ZOROBABEL
SERIE
DE SERMONES SOBRE HAGEO “THINK”
TEXTO
BÍBLICO: HAGEO 2:20-23
INTRODUCCIÓN
Recuerdo
en tiempos de mi niñez que, cuando nos reuníamos los chicos del
barrio para jugar a fútbol o béisbol, una de las ceremonias que no
podían faltar antes de comenzar el partido era la de “triar”.
Los capitanes, normalmente uno de ellos era el dueño de la pelota o
el balón, se colocaban cara a cara y sorteaban el turno de tría a
pares o nones. El ganador normalmente escogía al mejor de todos los
jugadores, y el perdedor elegía al menos al mejor de los peores. El
hecho de que el capitán te eligiese en primer lugar solía ofrecer
una secreta satisfacción al escogido, mientras que los que quedaban
al final después de confeccionar casi todo el equipo, asumían que,
o eran unos mantas de cuidado, o que sus habilidades no daban para
más que ser teloneros en la actuación estelar de los demás.
Yo
nunca fui un virtuoso del balón. Era más bien un defensa o un
portero, posición que prácticamente nadie deseaba, y, por lo tanto,
solía ser elegido, no por mi pericia regateadora, sino por mi
disponibilidad para ser guardameta. Lo importante, en definitiva, no
era ganar o perder, sino ser triado, y poder ser parte de la
contienda deportiva. No serlo, en la mayoría de los casos, obedecía
a tirrias infantiles o a una inutilidad completa en lo futbolístico.
Y era una sensación bastante desagradable tener que ver el partido
sentado en una piedra o arrinconado en un banco.
¿A
quién no le gusta ser el agraciado en una selección de personal? ¿A
quién no le agrada interiormente formar parte de un grupo escogido
de personas que aspira a privilegiadas posiciones profesionales y
académicas? Sentirse reconocido ante todo el mundo, levantarse para
pasar al frente mientras observas a decenas o cientos de personas que
no tienen tanta fortuna como tú... Las emociones se disparan, las
lágrimas de felicidad pugnan por desbordarse de tus ojos, el
recuerdo de tu esfuerzo y dedicación pasados, son solo elementos que
brotan de una elección especial. El que cualquiera de nosotros
seamos escogidos de entre muchos individuos, nos provoca un
sentimiento inenarrable e inefable que nos motiva a seguir luchando,
a continuar progresando a todos los niveles. Formar parte del
privilegio, de una élite, de un círculo más estrecho y relevante,
nos aúpa a cotas de felicidad innegables.
1.
ELEGIDOS POR GRACIA
Si
esto es lo que sucede cuando alguien es escogido en la esfera de lo
terrenal y de lo común, imaginaos lo que significa en el campo de lo
espiritual. Sin nada que aportar a un currículum vitae desastroso y
caótico, sin apenas méritos que justifiquen el hecho de ser
escogidos por el Señor de señores y Rey de reyes, sin diplomas o
certificados que puedan lavar un poco la imagen corrupta y tenebrosa
de nuestro corazón, Jesús se acercó a nosotros y nos eligió para
que fuésemos sus seguidores y discípulos. Sin nada digno de
mención, con la espalda cargada por el peso de nuestras culpas y
pecados, y sin nada con lo que contribuir a nuestra redención
personal, Dios nos hizo hijos suyos para toda la eternidad.
Fuimos
llamados por el Señor, no porque tuviésemos algo que Él necesitase
de nosotros, sino que fuimos escogidos por gracia inmerecida. Éramos
pordioseros y criminales abocados a toda una eternidad en el fuego
eterno, y, sin embargo, Cristo nos rescató para limpiar por completo
nuestras almas del fango del pecado y para revestirnos de él a fin
de ser hechos justos ante los ojos del Juez celestial. Así lo
entendió Pablo: “Él
nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras
obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en
Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos.” (2 Timoteo 1:9);
“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que
justifica.” (Romanos 8:33)
Si
en este mundo somos escogidos por nuestros merecimientos y por
nuestra trayectoria académica y profesional, en términos
espirituales somos escogidos solamente por la pura voluntad bondadosa
de Dios. ¡Qué gran diferencia existe entre estas dos realidades!
Nuestra gratitud ya no surge de la verificación y constatación de
un trabajo y dedicación previos, sino que aparece como resultado de
evitar la muerte perpetua y de ser amados aun a pesar de que no
tenemos nada que ofrecer a Dios. No hay nada como la gracia para
instalarnos en un permanente estado de agradecimiento y satisfacción
delante de Cristo: “Pero
nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros,
hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el
principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu
y la fe en la verdad.” (2 Tesalonicenses 2:13) No
hay un versículo bíblico que nos emocione y nos fortalezca como el
que hallamos en 1
Pedro 2:9: “Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio,
nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las
virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.”
2.
ELEGIDO EN TIEMPOS CONVULSOS
Zorobabel,
en los últimos versículos del libro profético de Hageo, recibe un
mensaje de Dios muy, pero que muy especial, y que nos habla del
privilegio y placer que redundan del misericordioso ejercicio de la
gracia divina en nuestras vidas: “Hageo
recibió por segunda vez esta palabra de Jehová, a los veinticuatro
días del mismo mes: «Habla a Zorobabel, gobernador de Judá, y
dile: Yo haré temblar los cielos y la tierra; trastornaré el trono
de los reinos y destruiré la fuerza de los reinos de las naciones;
trastornaré los carros y a los que en ellos suben; caballos y
jinetes caerán bajo la espada de sus propios hermanos.” (vv.
20-22)
En el mismo mes en el que, como ya vimos en el sermón anterior, se
busca colocar el cimiento del segundo templo tras la limpieza
espiritual de todo el pueblo, Dios comunica a su siervo Hageo un
oráculo profético particularmente dirigido a Zorobabel, gobernador
de Judá por la gracia del rey Darío.
Cuando
la voz de Dios se dirige hacia una única persona, es porque se
quiere transmitir un mensaje de gran importancia y relevancia. Las
primeras palabras que Hageo trae a los oídos del gobernador de Judá
ya nos dejan ver el enorme calado de su contenido. En una previsión
del futuro, Dios anuncia a Zorobabel que el mundo será sacudido de
forma estremecedora. No se trata solamente de indicios de movimientos
sísmicos o de terribles tormentas que sacudirán hasta la misma raíz
de la creación. Se trata de que la historia dará un vuelco
espectacular en favor de Judá y Jerusalén, cambiando el panorama
geopolítico del mundo conocido, y beneficiando al pueblo escogido
por Dios.
El
Dios de la historia, que mueve los hilos del tiempo, de las
influencias humanas y de las sazones, reestructurará a su antojo el
orden mundial establecido. Tal es el poder del Señor que derrocará
a reyes para colocar en su lugar a otros soberanos más favorables
hacia Judá, y que hará que mermen los efectivos militares y las
ansias de actividades bélicas en estas naciones. ¿Creéis que Dios
no ha hecho esto a lo largo de las eras? ¿Pensáis que el Señor no
es capaz de intervenir en la historia y en la realidad de forma
providencial en auxilio de su remanente?
Este
poder desatado sobre los tejemanejes políticos de otros pueblos
vecinos no involucrará a Judá en alguna suerte de acometida
militar. Jerusalén y Judá permanecerán quietas y silenciosas en su
ingente trabajo de construcción del templo, mientras las coaliciones
extranjeras y los imperios idólatras se enfrascarán en batallas
fratricidas, en guerras civiles y en enfrentamientos que no afectarán
en lo más mínimo a la estabilidad recuperada del pueblo de Dios.
Mientras el mundo se viene abajo y las naciones se enzarzan en
conflictos sangrientos y demoledores, Judá seguirá pacíficamente
su vida como si de una burbuja de seguridad sobrenatural la rodeara.
El resultado de estos encontronazos violentos y del cambio de
regímenes será el de procurar un ambiente de tranquilidad y paz en
el que seguir levantando una nueva casa para Dios. Dios tiene la
capacidad de trastornar a nuestros enemigos cuando desea manifestarse
de un modo especial a su pueblo. Es parte del beneficio de ser
elegidos por Cristo: nuestros adversarios serán confundidos, y como
dice el Salmo
23:5,
Dios “adereza
mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores.”
3.
ZOROBABEL, EL ESCOGIDO
Desplegado
ante la asombrada y pensativa mirada de Zorobabel, Hageo continúa su
profecía para señalar que éste será una pieza fundamental para
entender la refundación de Judá en el seno del nuevo orden mundial:
“En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, te tomaré,
Zorobabel hijo de Salatiel, siervo mío, dice Jehová, y te pondré
como anillo de sellar, porque yo te he escogido, dice Jehová de los
ejércitos.»” (v. 23)
Vellos
de punta. Brillo en los ojos. Temor y temblor reverentes. Estoy
seguro de que fue esto lo que sintió Zorobabel al recibir las
palabras de Hageo, entre otras cosas. El Dios todopoderoso escoge de
forma específica y personal a Zorobabel para convertirse en el
primer soberano de Judá tras décadas de destierro, dolor y sumisión
a otros poderes e imperios. El anillo de sellar es el símbolo de la
autoridad, dado que este anillo no era un mero adorno en la mano del
rey, sino que era el que confería legalidad a las normas propuestas
y el que confirmaba los edictos reales, los cuales eran sellados con
cera o lacrado y la imagen labrada del emblema del dirigente.
Zorobabel será la autoridad terrenal cuando Judá se vea liberada de
los lazos que la encadenan al Imperio Persa, y su vocación, además
de la de gobernar a este nuevo pueblo, será la de obedecer a Dios y
servirle con cada decisión que tome como representante de Judá.
Esta
era una responsabilidad tremenda. Restaurar el poder político en
Jerusalén, construir un nuevo templo a Dios, velar por el orden y la
paz dentro de sus fronteras y restablecer la relación rota años ha
entre Dios y el pueblo regresado de tierras extrañas. Como dijimos
anteriormente, el momento concreto de ser escogido es algo increíble
y deseable, pero nos olvidamos de que la elección no es el final de
todo. Desde el mismo instante en el que uno es escogido, debe luchar
y trabajar duro para que esa elección no caiga en saco roto. Hay que
bregar, sacrificarse, dedicar tiempo y salud, etc., en orden a hacer
ver a aquel que te eligió que ha tomado una buena decisión, y con
el propósito de seguir siendo de la partida de los privilegiados el
máximo tiempo posible. Zorobabel se siente honrado por Dios al haber
sido escogido para dirigir los destinos de su pueblo, pero también
es consciente de que la felicidad, la paz y el bienestar deben
cultivarse bajo la sabia y benefactora mano de Dios.
En
nuestro caso actual y espiritual, sucede otro tanto. Cristo nos
visita, nos escoge y nos justifica. ¿Ya está todo hecho? ¿Ya somos
salvos y podemos tirarnos a la bartola a la espera de que Cristo
venga o de que muramos y pasemos a mejor vida? Somos llamados por
Dios para grandes cosas en esta vida, del mismo modo que lo fue
Zorobabel en su tiempo. No hemos de caer en el error de pensar que no
hemos de esforzarnos y de consagrar todo lo que somos y tenemos para
la causa del evangelio. Unos son llamados para ser pastores, otros
para ser misioneros, otros para plantar iglesias, otros para ser
magníficos maestros, etc. Una vez somos escogidos, no hemos de mirar
atrás, dado que “irrevocables
son los dones y el llamamiento de Dios.” (Romanos 11:29)
Todos
los creyentes en Cristo tienen un llamamiento concreto que deben
descubrir con la ayuda del Espíritu Santo. Poseen la oportunidad de
desarrollar sus dones y talentos para la gloria de Dios y para la
edificación de sus hermanos y hermanas. Hacerlo es algo hermoso y
maravilloso, porque supone ser colaboradores de Dios en la extensión
de su Reino celestial. Pero también sabemos que este llamamiento
conlleva una serie de compromisos y responsabilidades que hemos de
asumir en coordinación con el resto de miembros de la iglesia. Como
Zorobabel, tenemos un papel impresionante que desempeñar ante
nuestros semejantes para que Dios sea glorificado.
CONCLUSIÓN
¿Has
sido llamado por Dios y vives de acuerdo a éste? Piensa bien en tu
respuesta. Si es así, no dejes de poner en acción el don o dones
que el Espíritu Santo ha puesto en tus manos. No tengas temor de
nada ni de nadie a la hora de completar este llamamiento, porque el
Dios todopoderoso te acompaña siempre. No olvidemos las palabras del
apóstol Pedro: “Por
lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación
y elección, porque haciendo estas cosas, jamás caeréis.” (2
Pedro 1:10)
¿Has
sido llamado por Dios, pero te haces el remolón, como Jonás cuando
fue comisionado para hablar sobre el arrepentimiento a la ciudad de
Nínive? Piensa y medita en tu postura rebelde o negligente. No le
des largas al Señor, ni intentes escurrir el bulto. Dios te ha
escogido desde su gracia y amor eternos. No desprecies los propósitos
que Dios tiene para tu vida en el contexto de tu iglesia. Responde
positivamente y no seas rebelde: “Por
eso te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti
por la imposición de mis manos, porque no nos ha dado Dios espíritu
de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2
Timoteo 1:6-7)
¿Tal
vez no has escuchado la voz de Dios todavía? Piensa por un instante
sobre esto. Abre de par en par tus oídos y tu corazón. Hoy Dios
quiere que lo dejes entrar en tu vida. Desea escogerte para que seas
alguien especial en el amplio panorama de su plan de salvación.
Quiere prepararte para cosas grandes, para transformar las tinieblas
en luz, para cambiar vidas tristes y mediocres en vidas que merecen
la pena ser vividas. ¿Escuchas por fin su voz? Si es así, entrégate
al Señor tal y como estás, para que seas un Zorobabel lleno de
esperanzas y futuro: “Por
eso, como dice el Espíritu Santo: «Si oís hoy su voz, no
endurezcáis vuestros corazones...” (Hebreos 3:7-8a)
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