BUSCADME Y VIVIRÉIS




SERMÓN EXCURSIÓN UNIDA 1 MAYO 2018

TEXTO BÍBLICO: AMÓS 5:4-9, 14-15

INTRODUCCIÓN

     Toda búsqueda demanda de una meta, de un destino o de un objetivo, los cuales siempre suelen ser valiosos, deslumbrantes y que invisten a quienes los logran descubrir de gran satisfacción y una felicidad difícil de superar. El hombre o la mujer que decide embarcarse en una odisea repleta de huellas, evidencias y pistas que interpretar y desentrañar, debe caracterizarse por su fervor, por su fe, por su esperanza y por su paciencia. Cualquier búsqueda que se desee emprender ha de comenzar por una planificación cuidadosa, siempre teñida del color de la pasión, y adornada con una fuerza de voluntad inquebrantable que soporte los reveses, los obstáculos y los instantes críticos de frustración. 

      Todos los exploradores que este mundo ha visto en acción a lo largo de los siglos han preparado a conciencia sus recursos, sus capacidades y sus anhelos con el fin de conseguir utopías inesperadas, descubrimientos gloriosos y avistamientos sobrecogedores. Buscar, por tanto, no es un acto impulsivo carente de previsión y sensatez, ni es lanzarse a la aventura a pecho descubierto contra lo imposible. Para buscar, es necesario tener herramientas, señales y revelaciones con las que trabajar día a día, con empeño, sin prisa, pero sin pausa, siendo perseverantes pase lo que pase y cueste lo que cueste.

     Si nos atenemos a la realidad humana de los deseos y de los profundos anhelos que anidan en el interior del corazón, el ser humano, por lo general, es un buscador. Siente en sus entrañas que necesita algo por lo que luchar, algo en lo que creer y algo por lo que soñar. Algunos optan por buscar una seguridad que se traduce en estatus social, influencia política, o en abundancia de bienes y recursos financieros. Otros buscan más libertad que seguridad, ilusionados por hallar un campo abierto cuyo horizonte de creatividad no sea coartado por el materialismo o las convenciones sociales. Otros buscan la trascendencia a través de obras faraónicas, monumentos a la personalidad y de instituciones o fundaciones que marquen la diferencia en el mundo, aun cuando hayan dejado de existir en este plano terrenal. La lista de búsquedas es inmensa, y en la que se enumeran tantas búsquedas como personas habitan sobre la faz de la tierra. Todos buscamos algo o a alguien cada día de nuestras vidas, y esto no hace más que hablar de la clase de espíritu que el Creador ha ideado especialmente para la raza humana.

     Existen búsquedas legítimas y otras que solamente se someten al dictado de los desenfrenados deseos de nuestra concupiscencia. Existen expediciones del alma que buscan la autorrealización, mientras que otras se dedican a lograr el encuentro con la divinidad. Buscar es nuestro afán, nuestra labor más frenética y nuestra razón de ser, aunque muchos no sepan en realidad qué búsqueda es la que cuenta y da auténtico propósito a la vida del ser humano. Averiguar desde el amor, el sacrificio, la persecución de ideales que nos superan, y desde la resolución firme de conocernos y de conocer a nuestro Hacedor, ha de convertirse en nuestro leit motif de por vida. 

       Desentrañar el misterio de nuestra identidad, de nuestros orígenes y de nuestra ruta ha de ir acompañado de vivir y disfrutar esa búsqueda. Para nosotros, aquellos que hemos escuchado la voz de Dios desde la Palabra de vida, aquellos que hemos dejado todo atrás por buscar a Dios, aquellos que nos hemos despojado de los harapos del pecado y de las cadenas de la culpa en virtud del sacrificio único y perfecto de Cristo, nuestra búsqueda alcanza la dimensión más plena, más pura y más satisfactoria. 

      Pero para que esta búsqueda ofrezca el fruto de la vida, es menester escuchar al profeta Amós, el cual, erigiéndose en vocero del Señor en medio de un pueblo rebelde y dedicado a la injusticia en todas sus versiones, no vacila en predicar el arrepentimiento como elemento catártico. A través de su inmortal eco, el profeta nos recuerda como comunidad de fe en esta nuestra Comunitat Valenciana, lo siguiente:

1.      BUSCAR A DIOS SIGNIFICA ERRADICAR LA IDOLATRÍA DE NUESTRO ENTORNO

“Pero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis; y no busquéis a Bet-el, ni entréis en Gilgal, ni paséis a Beerseba; porque Gilgal será llevada en cautiverio, y Bet-el será deshecha.” (vv. 4-5)

       Como sabemos, este oráculo divino en boca de Amós, está dirigido, entre otros, a aquellos que prefieren caminar según los designios de dioses imposibles e ídolos vacíos. El pueblo de Dios había cambiado su necesidad por buscar a Dios y hallar la auténtica vida, por buscar dioses falsos con los que justificar su hedonismo y sus ansias egoístas. Creían que vivir de verdad era dar rienda suelta a sus pasiones, amparados por la adoración de inmóviles, sordos y mudos ídolos, los cuales eran la coartada perfecta para sus desvaríos. En realidad, eran parte de una comunidad herida de muerte, de una sociedad podrida y en fase de descomposición donde medraban los falsos profetas, los sacerdotes insolentes y los charlatanes de medio pelo. 

       Su muerte se atisbaba en cada uno de sus ritos sangrientos y en cada una de sus ceremonias paganas. Habían decidido otorgar el control de sus vidas a entidades demoníacas y a personajes de perversas intenciones. Cada individuo que se entregaba a las prácticas idólatras que se celebraban en Gilgal, Betel o Beerseba para lograr evitar la maldición y el juicio sumario de Dios, solamente acrecentaban sus probabilidades de ser destruidos.

     Si pensamos en nuestras comunidades de fe, dentro de este enfoque idólatra y espiritualmente adúltero, haríamos bien en realizar un ejercicio denso y minucioso de análisis eclesial. Por supuesto que no tenemos lugares concretos a los que peregrinar para adorar becerros dorados o estatuas de talla. Por supuesto que no nos dedicamos a adorar y ensalzar dioses elevados en altares dentro de nuestras capillas. Faltaría más. Pero, no obstante, a menudo hemos deificado muchos elementos de nuestra tradición evangélica y bautista, dando más importancia al envoltorio que al contenido. Existen determinadas estructuras de innegable alcance social y de fantástico trabajo por mitigar la miseria de nuestra comunidad más inmediata, que sin embargo, restan tiempo y recursos a otras parcelas sumamente relevantes para nuestra idiosincrasia cristiana como el evangelismo, el compañerismo fraternal o el discipulado. 

       A veces, se nos han introducido doctrinas de dudosa relación con la Palabra de Dios en la dinámica eclesial por gestionar incorrectamente términos y conceptos tan manidos en estos tiempos que corren como la tolerancia y la laxitud denominacional. El legalismo y el fundamentalismo exacerbado también se han colado en algunas de nuestras congregaciones para cerrar puertas a la diversidad dentro de la unidad. Estos diosecillos, invisibles y engañosos, a menudo logran que nuestras iglesias adolezcan de falta de identificación bautista, de mediocridad en los sistemas pedagógicos y discipuladores, y de una preocupante carencia de unidad evangelística y misionera.

     Haríamos bien en fortalecer nuestra unión y nuestras relaciones desterrando de nuestras iglesias a estas divinidades, buscando la vida que surge de Dios como soberano y de su revelación como regla de fe y conducta suficientes. Haríamos bien en buscar amparo en el Señor para que éste reparta discernimiento en medio de su pueblo, para que la vida en abundancia que Cristo nos promete nos ayude en la tarea dura y difícil de desarraigar y cortar aquellas cuestiones que hemos idolatrado y que nos separan del resto de iglesias de nuestra región.

2.      BUSCAR A DIOS SIGNIFICA DEJARNOS EMPODERAR POR EL ESPÍRITU SANTO

“Buscad a Jehová, y vivid; no sea que acometa como fuego a la casa de José y la consuma, sin haber en Bet-el quien lo apague. Los que convertís en ajenjo el juicio, y la justicia la echáis por tierra, buscad al que hace las Pléyades y el Orión, y vuelve las tinieblas en mañana, y hace oscurecer el día como noche; el que llama a las aguas del mar, y las derrama sobre la faz de la tierra; Jehová es su nombre; que da esfuerzo al despojador sobre el fuerte, y hace que el despojador venga sobre la fortaleza.” (vv. 6-9)

      De nuevo se alza la orden imperiosa de labios de Amós para que, si acertamos en la razón de nuestra búsqueda, recibamos la genuina vida que surta de energías y acción al moribundo pueblo de Israel. La vida proviene de Dios, Dios es vida, y quiere que esta vida abunde y fluya por el torrente sanguíneo de aquellos que reconocen su culpa y desean ser llenos de su Espíritu. Es menester confesar que la injusticia y el derecho han sido torcidos a todos los niveles de la convivencia entre hermanos. La búsqueda debe enfocarse en perseguir el conocimiento del Creador de todas las cosas, de Aquel que gobierna el universo, de Aquel que con su Santo Espíritu insufla de vida al barro primigenio, de Aquel que con el poder de su palabra da existencia a lo que no la tenía. 

      Las fuerzas con las que contamos son exiguas, si las comparamos con muchas de las instituciones sociales, políticas y religiosas que hay en nuestra comunidad. Nuestros recursos, bien lo sabe el Señor, son limitados, y aunque nuestra fe es mucha, y nuestro empeño es agónico, no obstante, a veces hemos tenido que entender que por medio de nuestras energías poco puede hacerse. La frustración se ha dejado entrever en algunas de nuestras iglesias hermanas al comprobar cómo el fruto de nuestros intentos por ser luz y sal en medio de nuestras ciudades es mínimo o prácticamente inexistente. 

      Y sí, es cierto que no estamos arando y sembrando en un terreno fácil, que nuestras manos encallecidas tras años de extenuante labor reciben pocas alegrías a causa de los cambios sociales vertiginosos a los que nos enfrentamos, y que los obreros son menos de los que quisiéramos tener de nuestro lado, ya que las vocaciones menguan y las decisiones no cuajan a la velocidad que desearíamos.

     Sin embargo, existe una gran solución para paz de nuestras conciencias y para renovación de nuestra misión como iglesias de la Comunitat Valenciana. Esta solución proviene directamente de lo alto, y supone rogar, desde la asunción de nuestra culpa al haber confiado más en nuestras fuerzas y recursos, que el Espíritu Santo nos fortalezca con su llenura, con una visión más clara de los tiempos en los que estamos inmersos, con una unidad férrea de esfuerzos misioneros y evangelizadores, con una sabiduría perspicaz que nos permita descifrar las auténticas inquietudes de nuestro mundo más inmediato, y que nos empodere para sacar el máximo provecho a los dones y talentos con los que él ha bendecido a nuestras iglesias. 

       La vida reside en la búsqueda del poder de Dios en todas sus vertientes, confiando en que las tornas cambiarán en breve, que las dinámicas de desaliento y desánimo serán cosa del pasado, y desarrollando un espíritu de autocrítica y de aprendizaje que nos ayude a mirar al ser humano incrédulo de nuestro entorno desde la perspectiva redentora de Cristo.

3.      BUSCAR A DIOS SIGNIFICA PRACTICAR LA IMITACIÓN DE CRISTO

“Buscad lo bueno, y no lo malo, para que viváis; porque así Jehová Dios de los ejércitos estará con vosotros, como decís. Aborreced el mal, y amad el bien, y estableced la justicia en juicio; quizá Jehová Dios de los ejércitos tendrá piedad del remanente de José.” (vv. 14-15)

       Además de reivindicar el señorío y la soberanía de Dios destruyendo los ídolos que anquilosan nuestros movimientos como comunidades de fe valencianas, y como añadidura a dejar que el Espíritu Santo nos capacite y nos prepare para la abundancia de vida que Dios tiene previsto enviar sobre sus iglesias, es preciso plasmar en la realidad diaria y cotidiana de nuestras congregaciones un estilo de vida diferencial e influyente que se distinga por buscar el bien y la justicia, a diferencia de lo que, por desgracia y vergüenza, hemos de contemplar como práctica habitual del mal en todas sus formas. El arrepentimiento que trae vida sobre el ser humano que al fin deposita su fe y dependencia en Dios Padre, y que se deja transformar por la obra santificadora del Espíritu Santo, debe concretarse en el apartamiento y abandono de conductas reprobables y contrarias a una senda que se nutre de la vida eterna que Cristo nos ofrece a borbotones. 

       Resulta difícil para algunas de nuestras iglesias renunciar a los números, en detrimento de una disciplina de vida ceñida a la Palabra de Dios y al ejemplo de Cristo. A veces se dejan pasar ciertos y determinados casos de personas que no han puesto en orden sus vidas, y que pueden llegar a provocar el caos en la fraternidad cristiana en virtud de las excepciones mal gestionadas. La disciplina eclesial ha dado un paso atrás, tal vez por una errónea percepción o por una lamentable praxis, y esto puede pagarse con el paso del tiempo. La aritmética y la numerolatría han llegado a obviar circunstancias venenosas, con lo que el organismo vivo que es la iglesia, se ha resentido hasta la división y el cisma.

     Si existe algo de lo que no debemos prescindir como asociación regional de iglesias, es de imitar a Cristo en la búsqueda del bien y de la justicia. Cristo sigue siendo nuestra cabeza, aunque algunos quieran decapitar el cuerpo eclesial. Jesús es nuestro modelo de convivencia, de conducta y de actitud hacia nuestro hermano y hacia el prójimo. Jesús es el prototipo de cuanto debiéramos ser, la fuente de vida, el pan de vida, la luz del mundo, que nos deben convertir en comunidades que demuestran con sus actos y palabras que la hipocresía y la desunión arribista está muy lejos de sus ideales cristianos.

        Cristo es el centro de nuestra nueva identidad como discípulos suyos, y Cristo ha de reinar en cada una de nuestras comunidades de fe bautistas, insuflando de vida rebosante a cada miembro que las componen. En aquello que es pernicioso para la unidad de la iglesia, hemos de unirnos en amor y sensatez, siempre con la mirada puesta en el autor y consumador de nuestra fe, Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

CONCLUSIÓN

     La búsqueda de vida es ardua, como lo es tener que nadar contra la corriente de la idolización, del desaliento y de la incoherencia. Ningún descubridor o explorador podrá decir que todo salió a las mil maravillas desde el principio, o que el tesoro deseado apareció inmediatamente, o que el camino que lleva al hallazgo fue breve y sin incidentes. Como iglesias evangélicas bautistas de la Comunitat Valenciana que buscan sincera y apasionadamente al Señor, que reconocen sus errores de criterio y sus fallos de cálculo, y que confiesan su necesidad de ser revitalizadas para cumplir el cometido número uno al cual nos ha llamado Cristo, clamemos con todas nuestras fuerzas para que el propósito de dar vida eterna a un mundo moribundo se haga carne en la unidad de su pueblo para gloria y honra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

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