LUTERO: REFORMA Y REVOLUCIÓN





SERMÓN SOBRE EL DÍA DE LA REFORMA PROTESTANTE

TEXTO BÍBLICO: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” (Romanos 1:16-17)

INTRODUCCIÓN
 
      En este día que hoy nos alumbra, pero cinco siglos atrás, un monje agustino y doctor en teología, asume la responsabilidad y el compromiso de confrontar la verdad revelada en la Palabra de Dios con una serie de usos y prácticas establecidos por una iglesia católico romana repleta de fraudes y lujurias. Con determinación, y sin prever las consecuencias de su acto simbólico, clava 95 tesis en las que denunciaba la podredumbre de una institución jerarquizada, alejada de los problemas de los creyentes y corrupta hasta la médula. ¿Qué podía hacer un solo hombre contra las huestes y ejércitos que estaban bajo el mando y señorío de la curia romana? Sin embargo, con esa resolución que solamente cabe en personas que se han consagrado a la proclamación y comunicación de la verdad bíblica, Lutero prende la mecha de un movimiento que hasta el día de hoy, con sus luces y con sus sombras, claro está, sigue predicando la reforma constante de nuestras estructuras eclesiales y personales según los designios de Dios manifestados en su Palabra de vida. Las palabras de Pablo a los Romanos que hemos leído calaron hondamente en el espíritu de Lutero, dándole argumentos más que suficientes para ser auténtico en la predicación de Cristo y su evangelio.

     Lutero fue un ser humano más que el Señor empleó para despertar las conciencias del pueblo llano, para desarmar cualquier argumento construido sobre las concupiscencias clericales en vez de sobre la revelación divina, para denunciar abiertamente ante el mundo los desmanes y negligencias de una religión desprovista de alma y corazón. En su ejemplo, no sin dejar de considerar que Lutero tomó decisiones erróneas y equivocadas, como todo ser humano que se precie de serlo, podemos encontrar tres acciones que, llevadas a término desde el ámbito eclesial, y desde el más personal e individual, pueden llegar a transformar nuestras existencias y la dinámica falsa y oscura de ciertos predicamentos teológicos y religiosos bastante alejados del modelo espiritual que Cristo tenía en mente a la hora de constituir su iglesia. Si nos atenemos a estos tres actos, en los que la decisión y la valentía están implícitos, y nos imbuimos del espíritu esencial de lo que proponía el germen de la Reforma Protestante, otro gallo cantará en este mundo que tanto necesita de referentes reformadores, revolucionarios y con una actitud de denuncia clara y rotunda de lo que no es fiel a las Sagradas Escrituras.

1.      LUTERO DENUNCIÓ LAS DESVIACIONES DE LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA

     No sabemos a ciencia cierta si en su visita a Roma, fue fraguándose en su mente y conciencia una especie de desazón al contemplar con pena e indignación el negocio en el que se había convertido el catolicismo. Lo cierto es que tuvo la oportunidad de constatar sin lugar a dudas que lo que ocurría en la Ciudad del Vaticano era una caricatura grotesca de la iglesia cristiana. Fiel a sus principios y leal a su entrega a Dios, tal como nos presentan sus biografías, con un alto grado de implicación en el conocimiento de la ley de Dios y con un exacerbado sentido de la culpa y la indignidad de comparecer diariamente ante Dios, Lutero acabó explotando de ira santa al observar cómo se expoliaba y explotaba la fe de los más humildes en orden a rescatar las almas de sus seres queridos de la tortura del purgatorio a cambio de dinero. Podía haber callado como otros muchos hicieron. Podía haberse unido a los predicadores ambulantes que vendían bulas e indulgencias y convencer con una retórica de amedrentamiento a las multitudes temerosas de los fuegos del infierno. Podía haberse mantenido al margen, velando por las necesidades de su monasterio. Podía haber continuado con su vida sin meterse en camisas de once varas, y asumiendo que todo lo que la iglesia católica romana llevaba a cabo, con el beneplácito del papa, era la voluntad de Dios. 

     Sin embargo, mientras leía y estudiaba apasionadamente la Palabra de Dios, intentando justificar lo injustificable, buscando motivos que hiciesen necesarias estas atroces prácticas, y deseando que lo que sus ojos veían solo fuesen imaginaciones suyas, Lutero se encontró frontalmente con la luz potente y brillante de la verdad bíblica. Por ningún lado encontró bases argumentales que apoyasen la venta de indulgencias, la cátedra del papa, los acuerdos de los concilios, la simonía o venta de cargos eclesiásticos, o el celibato de los sacerdotes. ¿Qué hubieras hecho tú? ¿Hubieras arriesgado tu acomodada posición para comenzar una guerra que se antojaba imposible de ganar? Lutero, sin pensar en las opiniones mortales o en su confortable estilo de vida, decide denunciar a toda costa los abusos que sufren los incultos e ignorantes creyentes de a pie. Solo Dios pudo haber colocado en la conciencia de Lutero la fortaleza de ánimo, el coraje y la voluntad de marcar la diferencia en un mundo que se plegaba por completo a los deseos desordenados de supuestos hombres santos.

     La denuncia de la que hizo gala Lutero, es muy propia de las acciones de los profetas bíblicos. Todos los hombres y mujeres de Dios que recibieron el Espíritu Santo para comunicar el oráculo de Dios a los pueblos y naciones, tuvieron que señalar condenatoriamente las tropelías que se cometían en contra de los designios de Dios. Algunos tuvieron que padecer persecución, torturas, burlas y martirio por decir la verdad con todas sus letras, pero todos lo hicieron sabiendo que eso era lo que debía hacerse para remover conciencias, romper dinámicas perniciosas y molestar un estatus de indiferencia e insensibilidad patentes. Dios no iba a permitir por más tiempo que unos pocos, para sufragar sus lujos y megalomaníacos proyectos de construcción, se aprovechasen de la fe y los sentimientos religiosos de una gran masa de personas acogotadas por las amenazas de sacerdotes y curas de ser excomulgados y de cerrar las puertas del cielo. Como creyentes que vivimos en una sociedad en la que se practica la malinterpretada tolerancia, y la tergiversación y distorsión continuas de la Palabra de Dios, no podemos dejar de denunciar, siempre desde nuestra previa autocrítica personal y eclesial, aquellas cosas, creencias y manifestaciones de lo religioso que atentan frontalmente a la correcta interpretación de las Escrituras. Desde algunas instancias afines a nuestra fe nos piden que no ejerzamos nuestro deber de confrontar las falsas doctrinas, para vivir tranquilos y en respeto mutuo con los falsificadores de la fe, sin embargo, nuestra conciencia, presa del celo por la Palabra de Dios debe impedirnos congraciarnos con la gente y ocultar la verdad tras una apariencia de paz y concordia.

2.      LUTERO QUISO REFORMAR UNA IGLESIA DEFORME Y CORRUPTA

     Lutero ni por asomo pensó, al menos al principio de todos los acontecimientos que desembocaron en la Reforma Protestante, en marcharse y desapuntarse como miembro de la Iglesia Católica Romana. Solo quería que desde las altas instancias se dieran cuenta de la descabellada y absurda querencia por llenar las arcas de Roma con la sangre, el sudor y las lágrimas de miles de personas con recursos muy exiguos y necesidades tan grandes. Su “reforma” había fijado su objetivo a un nivel poco ambicioso, ciñéndose más a las formas que al fondo de la cuestión. No obstante, con el paso del tiempo, con la aceleración de los acontecimientos y con la atención y protección de los príncipes alemanes, y el desdén y el menosprecio del papa romano, su sueño de reformar desde dentro la institución de la iglesia comenzó a tomar cuerpo. La lucha había empezado, y mil obstáculos y enemigos habrían de enfrentarse a él y su deseo de reconducir la doctrina y la estructura de una iglesia católica olvidadiza de Cristo y de sus enseñanzas. Reformarse supone encauzar todo aquello que se había desviado hacia el orden y la armonía del equilibrio que brinda una saludable interpretación de la Biblia como voluntad soberana y práctica de Dios para sus hijos. 

    Desafortunadamente, la reforma intestina que quiso llevarse a cabo, solo supuso la fractura y el cisma definitivo entre dos perspectivas diametralmente opuestas de considerar a Cristo, la Palabra de Dios, la justificación por la fe, y la soberanía divina. Aunque pudo parecer que algunos círculos internos católicos atisbaran por un instante que la verdad estaba de parte de Lutero y sus argumentos, lo cierto es que la Contrarreforma y el Concilio de Trento no fueron la reforma que Lutero reclamaba para el catolicismo. En vez de luchar por regresar a los orígenes apostólicos y a una base cristocéntrica, solo se purgaron determinadas instituciones corruptas que más tarde volverían a recaer de su enfermedad ambiciosa. En vez de asumir que se estaba equivocado y que era menester remozar la iglesia y todas sus instancias, la persecución de personajes como Lutero a causa de ideas religiosas distintas, el ajusticiamiento de católicos que se daban cuenta por fin de las mentiras que les contaban desde los púlpitos, y la quema de herejes en hogueras, se recrudeció notablemente. No caigamos pues, en el error de cambiar solamente lo externo y reformar la fachada de nuestra iglesia o persona. Más bien, dejemos que Cristo y su Espíritu Santo transformen y reformen nuestra alma, nuestras prioridades y nuestros propósitos como hijos del Dios altísimo.

3.      LUTERO REVOLUCIONÓ LA SOCIEDAD Y LA RELIGIÓN CRISTIANA

     Lutero, además de denunciar la falsedad y argumentar su ataque contra ella mediante la Palabra de Dios, además de querer que la iglesia fuese reformada en un retorno a los principios bíblicos que la describen a la perfección, también quiso revolucionar y trastornar el mundo. No puede haber denuncia ni reforma, sin un cataclísmico movimiento hacia adelante. Romper con las cadenas que atenazaban las almas y los pensamientos de miles y miles de personas a una supuesta autoridad conferida por las alturas celestiales era un ejercicio necesario. Tal vez Lutero no pensó en las repercusiones que su rebeldía e insumisión tendría en la masa de gentes que solo anhelaban justicia, igualdad y libertad, pero que no sabían articularlas sino por medio de la violencia y la lucha de clases. La guerra de los campesinos, que dejó una mortandad escandalosa y desafortunada, fue el producto de no haber sabido canalizar una revolución que pasaba de lo meramente espiritual o confesional a lo práctico y social. Las revoluciones siempre conllevan sangre, muerte y fracturas sociales difíciles de restañar, pero no cabe duda de que, muchas de estas revoluciones posean esa necesidad esencial de choque y conflicto. No fue deseable todo lo que la Reforma Protestante llegó a provocar, guerras de religión interminables, odios y fobias de índole religiosa, y represalias militares e ideológicas. Sin embargo, lo que pasó, pasó, y de algún modo contribuyó a fortalecer la firmeza con la que se quería asentar esta renovada manera de entender la religión cristiana.

    Por supuesto, esta no es nuestra visión de lo que significa una revolución. Las revoluciones pueden prosperar desde la no violencia, desde el discurso paciente y pacífico de un evangelio de amor, desde la práctica testimonial de los dictados divinos, desde la obra social de cuidado del menesteroso, desde el interior hacia el exterior, desde una relación personal con Cristo que manifiesta sus frutos de justicia para la gloria de Dios y la exhibición de la salvación eterna a nuestros vecinos y amigos. Enarbolar una espada para vencer al que falsea las Escrituras, o insultar con consignas de reprensión propia de un exorcismo, no es el camino de nuestra revolución. La nuestra es una revolución silenciosa en nuestras acciones y pregonera en nuestro mensaje bíblico. Lutero tuvo que contemplar con amargura las consecuencias de palabras encendidas y apasionadas en los oídos y mentes de personas que no calibraron el alcance de las mismas en términos de valores del Reino, sino que las interpretaron como un salvoconducto para cometer delitos y desatar el caos en el mundo. Esta no es la vía de nuestra reforma, denuncia y revolución. Nuestra senda es la que caminamos unidos como un solo cuerpo, testificando a diestro y siniestro del evangelio del Reino de Cristo, denunciando la mentira en todas sus expresiones y la injusticia cometida sobre los marginados sociales, y deseando que Dios transforme y reforme corazones que buscan y ansían revolucionar el contexto en el que viven y se forman. Quiera Dios que podamos insuflar nuestras almas y conciencias con las palabras inolvidables y reveladoras de Lutero cuando, en su comparecencia en la Dieta de Worms, él dijo lo siguiente: “A menos que no esté convencido mediante el testimonio de las Escrituras o por razones evidentes —ya que no confío en el Papa, ni en su Concilio, debido a que ellos han errado continuamente y se han contradicho— me mantengo firme en las Escrituras a las que he adoptado como mi guía. Mi conciencia es prisionera de la Palabra de Dios, y no puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro o correcto actuar contra la conciencia. Que Dios me ayude. Amén.”

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