EXPERIMENTAR A DIOS EN LA TRAGEDIA






Sermón 25/10/2015

TEXTO BÍBLICO: JOB 42:1-6

INTRODUCCIÓN

      En la vida existen incógnitas que despejar y misterios que se escapan a nuestras facultades de conocimiento y sabiduría. El ser humano, desde los albores de su aparición en la tierra, ha tratado por activa y por pasiva hallar explicación y sentido a todo aquello que le ocurría, a todo aquello que existía y a todo aquello que de manera particular se refería a lo trascendente. Con el paso del tiempo y la adquisición de experiencias, la humanidad ha podido responder a muchos de los enigmas que le rodeaban, pasando del pensamiento mitológico al mágico, y al final desembocando en el científico. Con el desarrollo de técnicas de investigación avanzadas, el ser humano ha podido encontrar el propósito de muchas cosas, así como la clave para desentrañar nuevos horizontes desconocidos para él. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos y empeños por hallar respuesta a todas las cuestiones existenciales que propone el alma, todavía sigue sin conseguir explicar aquellas preguntas que brotan del espíritu.

     De algún modo, todos nos hemos hecho preguntas sobre infinidad de intereses en esta vida. Algunas preguntas son producto del aburrimiento y no tienen una respuesta lógica y racional, pero otras, aquellas que aparecen como el resultado de la meditación sobre quiénes somos, por qué estamos en este mundo y hacia dónde nos dirigimos, requerirán de respuestas claras y firmes para construir una mentalidad, un cuadro completo de nuestra trayectoria vital y una estabilidad social, familiar y espiritual. ¿A quién podemos acudir para poder conocer la profundidad y la amplitud de lo desconocido? ¿Cuál es el camino que puede llevarnos hacia un completo y total entendimiento de quiénes somos, de nuestro propósito en la vida y de la esperanza de lo que nos aguarda más allá de la muerte? La respuesta, aunque no cabe dentro de los parámetros científicos que erradican a Dios de la ecuación de la existencia, es una sola: Dios.

      Esta respuesta fue la que recibió Job después de su desventura y desgracia. A lo largo del libro de Job, encontramos a un hombre que lo tenía todo y que además se hallaba en plena sintonía con Dios. De buenas a primeras, Satanás se vale de todo su poder para derribar a Job del pedestal de su fortuna y de su familia. Nada le queda ya, puesto que incluso su cuerpo se ve plagado de unas pústulas sarnosas que lo atormentan día y noche. Al principio parece que Job se sobrepone resignado a su situación dramática, reconociendo que todo viene de Dios y a Él vuelve. No obstante, cuando algunos de sus amigos lo visitan para aconsejarle y consolarle, las dudas que éstos provocan en su interior logran que se ponga en guardia contra Dios, reclamándole su injusticia y quejándose amargamente por su destino cruel. Tras querer recriminar a Dios su actitud para con él, Job recibe una grandísima reprimenda procedente del cielo para aquietar sus alegatos e invectivas, dejando más que clara la posición y distancia que existe entre criatura y Creador. 

    Ahora casi al final del libro de Job, aparece una rendición absoluta del protagonista de la historia en la que entabla un diálogo final con Dios. Este es precisamente un diálogo que deberíamos tratar de comenzar cuando no entendamos ciertas y determinadas cosas que nos suceden o que suceden a otros, y por eso el texto bíblico de hoy nos va a ayudar a considerar la actitud correcta que todo creyente debe albergar en una conversación con Dios acerca de situaciones y circunstancias que se escapan de nuestro conocimiento.

A. UNA ACTITUD DE RECONOCIMIENTO DEL PODER DE DIOS

“Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento?” (vv. 2, 3 a RV60)

 “Reconozco que todo lo puedes, que ningún proyecto se te resiste. [Dijiste:] ¿Quién es el que confunde mis designios pronunciando tales desatinos?” (vv. 2, 3 a BLP)

       ¿Cuántas veces no nos hemos quebrado la cabeza queriendo comprender asuntos que están por encima de nuestras capacidades intelectuales? ¿De cuántas maneras nos hemos estrujado las meninges buscando una explicación a todo aquello que nos sucede en el día a día? ¿En cuántas ocasiones nos hemos preguntado acerca de la injusticia, el sufrimiento y la hipocresía que tanto abundan en este mundo? Por más que hayamos tratado de encontrar una contestación plausible y creíble, lo cierto es que ninguna de los argumentos que podamos haber aportado nos ha convencido o satisfecho. Job, del mismo modo en el que hacemos este tipo de preguntas, también tuvo tiempo para buscar un motivo claro por el que toda la desgracia y tribulación del mundo se habían cebado con él. “¿Por qué me pasa todo esto a mí? Soy piadoso y correcto creyente en Dios, y sin embargo, he recibido los azotes del infortunio y la aflicción, he visto como mi hermosa familia se desvanecía como un recuerdo y he sido atacado por una enfermedad terrible y molesta que es como una tortura. ¿Por qué es Dios tan injusto? ¿Por qué si Dios es tan bueno y amoroso deja que me pudra entre cenizas y polvo?” Esta retahíla de acusaciones y lamentaciones, ¿no te recuerda a ti mismo en medio de la desgracia y la amargura de las pérdidas materiales y familiares? ¿No te trae a la memoria aquellos momentos en los que la enfermedad hacía estragos en tu cuerpo?

       No nos olvidemos de que tenemos tres enemigos acérrimos que van a tratar de destruir aquello que hemos construido en la vida. El primero de ellos es nuestra inclinación a hacer el mal. ¿Podríamos decir que Job era perfecto en todo? Por supuesto que no. Era un ser humano como nosotros, y que aunque tenía una conexión íntima y profunda con Dios, no dejaba de ofrecer sacrificios por su familia y por sí mismo, lo cual nos indica que no era un superhombre incuestionable o intachable al cien por cien. Job seguramente desobedecería a Dios del mismo modo que lo hacemos nosotros y por ello debía arrepentirse y confesar sus pecados cada día ante su Señor. 

      El segundo enemigo que tenemos es el mundo y sus corrientes ideológicas y de pensamiento. A menudo seguimos modas o costumbres que contravienen completamente la voluntad de Dios. En el caso de Job, vemos como sus amigos construyen en torno a su situación nefasta una teología del pecado bastante discutible. Para ellos, si Job se encontraba enfermo y en la miseria era porque había cometido algún pecado grave ante Dios, lo cual deja claro, por otra parte, que como ellos no estaban sufriendo como Job, eran irreprensibles. Esta era una mentalidad hebrea que siguió teniendo tirón incluso en los tiempos de Jesús, el cual demolió completamente esta clase de pensamiento con la sanidad del ciego de nacimiento. 

     El tercer enemigo, y el más cruel y abyecto, es Satanás. Su existencia se construye desde el odio, la mentira y la muerte. En el huerto del Edén, justo al comienzo de la andadura del ser humano en la tierra, ya demostró que su único fin en esta realidad es el de condenarlo al infierno y la destrucción, así como de arrebatar a Dios a aquellos que pueden ser salvos. Satanás se presenta en el libro de Job con el objetivo de demostrar a Dios que Job era fiel y ferviente en su comunión con Él solo por conveniencia. Dios permite, aunque no aprueba, es importante recalcarlo aquí, que Satanás se convenza de lo contrario, de que Job lo ama y desea obedecerle simplemente porque es su deseo por encima de cualquier otra cosa. 

     Ante los embates y estrategias de estos enemigos, los cuales suelen aparecer en nuestras vidas tarde o temprano, Job determina que Dios tiene el poder y el control sobre todas las cosas. Sí, está desahuciado, empobrecido y sin familia que le apoye, pero reconoce que Dios puede sacarlo de su situación, que es capaz de restaurarle y que es todopoderoso para darle salud, una nueva familia y más riquezas de las que podría soñar nunca. No importan los intentos por comprender, porque muchas veces, en nuestra ignorancia, retorceremos y malinterpretaremos los designios de Dios, sumiéndonos en una miseria mayor. Tal vez no recibamos una explicación pormenorizada del cómo y el porqué de las cosas, pero sí que podremos experimentar el poder de Dios en nuestras circunstancias. ¿Cuántas veces no recibimos más de lo que necesitamos? ¿En cuántas ocasiones no fuimos levantados del lecho de nuestro dolor para ser sanados milagrosamente por la gracia de Dios? ¿Cuántas experiencias no podrías contar acerca de la provisión y la protección de Dios en momentos críticos de tu vida?

B. UNA ACTITUD DE RECONOCIMIENTO DE QUE HAY QUE ESCUCHAR Y DEJAR HABLAR A DIOS

“Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás.” (vv. 3b-4 RV60)

“Sí, hablé de cosas que no sabía, de maravillas que superan mi comprensión. [Dijiste:] Escucha y déjame hablar; te preguntaré y tú me instruirás.” (vv. 3b-4 BLP)

      Reconocer que nos hemos metido en camisas de once varas cuando intentamos explicar cosas que están por encima de nuestras aptitudes espirituales y mentales, es un segundo paso razonable que dar después de reconocer el poder de Dios. A menudo hablamos y nada útil y edificante sale de nuestras bocas. Nos ponemos a pensar o a meditar y nos vamos por los cerros de Úbeda. Queremos explicar con rotundidad algo que no entendemos y divagamos sin ton ni son sin aportar nada nuevo o al menos aprovechable. Muchos quieren reemplazar a Dios por argumentos científicos que desvelen los misterios de la vida, y por eso comienzan a elaborar un conjunto de hipótesis y teorías que destronen a Dios de su rol de Creador del universo, que al final se quedan en el papel que todo lo aguanta. De este modo estas teorías se introducen en la enseñanza y en la sociedad como si realmente fuesen explicaciones factibles, creíbles y verdaderas. El ser humano no ha comprendido aún que los pensamientos de Dios son más altos que los suyos, distorsionados por el pecado.

     Cuando alguna circunstancia inexplicable nos toca de forma cruda y directa, es preciso reconocer y confesar que en realidad no sabemos nada. Es en esos instantes en los que hemos de hablar menos, de quejarnos menos y de recriminar a Dios menos. Es en esos momentos en los que debemos escuchar más a Dios, que nos conoce a nosotros y a nuestras situaciones particulares de la vida, y hablar menos. He descubierto en mi experiencia personal que por muchas lamentaciones que vierta ante Dios, mis problemas no se van a solucionar. Solo es posible encontrar una solución si escuchamos al que sabe. ¿O acaso cuando vamos al médico le decimos qué nos pasa, cuál es nuestro diagnóstico y cuál ha de ser el tratamiento adecuado a nuestra dolencia al haberlo consultado en internet? Seríamos unos insensatos si pensáramos que uno puede saber perfectamente qué es lo que le ocurre acudiendo a los comentarios dudosos de alguien que ha publicado un artículo en la red. Lo lógico y lleno de sentido común sería sentarnos en la consulta y dejar que el médico haga su trabajo, que para eso ha estudiado y sabrá tratarnos para descubrir el malestar.

     Lo mismo sucede con Job. Reconoce que no sabía de qué hablaba cuando intentaba colocarse a la altura de los pensamientos de Dios. Confiesa que hay muchas cosas indescifrables en el mundo que solo Dios puede descifrar. Reconoce que debe escuchar más a Dios y que debe dejar que le hable para resolver la crisis.

C. UNA ACTITUD DE RECONOCIMIENTO DE UN DESEO DE PROFUNDIZAR EN SU RELACIÓN CON DIOS A TRAVÉS DEL ARREPENTIMIENTO Y LA SUMISIÓN

“De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.” (vv. 5-6 RV60)

“Te conocía solo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos; por eso, me retracto y me arrepiento, tumbado en el polvo y la ceniza.” (vv. 5-6 BLP)

        Después de reconocer el poder de Dios y de confesar que debe escuchar lo que Dios tiene que decir al respecto de sus sombrías circunstancias, no queda otra cosa que avanzar en un conocimiento más profundo, íntimo y personal de Dios, arrepintiéndose de sus pecados y de su imprudencia. Job asume que todo lo que él creía acerca de Dios, acerca de quién era y de cuál era su obra en el universo, era producto de lo que había escuchado de Él. No había experimentado por sí mismo la presencia poderosa, omnisciente y amorosa de Dios. Como él mismo dice: “Te conocía solo de oídas”, por medio de terceros, de opiniones no contrastadas y fiables. Sin embargo, tras pasarlas canutas y recibir directamente de Dios una exhortación a la humildad y a la reverencia, por fin ha interiorizado lo que significa estar en las manos de Dios. Sus ojos y sus sentidos han podido captar y disfrutar la presencia de Dios en su vida. Ya no necesita que nadie le enseñe algo que por fin ha aprendido. Su dolor, su pérdida y su soledad ya no le pesan como antes, porque Dios está con él y él está con Dios.

     Job se arrepiente de todas sus torpezas, de atribuir a Dios la injusticia y la crueldad y de pensar que su propia justicia era merecedora de una vida sin aflicciones ni sobresaltos. Entiende que el pecado ha hecho entrar al mal en el mundo, y que no todo es producto de un entendimiento kármico del pecado y sus funestas consecuencias. Ahora comprende que también a la buena gente le pasa cosas malas, porque depende de las decisiones no tan acertadas y bondadosas de otros seres humanos como él, así como del odio visceral que anida en la voluntad de Satanás. Job se retracta de sus equivocaciones y decide humillarse ante Dios, para que éste sea el que tome la batuta de su vida y lo conduzca mejores pastos lejos de los desiertos y eriales de este mundo.

CONCLUSIÓN

     Tal vez estás pasando por momentos difíciles y quisieras encontrar una respuesta a tus preguntas, así como una solución a tus problemas. Job fue un hombre que pasó por instantes tremendamente trágicos, pero que se sobrepuso gracias a que Dios se convirtió en su valedor, en su compañía y en su respuesta. Tú también puedes recibir de Dios una respuesta igual si solamente reconoces que Dios todo lo puede, que Dios todo lo sabe y que Dios está a tu lado. Aparta por un momento tus quejas y lamentos y escucha la voz de Dios a través de su Palabra, para que el toque poderoso del Señor te conduzca por sendas de bendición y vida eterna.

VERSIÓN DESCARGABLE: https://www.dropbox.com/s/3jc24yw8tj296c0/EXPERIMENTAR%20A%20DIOS%20EN%20LA%20TRAGEDIA.pdf?dl=0

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