COMO LOS CHORROS DEL ORO
SERIE
DE SERMONES SOBRE MATEO 11-12 “BAD GENERATION”
TEXTO
BÍBLICO: MATEO 12:43-45
INTRODUCCIÓN
No
sé si es por ignorancia, por imprudencia o por imbecilidad, pero el
ser humano cree que dispone de la receta perfecta para reformar a sus
semejantes, para integrarlos socialmente de manera aceptable y
rotunda, y para convertir una piltrafa criminal en un angelito que
toca el arpa. Los humanistas, individuos que todavía siguen creyendo
en el ser humano, que idean y planifican programas de reinserción,
que continúan pensando que todo el mundo es bueno, y que la
naturaleza de todo mortal es tendente a la bondad y a la
misericordia, no se dan por vencidos. Aducen que, si el ser humano no
florece en toda su expresión y esencia, es a causa de que los
métodos de aculturación o de enseñanza no alcanzan a extraer ese
potencial positivo que cada criatura humana posee en su interior. De
ahí que frases como “cree
en ti mismo,” “persigue tus sueños y los alcanzarás,”
o “sigue
a tu corazón,”
siguen causando estragos a lo largo de la historia y de las
civilizaciones.
Pretender
que, a través de soluciones pedagógicas, psicológicas o de
adiestramiento cognitivo, el ser humano puede cambiar sus tendencias
homicidas en intereses filantrópicos, procura demasiadas
oportunidades para que los violentos, los agresivos, los antisociales
y los malvados sigan disfrutando de hacer el mal en todas y cada una
de sus formas y manifestaciones. Se cree, erróneamente, por
supuesto, que el leopardo hará desaparecer sus manchas del pelaje
con un remozado antropocentrista y positivista. Y así pasa, que
cuando los psiquiatras o los profesionales de la reinserción
garantizan que la persona que ilustró sus verdaderos intereses
perversos pretéritos, y deja atrás las rejas para lograr la
libertad, vuelve a cometer los crímenes abyectos por los que fue
sancionado. Al final, muchos especialistas en la conducta humana han
tenido que entender que existen personas que son irremediables en
cualquier intento de transformar sus vidas por medio de códigos y
hábitos morales.
La
generación de nuestros días reincide en el planteamiento de que a
una persona se la puede reformar participando en programas
integradores, en planes pedagógicos basados en la presunta buena fe
del encausado, y en cursillos de gestión de la ira. El refrán ese
de que “la
cabra tira al monte,”
registro tradicional de la experiencia humana a lo largo de los
siglos, debería hacer qué pensar a los especialistas en
reinserción. Del mismo modo se expresó Pedro al hablar de
determinados personajes que, en primera instancia parecían
auténticos creyentes en Cristo, pero que pronto se les vio el
plumero con sus actuaciones absolutamente reprensibles: “El
perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el
cieno.” (2 Pedro 2:22)
Tarde o temprano, esos diques de contención humanamente inventados y
construidos desde la cultura y la educación, se rompen, el agua se
desborda violentamente, y las consecuencias terribles de la rotura
con los valores sociales y las convenciones culturales son mucho más
abundantes y desastrosas.
- LOS PERFECTOS FARISEOS
Jesús,
de nuevo, se enfrenta a una realidad demasiado parecida a la actual.
Desde el punto de vista de la mala generación, esto es, la
farisaica, el ser humano como Dios manda debía edificar en torno
suyo un código de corrección permanente, una fachada deslumbrante
de actos piadosos, y una conducta de pureza intachable y admirada por
el resto de los mortales. Los fariseos se adjudicaban elitistamente
la prerrogativa de ser los amados por Dios, dado que, de forma
escrupulosa y minuciosa seguían una normativa a carta cabal y a
rajatabla. Nadie mejor que ellos para encarnar la perfección ritual,
espiritual y social. En ellos todos debían mirarse si querían ser
reconocidos y alabados por el Altísimo. Por supuesto, todo esto era
estético, ya que los sentimientos y emociones, las intenciones y las
respuestas del pensamiento, debidamente desnudadas por Cristo gracias
a su especial perspicacia, habían sido expuestos, más de una vez,
delante de las multitudes. Ahora todo el mundo comenzaba a observar
la incoherencia de sus actos y hábitos.
Para
incidir en esta exhibición de hipocresía farisaica, Jesús decide
contar una nueva historia que involucra a un hombre y a una entidad
diabólica que lo posee: “Cuando
el espíritu impuro sale del hombre, anda por lugares secos buscando
reposo, pero no lo halla. Entonces dice: “Volveré a mi casa, de
donde salí.” Cuando llega, la halla desocupada, barrida y
adornada. Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores
que él, y entran y habitan allí; y el estado final de aquel hombre
viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta
mala generación.” (vv. 43-47)
- UNA FIESTA DE MIL DEMONIOS
La
algarabía y el jolgorio podían escucharse a varios kilómetros a la
redonda. El desorden y el caos devastaban el orden y la pulcritud de
la vivienda. El corazón vacío, limpito y adecentado de aquel hombre
ahora era el lugar perfecto para las francachelas diabólicas.
¡Menuda fiesta! Y sin embargo, el gozo y el júbilo de los invitados
demoníacos era el motivo principal de la tristeza y la angustia de
aquel individuo que pensaba que era suficiente con barrer, fregar y
amueblar convenientemente su mente y su alma.
Tiempo
atrás las cosas habían sido bien diferentes. Tras haber podido
expulsar al demonio que le hacía la vida imposible, suspiró
aliviado. Ahora podría hacer el propósito de enmendarse y de
acogerse a la seguridad que brindaba un código moral de conducta.
Seguramente viviendo de manera ordenada, formal y sujeta a una serie
de leyes y reglamentos éticos sería posible hacer de su existencia
una balsa de aceite. Teniendo su morada interior como los chorros del
oro, ya sería suficiente. Su vida anterior, atormentada por la culpa
y el pecado, había recibido una nueva oportunidad de tomar las
riendas de su vida. Una vez desahuciado el monstruo satánico que
hacía de su existencia un martirio, era hora de marcar prohibiciones
y permisos para encauzar su nueva derrota.
Muchos
de aquellos que demandaban a Jesús señales de su filiación y
poderío habían sido testigos auriculares del mensaje evangélico de
arrepentimiento y perdón de pecados. Otros tantos habrían sido
personas liberadas del poder demoníaco en sus carnes. Oportunidades
y ocasiones únicas de regeneración y de conversión habían sido
presentadas de continuo ante sus ojos. No obstante, ese poder
desatado de Dios en Jesús no les convencía de sus posiciones
enrocadas en la obediencia legalista y “religiosa”. Eran como ese
hombre que recibe un respiro en medio de su dolor y aflicción
espiritual. El enemigo, que dominaba cada parcela de su corazón,
emigra de sus vidas, es expulsado de sus almas para dar lugar a otro
nuevo señor. Pero nada sucede. La casa sigue desocupada, aseadita y
bien arreglada. Los estragos del anterior inquilino aparentemente han
sido arreglados con las chapuzas de la Ley, con el revoque del buen
comportamiento y con las débiles manos de pintura que nunca dejarán
de mostrar las “mentiras” y grietas de las paredes del espíritu.
La
vacuidad del corazón es el síntoma inequívoco de aquellos seres
humanos que piensan que a través de su piedad, apariencia y
cumplimiento de reglamentos morales, podrán mantener su existencia
en pie e incólume. Jesús da la oportunidad de ser el Señor y Rey
del hogar de la esencia vital del hombre, pero éste decide que está
mejor solo, tomando sus decisiones por sí mismo, sin contar con
Dios. El problema surge cuando la tentación, las pruebas y el
egoísmo ponen en el balcón del corazón: “Se alquila”.
Entonces, cuando el espíritu maligno que se marchó con cajas
destempladas, vuelve a ver que su anterior dominio sigue estando
libre, no solo no duda en volver, sino que además invita a varios de
sus amigotes a participar de la fiesta de bienvenida, e incluso les
insta a traer sus maletas para instalarse definitivamente.
Tras
caminar a la deriva por los eriales y los lugares más deshabitados
del orbe, visión tradicional judía de los espacios desérticos por
los que pululaban los espíritus malignos, y tras no hallar algo a lo
que hincar el diente, la morriña hace que este espíritu maléfico
vuelva para verificar el estado del alma que dejó atrás. El diablo,
que conoce perfectamente los entresijos de la hamartiología, tiene
la esperanza de encontrar su anterior morada en situación de
recuperación. Así sucede, y ni corto ni perezoso, al contemplar el
magnífico estado del corazón, decide sentirse respaldado por otros
siete espíritus más dañinos, más duros y más avispados que él.
El siete, como número cabalístico que implica plenitud o llenura,
nos habla a las claras de la situación tan patética que sufre el
hombre, viendo como su vida es colmada de espíritus abyectos y
viles. “Ahora
sí que no nos echa nadie”,
dice para sí el espíritu errante. Lógicamente, mientras la fiesta
de mil demonios logra el alborozo de los espíritus impuros, el alma
del hombre sufre la congoja más lamentable que jamás haya podido
experimentar. Su estado de agonía se agudiza, ya que las tiritas de
la moralidad sin fe en Dios, se despegan y dejan ver las llagas
purulentas del alma depravada.
Más
allá de cuestiones demonológicas, lo cierto es que el punto que
Jesús decide enfatizar es que el corazón del hombre no puede
declararse neutral en relación al señorío de su alma. O blanco o
negro, nada de grises. O caliente o frío, pero nunca tibio. O Dios
en Cristo dando vida eterna, o la desdicha de una tiranía diabólica.
Esta disyuntiva es presentada una vez más ante los líderes
religiosos ansiosos de pruebas y señales fantásticas que de verdad
asombrasen su parca o desaparecida fe en Dios. La fe que depositaban
en sí mismos, en sus ímprobos esfuerzos de limpieza y purificación
del alma, en sus méritos despreciables y en su moralidad legalista e
hipócrita, hacía que sus corazones fuesen presa fácil de las
asechanzas de cualquier león rugiente hambriento de almas que
devorar, “así
le sucederá a esta gente perversa” (v. 45).
- LA REGENERACIÓN SOLO ES COSA DE DIOS
De
lo que no cabe duda es de que el ser humano solamente puede ser
transformado y renovado por medio de la obra regeneradora del
Espíritu Santo. Jesús, departiendo con Nicodemo, un gran conocedor
de las Escrituras, afirmó que el ser humano debía nacer de nuevo en
un sentido espiritual para poder entrar en el Reino de los cielos.
Tras ese nacimiento espiritual se abre ante la persona un proceso que
dura toda una vida en el que el Espíritu Santo nos santifica, esto
es, nos ayuda a ser santos como Dios es santo. Nos reprende cuando
queremos volver a nuestro vómito, cuando deseamos regresar sobre
nuestros pasos para revolcarnos cual gorrinos en un infecto charco,
cuando queremos tirar al monte para ser presa fácil de Satanás y de
sus tentaciones. Nos guía a ser cada día más como Cristo, a vivir
honesta y honradamente, a servir al prójimo sin dobles intenciones,
y a obedecer cada mandamiento de la Palabra de Dios. Solo entregando
nuestras existencias bajo la soberanía de Cristo y la acción
renovadora del Espíritu Santo podemos albergar la esperanza de
llegar a abandonar nuestra vana manera de vivir para abrazar una vida
eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Si
realmente es nuestro anhelo comenzar desde cero, ser libertados de
las cadenas de nuestros vicios y de nuestra ira desencadenada, no
confiemos en programas terapéuticos de humana factura, sino más
bien entreguemos todo nuestro ser, con todas sus taras, defectos y
virtudes, al único que puede encender una potente y liberadora luz
en nuestro tenebroso y depravado estilo de vida. Si ansiamos
erradicar de nuestros pensamientos cualquier atisbo de dependencia
perniciosa, cualquier esclavitud espiritual y cualquier atadura
diabólica, acudamos a Cristo, el único que puede sentarse en el
centro de nuestra vida para espantar y exorcizar a cualquier demonio
o ídolo pecaminoso que quiera encontrar un hogar en tu alma. Si
estamos cansados de que Satanás organice sus francachelas y fiestas
en lo más profundo de nuestro ser, de que nos arrebate el gozo y la
alegría de vivir plenamente nuestra vida, y de que nos asfixie con
su dominio aterrador y destructivo, ruega al Señor Jesucristo que lo
eche a patadas de tu día a día para ser perdonado y redimido a
través de su sacrificio en la cruz del Calvario.
CONCLUSIÓN
Esta
mala generación nos bombardea con estilos de vida, con códigos
éticos y con programas rehabilitadores de todo pelaje. Cree en ti
mismo, mejora la percepción que tienes sobre ti, visualiza la
persona que quieres llegar a ser, piensa positivo, son algunas de las
técnicas que se ofertan diariamente por gurús, por influencers o
por maestros de la motivación. Pero, ¿sabéis qué? Sin Jesús,
todo esto no sirve absolutamente para nada. Más temprano que tarde,
del mismo modo que hacemos cuando nos proponemos una serie de
propósitos para año nuevo, el ser humano involuciona e implosiona,
quedando peor que antes, con mayores sentimientos de culpa y con una
depresión de caballo al pensar que no tenemos remedio.
Sin
embargo, la cuestión es que sí tenemos remedio. Lo tenemos en
Cristo y en la Palabra de Dios. Pero para asimilar un cambio radical
de vida, debes dejar a un lado las tácticas humanistas que
supuestamente te pueden llegar a convertir en un hombre o una mujer
nuevos. Por ejemplo, ¿piensas que es útil creer en ti mismo?
“Engañoso
es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo
conocerá?” (Jeremías 17:9)
¿Quieres mejorar tu autoimagen? “Digo,
pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre
vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe
tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe
que Dios repartió a cada uno.” (Romanos 12:3).
¿Quieres visualizar quién vas a llegar a ser? “Y
si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con
Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente
con él seamos glorificados.” (Romanos 8:17)
¿Sientes que pensar positivo y confiar en la naturaleza bondadosa
del corazón humano es la solución a todos tus problemas? “No
confiéis en los príncipes ni en hijo de hombre, porque no hay en él
salvación.” (Salmos 146:3)
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