PREMIO A LA OBEDIENCIA


SERIE DE SERMONES SOBRE PROVERBIOS “SAPIENTIA”
TEXTO BÍBLICO: PROVERBIOS 3:1-18
INTRODUCCIÓN
La picaresca tan propia del carácter español ha hecho mucho daño a un sistema de valores ético y moral en el que primaba la recompensa a los obedientes y el castigo a los infractores de la ley. De algún modo, un tanto retorcido, las personas han ido pensando que, como determinados individuos roban, falsean, timan e incumplen las normas que socialmente todos nos hemos dado para una convivencia pacífica y tranquila, uno no puede ser menos que ellos. Si hay políticos que se aprovechan de su poltrona para enriquecerse ilícitamente; si hay empresarios que no dudan en forzar hasta límites insospechados las normas fiscales y laborales para ahorrarse costos y gravámenes; si hay trabajadores que escurren el bulto cuando van a su puesto de trabajo con la idea de hacer lo menos posible cobrando lo máximo posible; si hay religiosos que se dedican a desplumar a los más débiles espiritualmente hablando para lograr un tren de vida más lujoso; y si hay organizaciones no gubernamentales que recogen monetariamente la solidaridad de personas de buena fe, pero que dedican estos fondos a francachelas que en nada tienen que ver con su razón de ser, ¿por qué no ser como ellos y tratar de sacar partido de nuestro estatus aunque moralmente esto sea reprochable?
Es lamentable escuchar a personas que utilizan el argumento de que, porque lo hace otra persona, ésta también está en su derecho de hacerlo. Es triste comprobar que para llevar a cabo delitos y crímenes todo el mundo está listo para imitar malos comportamientos ajenos, pero cuando se trata de imitar conductas benefactoras y solidarias, cuando la cosa va de hacer el bien al prójimo, más de uno se arruga y rehúye este desafío. El problema muchas veces es que se premia con demasiada asiduidad la desobediencia, la ignominia, la violencia y la insensatez, y se desprecia ser honesto, honrado y respetuoso con los demás. Es la ley de la jungla de asfalto: o pisas o te pisan. No hay más. Y así, con el tiempo, contemplamos cómo el amor se enfría, los deseos por ser misericordiosos y por ponernos en los zapatos de otros que sufren, y los anhelos por vivir vidas rectas y prudentes son cada vez más tendentes a la indiferencia, la insensibilidad y el “que cada palo aguante su vela”, o “que cada uno haga de su capa un sayo.”
  1. VIDA PLENA Y BUENA FAMA
No es esta la visión de la vida que podemos interpretar y considerar en la Palabra de Dios en general, y en Proverbios en particular. A pesar de lo que la sociedad promulgue en cuanto a las recompensas, beneficios o réditos de las pésimas conductas y de los hábitos criminales, Dios ansía, por medio de su voluntad revelada, hacernos entender que la sabiduría y el temor a su nombre nos procurarán una vida mucho más sosegada, con menos quebraderos de cabeza y con menos punzadas en la conciencia. El autor de Proverbios inicia su enumeración de bendiciones sobre aquellos que dan prioridad a Dios en sus vidas, ofreciendo un consejo de vital importancia: Hijo mío, no te olvides de mi Ley, y que tu corazón guarde mis mandamientos, porque muchos días y años de vida y de paz te aumentarán. Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad: átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres.” (vv. 1-4)
Desde el cariño y la ternura que prodiga un padre hacia su hijo amado, Dios nos promete que, si su ley y sus mandamientos son parte inseparable de nuestra manera de vivir, si los ponemos por obra desde el recuerdo constante de cuál es el camino correcto y verdadero que conduce a agradarle a Él, viviremos por largos días, acentuando la cantidad de nuestros días, y lo haremos con una calidad espléndida y maravillosa, esto es, en paz, sin remordimientos de conciencia, sin que la culpa muerda interminablemente nuestro corazón. ¿Quién no querría vivir longevamente y en condiciones insuperables de tranquilidad espiritual? ¿Acaso no es terrible transitar por este plano terrenal con la mente llena de imágenes y recuerdos que tiñen de negro cada día de la existencia?
Preguntemos a aquellas personas que han cometido delitos si tienen paz en el alma. Preguntemos si merece la pena tener siempre presentes los momentos en los que arrebataron una vida, en los que agraviaron letalmente a alguien, en los que, consciente o inconscientemente, perpetraron un crimen que hirió gravemente a un inocente que solo pasaba por allí. No hay peor cárcel o celda de prisión que pasar por esta vida con las pesadillas del pasado no resuelto. Pero, ¡qué paraíso resulta de conducirse según la voluntad de Dios y la obediencia al Señor! Vivir con la conciencia tranquila y hacerlo por largos días disfrutando genuinamente de la vida junto a Dios es una de las recompensas que aguardan a los que le temen.
Por otro lado, si somos obedientes a Dios y acatamos la ley de Dios, si acompañamos a nuestros actos con la compasión, y unimos a nuestras palabras la verdad, la recompensa también será grande. Me encanta la forma en la que Salomón ilustra la idea de ser misericordiosos y veraces en todo y con todos. Es como un colgante precioso que llevamos siempre con nosotros, cerca del corazón, y también se asemeja a una tabla en la que se graban las palabras que queremos que queden para la posteridad. Si la verdad, valor tan devaluado como la misericordia, se convierte en un adorno imborrable y permanente en nuestra manera de tratar a los demás, Dios nos asegura que, en primer lugar, Él se complacerá de este estilo de vida. Sabiendo que hemos sido creados y llamados como seres humanos y cristianos a disfrutar de Dios y a hacerle feliz en todo cuanto emprendemos en esta vida y en la venidera, no existe mayor motivación para nosotros que ser veraces y compasivos.
Y, en segundo lugar, el Señor nos garantiza, incluso yendo en contra de la corriente de este mundo en la que prima la superficialidad, la estética y el individualismo, que nuestros vecinos, nuestra sociedad, reconocerá en nosotros la diferencia que marca Cristo en nuestras vidas. No seremos famosos en la misma clave que hoy en día todo el mundo busca, en la notoriedad y en el aplauso insustancial, pero sí seremos reconocidos por nuestra honestidad, fiabilidad y benevolencia para con los más menesterosos. No hay mayor satisfacción que comprobar cómo alguien se acerca a nosotros, no por el resplandor de nuestra trayectoria farandulera, sino porque pueden confiar en que siempre hablaremos la verdad y en que siempre estaremos ahí para mostrarle bondad y misericordia.
  1. RECTITUD Y BIENESTAR FÍSICO
Salomón conoce de primera mano que, en ocasiones, incluso en nuestra rectitud y deseo de servir al Señor, los humos se nos pueden subir a la cabeza, desviándonos de lo correcto, y por ello nos ofrece los siguientes consejos: “Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y él hará derechas tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión, sino teme a Jehová y apártate del mal, porque esto será medicina para tus músculos y refrigerio para tus huesos.” (vv. 5-8) ¿No os ha pasado, que aun sabiendo que Dios puede esclarecer mejor que nosotros el destino de nuestros deseos de futuro, preferimos planificar según lo que nos dicta el corazón sin contar con Él? ¿Y qué sucede cuando programamos nuestras vidas desde lo que nosotros consideramos prudente y sensato, y no le damos cabida en nuestras decisiones? Nos pegamos un trastazo del quince. Y cuando nos vemos empantanados por circunstancias en las que no pensamos a la hora de construir nuestro porvenir, nos rascamos la cabeza extrañados y diciéndonos para nuestros adentros: “Si la razón, mis conocimientos del tema y mi punto de vista sobre este asunto parecían tan sólidos...”
La lección que recibimos es la que Salomón nos ofrece: hemos de consultar a Dios, a su Palabra, cada vez que tengamos que tomar cualquier decisión en la vida. Dios ve cosas que nosotros no somos capaces de considerar, conoce situaciones futuras que pueden echar por tierra nuestros sueños, es consciente de lo que necesitamos, y respalda proyectos que se ajustan a lo que Él desea para nuestras vidas. Nuestra confianza debe ser puesta en Dios en toda oración y súplica. No hay decisión en la que Dios no deba participar. Si somos capaces de confesar cada día que Él está detrás de todo lo bueno que nos sucede, tras de la disciplina que aplica sobre nuestras vidas cuando nos desmandamos de su mano, y tras cada circunstancia que se nos antoja misteriosa y enigmática, Él irá construyendo nuestro futuro desde su amor y verdad con el trazo recto de su justicia. Si evitamos el mal en todas sus manifestaciones y formas, el Señor nos guiará a los verdes pastos por los que nuestra alma hambrienta suspira. La recompensa a dejar de vivir según nuestras impresiones y opiniones de lo que es verdadero y sensato, sobrepasa lo espiritual para llegar a impregnar lo físico. El galardón de confiar en Dios, de dejar que Él nos dirija con su Espíritu Santo y de temerle en cada paso del camino de la existencia, es el bienestar tanto espiritual como físico, la erradicación de enfermedades psicosomáticas.
  1. PROSPERIDAD Y RESPONSABILIDAD
Dos nuevos consejos asoman desde la pluma de Salomón para ayudarnos a comprender el papel que deben tener la mayordomía y la disciplina en nuestras vidas: “Honra a Jehová con tus bienes y con las primicias de todos tus frutos; entonces tus graneros estarán colmados con abundancia y tus lagares rebosarán de mosto. No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, no te canses de que él te corrija, porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere.” (vv. 9-12) La preocupación de Dios por que sus hijos sean conscientes de la ventaja que supone colocarse bajo su dirección también concierne al dinero y los bienes. Podemos tener muchos o pocos bienes y propiedades, mucho o poco capital, pero todo debe ser colocado delante de Dios desde la obediencia. Una de las maneras en las que demostramos a Dios ser obedientes y prudentes es invirtiendo nuestros bienes en asuntos de buena ley como sostener a la familia, legítimos como pagar a sus empleados conforme a justicia y para ayuda de los necesitados. Y otra tiene que ver con rendir a Dios en adoración las primicias de lo que vamos recibiendo gracias a su provisión y amparo cotidianos. Ser mayordomos sensatos y obedientes supondrá ser objetos de la gracia divina, la cual nos proveerá más allá de nuestra necesidad. La imagen de graneros llenos a rebosar de trigo o cebada, así como el retrato de lagares que ya no dan más de sí a causa de una grandiosa vendimia, símbolos del pan que alimenta el cuerpo y del vino que alegra el corazón, nos ayudan a visualizar de qué modo Dios bendice a sus hijos cuando ejercen la mayordomía de forma sistemática y diestra.
Dios aborda también el tema de la disciplina, cuestión que puede llegar a abrumar el pensamiento occidental. El Señor quiere que todos entendamos que, si Él disciplina o castiga, no lo hace ni con saña, ni con ánimos de venganza, ni con el deseo de descargar su frustración tal como hace algún que otro progenitor humano. Hemos de saber comprender que Dios, cuando nos disciplina, cuando nos corrige y amonesta, lo hace simple y llanamente por amor a nosotros. ¿Qué padre o madre que se precie de serlo disfruta dando unos azotes a su hijo? Yo creo que ninguno. Incluso podríamos decir que nos entristece hacerlo, aunque sabemos que es preciso disciplinar a nuestros vástagos. Nos duele en el alma, aun cuando el hijo no sepa apreciarlo.
El hijo puede decir tras su corrección que somos unos ogros, unos malos padres, y quizás puede exasperarse después de varias sesiones de amonestación, pero con el tiempo se dará cuenta de que, en realidad, todo era necesario para que comprobase que los actos tienen consecuencias, y que las maldades deben ser penalizadas. El hijo ha de asimilar que todo es parte de la forja de un carácter y de la inculcación de una serie de valores morales que resaltan la justicia de Dios. Dios nos ama, y como hijos suyos, si no nos atenemos a sus reglas y mandamientos, no podemos esperar más que su reprensión, a fin de que aprendamos a caminar según su voluntad. La mejor recompensa que podemos recibir de la disciplina del Señor es una vida futura repleta de justicia y coherencia, algo que deberemos compartir con nuestros propios hijos más adelante.
  1. FELICIDAD Y BENDICIÓN A LOS DEMÁS
Para concluir con esta revisión de las recompensas que la obediencia y la búsqueda de la sabiduría celestial deparan a quienes desean vivir de acuerdo a las líneas directrices que Dios establece para una vida plena, Salomón nos presenta una bienaventuranza: “¡Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría y obtiene la inteligencia, porque su ganancia es más que la ganancia de la plata, sus beneficios más que los del oro fino! Más preciosa es que las piedras preciosas: ¡nada que puedas desear se puede comparar con ella! Larga vida hay en su mano derecha, y en su izquierda, riquezas y honra. Sus caminos son caminos deleitosos; todas sus veredas, paz. Es árbol de vida para los que de ella echan mano, y bienaventurados son los que la retienen.” (vv. 13-18) El sabio de Israel emplea esta bienaventuranza, este cántico a la felicidad que ha de perseguir todo ser humano, para recapitular sobre todo lo dicho anteriormente. La felicidad, recompensa que todos queremos para nosotros mismos y para el resto de la humanidad, reside fundamentalmente en ser sabios e inteligentes. No se trata, como ya vimos en sermones anteriores, de una sabiduría humana o de una inteligencia puramente académica. Hablamos de tener temor de Dios y de estar presto a los dichos de su boca para actuar conforme a su voluntad, la cual es nuestra recompensa.
Ni todo el dinero del mundo, monedas y lingotes de plata y oro incluidos, pueden compararse con ser sabios según Dios. Podríamos ser personas acaudaladas y multimillonarias, pero sin sensatez, toda esa riqueza sería dilapidada en un visto y no visto. Ejemplos tenemos de ello: deportistas, artistas, cantantes, actores y empresarios que con su mala cabeza invirtieron de forma absurda su capital en proyectos mediocres, y se vieron en la miseria más grande. La sabiduría y la obediencia debida a Dios es mucho más valiosa que las joyas más deslumbrantes y costosas del mundo, y como dice Salomón, no hay nada que puedas soñar o desear en esta vida que se pueda asemejar a detentar una sabiduría vital que se apoya en los designios de Dios. El escritor de Proverbios vuelve a recordarnos la recompensa de la obediencia en términos de longevidad, honor, gracia para con nuestra sociedad, paz y disfrute pleno.
¿Qué más podríamos anhelar en esta vida si en Dios y en su sapiencia hallamos todo lo que colma nuestro espíritu? Y por si esto fuera poco, desde el prestigio que brinda la obediencia y el entendimiento de lo alto a nuestro proceder, podemos llegar a ser de bendición a los demás. La sabiduría es vida y felicidad para aquellos que acuden a nosotros como canales del temor de Dios. Emplear en la vida real la sabiduría de Dios y tenerla siempre fresca en nuestra mente y en nuestro corazón nos ayudará a nosotros mismos y a aquellos que, de forma imprudente, todavía siguen caminando por la vida desde una visión individualista e incrédula de lo que significa ser obedientes a Dios.
CONCLUSIÓN
¿Quieres ser feliz y vivir largos días con paz en el corazón, contigo mismo, con Dios y con todo el mundo? ¿Deseas ser reconocido por tu bondad, buena disposición para con las necesidades de los demás, como alguien que es de fiar y en el que es posible hallar consejo y bendición? ¿Ansías llevar a término todos tus planes de forma satisfactoria y perfecta? ¿Anhelas ser un buen administrador de todo lo que Dios te ha entregado? ¿Es tu sueño poder encaminar a tu familia desde la justicia, el orden y el temor a Dios? Solo hay un camino: la obediencia al Señor y la búsqueda de su sabiduría.
¿Quieres vivir amargado una vida sembrada de sinsabores y remordimientos, alejado de Dios y en lucha constante contra tu prójimo? ¿Deseas ser conocido por tus delitos, por tu mal proceder contra los inocentes, por despojar de vida e ilusión a tu familia? ¿Ansías comprobar cómo todos tus proyectos fracasan y se van a pique una y otra vez? ¿Anhelas quedarte en la ruina y en la miseria por malgastar y no saber gestionar lo que Dios pone en tus manos? ¿Es tu sueño romper tu familia, agraviar a tu cónyuge y malcriar a tus hijos a causa de tus adicciones, engaños e infidelidades? Solo hay un camino: desobedecer a Dios y confiar en la insensata y degenerada visión de la inteligencia personal.
¿Qué camino escogerás hoy? Uno lleva a la vida eterna, y el otro al infierno de fuego y azufre. No importa si hoy quieres tomar una decisión o no, porque en un momento dado de tu existencia te enfrentarás a esta disyuntiva, y no podrás eludir tu respuesta. Solo pido a Dios que no yerres el blanco y te equivoques de camino.


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