DALE UN RESPIRO A TU TRABAJO





SERIE DE ESTUDIOS “PRODUCTIVOS: ENCONTRANDO FELICIDAD EN LO QUE HACEMOS”

TEXTO BÍBLICO: ÉXODO 31:12-17

INTRODUCCIÓN

      Los tiempos que nos están tocando vivir no nos dejan disfrutar de un merecido respiro después de una semana de arduo trabajo. Aquella cultura cristianizadora que abogaba por respetar el domingo como espacio para el descanso físico, mental y espiritual se ha ido desvaneciendo con el ávido y progresivo deseo de capitalizarlo absolutamente todo. Atrás quedaron aquellos tiempos en los que el sábado se compraba doble porque en domingo los comercios estaban cerrados. Las leyes del capitalismo más descontrolado han logrado que existan tiendas o centros comerciales que abren en domingos y festivos porque se han dado cuenta de que los consumidores ya no tienen en cuenta los momentos de reposo que antiguamente eran prácticamente sagrados. Y qué decir de espectáculos, deportes y demás actividades que separan a la familia de ese pequeño reducto de la comida familiar. El domingo como día de reposo y sosiego ha dado paso a un domingo en el que se trabaja duramente y en el que, lamentablemente, ya no reparamos como un día especial de asueto y reflexión semanal.

    No debería sorprendernos esta tendencia actual de suprimir el domingo como día de descanso dados los intereses mercantilistas que hoy gobiernan  y la secularización salvaje que sacude hasta los mismísimos cimientos de la moral cristiana. Lo que sí debería hacernos meditar es el hecho de que muchos cristianos han olvidado el auténtico significado y la esencia primordial del día de reposo. Para muchos creyentes separar el domingo para entregarlo a Dios es meramente una opción más, y no una prioridad. Se considera en general que la observancia del domingo es poco importante, aun cuando para Dios sí lo es. Las instrucciones que Dios da a Moisés en el capítulo de Éxodo que nos ocupa se encuentran dentro del contexto de la construcción y elaboración del Tabernáculo. Tras especificar todos y cada uno de los detalles que deben formar parte de este recinto santo, Moisés deja sentado que durante seis días los operarios y artesanos trabajarán y que al séptimo descansarán. Esta disposición se extiende a partir del v. 12 a todo el pueblo de Israel. Si Dios estima que incluso en la construcción de su Tabernáculo se debe reposar del trabajo hecho, ¿por qué entonces nosotros no estimamos profundamente este mandamiento escrito con el dedo de Dios en las tablas de piedra del Decálogo?

A. UN RESPIRO SANTIFICADOR

“Habló además el Señor a Moisés, diciendo: Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy el Señor que os santifico.” (vv. 12-13)

      El día de reposo tiene un objetivo primordial muy claro: promover el conocimiento del Señor. El motivo fundamental por el que los cristianos respetamos este día es porque Dios así lo ha dejado establecido en su Palabra. Moisés se convierte en mensajero de Dios para recordar de nuevo lo estipulado en el Decálogo, y debe velar porque todo el pueblo asuma que la obediencia debe primar en aquello que tiene que ver con la voluntad de Dios. Dios desea convertirse en el centro del tiempo y del espacio de su pueblo, quiere que recordemos sus obras poderosas en la creación y anhela recibir de sus hijos la adoración que solo Él merece. Guardar el día de reposo es reconocer que éste es un tabernáculo en el tiempo de nuestra semana, un refugio donde poder tomarnos un respiro, donde meditar tranquilamente en los designios de Dios contenidos en las Escrituras. El día de reposo es la evidencia de que existe un Dios que se preocupa por nosotros y es la señal por medio de la cual ligamos nuestro destino a su soberana voluntad.

    El domingo se ha convertido para los creyentes en sinónimo de conocimiento de Dios en comunidad. Nos reunimos como iglesia en el día de reposo para conocer, comprender y asimilar todas las verdades, principios y valores que emanan de Dios. Y tal y como reseña Moisés, uno de los dones que mejor retrata a Dios es su carácter santo y su deseo por santificarnos, por apartarnos del mundo por un instante, y renovar nuestra comunión con Él. Aunque queramos resistirnos, necesitamos el domingo para entablar un diálogo comunitario que va a cargar las pilas del alma de una nueva pasión por guardar sus mandamientos. Dios espera santificarnos en el día de reposo, trayendo a nuestra mente su redención y perdón, su misericordia y su justicia. Por lo tanto, cuando se termina una semana de trabajo duro, el cristiano da gracias a Dios por haber separado veinticuatro horas en las cuales hemos aprendido un poco más de cómo es Dios y de qué quiere hacer en medio de su iglesia.

B. UN RESPIRO COMPROMETIDO

“Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo consagrado al Señor; cualquiera que trabaje en el día de reposo ciertamente morirá.” (vv. 15-16)

     La reiteración que en estos versículos aparece sobre las consecuencias funestas de desobedecer flagrantemente el día de reposo no habla de compromiso. Aunque sabemos que todas estas medidas punitivas ya no tienen vigencia práctica en nuestra época, sí que debe impulsarnos a pensar que este día es una joya preciosa que Dios quiere entregar a su pueblo como distintivo. El pueblo debe considerar este día de manera especial a la luz del compromiso adquirido con Dios en el pacto que sustenta a toda la nación israelita. Existen tres clases de leyes veterotestamentarias que nosotros también hemos de tener en cuenta cuando queremos valorar, del mismo modo que Dios lo valora, este día de reposo. Está la ley moral que expresa la voluntad universal y eterna de Dios para todos los seres humanos en todos los lugares y a través de toda la historia. Está también la ley civil por medio de la cual se da a Israel de manera concreta una serie de instrucciones basadas en el gobierno teocrático. Y por último, está la ley ceremonial que propone aquellos rituales religiosos de adoración práctica que ya han sido completados en la persona de Cristo como eran los sacrificios animales por la expiación. 

    Por supuesto, existe una serie de trabajos que deben desempeñarse en domingo a causa de su excepcionalidad. Hay trabajos de ministerio, como el del pastor que debe atender a la iglesia a través de la predicación y la enseñanza bíblicas; trabajos de misericordia, como dar de comer a los necesitados o asistir a los enfermos en su lecho de dolor; trabajos de supervivencia, como empleos que no queda más remedio que desempeñar para traer pan a la mesa; y trabajos de necesidad perentoria, como actividades de emergencia como incendios, catástrofes naturales, crisis humanitarias, etc. Estas tareas tienen su justificación en las palabras de Jesús que dirige a sus acusadores cuando sana milagrosamente a personas en situaciones desesperadas: “El día de reposo fue hecho a causa del hombre, y no el hombre a causa del día de reposo.” (Marcos 2:27).

       Algunos cristianos, para quitar hierro al asunto, han elaborado una argumentación bastante endeble para devaluar el verdadero valor del día de reposo. Su argumento es que el día de descanso ha sido perfeccionado en Cristo, y que por lo tanto, ya no se sienten obligados a descansar esa jornada. Su descanso ya no radica en un día concreto de la semana, sino que éste reside en Cristo y en su obra salvífica que les da el auténtico descanso que Dios había prometido. Para ellos el día de reposo “es sombra de lo que ha de venir.” (Colosenses 2:17). ¿Cuál es entonces la naturaleza del día de reposo? Su naturaleza, origen y vigencia viene definida por el momento mismo de la creación en Génesis, donde Dios deja para la posteridad la santificación del día séptimo como día de reposo. Por eso, quebrantar el sábado tenía tanta importancia y adquiría suma significancia para Dios. Si hacías caso omiso de este mandato, de algún modo estabas diciendo a Dios: “Mi relación contigo no es importante para mí, y por tanto, no eres digno de mi tiempo.” Este desafío rebelde era una forma de repudiar el pacto establecido con Dios, y sus consecuencias mortales debían marcar el límite de la desfachatez e ingratitud humanas.

C. UN RESPIRO REPLETO DE BENDICIONES

“Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó.” (vv. 16-17)

     La palabra clave, dentro de una nueva vuelta de tuerca sobre la obediencia en la observancia del día de reposo, es “celebrar”. El día de reposo no es una carga ni una obligación gravosa, sino una fiesta, un día especialmente separado para gozarnos comunitariamente en la adoración a Dios, una jornada en la cual inquirir en los misterios de Dios y en la que propiciar un diálogo fructífero con nuestro Señor. Los cristianos hemos recogido de manos de los judíos el relevo de ese día de reposo. La reconversión del Sabbat al domingo o día del Señor, adquiere para los cristianos un significado simbólico repleto de referencias a momentos históricos de la vida de la iglesia, ya que en el primer día de la semana tuvo lugar el Pentecostés, se celebraba la Cena del Señor, se recogían las ofrendas de la iglesia, y se recordaba especialmente la resurrección de Jesucristo. Además, cumpliendo el preceptivo cumplimiento del día de reposo estamos imitando a Jesús, al cual vemos participando de las actividades de la sinagoga y haciendo el bien en sábado (Marcos 1:21; 2:28; Lucas 4:16).
 
    Para el creyente el domingo debe ser poder participar de un privilegio, de un regalo y de un deleite dado directamente por Dios que nos llena de gozo y satisfacción y nos vacía de nuestro egoísmo: “Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso del Señor; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en el Señor; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca del Señor lo ha hablado.” (Isaías 8:13-14). Fijémonos en todos los beneficios que hallaremos si disponemos nuestro corazón para disfrutar de la presencia del Señor junto con nuestros hermanos cada domingo: nuestro espíritu será refrescado y renovado tras una semana de intenso trajín y repleto de mil preocupaciones, nuestra mente reflexionará sosegadamente sobre nuestro maravilloso Dios y sobre los misterios de su Palabra, nuestra adoración surgirá como expresión de la gratitud que albergan nuestros corazones con motivo de su provisión y protección, nuestro cuerpo descansará para ver cómo el Señor provee soberanamente para nuestro sostén y para comenzar una nueva semana de trabajando siendo más productivos y eficientes, y nuestro testimonio para con los incrédulos nos distinguirá del resto del mundo dando ocasión para explicar que nada es más importante para nosotros que honrar a Jesucristo en domingo.

CONCLUSIÓN

     El día de reposo es un bien inmaterial que haríamos bien en cuidar y en guardar. Dios no decidió colocar ese día para nuestro perjuicio, ni lo hizo caprichosamente para fastidiarnos. Lo hizo con el propósito de encontrar un contexto temporal en el que poder disfrutar junto a sus hijos de un tiempo de calidad en el que el ser humano integral lograse una renovación espiritual, una restauración mental y un reposo físico que lo preparase para una nueva semana de trabajo incansable. Demos gracias a Dios por el día de reposo y deseemos considerarlo como el momento más esperado y preciado de la semana.
       

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