MALAMENTE

SERIE DE ESTUDIOS SOBRE 2 TIMOTEO “NO ES FÁCIL”
TEXTO BÍBLICO: 2 TIMOTEO 3:1-17
INTRODUCCIÓN
No hace falta hacer entender a nadie que vivimos en una era turbulenta y peligrosa de la historia en lo que al trato pastoral con las personas se refiere. El pastor tiene que vérselas con todo tipo de personas. Unas son bondadosas buscadoras de Cristo, con un anhelo profundo y sentido por conocerle y ser sus discípulos. Otras son oportunistas que aprovechan que el pastor tiene algún otro conocimiento de asuntos administrativos para recurrir a éste cuando convenga. Otras son sanguijuelas espirituales y emocionales que demandan ferozmente una atención mucho más personal y dilatada en el tiempo. Otras optan por intentar dorar la píldora al pastor con grandilocuentes muestras de su capacidad espiritual y operativa a fin de infiltrarse en el organigrama de la iglesia.
Otros piden cita con el ministro de culto para que éste les ofrezca una respuesta que se acomode a su depravada manera de vivir. Y otros recurren a la consejería pastoral para ahorrarse el psicoterapeuta y despacharse a gusto sobre la historia de su vida sin visos de que desee cambiar de hábitos y conductas. De todo escucha el pastor desde la discreción y la disponibilidad. Pero no es fácil lidiar con determinados caracteres y personalidades que absorben tiempo y energías de una forma desmesurada e incontenible.
El pastor debe moverse en la sociedad en la que le toca vivir a nivel local, en su contexto inmediato, y esta interacción pastoral procura una serie de encuentros con personajes que intentan enmarañar las cosas para su beneficio personal a costa de afectar con sus acciones y manifestaciones al resto de la grey de Dios. Hoy día, por medio de la obra social, es posible alcanzar relacionalmente a muchas personas, todas ellas diferentes, y muchas de ellas con la idea de regatearte, de camelarte y de liar la madeja lo máximo posible. Algunas, incluso se autoproclaman cristianos, aunque nunca les veas el pelo ni un solo domingo.
Tratar con personas, bien lo saben aquellos que trabajan de cara al público, no es fácil, y si eres pastor, imaginaos. Porque resulta que el pastor es visto como esa persona a la que se le puede molestar siempre, a la que indefectiblemente tiene su móvil encendido a todas horas, a la que se le puede tocar el timbre a intempestivas horas de la noche para pedir unos euros para mejor no saber qué, y a la que se le puede hacer perder el tiempo con problemas que solamente pueden resolverse desde la profesionalidad de especialistas en materia psicológica. Y el pastor, que es un buenazo de primera categoría, no va a quejarse o lamentarse porque, como algunos dicen sin pelos en la lengua, todo esto entra en el sueldo.
Menos mal que los miembros de la iglesia maduros conocen a la perfección los límites racionales y lógicos del ministerio pastoral. En la necesidad, el pastor deja todo para visitar y orar por el afligido creyente. En la celebración, el pastor se goza con los que se gozan. En la enseñanza, instruyen con excelencia y conocimiento de las circunstancias que rodean a la congregación. En la presidencia, dirigen el culto de adoración y la oración comunitaria con fervor y pasión. En la administración de la iglesia, mantienen el orden y la mesura. En la consejería pastoral, atienden con solicitud y paciencia cualquier situación que afecta individual o matrimonialmente a varios hermanos de la comunidad de fe. Y la lista de tareas que colman sus agendas sigue y sigue...
Sin embargo, hay ocasiones en las que se llega a descompensar la atención debida al rebaño propio por la concentración en individuos que restan tiempo y dedicación a quienes de verdad la requieren. Y cuando les intentas decir, con todo el cariño y la diplomacia del mundo, que es preciso que abrevien, que dejen de consumir horas al estudio bíblico y a la preparación de nuevos recursos y materiales de educación y predicación con el fin de alimentar espiritualmente a quienes con seguridad desean escuchar la voz de Dios por medio del pastor, se enfadan, y hacen lo posible y lo imposible por malmeter, por difamar o por desprestigiar al pastor de turno.
  1. MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA
Como diría la cantante de moda Rosalía, el panorama que se abre ante la labor pastoral, solo puede etiquetarse de que está “malamente, tra, tra.” Consideremos si no, el estado particular de Timoteo cuando Pablo le envía esta carta. Ya hemos observado previamente en ella que Timoteo estaba de capa caída, deprimido y abrumado por las condiciones en las que estaba intentando desarrollar su labor pastoral. A la problemática suscitada por las luchas intestinas, por los arribismos desencadenados, por la falta de respeto a la figura pastoral, y por la introducción sibilina de maestros espurios, ahora se le añade la clase de personas con las que debe departir y relacionarse cotidianamente, las cuales son amenazas parlantes y andantes.
Pablo, que pasó por esta clase de coyunturas y mucho más, tiene en su ánimo el aconsejar a su hijo espiritual que, en la medida de lo posible, se abstenga de entablar cualquier forma de lazo afectivo con individuos que solamente pretenden hacer el agosto entrando en el círculo eclesial. Y para ir calentando motores, el apóstol deja muy claro que la situación por la que está pasando Timoteo, es una dinámica tóxica en la que debe apelar al discernimiento y el criterio que solo el Espíritu Santo sabe dar a sus siervos.
Pablo inicia este capítulo advirtiendo a Timoteo de que la cosa puede ponerse “malamente,” en lo que atañe a la relación que pueda tener con malvados y reprensibles seres humanos que se acercan a la iglesia para ver qué pueden sacar: También debes saber que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos." (v.1) Aviso para navegantes: la tormenta solo está empezando a mostrar su virulencia y potencial catastrófico. Si Timoteo no había sido consciente hasta el momento de que, en la era de la iglesia primitiva, en el espacio temporal en el que desempeñaba su vocación pastoral, iba a sufrir el acoso y derribo de auténticos profesionales del timo, de la astucia y del trilerismo espiritual, ahora tenía en sus manos la evidencia absoluta de que ser pastor no iba a ser un paseo por la campiña inglesa.
El comienzo de la era cristiana, como bien sabemos al estudiar y leer las epístolas paulinas, petrinas, joaninas, etc., no era una balsa de aceite precisamente. La satisfacción de contemplar cómo miles de hombres y mujeres entregaban genuinamente sus vidas a Cristo, se entremezclaba con la desilusión de observar cómo charlatanes y falsos maestros se infiltraban solapadamente en la comunidad de fe. Era una realidad agridulce para aquellos que eran pastores y apóstoles en aquellos primeros años de la iglesia. Desde la experiencia, Pablo no quiere que Timoteo se lleve a engaño, y por ello, no duda en remarcar la clase de tiempos y de personas a las que tendrá que enfrentarse cuando vuelva a retomar sus responsabilidades pastorales.
A continuación, Pablo describe y pinta el carácter de un grupo de individuos que buscará incansablemente influir y afectar a la comunión fraternal y a la doctrina esencial de la iglesia. Como se dice vulgarmente, agarraos que vienen curvas, porque el “malamente” se queda corto al reconocer sus características básicas: Habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanidosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, sin templanza, crueles, enemigos de lo bueno, traidores, impetuosos, engreídos, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella. A esos, evítalos. De ellos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas pasiones. Éstas siempre están aprendiendo, pero nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad. Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también estos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe. Pero no irán más adelante, porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo fue la de aquellos.” (vv. 2-9) ¡Qué maravilla de personas! ¿Verdad?
Vayamos conociendo a estos dechados de “virtudes.” Son personas egocéntricas por excelencia. No miran por la necesidad de los demás, ya que la suya es mucho más importante y acuciante. La palabra griega para este título, “filautés,” ya nos lo dice todo: amigos de sí mismos. Despliegan este egoísmo a través de la avaricia, amando más el dinero que cualquier otra cosa, y por ello, tienen un sensor especial en su mente que olfatea la pasta y las oportunidades de conseguirla con malas artes. No tienen abuela, presumiendo de sí mismos como siendo el capricho de los dioses, los seres más hipermegaespirituales de la tierra. Reclaman para sí una grandeza de la que carecen, y lo hacen proclamándolo a los cuatro vientos.
Son arrogantes en palabra y hecho, y su soberbia no tiene límites. Creen estar por encima del resto de la humanidad, y manifiestan su superioridad con discursos pedantes, vanos e hinchados de aire. No vacilan en darle a la lengua de forma maliciosa, difamando como quien no quiere la cosa, diseminando su veneno entre rumores y murmuraciones, todo con tal de desprestigiar al pastor de la iglesia, con tal de que todos lo vean desde el prejuicio y la sospecha. La palabra griega para esta actitud es “blasfemos,” hablar mal de alguien con el objetivo de alzarse con el poder dentro de la comunidad de fe.
Son desobedientes a sus padres, cosa que nos deja ver de qué clase de personas hablamos. Si no han sido capaces de respetar a sus progenitores desde su niñez y adolescencia, ¿cómo iban a desear seguir las directrices del pastor de la iglesia? Tienen un problema bastante grave con la autoridad, y siempre que pueden, intentan minar y menoscabar la enseñanza y predicación del siervo de Dios. No muestran ni un ápice de gratitud cuando se les auxilia o atiende. Dan por supuesto que es la obligación del pastor y de los diáconos el proporcionarle lo que necesita. Son tan desagradecidos que, aunque hayan visto resueltas sus necesidades por parte del ministerio pastoral, harán cualquier cosa por hacer daño a éste para lograr ocupar su lugar.
Su impiedad, esto es, su intención de ofender las decencias básicas de la vida, es manifiesta en sus acciones. La palabra griega que aquí se emplea sugiere la idea de hacerse el sueco a la hora de sepultar el cadáver de alguien o de cometer un acto tan deleznable e impúdico como es el incesto. Todo le resbala y no respeta ni honra a Dios. Su naturaleza no es empática ni misericordiosa, ya que, como vimos, solo viven para sí mismos, y expresar cualquier tipo de sentimiento o afecto por los demás es interpretado automáticamente como una debilidad del carácter a evitar en lo posible. No aman a nadie, ni saben amar.
Cuando meten la pata con alguien, cuando agravian a otra persona o cuando cometen un error contra el prójimo, despliegan una asombrosa habilidad para darle la vuelta a la tortilla y no tener que disculparse en lo más mínimo. No saben ni quieren perdonar o ser perdonados. La reconciliación no es lo suyo. Siempre querrán tener la razón y gritar su inocencia, aun a pesar de que todas las evidencias de un acto criminal o delictivo les señala de pleno. Se apuntan a la labor que tan bien sabe hacer Satanás, la de acusar con motivos y sin ellos a los demás. De hecho, la palabra para esta clase de actitud es “diábolos.” Mienten más que hablan, embaucan, engañan y buscan que la congregación comience a dudar de la idoneidad del pastor o del liderazgo.
Son unos auténticos sinvergüenzas, ya que cuando son pillados con las manos en la masa, perpetrando cualquier delito en el seno de la iglesia, tienen la cara dura de decir que “no es lo que parece,” o “que no es para tanto.” Carentes de autocontrol, su incontinencia espiritual y moral es proverbial, mostrándose desinhibidos por mucho que se les afee la conducta perversa de la que hayan sido acusados. Su salvajismo no conoce límites, su crudeza a la hora de decir las cosas con el objetivo de lacerar corazones e imprimir preconceptos en la mente de sus oyentes los delatan, y su rudeza y brutalidad en el trato una vez han logrado sus metas, desdicen sus lisonjas y persuasiones previas.
Como si todo lo anterior fuese poco, solo consideran bueno lo que hacen en su propio interés, y odian el bien y la bondad que los creyentes se profesan entre sí en el seno de la iglesia. Si existe algo bueno que hacer, que decir o que recibir, enseguida se ponen manos a la obra para quitarle importancia, ponerle pegas o manifestar que tras el bien siempre hay gato encerrado. Si tienen que clavarte un puñal por la espalda lo harán sin miramientos ni escrúpulos. Si te tienen que pisotear para conseguir el éxito de su proyecto arribista, lo harán sin contemplaciones. Venderían a su madre con tal de lograr lo que desean. No se detienen ante nada ni nadie para ver cumplidas sus expectativas de poder. El engreimiento, la pretenciosidad y el darse humos sobre sus aptitudes y capacidades son su marca reconocible.
Son hedonistas consumados que se entregan plenamente a la satisfacción de sus caprichos y veleidades, arrinconando a Dios y usándolo como un vehículo eficaz para cebarse y aprovecharse de los creyentes y del pastor. Parecen piadosos, santos y súper espirituales, pero la realidad vital que representan es solo una fachada. Su hipocresía y su falsedad desmienten por completo su salvación y su fe. Se autodenominan cristianos, pero distan muchísimo de serlo, dadas sus conductas y su testimonio de vida, todas ellas contaminadas con el pecado y la maldad. Pablo dice que, a estos, ni agua. Timoteo debe evitar a toda costa tener cualquier clase de relación con ellos, so pena de verse influido por sus triquiñuelas y por el deterioro moral que exhiben ante la sociedad.
Pablo nos ofrece el modus operandi de estos especímenes depravados. Se infiltran como si de serpientes rastreras se tratase dentro de los hogares de determinadas mujeres, llamadas por su diminutivo despectivo “mujercillas,” dándoles a entender que son pastores que vienen a escuchar sus historias y a atenderlas por medio de consejería. Aprovechando la coyuntura moral y espiritual por la que atraviesan estas mujeres, la cual no es precisamente honorable y virtuosa, los falsos pastores calman con palabras vanas y explicaciones perversas la conciencia de éstas. Estas mujeres, posiblemente de moral distraída, con un pasado que dejaba mucho que desear, y que, por lo visto querían apuntarse a la moda de ser cristianas, caían rendidas en brazos de estos pícaros y se entregaban a ellos en términos sexuales y carnales. Y así se prolongaban en el tiempo estos encuentros y escarceos que, con la excusa de que eran para instruir y enseñar a estas mujercillas, solamente eran la justificación peregrina para cometer actos que escandalizaban incluso a los gentiles. ¿Cómo iban a aprender de estos personajes siniestros y lujuriosos la verdad del evangelio?
Aunque el pastor o cualquiera de los maestros le colocasen la verdad delante de sus narices, el falso creyente no solo no la reconocería, sino que la rechazaría de plano. La verdad era solamente lo que concordase con sus apetitos y concupiscencias. Nada más. Por ellos, la verdad del evangelio de Cristo, podía irse a freír espárragos. Pablo acude al Antiguo Testamento, concretamente al episodio que encontramos en Éxodo 7:11, para comparar a estos granujas y falsarios con dos de los magos de Faraón, Janes y Jambres, los cuales se opusieron una y otra vez a los maravillosos prodigios que Moisés realizaba con su báculo, instrumento del poder de Dios.
Veían cómo el Señor castigaba la dureza del corazón de Faraón con milagros impepinables, y erre que erre, se enrocaban en realizar esos mismos portentos sobrenaturales. En lugar de reconocer a Dios en estas plagas, solamente buscaban la manera de imitar lo inimitable con argucias y trucos de prestidigitación. Janes, cuyo nombre significa “el que seduce,” y Jambres, “el que se rebela,” son oportunos espejos en los que se miran estos malandrines de lo religioso. Su mente está tan embotada en nutrir sus vidas de placeres indecentes e ilegítimos que se halla corrompida por el pecado. Se han instalado en una continua, establecida e inalterable vida de depravación, cosa que los hace ser rechazados por Dios, por muy cristianos que se quieran llamar delante de los demás.
Seguramente harán estragos en medio del pueblo de Dios. Ciertamente llegarán a auparse a las cumbres del poder dentro de la comunidad de fe. Incluso alcanzarán una ascendencia sobre muchos miembros del cuerpo de Cristo. Pero tarde o temprano, esa apariencia de piedad, espiritualidad y corrección conductual, se resquebrajará a causa de su insensatez e impiedad, y sus vergüenzas serán contempladas, con ojos de asombro por unos, y con una mirada de constatación por otros. No irán muy lejos, porque sus mentiras tienen las patas muy, pero que muy cortas. Y del mismo modo que Janes y Jambres pudieron imitar algunas de las primeras señales que Moisés hizo de parte de Dios, llegó un momento en el que tuvieron que rendirse a la contundente realidad de que su poder y su capacidad solo eran de cartón piedra.
  1. BIEN HECHO, BUEN SIERVO Y FIEL
¿Conocéis, o habéis conocido a personas de esta calaña a lo largo de vuestras vidas como creyentes? Es inevitable tener que vérselas con ellos. Pablo no quiere que este amplio retrato de individuos tóxicos desanime a su pupilo Timoteo, y por ello, hace un recuento de sus virtudes y dones como pastor y maestro del evangelio: “Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, entereza, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, pero de todas me ha librado el Señor. Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución; pero los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.” (vv. 10-12)
A pesar de que Timoteo ha tenido que pelearse con un auténtico ejército de mala gente a lo largo de su ministerio pastoral, el apóstol Pablo considera que Timoteo ha realizado una labor encomiable. Por encima de todas las cosas, Timoteo no se ha apartado ni a derecha ni a izquierda de las enseñanzas de Pablo. Ha permanecido fiel en cada una de las lecciones dictadas por su padre espiritual. Su testimonio ha concordado coherentemente con el del viejo apóstol. Su propósito, aun a pesar de que está bajo mínimos en cuestión de ánimos y coraje, sigue estando presente en su corazón. Tal vez solo queden unas ascuas de su vocación pastoral, pero pueden convertirse en un fuego abrasador si se recupera de su crisis emocional y espiritual.
La fe en Cristo continúa moviendo su vida, insuflando aliento a su delicada alma. Nunca ha perdido su confianza en su Señor y Salvador Jesucristo. Se ha mantenido entero cuando los ataques arreciaban, firme en sus horas más negras y amargas, con la ayuda de Dios. Su amor no ha quedado en entredicho por muchos chismes y comentarios ponzoñosos que se hayan vertido en contra de su disponibilidad pastoral y de su naturaleza bondadosa. Ha sido paciente hasta límites insospechados, justo hasta el momento en el que su moral se ha quebrado a causa de la acumulación de factores negativos que lo han afectado interiormente. En medio de las persecuciones y de los padecimientos que comportaba ser cristiano en el siglo I, en un entorno hostil y pagano que aborrecía sus creencias, Timoteo resistió hasta el final.
Pablo hace memoria de episodios dramáticos y arriesgados que había vivido en tres ciudades distintas, donde el evangelio y su persona sufrieron el rechazo salvaje de algunas facciones judías. El apóstol se acuerda de cómo acabaron las cosas en Antioquía: “Los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites.” (Hechos 13:51); del resultado habido tras su predicación en Iconio: “Sucedió que los judíos y los gentiles, juntamente con sus gobernantes, se lanzaron a maltratarlos y apedrearlos.” (Hechos 14:5); y de las represalias en Listra: “Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio que persuadieron a la multitud; apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto.” (Hechos 14:19).
Sin embargo, a pesar de las amenazas y del peligro para su integridad física, volvería para visitar las comunidades de fe fundadas por Bernabé y él: “Después de anunciar el evangelio a aquella ciudad (Derbe) y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que permanecieran en la fe y diciéndoles: «Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.»” (Hechos 14:21-22)
Este último mensaje que Pablo da a estas iglesias concuerda a la perfección con el consejo que ofrece a Timoteo, para que se dé cuenta de que ser cristiano, y por añadidura pastor, no es cosa de coser y cantar. No obstante, también desea hacer comprender a Timoteo que la trayectoria que estos entrometidos en la dinámica eclesial y pastoral, tarde o temprano darán con sus huesos en la terrible realidad de su progresivo declive y decadencia. El engaño y la mentira, con el paso del tiempo, serán descubiertos, y entonces su prestigio e influencia se verán definitivamente afectados. Hasta tal punto serán pasto de sus propios embustes, que ellos mismos se verán enredados por las añagazas y timos de otros individuos más avispados y despiertos que ellos, los cuales les despojarán de lo logrado a base del retorcimiento de la verdad. Y todo ello sin hablar de que el padre de mentira, esto es, Satanás, los tendrá comiendo de su mano mientras caminan rumbo a la perdición y la destrucción.
  1. LA PALABRA DE DIOS ES SUFICIENTE Y EFICAZ
El precio de ser creyente en Cristo y de aceptar la vocación pastoral no es para cobardes. Pablo prefiere exponer delante de los ojos de Timoteo la vital y nuclear importancia que las Escrituras deben tener en la vida devocional y ministerial del siervo de Cristo. La Palabra de Dios se convierte en labios del apóstol de los gentiles, no en una herramienta más, o en un recurso más, sino en el recurso y en la herramienta suficiente que apoyará y respaldará su trabajo pastoral, tanto en los buenos como en los malos momentos: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (vv. 14-17)
Dios librará las batallas de Timoteo contra los advenedizos que intentan crear el caos en la casa de Dios. No debe rendirse ni sucumbir al desaliento cuando la iglesia es amenazada por bribones que vienen a pescar adeptos. Todo lo contrario. Ha de luchar a brazo partido y con valentía, empleando con destreza la espada del Espíritu Santo a fin de dejar al descubierto las asechanzas y errores que granujas puedan infiltrar en el torrente espiritual de la comunidad de fe. Su empeño y su constancia han de marcar la pauta a seguir por el resto de maestros de la congregación. Los cimientos firmes con los que fue construyendo su identidad en Cristo y su fe en Dios deben ser recordados.
Todo lo que ha aprendido de Pablo en palabra y testimonio debe aflorar ahora, en la crisis espiritual y vocacional, para reunir fuerzas y coraje en la contienda que se libra en la iglesia en la que ministra pastoralmente. Ha de rememorar el instante en el que las enseñanzas de Pablo pasaron de alto teórico a ser algo en lo que puso su confianza y esperanza. Desde la infancia, Timoteo había tenido la magnífica y bendita oportunidad de ser instruido en las profundidades del Antiguo Testamento y en la sabiduría que contenía el evangelio de Cristo. Este privilegio no podía caer en el saco roto del desánimo y del olvido.
Timoteo ha de valorar en todo su esplendor, vida y gloria la revelación especial de Dios plasmada en las Escrituras, las cuales son santas y mueven a hacer santo a aquel que las escudriña y aplica a su existencia. Los designios de Dios, compartidos y expuestos de viva voz al ser humano, muestran el camino sabio y prudente del temor de Dios, del plan de salvación en Cristo, de la vida eterna lograda por el Mesías esperado en la cruz del Calvario. Todo el consejo de Dios contenido en la Palabra de Dios es respirada directamente por Dios (gr. theopneustos), es como ese hálito de vida que sopló el Señor en las narices del ser humano cuando fue creado, es la voz de la Trinidad hablando sin intermediarios a nuestro corazón y a nuestra conciencia, es el Espíritu Santo colmándonos de la sabiduría de lo alto para alcanzar a ser santificados diariamente.
Y como ese cofre del que hablaba Jesús en una de sus enseñanzas, de las Escrituras podemos extraer tesoros viejos y tesoros nuevos que nos permiten enseñar la verdad y la justicia a los mortales, que nos ayudan a exponer los errores manifiestos de los falsos maestros, que nos asisten para corregir ética y conductualmente a las personas que no se ajustan a la voluntad de Dios aun cuando han decidido seguir a Cristo, y nos auxilian en la misión de enseñar a aquellos que son amonestados y corregidos a vivir como Dios manda y establece en su Palabra. Con las Escrituras en su mente, en su corazón y en su boca, Timoteo nada habrá de temer nunca, pues son suficientes para ordenar la vida del ser humano que anhela seguir a Cristo como discípulos obedientes.
La Palabra de Dios existe para cumplir el objetivo primordial de que, el hijo de Dios que se somete a la soberanía de Cristo, sea perfeccionado por la obra santificadora del Espíritu Santo para gloria y honra de Dios Padre. La vida del creyente es una experiencia espiritual y práctica venturosa y progresiva. La Biblia nos exige ser santos como Dios es santo, y en este deseo que brota de un corazón apasionado por Cristo y su misión, la revelación divina nos provee de todos los elementos necesarios para nuestro crecimiento y madurez en la fe, con tal de alcanzar a ser como el Señor Jesucristo en todos los aspectos.
Sin el sostén y guía de la Palabra de Dios es imposible engrasar el engranaje y el mecanismo que el Espíritu Santo pone en marcha, a fin de ser aprobados por Dios y poder dar frutos en forma de obras de misericordia para con el prójimo. Timoteo entenderá, desde esta genial y maravillosa lección que Pablo le ofrece con todo su cariño y estima, que la presencia de Dios lo acompañará en toda circunstancia y que su voz siempre le aleccionará a fin de seguir aspirando a ser como su Maestro y Señor, como Cristo. Aunque todo esté malamente a su alrededor, las Escrituras le darán la salida y el consejo que necesite en cada momento puntual de su vida y ministerio.
CONCLUSIÓN
Todo debe ser dicho, y es que la labor pastoral tendrá sus espacios para el agotamiento y la pelea, para la crisis mental y para la reflexión ante situaciones desconcertantes y superadoras. Pero también el ministerio de aquel que guarda, nutre y guía a una comunidad de fe es algo increíblemente edificante, satisfactorio y depara más gozos que sombras. A veces, el pastor puede verlo todo malamente, oscuro y turbio en el desempeño de su profesión. Sin embargo, la luz que emana de la Palabra de Dios siempre nos mostrará la parte más positiva y feliz de ser responsables de una iglesia caótica o problemática.
Como representantes del amor y la verdad de Dios a su pueblo, no existe nada más hermoso y poderoso que presentar nuestras vidas al servicio de Dios y de nuestros hermanos, aun corriendo el riesgo de ser erosionados y gastados. En Pablo contemplamos a un alma incansable que nunca dio por perdida una congregación por muy mal que estuvieran las cosas dentro de ésta. Y en Timoteo observamos lo que las presiones, los ataques furibundos de determinados personales ponzoñosos que se entrometían en la ortodoxia de la iglesia, y el menoscabo de su autoridad pastoral, podían llegar a hacer en la integridad espiritual y anímica de un siervo de Dios.
Las cosas pueden ponerse muy malamente, claro que sí. Pero sabemos que, con la ayuda de Dios y el consejo sabio de las Escrituras, volveremos a levantarnos para seguir luchando firmes y adelante en defensa de la fe cristiana. Roguemos al Señor que así sea.


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