todos sus aspectos, y la mansedumbre, esto es, dejarse guiar por fe mediante la Palabra del Señor en todas sus veredas, ha de convertirse en un lema para toda la nación. No es sencillo lograr aunar los espíritus y metas individuales en un marco de unanimidad y de acuerdo comunitario, pero es la única salida de que dispone Judá si quiere ser vindicado y justificado por Dios. 

2. ENEMIGOS DEL OESTE 

     Sofonías presenta a continuación a aquellas naciones que hicieron la pascua a Judá. El común denominador de estos países es la soberbia descomunal que exhibían cada vez que se burlaban y hacían escarnio de los hijos de Dios. El profeta anuncia que Dios no dejará que estos pueblos se ensañen perpetuamente con su remanente. El juicio soberano de Dios comienza por uno de los enemigos clásicos y más acérrimos de Judá: los filisteos. Repartidos en varias ciudades-estado, los filisteos sabrán a qué se enfrentan cuando desafían y se burlan del pueblo de Dios: “Porque Gaza será desamparada y Ascalón asolada; saquearán a Asdod en pleno día y Ecrón será desarraigada. ¡Ay de los que moran en la costa del mar, del pueblo de los cereteos! Jehová ha pronunciado esta palabra contra vosotros: ¡Canaán, tierra de filisteos, te haré destruir hasta dejarte sin morador! La costa del mar se convertirá en praderas para pastores, en corrales de ovejas. Será aquel lugar para el resto de la casa de Judá; allí apacentarán. En las casas de Ascalón dormirán de noche, porque Jehová, su Dios, los visitará y levantará su cautiverio.” (vv. 4-7) 

      Los adversarios del oeste de Judá sucumbirán ante la demoledora y poderosa acción de Dios. Los filisteos, resguardados en sus ciudades amuralladas, y confiados en su capacidad militar y en sus beneficios comerciales, representados por sus costas mediterráneas, recibirán su merecido en el momento determinado por el Señor. Desamparados y sin aliados de los que tirar para vencer el brazo poderoso de Dios, con sus edificios arrasados por el fuego sin que quede piedra sobre piedra, los hogares presa de los carroñeros y despojados de todo cuanto tenga valor, las personas con vida siendo trasplantadas a otras ubicaciones geográficas para servir como esclavos exiliados, el eco del silencio rebotando entre los escombros de antaño ricas y altivas ciudadelas, la zona costera devastada hasta convertirse con el tiempo en el lugar en el que pacerá el ganado arrebatado a los filisteos a manos de Judá, y las grandes mansiones a disposición de los habitantes de Judá que al fin han recibido de Dios su liberación de las garras de sus invasores, serán los estragos que causará el juicio del Omnipotente. El contraste existente entre ufanas y orgullosas fortalezas y praderas donde apacentar rebaños y ganado nos da una idea clara de cómo Dios no soporta la soberbia y castiga la altivez del ser humano que se cree autosuficiente e invencible. 

    Todos estos hechos, ahora proféticamente anunciados, tendrán su consumación durante el reinado de Uzías de Judá, alrededor del s. VIII a. C., tal y como verificamos en 2 Crónicas 26:6: “Salió y peleó contra los filisteos, derribó los muros de Gat, de Jabnia, y de Asdod; edificó ciudades en Asdod y en la tierra de los filisteos." Los oráculos proféticos de Dios no quedan sin cumplirse nunca, tal y como podemos ver en esta ocasión. Los cereteos, o también conocidos como cretenses, oriundos de la isla de Creta, y fundadores de una gran colonia en las costas filisteas, conocidos por ser bastante problemáticos en su faceta moral y ética, también serán juzgados sumariamente por Dios, posiblemente por participar junto a sus anfitriones, en el sistemático acoso y derribo de los habitantes de Judá y Jerusalén. Es un hecho histórico que todo esto sucediese, cuestión que apuntala con firmeza que el testimonio bíblico no es un simple compendio de suposiciones vagas o de historias de ficción. 

3. ENEMIGOS DEL ESTE 

     Tras los filisteos, Sofonías ahora se dirige a los enemigos del este, a los pueblos hermanos de Moab y Amón: “He oído los insultos de Moab y las ofensas con que los hijos de Amón deshonraron a mi pueblo y se engrandecieron sobre su territorio. Por tanto, vivo yo, dice Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que Moab quedará como Sodoma, y los hijos de Amón como Gomorra: serán un campo de ortigas, una mina de sal, un lugar desolado para siempre. El resto de mi pueblo los saqueará y el resto de mi pueblo los heredará. Esto les vendrá por su soberbia, porque afrentaron al pueblo de Jehová de los ejércitos y se engrandecieron contra él. Terrible será Jehová con ellos, porque destruirá a todos los dioses de la tierra, y se inclinarán ante él, desde sus lugares, todas las costas de la tierra.” (vv. 8-11) 

     Recordaremos que, tanto Moab como Edom, eran pueblos conectados a través de lazos de consanguinidad con Judá e Israel. Moab y Amón fueron los descendientes de Lot en un encuentro sexual incestuoso provocado por sus hijas tras la destrucción de Sodoma y Gomorra. Sin embargo, a pesar de que, de alguna manera estaban emparentados con el pueblo de Dios, estas dos naciones hicieron lo posible y lo imposible por amargarle la existencia. Los encontronazos entre estos países vecinos son continuos en la Palabra de Dios. Aquí el profeta Sofonías resalta varias actitudes realmente oprobiosas que estos dos pueblos mostraron para con Judá en las horas más aciagas de su destierro. Por un lado, insultaron y ofendieron de todas las maneras habidas y por haber al pueblo de Dios tras ser apresados y derrotados por otras naciones. No hay nada más repugnante que ver sumada a tu desdicha una serie de invectivas, acusaciones y vejaciones lanzadas por tus enemigos con el objetivo de escarnecerte. Yo siempre me acuerdo del rey David cuando huye de su propio hijo Absalón, y contempla sorprendido y azorado cómo Simei lo vitupera de forma descarnada y cruel mientras le lanza piedras, y cómo, cuándo David vuelve para recuperar su trono, este Simei no tiene por más que arrodillarse para pedir clemencia. Las tornas pueden dar la vuelta, y en el caso de Moab y Amón, ocurre lo mismo, pero sin paliativos de ninguna clase. 

     Estos enemigos de Judá los habían deshonrado, habían escupido sobre su nombre, y los habían ultrajado aprovechándose de su debilidad y derrota. Introduciéndose incluso en territorio ajeno, procuraron lograr cierta ascendencia entre quienes todavía restaban entre las ruinas de Jerusalén y Judá. Se beneficiaron de la tesitura dramática de Judá para lograr réditos de todo tipo, y no mostraron un ápice de escrúpulos a la hora de sacar el jugo a lo que quedaba del reino de Judá. El Señor, observando todas estas cosas, entristecido y enfurecido al mismo tiempo, decide expresar su ira e indignación a través de un juramento solemne de obligado cumplimiento. Empleando los ejemplos de destrucción de Sodoma y Gomorra, Dios promete que estos dos pueblos serán raídos de la faz de la tierra, convirtiéndose así su territorio en un campo de ortigas, una extensión grande repleta de plantas con unos pelos urticantes que liberan una sustancia alcalina que produce escozor e inflamación en la piel; y en una mina de sal, la cual impediría que cualquier cultivo pudiese prosperar en su suelo. Los pueblos invasores solían sembrar de sal los terrenos agrícolas para evitar que los invadidos pudiesen conseguir cosechas para su subsistencia. 

    La soberbia, tronco del que sobresalen las ramificaciones del escarnio y el desprecio, es el pecado que será castigado por Dios. Aquellos sobre los que se vertieron exabruptos e insultos, serán los que en el futuro tomarán sus territorios y los anexionarán para sí. Las deidades sobre las que podían toda su fe y confianza a la hora de vencer a los enemigos, serán destruidas por Dios, como signo inequívoco de que Dios es real, y de que es celoso en su santidad. Con el poder de su voluntad para con los adversarios de Judá, exhibirá de una vez por todas, que Él es el único y verdadero Dios. Cuando el día de la ira de Dios se abata sobre estas naciones paganas, incluso los más idólatras y descreídos no tendrán más remedio que postrarse en reconocimiento de su ignorancia, inoperancia e insensatez. Las naciones de todo el mundo habrán de confesar sus errores y su incredulidad. 

4. ENEMIGOS DEL SUR Y DEL NORTE 

     Para redondear el marco geopolítico de los tiempos de Sofonías, el profeta también tiene un mensaje rotundo y nítido en cuanto a las zonas del sur y del norte de Judá: Etiopía y Asiria. Estas dos naciones también hostigaron y afrentaron al pueblo de Dios y deberán asumir las consecuencias de sus deleznables actos: “También vosotros, los de Etiopía, seréis muertos con mi espada. Luego extenderá su mano contra el norte y destruirá a Asiria, y convertirá a Nínive en un lugar desolado, árido como un desierto. Rebaños de ganado se echarán en ella, y todas las bestias del campo; el pelícano y el erizo dormirán en sus dinteles, su voz resonará en las ventanas; habrá desolación en las puertas, porque su artesonado de cedro quedará al descubierto. Ésta es la ciudad alegre que estaba confiada, la que decía en su corazón: “Yo, y nadie más.” ¡Cómo fue asolada, hecha guarida de fieras! Todos los que pasen junto a ella se burlarán y sacudirán la mano.” (vv. 12-15) 

      Etiopía, o Cush, también colaboró y conspiró junto a otros países para destruir a Judá. De manera escueta, Sofonías predice que toda esta nación perecerá a filo de espada. Históricamente hablando, Etiopía fue fulminada en las décadas subsiguientes. Tenemos el testimonio de 2 Crónicas 12:3 y 14:9, y de Isaías 18 y de Ezequiel 30 para verificar este extremo. En lo referente a Asiria, su perdición les sobrevino el 612 a. C. Su capital, la imponente y majestuosa Nínive hoy solamente es un recuerdo de su gloria pasada. A pesar de una etapa en la que el arrepentimiento general fue real entre sus muros a causa de la predicación de Jonás, las cosas han vuelto a su ser anterior. Nínive será demolida por completo, llegando al extremo de convertirse en un auténtico erial, en un emplazamiento en el que el boato y el lujo dejarán paso a los balidos de ovejas y a los mugidos de las reses vacunas. Donde hubo un trasiego interminable de personas, comerciando y negociando, ahora solo habrá pelícanos y erizos, animales impuros, que construirán sus madrigueras en los salones regios deshabitados. Donde el cedro labrado con exquisitez dejaba admirados a cuantos atravesaban los dinteles decorados con estas delicadas piezas artísticas, ahora solo queda miseria, suciedad y el vestigio deslucido de la pompa y la soberbia. 

      Nínive es el ejemplo más ilustrativo de una mentalidad social, la mentalidad del egocentrismo, del individualismo y de la autosuficiencia. Enrocada en su poderío, en su riqueza y en sus capacidades y recursos, la ciudad y sus ciudadanos se había erigido en una señal al mundo de lo que el ser humano podía llegar a lograr por sí solo. Se creían el no va más, lo mejor de lo mejor, eran incomparables en todas las áreas, un dechado de virtudes insuperables por el resto de mortales. Enceguecidos por la altivez y la vanagloria no se dieron cuenta de la amenaza del juicio de Dios hasta que fue demasiado tarde. Y como suele pasar cuando alguien suelta una baladronada o una bravuconada, y luego la crisis hace mella en el orgulloso, no falta nunca quien recuerde las palabras que un día se dijeron y que ahora deben tragarse dadas las circunstancias. ¿Dónde está la grandiosa Nínive? ¿Dónde están aquellos que pregonaban a los cuatro vientos su ventura y su presunción? Nínive quedará para la posteridad como un modelo más de que la altanería de hoy puede convertirse en la humillación más espantosa en el futuro. 

CONCLUSIÓN 

      No cabe duda de que vivimos en una sociedad demasiado parecida a la de estas naciones que van a ser juzgadas por Dios. El orgullo humanista, la egolatría, la adoración del esfuerzo propio, la entronización del individualismo en detrimento de la comunidad, o la estigmatización burlesca y clasista de minorías en riesgo de exclusión social, son solo algunos de los elementos con los que tenemos que lidiar como creyentes y como iglesia en la actualidad. Hay mucha gente que nos da a entender la idea que ya hemos visto de “yo, y nadie más,” y por eso hay tanto fracaso personal e institucional en nuestro mundo. Esta clase de personas e instituciones atacan veladamente al pueblo de Dios para acallar la verdad de las Escrituras reveladas por el Espíritu Santo. Permanezcamos firmes ante sus estrategias del error y de la difamación, y confiemos en que Dios juzgará a su tiempo a nuestros detractores. 

     El evangelio de Cristo, no obstante, nos ofrece la posibilidad real de cambiar un corazón aferrado al yo y al arribismo social, por medio del ejemplo y sabiduría de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Rendir nuestra soberbia ante Dios, recapacitar sobre nuestras metas en la vida, redireccionar nuestras prioridades marcando al Señor como centro de toda nuestra existencia, meditar sobre sus promesas y profecías, y arrepentirnos de nuestra vana manera de vivir, es la vía que la Palabra de Dios nos brinda para que, al comparecer en el día del juicio final, podamos escapar de su ira y ser justificados por medio de su Hijo, a fin de disfrutar y celebrar una eternidad de amor junto a nuestro Dios.

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