MEDITAD SOBRE VUESTROS CAMINOS
SERIE
DE SERMONES SOBRE HAGEO “THINK”
TEXTO
BÍBLICO: HAGEO 1
INTRODUCCIÓN
Meditar,
según la definición de la RAE, es “pensar
atenta y detenidamente sobre algo.”
No es actuar impaciente e irreflexivamente. No es dejarse guiar por
las corazonadas cuando hay que tomar decisiones del calado que sean.
No es tirar de instinto y pálpito a la hora de arriesgarse en una
empresa cuyo horizonte es difuso. No es desesperar y elegir al buen
tuntún, al pito, pito, gorgorito, esperando que la suerte esté de
nuestro lado. Es pensar con tiempo suficiente como para sopesar pros
y contras, beneficios y perjuicios, consecuencias y repercusiones. Es
reflexionar sobre un asunto sin pausa, pero sin prisas. Es analizar
cada faceta del prisma concentradamente, sin perder el hilo a causa
de las distracciones. Es valorar y examinar cada detalle y cada
ángulo desde todas las perspectivas, a fin de conseguir que el
camino a seguir sea el correcto, el mejor y el que conlleve el menor
número de complicaciones innecesarias. Meditar, por tanto, requiere
de un espacio tranquilo, de un intervalo temporal extenso y de una
mente clara y dispuesta a tomar determinaciones rotundas y firmes.
¿Esta es tu manera de pensar a la hora de escoger entre varias
opciones?
Desafortunadamente,
la meditación no suele ser parte de la realidad de las personas.
Unas veces por la vertiginosa concatenación de circunstancias, otras
por lo urgente del caso, otras por la falta de práctica de un
espíritu crítico, y otras por negarse a sí mismo la capacidad de
buscar la felicidad y el bienestar propio, la meditación ha quedado
únicamente adjudicada a personajes que la emplean, no para optar por
este o aquel derrotero, sino para vaciar la mente de cualquier
pensamiento y así alcanzar la trascendencia. Meditar es una
disciplina espiritual sumamente útil para cualquier creyente. Supone
pensar con la mente de Cristo, colocándose en la posición de qué
es lo que la Palabra de Dios dice o asevera sobre un asunto en
particular que nos afecta y que demanda de una elección concreta.
Solicitamos al Espíritu Santo que nos imbuya de su sabiduría
especial a fin de ser sensatos en nuestras decisiones y de ordenar
nuestras prioridades según la voluntad de Dios expresada en las
Escrituras.
Esta
técnica espiritual debe ser desarrollada cotidianamente,
apartándonos del mundanal ruido y de la contaminación auditiva, y
expresando delante de Dios nuestras cuitas y preocupaciones. Emerson,
poeta y escritor norteamericano del siglo XIX, tenía una estrategia
bastante peculiar al respecto: “Medite
al atardecer, mirando las estrellas y acariciando a su perro, es un
remedio infalible.”
A veces, los cristianos nos olvidamos por completo de esta disciplina
espiritual, y es ahí donde comienzan a aparecer los problemas
relacionados con las prioridades vitales. Al ser negligentes en la
práctica periódica de la meditación sobre cuáles son nuestras
metas en la vida y sobre cuáles son los designios de Dios para
nosotros y nuestras familias, podemos llegar a perder el oremus, e ir
alejándonos de los requerimientos del Señor. Si periódicamente no
separamos un tiempo para examinar nuestros corazones a la luz de la
Palabra de Dios, corremos el riesgo de desplazarnos del centro de
nuestra adoración y salvación, y comenzar a orbitar como planetas
descontrolados alrededor de nuestro propio ombligo, de nuestras
legítimas aspiraciones profesionales, académicas y sentimentales, o
de ídolos que en nada tienen que ver con Dios.
1.
UN MENSAJE PROFÉTICO DE REPROCHE
Algo
así estaba pasando en el pueblo de Israel durante los tiempos del
gobernador Zorobabel y del sumo sacerdote Josué. Jerusalén volvía
a ser habitada, volvía a ver como por sus calles empedradas se
sucedía el trasiego de la normalidad, las gentes reconstruyendo sus
moradas no hace mucho tiempo destruidas y hechas escombros. La
alegría, la prosperidad y la paz convertían una ciudad antaño
deshecha y violentada en un lugar radiante en el que la
reconstrucción animaba los corazones y los ánimos. Zorobabel,
descendiente davídico del rey Joaquín, había sido comisionado por
Darío I de Persia para ser el gobernante de los destinos de
Jerusalén y de Judá. Regresa de Babilonia para reedificar el Templo
tras haber sido arrasado decenas de años antes por Nabucodonosor. El
problema es que el pueblo revierte el orden de las prioridades, y el
Templo está a medio hacer, mientras que todos tienen su nido en el
que guarecerse y hacer vida. En ese instante aparece el profeta Hageo
para afear a los habitantes de Jerusalén tamaño desatino: “En
el año segundo del rey Darío, en el mes sexto, en el primer día
del mes, fue dirigida esta palabra de Jehová, por medio del profeta
Hageo, a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué
hijo de Josadac, el sumo sacerdote.” (v. 1)
Es
interesante resaltar la exactitud del momento en el que Dios decide
hablar claramente a los dos líderes de la nación de Judá. Dios
envía a Hageo el primer día del mes de elul, que vendría a ser
entre agosto y septiembre en nuestros calendarios. El oráculo divino
que proferirá el profeta Hageo, cuyo nombre, curiosamente, significa
“festividad”, se dirige principalmente tanto a Zorobabel, hombre
al mando de las operaciones de reconstrucción, y a Josué, presunta
autoridad en términos espirituales y religiosos. La fuerza y la
sabiduría coordinada de ambos debería revertir en alcanzar el logro
más importante y perentorio que podía haber en esos mismos
momentos: erigir el Templo de Dios en orden a que la adoración y la
devoción fuesen encauzadas debidamente dentro de sus atrios y demás
dependencias. Tenían el beneplácito del soberano Darío I de
Persia, todos los recursos necesarios para dar nueva forma al Templo
estaban a su disposición, y, sin embargo, la cosa no marchaba.
Todavía con andamios montados, con sillerías amontonadas a la
espera del trabajo de obreros escogidos de entre los moradores de
Judá, el Templo solo era un esqueleto incompleto después de tanto
tiempo.
El
Señor es paciente para con el ser humano, pero llega un punto en el
que debe tomar cartas en el asunto. Por eso llama a Hageo, para hacer
ver al liderazgo judío que las prioridades no habían sido meditadas
lo suficiente, o con la suficiente atención y detenimiento: “Así
ha hablado Jehová de los ejércitos: Este pueblo dice: “No ha
llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea
reedificada.” Entonces llegó esta palabra de Jehová por medio del
profeta Hageo: ¿Es acaso para vosotros tiempo de habitar en vuestras
casas artesonadas, mientras esta Casa está en ruinas? Pues así ha
dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros
caminos.” (vv. 2-5)
Dios
conoce a la perfección el pensamiento de cada uno de los ciudadanos
de Judá y Jerusalén. El Dios Todopoderoso no deja de escuchar y
percibir las verdaderas intenciones y las auténticas prioridades de
su pueblo. Y lo que le llega no es precisamente agradable. Solo
escucha a personas egoístas y ensimismadas que desprecian con sus
acciones la preeminencia de la Casa de Dios.
Y
ahí están, posponiendo lo que debió ser construido primero,
dilatando el instante en el que terminar la Casa de Dios,
adormeciendo los plazos para dedicarse en cuerpo y alma a satisfacer
sus propias y egocéntricas necesidades y caprichos. Todo el mundo ha
ocupado su tiempo y ha dispuesto del sudor de su frente para
edificarse una buena casa con todas las comodidades a su alcance. Han
puesto todo de su creatividad y amor para construirse viviendas
espléndidas, con artesonados hermosos y lujosos, llenas de
inspiración y orgullo personal. No obstante, el Templo de Dios está
muerto de la risa, desentonando con la imagen general de Jerusalén,
toda ella engalanada de hogares estéticamente bellos y decorados.
¿Eran
capaces de observar la incongruencia de sus actos? ¿Se daban cuenta
de que habían empezado la casa por el tejado al abandonar la empresa
de elevar los muros de la Casa de Dios? No lo parece, atendiendo a
cómo pensaban para sus adentros. “Ya
habrá tiempo para concluir las obras del Templo. No hay prisa. Ya
llegará el momento en el que todos echemos una mano, pero a día de
hoy, es más importante nuestra comodidad y bienestar que prestar
atención y meditar detenidamente sobre la relevancia del Templo para
nuestras vidas,”
parecen decir.
2.
UN MENSAJE PROFÉTICO DE ADVERTENCIA
El
Señor contesta a estas enojosas y vergonzosas expresiones de
egolatría desafiándolos a meditar en sus caminos, retándolos a que
valoren oportunamente la trayectoria negligente y dejada que están
tomando, y conminándolos a que se detengan por un instante para
analizar y sopesar las prioridades de sus vidas. Salta a la vista que
lo material estaba venciendo a lo espiritual en lo que a las
prioridades vitales se refería. “Piensa
dos veces sobre lo que estás haciendo. Examina tus metas y
pregúntate si están en armonía y consonancia con mis deseos.
Recompón tus prioridades y deja que tu pensamiento se conecte sin
impedimentos a mi voluntad sabia y perfecta,”
parece aconsejar Dios a su pueblo. ¿Zorobabel era consciente de este
pensar holgazán de sus conciudadanos? ¿Josué estaba poniendo todo
de su parte para animar y exhortar a sus correligionarios en la
edificación del Templo? ¿O ambos se habían contagiado de esta
misma pereza y desidia por las cosas de Dios?
Todo
parece indicar que así era. Dios no estaba contento con esta clase
de conducta, y por ello emplea la voz de Hageo para realizar algunas
advertencias, producto de su dejadez espiritual: “Sembráis
mucho, pero recogéis poco; coméis, pero no os saciáis; bebéis,
pero no quedáis satisfechos; os vestís, pero no os calentáis; y el
que trabaja a jornal recibe su salario en saco roto. Así ha dicho
Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos.” (vv.
6-7)
El
hecho de no atender sus obligaciones espirituales terminando el
Templo de Jerusalén ha provocado una insatisfacción general en la
nación judía. No se han preguntado si esto se debía a la mano del
Señor, intentando hacerles ver su pecado. Seguramente las malas
cosechas, la alimentación de supervivencia, la apatía generalizada
y la merma de alegría, y la subsistencia en la que no se llega a
final de mes, habían sido adjudicadas a la suerte, al azar, o al
capricho de las condiciones climatológicas y de fertilidad de la
tierra. Sus vidas son mediocres simplemente por el hecho de que, al
no haber obediencia a la voluntad de Dios, la prosperidad y el shalom
se ha alejado de ellos. Malviven en sus adornadas casas de lujo y no
cuestionan el porqué de su estado actual.
Dios
les aclara la razón de su miseria y de su precaria y frágil
situación material: su precaria y casi nula condición espiritual.
La Casa de Dios es un erial, mientras cada uno busca lo suyo propio
sin hacer concesiones al apartado espiritual de sus existencias. Por
no haber dado el lugar principal a Dios, todo a su alrededor se
agosta y se marchita:
“Buscáis mucho, pero halláis poco; lo que guardáis en casa yo lo
disiparé con un soplo. ¿Por qué?, dice Jehová de los ejércitos.
Por cuanto mi Casa está desierta, mientras cada uno de vosotros
corre a su propia casa. Por eso los cielos os han negado la lluvia, y
la tierra retuvo sus frutos. Yo llamé la sequía sobre esta tierra y
sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino, sobre el aceite,
sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre las
bestias, y sobre todo trabajo de sus manos.” (vv. 9-11)
Los
anhelos y los sueños de los habitantes de Judá y Jerusalén están
preñados de altas expectativas, pero por mucho que se afanan en
alcanzarlos, nunca los logran. Intentan ahorrar y acumular bienes y
provisiones para el futuro, pero las desgracias se suceden en torno a
ellos, y al final han de echar mano a lo guardado para seguir
renqueantes por la vida. La pertinaz sequía ha maltratado los campos
y las cosechas, ha desabastecido de agua a la ciudad, racionando la
poca que pudiera brotar de los exiguos manantiales cercanos, y todos
se hallan exhaustos, enfermos, debilitados y desesperanzados. Pero
siguen sin entender que todo esto solo es el resultado de vidas que
han equivocado sus prioridades. Cuando dejamos a Dios en segundo
término, nuestro paso por la vida no va a ser precisamente
halagüeño. Los problemas se suceden, intentamos arreglar
desaguisados sin contar con Él, preferimos vivir a nuestro aire
satisfaciendo nuestros estómagos y nuestras concupiscencias, optamos
por vivir vidas misérrimas plagadas de contratiempos y obstáculos a
nuestra felicidad, y no nos damos por aludidos cuando la Palabra de
Dios nos interpela en relación a colocar a Dios en la cúspide de la
pirámide de nuestras prioridades.
3.
UN MENSAJE PROFÉTICO DE ACCIÓN
¿Qué
es lo que está tratando de hacer Dios a través de la palabra
profética de Hageo? Ni más ni menos que llamar a la acción a los
que se han sumergido en la ensoñación de no necesitar para nada a
Dios: “Subid
al monte, traed madera y reedificad la Casa; yo me complaceré en
ella y seré glorificado, ha dicho Jehová.” (v. 8) “¡Dejaos de
pamplinas, despertad del sopor materialista que os ha subyugado,
moved vuestras manos y vuestro corazón para darme en primer lugar la
honra y la gloria! ¡Redirigid vuestras prioridades, meditad
profundamente qué clase de destino os espera si no deseáis
complacerme! ¡Es hora de ponerse manos a la obra y construir mi
Casa!,”
parece decir el Señor.
¿Necesitas
despertarte de tu pasotismo, de tu “meninfotidad”, de tu abulia e
indiferencia? ¿No ves que si continúas por el camino de la
infidelidad y de la deslealtad, tu vida se resentirá en todos los
aspectos? ¡Ponte en marcha, adora a tu Creador, glorifica a tu
Salvador, sirve a tu Señor, busca primeramente el Reino de Dios, y
todo lo demás, casas artesonadas incluidas, te serán por añadidura!
No querrás seguir viviendo una vida mediocre y exenta de las
bendiciones increíbles del Señor. ¡Reacciona!
A
menudo, el pueblo de Dios necesitaba de una buena amonestación para
recapacitar sobre sus prioridades. El Señor ya los conocía desde
antes de escogerlos como pueblo especial y santo. A veces, una
oportuna reprimenda es capaz de encender las brasas casi extintas del
corazón del ser humano:
“Entonces Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, el
sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo oyeron la voz de Jehová,
su Dios, y las palabras del profeta Hageo, tal como le había
encargado Jehová, su Dios; y temió el pueblo delante de Jehová.
Entonces Hageo, el enviado de Jehová, habló por mandato de Jehová
al pueblo, diciendo: «Yo estoy con vosotros, dice Jehová.»” (vv.
12-13)
Al
prestar oídos a esta reconvención profética de labios de Hageo,
tanto Zorobabel como Josué al fin entienden que su gestión de la
reedificación del Templo no ha sido la más apropiada y eficaz.
También comprenden que este rapapolvo divino no está solamente
destinado a ellos, aun cuando su responsabilidad es mayor que la del
resto de las gentes de Judá y Jerusalén. No vacilan en compartir el
mensaje de Hageo con todo el pueblo, y el pueblo parece sacudirse el
adormecimiento y entumecimiento de sus almas. Todos se dan cuenta de
que lo que Hageo ha pregonado no es una broma, ni es algo que pueda
discutirse o debatirse.
La
expresión “temor del Señor” denota claramente que sus corazones
fueron impactados por las palabras del profeta. Con una actitud de
veneración, de confesión de su pecado y de responsabilidad y
compromiso, se rinden por completo delante de Dios. Reconocen su
erróneo caminar y se pliegan a las órdenes que sus líderes les
den. Cuando Dios habla, todo el mundo calla y se pone en acción para
darle la vuelta a una situación que se agravaba a ojos vista. Dios
contempla y escudriña el corazón de los presentes para calibrar la
sinceridad de su arrepentimiento y de su anhelo por cumplir con lo
que Él esperaba de ellos. Se deleita y se agrada al constatar que la
contrición de su pueblo es real, y en ese mismo momento, comunica a
su siervo Hageo su presencia en medio de ellos. Todavía no se ha
construido el Templo, sede simbólica del asentamiento de la gloria
de Dios entre su pueblo, pero ya anticipa su presencia, su deseo de
bendecirlos y prosperarlos, y su propósito de mejorar
sustancialmente las condiciones de vida por las que estaban pasando.
Así es el amor de Dios cuando nos ceñimos a sus designios: llena
abundantemente nuestras vidas de sus dones más valiosos.
Las
intenciones no sirven de nada cuando uno no las pone por obra. El
pueblo de Judá y Jerusalén, dirigidos por sus líderes, Zorobabel y
Josué, demuestran el movimiento andando: “Así
despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel,
gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, el
sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo. Ellos
fueron y comenzaron a trabajar en la casa de Jehová de los
ejércitos, su Dios. Era el día veinticuatro del mes sexto del
segundo año del rey Darío.” (vv. 14-15)
Dios
es especialista en despertar los espíritus dormidos. Todos sabemos
que es bastante difícil despertar a alguien con susurros y
silencios. En muchas ocasiones, es necesario un buen grito, un cubo
de agua, o un estirón de manta. Lo mismo sucede en el caso que nos
ocupa en Hageo. Dios tuvo que encender la chispa que produjese la
reacción instantánea de un grupo humano demasiado extasiado
mirándose su ombligo. Puede ser a través de las circunstancias que
nos rodean, por medio de una predicación o un estudio bíblico que
te ha removido las entrañas, por medio del testimonio de alguien que
ha pasado por lo mismo que tú, o mediante una tragedia o aflicción,
pero Dios nos habla a fin de dejar la modorra y despertarse a una
vida regida por Él. No fue cosa sencilla hacer entrar en razón a
todo el mundo, ya que solo se conseguiría veintitrés días después
de la comunicación del oráculo de Dios a Zorobabel y Josué, pero
se logró para gloria de Dios y bendición de todos sus hijos.
CONCLUSIÓN
Piensa.
Medita. Reflexiona. Analiza. Examínate. En el texto bíblico de hoy,
Dios lo repite en dos ocasiones. Si esto es así, es porque es
sumamente importante e interesante hacerlo en orden a no caer en el
mismo error que en el que cayeron los habitantes de Judá y
Jerusalén. ¿Conoces el orden de prioridades de tu vida como
creyente? ¿Sabes a quién pertenece el lugar preeminente de tu vida?
¿Eres consciente de la influencia benefactora que conlleva que
Cristo sea el centro de tu devoción, adoración y fe? ¿Sabías que
entronizar al Señor en tu orden de prioridades irradiará bendición
y prosperidad, felicidad y satisfacción espiritual sobre tu hogar,
sobre tu familia y sobre ti?
Cuando
tengas que tomar decisiones en la vida, cuenta en primer término con
Dios, y del resto ya se ocupará Él. Recuerda las palabras de
promesa de Hageo al pueblo tras someterse a la voluntad de Dios: “Yo
estoy con vosotros, dice Jehová.”
Comentarios
Publicar un comentario