FILEMÓN

 


SERIE DE ESTUDIOS SOBRE FILEMÓN 

TEXTO BÍBLICO: 1:1-7 

INTRODUCCIÓN 

      Perdonar no es nada fácil, sobre todo cuando la herida que se nos ha infligido nos atormenta y nos ha hecho añicos los esquemas de nuestro porvenir. La traición de la confianza, la quiebra de la amistad por causas triviales y absurdas, el resquebrajamiento de relaciones de años de duración por motivos desconcertantes, o la ruptura de un vínculo de fe sin dar explicaciones satisfactorias, o sin darlas, y punto, son circunstancias por las que seguramente todos hemos pasado. Un día no pensamos en absoluto sobre la fortaleza y firmeza de nuestras relaciones más íntimas y estrechas, y al día siguiente, un aldabonazo cae sobre nosotros de forma fiera, indeseable e inesperada. Nos quedamos en shock por unos instantes, boqueando para inhalar más oxígeno, con la mirada extraviada y desorbitada, paralizados sin saber qué hacer en ese momento. Intentamos calibrar el coste que la bomba de relojería puede llegar a causar en nuestras vidas de ahí en adelante, mientras tratamos de sobreponernos de la mejor manera posible a un golpe que nos ha dejado prácticamente sin aliento. Nos mesamos los cabellos, nos sentamos para no caer desmayados, y nuestra mente comienza a funcionar a cámara lenta, presa del asombro y la decepción. 

     Inmediatamente, lo que nos pide el cuerpo es revancha, una forma contundente de responder a la alevosía perpetrada por alguien que nos era afecto y muy querido. Doloridos todavía por el bofetón emocional, buscamos estrategias con las que contrarrestar al menos parte del daño ocasionado contra nuestra dignidad y buena fe. Los instintos se aguzan y ese animal oscuro que llevamos dentro quiere desbocarse para conseguir el resarcimiento inmediato. En esta etapa de nuestra frustración podemos llegar a decir cosas que más tarde lamentaremos, y hacer cosas que nunca, en nuestro sano juicio, haríamos. En caliente, la lengua se apresta a espetar pestes, insultos, reproches y expresiones que dinamitan, tal vez para siempre, cualquier puente de arreglo del estado de cosas. Damos rienda suelta a nuestra indignación y a nuestro odio más cerval, porque queremos que la otra persona sufra del mismo modo, o incluso más, que nosotros padecemos. Es sumamente difícil canalizar este torrente candente de lava que brota sulfúrico de nuestro pecho, es complicado acallar las voces de la tentación que nos indican que es justo que los traidores se lleven su merecido. 

     Supongo que dependerá de cada caso en particular, pero no cabe duda de que en nuestro manual de instrucciones personal no está en primer lugar ejercitar el perdón, por muy creyentes en Cristo que seamos. Seguimos siendo mortales débiles y frágiles, e invariablemente no soportamos que otros se rían de nosotros, que personas estimadas se aprovechen de nuestra buena voluntad, o que individuos en los que habíamos depositado nuestra confianza, nos dejen en la estacada más miserable. La historia de Filemón y Onésimo, narrada con algunos detalles realmente esclarecedores en esta epístola que vamos a estudiar, es precisamente la historia de nuestros encontronazos con la vesania y el perdón. Pero antes de pasar a la narrativa en sí acerca de este episodio, Pablo va a intentar suavizar el camino que le llevará a convencer a Filemón acerca de la conveniencia de perdonar a una persona que lo ha defraudado terriblemente en el pasado. Con palabras apaciguadoras, el apóstol de los gentiles procurará crear un ambiente en el que el perdón habite de forma sincera y completa. 

1. SALUDOS MUY ESPECIALES 

     Esta epístola es la más breve de las que Pablo escribió durante su vida. Su confección coincide con la primera ocasión en la que fue encarcelado en Roma, por lo que algunas de sus reflexiones tendrán que ver con la situación difícil por la que estaba pasando en esos instantes. Pablo comienza esta carta presentándose ante su amigo Filemón, cuyo nombre significa “amante” o “afectuoso,” lo cual provocaría en este último una gran alegría al tener noticias sobre sus circunstancias adversas en Roma: Pablo, prisionero de Jesucristo, y el hermano Timoteo, al amado Filemón, colaborador nuestro, a la amada hermana Apia, a Arquipo, nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu casa: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.” (vv. 1-3) 

      Pablo se considera, al principio de esta salutación, un auténtico prisionero de Jesucristo. Esta expresión puede leerse de dos maneras distintas. La primera, en términos físicos, por cuanto Pablo estaba sufriendo el confinamiento carcelario a causa de la predicación del evangelio de Cristo. Como sabemos, Pablo había sido acusado una y otra vez, de desafiar al gobierno romano. Pablo no se postraría ante los dioses del panteón romano, dado que su Señor era Cristo, y todos aquellos que veían la intromisión misionera del apóstol como una amenaza a su estatus quo, no dudaron en acusarlo delante del césar de ser un alentador de disidencia y desobediencia civil. La segunda lectura debe hacerse en términos espirituales.  

      En varias ocasiones Pablo habla de Cristo como de su Señor y de su persona como esclavo o siervo. Pablo es hecho prisionero por Cristo, ya que ha cautivado su corazón y su mente, y depende únicamente de lo que su voluntad manifieste. Estar prisionero de Cristo, a pesar de lo que pudiera connotar la palabra “prisionero,” implica más libertad de la que supone vivir encadenado a los pecados y a los dictados de Satanás. Todos deberíamos considerarnos cautivos de Cristo, a causa de nuestro deseo de servirle pase lo que pase, y con el anhelo ferviente de que domine por completo nuestro ser para que él sea glorificado. 

     Timoteo, por lo que podemos ver aquí, también era alguien conocido por Filemón. Habrían compartido momentos de calidad entre ellos, y sentirían una amistad sana y sincera a prueba de bombas. En este tiempo de cautiverio, Pablo podía echar mano de este gran hermano y colaborador en la misión de Cristo, algo que, a buen seguro, dispensaría al apóstol una buena dosis de consuelo, ánimo y conexión con el mundo exterior. Filemón es considerado por Pablo como un colaborador de enorme relevancia para la extensión del evangelio. Si Pablo lo escribe de este modo es porque confía plenamente en su testimonio y en su labor evangelizadora, sobre todo en Éfeso y Colosas.  

      El apóstol manda saludos a Apia, cuyo nombre significa “fecunda,” posiblemente la esposa de Filemón, y a Arquipo, cuyo nombre significa “señor de caballos,” probablemente hijo de ambos. Arquipo es destacado, de manera muy breve, como compañero de milicia, esto es, como socio de Pablo en aquello que tiene que ver con la misión. Pablo emplea esta imagen castrense para subrayar que la obra misionera no es un paseíto por la campiña inglesa, sino que es una batalla continua que es menester librar contra los enemigos de Cristo. Es hermoso poder constatar que Pablo se había rodeado de continuo con hermanos y hermanas con un compromiso tan dedicado, y con unas condiciones y aptitudes espirituales ciertamente admirables. 

      También es digno de notar que Pablo hace alusión a la iglesia que está en la casa de Filemón. Sabemos que en el primer siglo no existían templos o edificios construidos y consagrados ad hoc para la reunión de los cristianos. De hecho, en una época en la que la persecución de todo aquello que olía a Cristo era el pan de cada día, los creyentes debían congregarse clandestinamente en catacumbas o en casas de hermanos pudientes, siempre alerta ante la posibilidad de delaciones. Las primeras iglesias eran domésticas, eran oikos en las que los hermanos en la fe se juntaban para adorar a Dios y escuchar las enseñanzas apostólicas sobre Cristo, lejos de los escrutadores ojos de la autoridad romana y de los judíos.  

      Filemón, al parecer alguien de posibles, había puesto a disposición de la iglesia de su ciudad las instalaciones más amplias de su vivienda habitual, algo que lo honraba enormemente. Por lo que colegimos con esta salutación paulina, no solo Filemón iba a ser el lector de esta carta, sino que todo el asunto que después sería expuesto, concerniría al resto de la comunidad de fe. Pablo concluye su salutación apelando a la gracia y a la paz de Dios, elementos espirituales que se vinculan intrincadamente con la salvación dada por Dios en Cristo.  

2. PREPARANDO EL CAMINO DEL PERDÓN 

     A continuación, y tal como dijimos al principio, Pablo opta por construir un escenario de admiración y reconocimiento hacia Filemón, todo él repleto de una alabanza sincera y sin dobleces del apóstol hacia la trayectoria de su remitente, pero también con el interés añadido de preparar el corazón de Filemón a la hora de rogarle que perdonase a Onésimo cuando lo volviera a ver en su momento. Pero no anticipemos acontecimientos: “Doy gracias a mi Dios, haciendo siempre memoria de ti en mis oraciones, porque oigo del amor y de la fe que tienes hacia el Señor Jesús y para con todos los santos.” (vv. 4-5) 

      Pablo siempre se interesaba por la marcha de la obra misionera, por los lugares donde había fundado iglesias, y de manera más particular, de hermanos y hermanas que habían estado colaborando fielmente en la extensión del evangelio de Cristo. Por eso no es extraño que el apóstol, en su recorrido mental de aquellas personas que se habían implicado totalmente en el trabajo misionero, Filemón estuviese invariablemente en su memoria. La oración de Pablo nos habla de su afecto entrañable por el destinatario de la epístola. Agradece al Señor el don precioso de poder contar con Filemón en su equipo ministerial, y expresa gratitud por el ejemplo de vida que éste está exhibiendo por allí por donde va.  

      Una de las cosas que más sobresalen del testimonio de Filemón es su amor, en primer lugar, por su Señor y Salvador, lo cual habla de su consagración a la causa de Cristo, y, en segundo lugar, por el resto de hermanos que componen la comunidad de fe global de aquellos tiempos. Podríamos decir que ese amor fundamental por Cristo es el que promueve ese aprecio inefable por todos los demás miembros de la iglesia primitiva. No puede haber afecto por los hermanos, si primeramente no existe un lazo devoto y fervoroso con la cabeza de la iglesia, esto es, Cristo. En otro orden de cosas, Pablo también alaba la fe en Cristo que Filemón demuestra con sus palabras y actos cada vez que se reúne con sus consiervos. 

3. EL AMOR SE PERFECCIONA EN EL PERDÓN 

     Con gran inteligencia y psicología, el apóstol Pablo indica con sus oraciones y ruegos al Señor que Filemón debe dar un paso más allá, probando su fe y su amor de una manera mucho más excelente y desafiante: “Y pido para que la participación de tu fe sea eficaz en el conocimiento de todo el bien que está en vosotros por Cristo Jesús, pues tenemos gran gozo y consolación en tu amor, porque por ti, hermano, han sido confortados los corazones de los santos.” (vv. 6-7) 

      Una de las súplicas que eleva Pablo a Dios es que Filemón se enfrente con templanza y buena voluntad a un asunto que ha causado mucho malestar en su vida. Pablo ha elogiado la fe y el amor demostrado con creces por parte de Filemón, pero cree que Filemón puede alcanzar las cotas más altas de madurez espiritual si hace que su fe sea confrontada con un problema que ha dejado más de una cicatriz en su alma. Si Filemón gestiona esta situación próxima de acuerdo a la medida de su amor y fe, si Filemón perdona a aquel que le ha traicionado de forma dura y cruel, entonces su fe será eficaz, o como sugiere la palabra original en griego, “energos,” será poderosa.  

      Poder perdonar a alguien que te ha traspasado el corazón con un acto doloroso e inesperado, supone exprimir el conocimiento que el Espíritu Santo ha dado a Filemón en lo que concierne al potencial formidable que anida en el alma de un cristiano para perdonar la traición de su semejante. Mientras Cristo no habita en el corazón de la persona, el perdón es el último de los pensamientos a la hora de responder al que nos ha herido. Pero con Cristo, la persona agraviada y decepcionada tiene la oportunidad, y el deber, de reaccionar positivamente y de perdonar incluso a nuestros enemigos. 

     Filemón y Pablo sabían de la dificultad que esto entrañaba, pero que algo sea complejo no indica que sea imposible. Pablo apela a la experiencia de Filemón y al amplio, profundo y abundante conocimiento que este tenía de su fe y de su amor en Cristo, para que todo llegase a buen puerto. De nuevo, el apóstol apuesta por la alegría intensa y el consuelo que Filemón ha provocado en aquellas personas que lo han tratado, todo ello con el objetivo de que el amor de su consiervo crezca hasta la cúspide del amor de Cristo, hasta la cima del amor “agape,” aquel amor que se sacrifica y que se muestra humilde en toda coyuntura. Muchos hermanos y hermanas dan cumplido testimonio de las virtudes que destila el estilo de vida centrado en Cristo de Filemón. Ha confortado y consolado los atropellados corazones de sus hermanos y hermanas, ha dado descanso a las almas de aquellos que buscaron en él un referente espiritual maduro. Filemón debe dar el todo por el todo en el asunto que a continuación el apóstol Pablo le expondrá, en términos de amor, comprensión y fe.  

CONCLUSIÓN 

     Perdonar no es sencillo, pero no por ello deja de ser conveniente y ajustado a lo que se demanda de nuestro llamamiento en Cristo Jesús. Antes de ser sus discípulos probablemente nuestros instintos más bajos se adueñarían de nuestras acciones y palabras, pero una vez hemos escogido seguir el modelo cristológico, debemos progresar espiritualmente, sobre todo en el tema de relaciones rotas y destruidas a causa de la traición y de la desilusión en tiempos pasados.  

      Siendo nuevas criaturas, confesando que Cristo es nuestro Señor y Salvador, no nos queda más que rogar a Dios que nos ayude a perdonar a quienes nos engañaron un día. Filemón tendría sus razones para seguir enfadado con Onésimo, tal y como veremos en el siguiente estudio, pero Pablo sabía que podía dar más de sí mismo y de su amor y fe para solventar un tema que se había enquistado con el paso del tiempo. 

     ¿Filemón atenderá a las instrucciones de Pablo? ¿O dejará que sus sentimientos traicionados se interpongan a la hora de arreglar su relación con Onésimo? Todo esto y mucho más, en nuestro siguiente estudio de esta carta.

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